viernes, marzo 25, 2022

ABONO DEL MOZARTEUM ARGENTINO EN EL COLÓN

               Es una gran noticia que el Mozarteum Argentino, la gran institución musical privada, vuelva al Colón tras 1 año y medio de ausencia por el Covid, salvo el recital de tata el año pasado. La decadencia del país y la relación peso-dólar hace muy difícil armar un abono, pero lo han logrado. No pueden traer este año orquestas o solistas de Estados Unidos o Gran Bretaña, pero han elegido orquestas y artistas de calidad que vendrán desde Europa continental y Jerusalén. Este año los conciertos no se repiten.

               Se cumplen 100 años del nacimiento de esa figura fundamental que fue Jeannette Arata de Erize pero su hijo Luis Alberto Erize y su eximia colaboradora están a cargo. Resulta esencial que el Mozarteum se mantenga cuando han desaparecido las otras empresas de concierto. Se cumplen 70 años de fundamental labor artística e incluso en el tiempo durante el cual no pudieron dar conciertos hicieron llegar a sus socios cosas importantes como los detallados y profundos estudios de Mozart y Beethoven realizados por Claudia Guzmán, y pudimos también ver en la computadora interesantes conciertos europeos.

               Este año también volverán los Conciertos de Mediodía de ciertos miércoles: 14 fechas en el CCK con entrada libre y gratuita.  Datos de la trayectoria del Mozarteum: en nuestro país desde 1952 unas 4.500 funciones; 580 becas a jóvenes intérpretes; espacio de estudio a 370 artistas y escritores argentinos en su Atelier de París.

               Un gran cantante debió postergarse a este año debido al COVID, pero podremos ver aquí por primera vez a uno de los mejores tenores del mundo: Piotr Beczala, polaco, acompañado al piano por Camillo Radicke; será el sábado 7 de mayo. Arias de óperas de Verdi, Moniuszko, Tchaikovsky, Gounod y Puccini. Canciones de Leoncavallo, Tosti, Donaudy y Rachmaninoff.

               Función 2: El Jerusalem Chamber Festival Ensemble ha venido varias veces por el Mozarteum; lo conduce Elena Bashkirova, piano (casada con Barenboim); el quinteto se completa con Pablo Barragán, clarinete; Mihaela Martin, violín; Adrien la Marca, viola; e Ivan Karizna, violoncelo. Programa: Trío para clarinete, viola y piano, "Kegelstatt", de Mozart; Trío para clarinete, violonchelo y piano, WoO 38, de Beethoven; Dúo para violín y viiolonchelo Nº 1 de Martinu; y Cuarteto para piano y cuerdas de Schumann. Lunes 16 de mayo.

                Función 3: Orchestre Philharmonique Royal de Liège, director Gergely Madaras; Nikolai Lugansky, piano, de importante carrera internacional. Posible estreno: "Ofelia", segundo estudio sinfónico, de Guillaume Lekeu, talentoso belga de corta vida (1870-94). Concierto Nº 1 para piano, Chopin. Sinfonía Nº 2, Brahms. Orquesta y director debutan aquí. Lunes 27 de junio.

               Función 4: Jerusalem Symphony Orchestra, director Yeruham Scharovsky (argentino). "Fanfarria para Israel" de Paul Ben-Haim (1897-1984), posible estreno. Concierto para violonchelo Nº 1, Hob. VII B1, de J. Haydn. Violonchelo: Dianelle Akta. Sinfonía Nº 4, Tchaikovsky. Orquesta y violonchelo, debut. Fecha: lunes 22 de agosto.

               Función 5: lunes 5 de septiembre: retorna nuestro gran pianista Nelson Goerner, frecuente en los abonos del Mozarteum. Las 4 baladas de Chopin; las Estampas de Debussy; y el Cuaderno IV de Albéniz. Arduo e interesante programa.

               Función 6: Deutsche Kammerphilharmonie Bremen, director y violinista, Christian Tetzlaff. Retornan a 11 años de sus memorables presentaciones para el Mozarteum. Sinfonía Nº 29, Mozart. "Insel der Sirenen" ("Isla de las sirenas") de Jörg Widmann, compositor que nos ha visitado; probable estreno. Para violín y 19 cuerdas. Concierto para violín de Brahms. Lunes 17 de octubre.

