Fernando Pérez es uno de nuestros pianistas más prestigiosos. Su actividad internacional comenzó en 1991; en 1995 debutó en Europa (Trieste y Eslovenia). En 2001 fue a México con la Orquesta de Cámara Mayo. Desde 2002, giras europeas en lugares como el Concertgebouw de Amsterdam, la Ópera de Lausanne y el Gran Teatro de Genève. Fue solista con la Camerata Bariloche, la Orquesta Estable del Colón, la Filarmónica de Bs. As., las sinfónicas provinciales de Rosario y Santa Fe, la Sinfónica Nacional. En la música de cámara realizó ciclos en nuestro país y los principales países de Sudamérica, además de Estados Unidos. Tiene una extensa discografía. Es integrante y cofundador del Trío Argentino y fundador del Buenos Aires Piano Quartet. Ha dictado clases magistrales y cursos de música de cámara. Nacido en Buenos Aires, ofreció su primer concierto a los 12 años. Se formó en el Conservatorio Nacional Carlos López Buchardo y en la Universidad Católica Argentina, donde fue alumno de composición de Roberto Caamaño. Estudió música de cámara con Ljerko Spiller; se perfeccionó con los pianistas Menahem Pressler y Lazar Berman.
Mozart estaba trabajando en "Las Bodas de Fígaro" cuando creó el Rondó en Re mayor, K.485; lo terminó el 10 de enero de 1786. Su motivo inicial estaría basado en una obra de Johann Christian Bach, muy admirado por Mozart niño, cuando fue a Londres. Será el primero de 3 rondós. Bien dice Claudia Guzmán: "énfasis en dramáticos contrastes así como en cuantiosas modulaciones a diversas tonalidades". En efecto, es una bella y variada obra; fue tocada por Pérez con fino buen gusto y claridad, salvo algún pequeño detalle en momentos rápidos.
Frédéric Chopin compuso en París el Bolero en 1833 (23 años). "Con su métrica ternaria y su tempo mesurado el bolero era un baile usual en la corte española durante el siglo XVIII; presumiblemente descendía de las seguidillas". Tras un inicio improvisatorio, "Sensualidad dotada de virtuosismo junto a la evocación de las castañuelas y el ritmo característico": tal es el Bolero chopiniano, raramente ejecutado, ofrecido con entusiasmo y limpidez por Pérez. Justo antes (1831-32) Chopin había compuesto su primer Scherzo, en si menor, op. 20, extenso, intensamente dramático, muy difícil. Sus 18 páginas están dominadas por un Presto de amarga angustia por la caída de Polonia en manos rusas; sólo una breve melodía lenta parece llevarnos a una serenidad polaca; pero el Presto reaparece y lleva a una coda de gran fuerza. La versión de Pérez nos llevó a esa música tremenda, sólo para artistas de primer rango como él. Chopin recordará a su país con las Mazurkas y polonesas pero con la nostalgia de no volver.
Tras un minuto de descanso, retomó el concierto, dedicado a la música de Argentina, Estados Unidos y Cuba, sin drama, muy grata y variada en las partituras que eligió. Primeramente, "Huella y Gato" de Julián Aguirre (1868-1924), compositor refinado que estudió en Madrid y París; en esta última estudió piano, armonía y contrapunto. "A partir de la década de 1890 tomó danzas para revestirlas de recursos pianísticos europeos. Danza galante y mesurada de parejas sueltas, la huella se bailaba desde 1820 en las provincias del centro del país. El gato, pleno de picardía, fue una de las danzas más bailadas durante la segunda mitad de ese siglo". Ernest Ansermet formó nuestra vida sinfónica durante varios años, estrenando múltiples partituras de gran calidad, pero también realizó una famosa orquestación de la huella y el gato. Baste decir que entre 1952 y 1970 los escuché por Rosenthal con la Filarmónica (1952), Rieger con la Sinfónica (1953), Ansermet con la Sinfónica cuando retornó tras varias décadas (1958), Sanzogno con la Sinfónica en 1961 (creo que en el año de reapartura del Coliseo); y Kondrashin con la Filarmónica de Moscú, 2 veces en julio 1970. Pero también las escuché en piano por Haydée Giordano en 1959. Y bien, el versátil Pérez dio una perfecta interpretación, con inflexiones naturales y atrayentes de estas admirables piezas de Aguirre, uno de nuestros mejores compositores.
Tengo un viejo amor por los Tres Preludios para piano de Gershwin por Oscar Levant, para mí el pianista ideal de esta música. Y en vivo, recuerdo un concierto de José Iturbi en Buenos Aires en junio 1959. Me interesó la versión de Pérez, ciertamente buena, con la variedad rítmica requerida; sin embargo, me quedo con Levant.
"El rancho abandonado" es una de las mejores obras de Alberto Williams. Él mismo dijo que "se trata de la obra inaugural de lo que se da en denominar el nacionalismo musical argentino". Fue contemporáneo de Aguirre y como él estuvo en París; estudió con Georges Mathias, que fue discípulo de Chopin. La escritura pianística de "El rancho abandonado" (1890) es excelente y logra dar una imagen nostálgica, y también de un momento no abandonado cuando a ese rancho iban aquellos que se ocupaban del trabajo rural pero querían divertirse. Muy buena la versión de Pérez.
La elección final resultó grata y extensa: "Seis danzas cubanas y afrocubanas", de Ernesto Lecuona (1895-1963). Tengo un cassette de obras de Lecuona con una pequeña orquesta dirigida por él. Dos de las pìezas están en las danzas que tocó Pérez con asombrosa gracia: "La comparsa" (la primera) y "En tres por cuatro" (la última). Las otras: "¡No hables más!, La conga de medianoche, Ahí viene el chino" y "Danza de los Ñañigos" (ésta, "La conga de medianoche " y "La comparsa" son las afrocubanas). Polly Ferman,argentina, tiene grabadas las dos series.
Aplaudido con entusiasmo, ofreció fuera de programa "The man I love" de Gershwin (si no me equivoco). En total, un concierto sui generis interesante de un pianista notable.
Pablo Bardin
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