La Orquesta Estable del Teatro Colón ofreció el cuarto y último concierto del año en el Domingo 9 de octubre a las 17 horas. Lo dirigió el uruguayo Martín Jorge, El programa fue breve pero interesante. Primera parte, 2 obras de Stravinsky: el Concierto en Mi bemol "Dumbarton Oaks" y "Dos canciones de Paul Verlaine", op. 9, con el barítono Hernán Iturralde. Segunda parte, el Requiem en Re menor, op. 48, de Gabriel Fauré, pero no en la versión habitual sino en la reconstrucción de la versión original de 1888. Solistas, la soprano Marisú Pavón e Iturralde. Órgano, Felipe Delsart. Coro de niños del Teatro Colón (director, César Bustamante).
Creo que Martín Jorge dirigió por primera vez en el Colón. No me resulta habitual que Jorge sea apellido. Tomo datos de la "biografía" del programa de mano. Nació en Montevideo, se graduó en Dirección Orquestal y Coral en la Universidad de la República del Uruguay en las cátedras de Federico García Vigil y Sara Herrera. Completó su formación como director en las clases de Alfredo Rugeles (Venezuela), Zsolt Nagy (Santiago de Chile) y Piero Bellugi (New York). Debutó en 2000 al frente de la Orquesta Filarmónica de Montevideo y en 2013 en la Orquesta de Cámara del Palacio del Palatinado en Mannheim. Desde entonces dirige regularmente en América Latina, Estados Unidos y Europa. A partir de 2015 es titular de la Sinfónica de Montevideo y en 2018 lo nombraron Director Artístico de la Ópera del Teatro Solís de Montevideo, dirigiendo óperas y zarzuelas.
Al presentarse ante el público dio una amplia explicación de las obras que escuchamos, quizá porque pensó que buena parte del público no lee en el programa de mano la información ciertamente útil que en los conciertos del Colón distintos especialistas ofrecen para ilustración de los asistentes. O también porque el programa elegido es bastante breve y agregar datos en algo más de 10 minutos de buena charla servía, ya que sumadas las 2 obras de Stravinsky resultó de apenas 20 minutos, y luego el Requiem de Fauré duró 40 minutos. Sólo una hora de música. No está de más recalcar que la mayor parte del público fue de los jóvenes entre 18 y 35 años que pagan $ 200 y muchos de ellos no conocen la música clásica; por eso aplauden a destiempo, molestando al público conocedor.
Virginia Chacon Dorr fue la autora en esta ocasión, "Dumbarton Oaks fue comisionada en 1937 por Robert Woods Bliss y Mildred Barnes Bliss"; cumplían 30 años de casados. Al año siguiente estrenaron esta obra bien de cámara, con sólo 15 instrumentistas: cuerdas, maderas y bronces. No es una imitación pero sí un homenaje a los Conciertos Brandeburgueses de Johann Sebastian Bach. El "sonido Stravinsky" se distingue enseguida. Nada indica que Stravinsky pasaba por una tragedia: "Su hija y esposa estaban enfermas de tuberculosis y se encontraban internadas en Suiza. Él se trasladó al este de Francia y contrajo la misma afección" (no se entiende por qué, ya que estaba a distancia de ellas). No se aclara si ellas murieron; por supuesto él se curó. Nadia Boulanger dirigió "el estreno privado en Estados Unidos el 8 de mayo de 1938. Stravinsky se encargó del estreno público un mes después en París. Los 3 movimientos duran 15 minutos: "Tempo giusto, Allegretto" y "Con moto". Naturalmente hay bastante contrapunto. La interpretación fue correcta, más allá de algún bronce inexacto. La obra se ha dado en Buenos Aires pocas veces; está muy grabada (tengo una versión en vinilo dirigida por Colin Davis) y el editor original es Schott Music, representada aquí por Barry.
En cambio me animo a afirmar que las "Dos canciones de Paul Verlaine", op. 9, no se han escuchado antes aquí. "Escritas originalmente para barítono y piano durante sus vacaciones en La Baule" (famosa playa francesa) "en julio de 1910. Las dedicó a su hermano Gury", quien tuvo "un prematuro fallecimiento" (como se ve, tuvo poca suerte con su familia). "En 1951 el compositor completó en California la versión para orquesta de cámara" (la que escuchamos, por supuesto; ya en 1910 las había orquestado). Tengo mucha música del autor pero estas canciones no las conocía. El orden fue al revés de cómo figura en la página de programa. Escuchamos primeramente "Un gran sueño negro" y luego "La luna blanca". Bien dice Chacon Dorr: "el primer poema refleja la oscuridad y la desesperanza; Verlaine se encontraba encarcelado". En cambio, "La lune blanche" es parte de la más famosa serie de Fauré, "La bonne chanson". "La lune blanche luit dans les bois" es de las más bellas y refleja, como bien dice la escritora, "la sensualidad de las formas de la naturaleza", aunque también lo que hace grande a Verlaine, que entusiasmó a Fauré y Debussy. Stravinsky en la versión original musicaliza por primera vez textos franceses; lo hace cuando acaba de triunfar con su ballet "El pájaro de fuego". En el R. E. R. 2000 Classical Catalogue hay 3 notables versiones: Fischer-Dieskau con Bertini, Shirley-Quirk con Boulez y Gramm con Stravinsky. Hernán Iturralde las cantó con buen francés y conocida musicalidad; la orquesta de cámara tocó bien ante la clara batuta de Martín Jorge.
Aparentemente la versión original del Requiem de Fauré no se habría interpretado antes en el Colón (¿quizá en alguna iglesia?). Por mi parte, desde hace varias décadas tengo la grabación de Ansermet, con Danco y Souzay. Mirando el R. E. R. 2000 me encontré con una cantidad gigantesca de grabaciones de la revisión de 1900, pero sólo figuran 5 de la original: las dirigidas por Bostock, Shaw, Rutter, Cleobury y Herreweghe. Dice Chacon Dorr: "Su ´Petit Requiem´ (como lo llamó en un principio) evolucionó durante casi13 años. Comenzó a escribir en 1887", cuando era director de coro y organista en La Madeleine en París; esta primera versión, estrenada en esa iglesia en 1888, es la que pudo escucharse en esta ocasión. En la década de 1980 el compositor John Rutter" la investigó, "cuyo resultado fue una edición propia" (como dije, la grabó).
Sus 7 partes respetan los textos del Requiem tradicional: "Introito y Kyrie, Ofertorio, Sanctus, Pie Jesu, Agnus Dei, Libera Me y In Paradisum". Su contenido tiene referencias al infierno, y resulta naturalmente trágico, como lo son los Requiem de Mozart, Berlioz y Verdi, pero Fauré buscó una manera tierna, de aceptación del contenido, con bellos solos de soprano y barítono, y un coro básicamente de niños; hay pasajes con soprano (Marisú Pavón) y barítono (Iturralde); ambos cantaron muy bien. Y el Coro de niños del Colón (en el que en ciertos pasajes se escuchan voces de tenores y barítonos adultos añadidas) hizo una muy bella interpretación, admirablemente preparados por Bustamente. Debe agregarse que esta versión original le da importante presencia al órgano, tocado con mucha facilidad por Felipe Delsart. Cabe añadir que la versión de 1900 se ha cantado con gran frecuencia en la ciudad de Buenos Aires. Ha sido muy útil escuchar en cambio la obra original en versión noble, bien tocada por una orquesta pequeña y dirigida con claridad y firmeza por Martín Jorge. Muy fuerte aplauso al final.
Pablo Bardin
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