               Función 7: Peter Wispelwey, violoncelo. Las 6 suites de J.S.Bach. Lunes 7 de noviembre. Valiosa y exigente noche.

               Es mi deseo que el Mozarteum tenga todo el apoyo necesario y merecido.

Pablo Bardin

 

jueves, marzo 24, 2022

LA SINFÓNICA NACIONAL DIO SU PRIMER CONCIERTO EN EL CCK

               El Covid afectó fuertemente la actividad de la Orquesta Sinfónica Nacional en 2020 y el año pasado, pero en diciembre llegó a dar en el CCK dos conciertos a los que no pude asistir. Este año la Orquesta ofrecerá conciertos en el CCK y en otros lugares. Además en varias semanas  se realizarán concursos para llenar lugares que han quedado libres debido a que muchos artistas se jubilaron. Hay dos problemas inmediatos: la orquesta no cuenta con un contrafagot y hasta que lo tenga no podrá, por ejemplo, programar las sinfonías de Brahms. Pero además tiene muy escaso apoyo y no hay dinero para dos cosas fundamentales: pagar directores y solistas extranjeros y además no poder pagar cualquier música contemporánea extranjera. De modo que la programación va a ser bastante limitada este año. De allí que habrá estrenos argentinos como en el concierto que voy a comentar y "resurrecciones" de partituras argentinas previstas en otras fechas. Un año extraño e incompleto pero mejor que nada. Molestia agregada: no sólo no hay programas de mano disponibles (otra vez el Covid) sino que la música no se anuncia por micrófono por razones que ignoro. Mi condición de crítico musical implica que me hayan dado los datos gracias a los cuales puedo comentar el concierto del viernes 18. Si bien Luis Belforte ya ha tenido una interesante carrera, yo no lo conocía y me resultó positivo asistir. Y quiero mencionar que fui llevado muy amablemente a un lugar de platea cómodo y central por una señora del grupo que se ocupa de las orquestas y los coros nacionales. Solía haber pre Covid y pre  Fernández gente del propio CCK que ayudaba; eso no se está haciendo y ni siquiera se pone en el ámbito que está delante de la sala un cartel con el programa del día; hasta hace 3 años había tala cosa y además el CCK tenía gente que saludaba y ayudaba a los críticos que venían a los conciertos de la Sinfónica. Me pregunto qué pasará con los conciertos de los miércoles a mediodía del Mozarteum que se hacían en la otra sala, la Argentina. Y me llegan reacciones de gente de la Sinfónica que se consideran maltratados por el staff actual del CCK, olvidando que el espléndido escenario fue imaginado por miembros de la Sinfónica y con promesa de que la orquesta tendrá el CCK como sede. De paso, no hay salida de descanso, quizá por el Covid (el Colón fue así entre julio y septiembre); sí me parece correcto que sea obligatorio el barbijo.

               Las dos primeras obras fueron estrenos argentinos. Confieso ignorar por completo a Damián Rudel Rey, autor de "Supernova". La obra, de unos 10 minutos, quiere sugerir su título y en consecuencia tiene frecuentes explosiones en fff, mucha percusión y arranques violentos de los bronces. En el público había un alto porcentaje de gente joven que al final aplaudió bastante cuando el autor salió a saludar. A juzgar por los gestos del director los instrumentistas respondieron bien al disonante y ácido material que intenta reflejar las terribles Supernovas que a veces ven los astrónomos en nuestra Vía Láctea.

               Conozco a Valentín Garvie como muy hábil trompetista tanto para el Barroco como para la música del siglo XX y también cuando intervino en una obra suya años atrás en el CCK. Ya en aquella partitura sentí su afinidad con el jazz, y esta vez me resultó más evidente, ya que la música que interpretó en saxofón Rodrigo Domínguez era inequívocamente de un estilo jazzístico muy vanguardista. A veces solo, otras en diálogo con Garvie, y una orquesta que pareció algo dislocada. La obra se denomina Concierto para trompeta, saxo, gran órgano y orquesta; Sebastián Achenbach tocó con frecuencia variados repertorios del inmenso órgano que domina la sala desde su altura, y en esta partitura lo largó a todo trapo, por momentos dominando y en otros colaborando. Más o menos a la mitad de esta obra de 20 minutos pasó que el saxofonista salió del escenario y minutos después se lo escuchó desde el fondo de la sala, al rato fue Garvie el que salió y a su vez fue al fondo y dialogó con el saxo, mientras la orquesta o paraba por completo o tocaba con un acompañamiento. La extraña pero interesante obra terminó en total obscuridad. Me pareció audaz y difícil.

               Luego de unos minutos escuchamos (aunque sin los fragmentos vocales) una notable versión de la que para mí es la obra más intensa y original de Manuel De Falla: "El amor brujo".

La obra data de 1915 (luego revisada) y revela un extraordinario dominio de la orquestación y la armonía es muy personal. Si bien muchos conocimos la "Danza ritual del fuego" en la versión pianística tocada maravillosamente por Rubinstein, es todavía más interesante en el original para orquesta (fue tocado luego como bis al final del concierto) y toda la obra resulta ideal para bailarines españoles del sur gitano. Es para felicitar la garra y precisión con la que el director supo marcar a la orquesta y cómo ésta ejecutó la partitura, incluso los solos de oboe, viola y violoncelo.

               El más famoso poema sinfónico de Saint-Saëns es por supuesto la "Danza macabra", que en sus 9 minutos revela un gran dominio de la orquestación y requiere un trabajo de primer orden por parte del concertino. Al no tener programa ni una lista de la orquesta no sé quién fue, pero puedo decir que tocó con gran limpieza y dominio, mientras sus compañeros ejecutaban con entusiasmo y buen ritmo a esta pieza que se presta a ser complementada con una coreografía. No quita que sería bueno recordar a los otros tres poemas sinfónicos, si se consiguen las partituras; merecen conocerse.

En suma, fuerte contraste entre los estrenos argentinos y los grandes compositores europeos y un concierto muy bien recibido por el público.

Pablo Bardin

“LA BOHÈME” INAUGURÓ EL CICLO OPERÍSTICO DEL COLÓN

               La venta de los abonos operísticos se cumplió antes del cambio de director. Teóricamente armarlos depende de Enrique Arturo Diemecke, Director General Artístico y de producción, pero creo que Martín Boschet, Director Ejecutivo, también tiene que ver, y ambos dependieron de la Directora General María Victoria Alcaraz.  El abrupto cambio de Alcaraz por Jorge Telerman coincidió con la función de Gran Abono de "La Bohème" de Puccini. Están programadas 9 funciones con 2 repartos: en el primero van el Gran Abono, el Nocturno tradicional, el Vespertino y el Nocturno Nuevo; los otros 5 son Funciones Extraordinarias (fuera de abono). Fechas del martes 15 al domingo 27 de marzo. Fui a la función inicial; de los extranjeros se conoce al albanés Saimir Pirgu (Rodolfo), que viene por tercera vez (vino para "La Traviata" y una "opera buffa" de Mercadante)) y el barítono uruguayo Alfonso Mujica (Marcello). Todavía no sé si podré estar para el segundo reparto, en el que debutan aquí Alexandra Grigoras (Mimì) y Galeano Salas (Rodolfo).

               Un aspecto positivo fue el debut del veterano director de orquesta francés Alain Guingal; desde su debut en Avignon en 1975 ha realizado una amplia tarea en los repertorios italiano y francés en teatros importantes en Viena, Munich, Madrid, Barcelona, Nápoles, Florencia, Roma, lugares lejanos como Seúl y cercanos como Sao Paulo y Santiago de Chile. Entre las óperas francesas que grabó se destaca "Henri VIII" de Saint-Saëns. Su versión de "La Bohème" fue directa y brillante, con una orquesta que respondió bien; el director fue flexible y apoyó a los cantantes y los coros aunque siempre dando color y exactitud a la estupenda variedad orquestal pucciniana, siempre respetada por el director. Los dos coros cumplieron con oficio: el estable (Miguel Martínez) y el de niños (César Bustamante).

               La puesta en escena fue la ya conocida de Stefano Trespidi con la escenografía e iluminación de Enrique Bordolini (que era y es el Director general escenotécnico del Colón) y de Imme Möller en el vestuario (trabajan juntos desde hace décadas, cuando Bordolini estaba en Santiago). Es innegable que Trespidi ha desarrollado una muy intensa carrera en un gran número de teatros italianos (sobre todo la Arena de Verona) y colaboró con grandes como Zeffirelli, Pizzi y Deflo. Respecto a su anterior "Bohème" la actual me resultó menos convincente; es cierto que los amigos son jóvenes y pueden teóricamente moverse mucho teniendo en cuenta los juegos inocentes y cómicos propuestos por Illica y Giacosa y aceptados con entusiasmo por el compositor.  En este caso los artistas demostraron flexibilidad y pudieron subir y bajar entre los dos niveles de la buhardilla imaginada por Bordolini; y hasta Benois se pavonea en la magnífíca interpretación de Luis Gaeta, para quien no pasan los años. Pero es el Segundo Acto el que no me pareció logrado. Hubo quien pretendió que Trespidi imitó a Zeffirelli pero como pude comprobarlo en varios años de su versión en el Met, hay mucha gente como lo piden libretistas y compositor (y ni siquiera Zeffirelli puede evitar el error de los creadores que se olvidaron del frío, ya que todo pasa como si fuera un lindo día de primavera), pero la gente está manejada con mano maestra, lo cual no ocurrió con Trespidi, sobre todo en esta reposición. Además de los dos coros, hubo 20 figurantes, incluso un acróbata y un clown. No están en el libreto, como tampoco debería haber dos hombres vestidos de negro mezclados en la multitud y que al final de la obra son los primeros en saludar. Como Buenos Aires en la pandemia, el Bar Momus pone parte de sus clientes en la calle. Esto tiene un sentido: que Musetta llegue con su viejo amante (Alcindoro) y haga una escena exagerada para atraer a su joven amante (Marcello) y recuperarlo. Pero aparte de esto, ¿porqué mover a los niños con saltitos tontos durante un largo rato? Los gritos de Sergio Spina como Parpignol tampoco son positivos (de paso, la niña que dice -no canta- "vo´ la tromba, il cavallin" casi no se escuchó). Ya hacia el final, entró en medio de la multitud la banda y logró hacerse de un camino en medio de la turba; y tocaron bien. Los minutos iniciales del Tercer Acto se basan en lo habitual en la década de 1840 en las puertas de entrada a la ciudad; estaban cerradas y la gente entraba o salía con control de gendarmes y aduaneros; en la ópera piden entrar las barrenderas y luego las vendedoras de leche y las campesinas trayendo manteca y queso, pollos y huevos, que pasan y dialogan. Trespidi "inventa" que algunas sean mujeres fáciles y el sargento las trata mal.  El texto sólo menciona la nieve una vez y más bien indica que hace frío. Es mejor que no caiga nieve evidentemente falsa y que Mimì esté bien abrigada pero sin nieve en sus dos escenas, la primera con Marcello y la segunda con Rodolfo. Pero están bien marcados los personajes tanto aquí como en todo el cuarto acto.

               En Diciembre Verónica Cangemi ofreció un admirable trabajo en "La finta giardiniera" de Mozart, donde ciertamente no parecía 57 años y su canto fue siempre puro. En esos días una interesante entrevista en La Nación indicó que ella se sentía cómoda en el barroco y el clasicismo (Händel y Mozart), no en romanticismo o en Puccini (cita a "Turandot", obviamente Liù). Me extrañó que la anunciaran como Mimì y si bien mi reacción es bastante más positiva que las que leí de los críticos de diarios, no basta la musicalidad (su canto fue correcto ya desde el Primer Acto aunque sus mejores fueron el Tercero y el Cuarto): faltó volumen en varios momentos álgidos y el timbre no es pucciniano (con más de 60 años Freni fue convincente cuando cantó Mimì en el Colón en 1999). Pero el Colón este año no ofrece en el abono al siglo XVIII…

               La ausencia de intensidad se hizo más notable porque Rodolfo fue cantado con voz muy poderosa por Saimir Pirgu, que además tiene agudos muy seguros y no parece cansarse; llegó al final con la voz plena de un cantante todavía joven y que se siente cómodo en Puccini. Su italiano es bastante claro y el personaje le va muy bien. Rodolfo es más largo que Mimì y exige resistencia: Pirgu la tiene.

               La otra pareja me resultó competente sin entusiasmar. El Marcello de Alfonso Mujica es correcto, afinado y de timbre suficiente pero no comunica la personalidad del personaje. Giuliana Gianfaldoni debuta aquí como Musetta; en el Segundo Acto me resultó muy exagerada (por ejemplo, el chillido cuando pretende que le duele el pie) aunque su vals tuvo momentos gratos. En el Tercer Acto ella y Mujica se pelearon bien, y en el Cuarto ella muestra otra manera: "È buona Musetta" y cree en Dios; su canto fue adecuado a ese cambio, completamente distinto a lo que fue en los actos anteriores.

               Dos artistas para mí fueron de primer orden: Fernando Radó (Colline) y Gaeta. Radó es nuestro mejor bajo pero canta mucho más en Europa que aquí. Una voz sana y grata, un actor divertido y rápido, hasta que llega su breve aria "Vecchia zimarra", donde da muestra cabal de su estilo refinado. Y Gaeta en su última etapa un Benoit tan bien actuado y cantado que convierte lo suyo en lo más cómico de la ópera. Juan Font (Schaunard) y Emiliano Bulacios (Alcindoro) cumplen con sus personajes.

               Un Colón con mucha gente festejó esta "Bohème", que la acepto en términos de iniciar un año que se espera normalizante después de dos años de Covid. Ojalá este principio sea la buena noticia que tantos esperamos y el Colón cumpla con su plan durante el resto del año, aunque creo injusto terminar con otro Puccini: "Tosca".

Pablo Bardin

LA FILARMÓNICA INAUGURÓ SU CICLO ANUAL EL 4 DE MARZO

               Con un programa impecable Enrique Diemecke inauguró el ciclo anual de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires el 4 de marzo. Lo inició el notable Concierto para violín de Erich Wolfgang Korngold con el debut del violinista alemán Linus Roth y tras un intervalo más bien breve escuchamos la versión completa de "El sueño de una noche de verano" de Mendelssohn, salvo los 5 breves Melodramas: hablados pero con acompañamiento orquestal. Curiosamente (la vi en mi adolescencia) una bella versión cinematográfica de la obra de Shakespeare en 1934   tenía parte de la música de Mendelssohn pero arreglada por Korngold, a instancias de Max Reinhardt; así Korngold en esa época pasó a ser un admirable compositor de música para cine. Ganó el Oscar en 1936 y 1938. Aquí se lo conoce por este Concierto y por su sinfonía, además de dos óperas: "Violanta", y "La ciudad muerta", que hizo estrenar Gandini en el Colón.

               El Concierto para violín y orquesta, en Re mayor, Op. 35, fue escrito en Los Angeles cuando era famoso por su música para cine ("El halcón de los mares", "Las aventuras de Robin Hood"; recuerdo a ambas  con nostalgia octogenaria). Bronislav Huberman le instó a componer este concierto en el verano de 1945 y lo estrenó nada menos que Jascha Heifetz. Korngold lo dedicó a Alma Mahler-Werfel. Heifetz lo estrenó con la Sinfónica de Saint Louis dirigida por Vladimir Golschmann en febrero 1947 y lo grabó en 1953 con Alfred Wallenstein dirigiendo la Filarmónica de Los Angeles. Cuatro melodías de películas son utilizadas. En el primer movimiento, "Moderato nobile", el primer tema proviene de "Another dawn" ("Otro amanecer"), de 1937; es una melodía de gran belleza y la desarrolla durante 27 compases; el segundo tema fue creado para una gran película de 1939, "Juárez", y a su vez es suave y expresivo. Ambos temas son utilizados en el desarrollo con gran habilidad y orquestación refinada. El movimiento lento, "Romance" ("Romanza"), se basa en una melodía de notable calidad de una extensa película con Fredric March, "Anthony Adverse", que recuerdo con emoción. A su vez, el tercer movimiento, "Finale: Allegro assai vivace", de indudable virtuosismo, toma una melodía de la deliciosa película "The Prince and the Pauper" ("Príncipe y mendigo"), inolvidable creación sobre un libro de Mark Twain.

               Este concierto no se da con frecuencia en Buenos Aires, de modo que fue una excelente idea programarlo. Al menos hasta el año 2000 no eran muchas las grabaciones: me figuran 7 (incluso 2 de Heifetz) y no está incluida la que tengo, de Ulf Hoelscher con el director Willy Mattes (Stuttgart) en un disco Angel. Es curioso, la grabación de Perlman combina dos "oros": los conciertos de Korngold y Goldmark.

               Linus Roth estudió con los hermanos Chumachenco: Nicolás en la Musikhochschule de Freiburg y Anna en las escuelas superiores de música de Munich y Zürich. Se ha presentado con las orquestas de la Ópera Estatal de Stuttgart, la de cámara de Munich, las Sinfónicas de la Radio Alemana, la Royal Philharmonic de Liverpool, la del Teatro San Carlo de Nápoles y la Bruckner Orchester Linz, con directores como Gerd Albrecht, Dennis Russell Davies y Antoni Wit. Es profesor de violín en la Universidad de Augsburg. Anne-Sophie Mutter le otorgó una beca. Tiene en suma una carrera bien basada.

               Mi lugar estuvo completamente a la derecha de la fila Nº 17 de platea y quizás esto explique (considerando que la orquestación es muy rica e imaginativa) que lo escuché por momentos algo débil, aunque siempre con lograda afinación y considerable buen gusto. Diemecke se atuvo a los valores sinfónicos indudables del compositor y a veces el violinista quedó en segundo plano. La atracción de la música sin embargo se transmitió al público y hubo un aplauso cerrado y extenso al final. El artista decidió tocar una obra para violín solo de Eugène Ysaÿe que conozco bien, ya que la tengo grabada por nadie menos que David Oistrakh en los años 50: la Nº 4 de las admirables 6 sonatas del gran violinista-compositor belga Eugène Ysaÿe (1858-1931). Xavier Inchausti, que actualmente es concertino de la Filarmónica, tuvo las seis sonatas en repertorio y lo escuché años atrás; me asombró su pureza interpretativa en estas difíciles sonatas. Y bien, a su vez Linus Roth tocó la Nº 3 con gran precisión y se lo escuchó en plenitud. Hay en esta música grandes contrastes, amplios acordes, disonancias expresivas y virtuosismo muy personal.

               Mendelssohn, como Mozart, fue un niño prodigio, como lo demuestran sus12 sinfonías para cuerdas escritas entre los 10 y los 14 años. Y llega a su completa madurez con la Obertura para el Sueño de una noche de verano" compuesta a los 17 años (o su extraordinario Octeto para cuerdas, imaginado a los 18). En 1842 el rey Federico Guillermo de Prusia le encargó entre otras cosas la música incidental para la célebre comedia de Shakespeare (que eventualmente inspirará a Britten su magnífica ópera). Seguramente son muchos los que se casan con el Nº 9 de la obra, la Marcha nupcial ("Hochzeitsmarsch"). La Obertura, op.21, alterna el mágico mundo de las hadas con el de los seres humanos con música siempre inspirada. El Nº 1 inicia el Op. 61 con un típico Scherzo del compositor, fresco, divertido y pegadizo. El Nº 2, salteando el melodrama, es la Marcha de las hadas: "Por valles y montañas" ("Über Táler und Höhn"), con soprano (Laura Pisani), mezzosoprano (María Luisa Merino) y un Coro de Niños delicioso (César Bustamante supo mantener esa especial gracia con niños y niñas de atrayente timbre y perfecta musicalidad). Pisani y Merino cantaron bien, aunque la soprano controló mejor su timbre, de vibrato un poco excesivo en la mezzo. Nº 3, Canción del coro: "Kommt, einen Ringel!" ("¡Venid, una sortija!"), también de mucho encanto. Se saltea el Nº 4, Melodrama; Nº 5, Intermezzo: un fino fragmento de grato contenido melódico. Nº 6, otro Melodrama, también se saltea; escuchamos el muy atrayente Nº 7, "Nocturno": una meditación de singular calidad. Nº 8, otro melodrama eliminado; Nº 9, la notoria Marcha nupcial, tocada de modo colorido y firme; como suele cortarse la segunda parte en los casamientos, fue un placer escucharla, ya que hace un  expresivo contraste con la marcha. Es extraño el Nº 10, una muy breve e inesperada Marcha fúnebre. Nº 11, "Ein Tanz von Rüppeln" ("Una danza grotesca"), probablemente la de alguno de los que intentan interpretar un texto teatral pero el travieso Puck le ha dado una cabeza de burro. Nº 12, "Reprise de la marcha nupcial" más brevemente, que se une al Finale basado en la Obertura: "Bei des Feuers matten Flammern" ("Cerca de las llamas en la pradera"); la música termina lentamente. Más allá de algún pequeño error (de trompa) la orquesta respondió bien a la muy musical dirección de Diemecke, y recordé con placer la versión de Peter Maag en 1969.

Pablo Bardin