lunes, julio 18, 2022

JOONAS AHONEN NOS TRAE A IVES Y SCHÓNBERG

                Joonas Ahonen es un pianista finlandés notable que se especializa en las músicas más arduas de los siglos XX y XXI, como quedó claro en este concierto en el Colón. La obra de fondo fue la fundamental Sonata Nº 2 de Charles Ives, pero antes se escucharon dos partituras: una de considerable importancia, la Suite para pìano op. 26 de Arnold Schönberg; la otra (en 1ª audición, aunque el programa de mano no lo aclara) de Bernhard Gander, nacido en 1969: "Peter Parker". Escuchando sus interpretaciones de lapidaria fuerza no deja de asombrarme que haya grabado con instrumentos de época Tríos de Fanny y Felix Mendelssohn. Grabó para BIS (sólida empresa sueca) las dos sonatas de Ives. También obras tan disímiles como las Variaciones Diabelli de Beethoven y el "Pierrot Lunaire" de Schönberg. Y el Concierto para piano de Ligeti. Aparte de las grabaciones, sus actividades de concierto también son disímiles: miembro del Klangforum Viena, que nos visitó hace varios años (no me consta si estaba Ahonen) pero también del Rödberg Trio, de repertorio clásico y romántico. Visitó como pianista la Orquesta Sinfónica de la Radio Finlandesa y la importante Sinfónica de la BBC. Realizó conciertos con la violinista Patricia Kopatchinskaja en los Festivales de Lockenhaus y de Gstaad, el Festival Internacional de Edimburgo, la Scala de Milán y el Konzerthaus de Viena. Estrenó obras para piano y conciertos para el mismo instrumento. En suma, Ahonen lleva una carrera valiosa y es bienvenido aquí, como lo probó el entusiasmo del público en este concierto.

               Desconozco el origen del piano que tocó pero respondió a las grandes exigencias del pianista en todo momento. Creo útil e interesante el haber empezado por la Suite para piano op.25 de Schönberg, ya que se trata de su primera obra dodecafónica, elaborada durante varios años (1921-23) y paradójicamente evocando el Barroco bachiano: "Präludium; Gavotte; Musette; Intermezzo; Menuett; y Gigue". Sólo dura unos 15 minutos. Naturalmente tuvo fuerte influencia en sus discípulos Berg y Webern y tiene grabaciones abundantes: 2 de Gould, 1 de Helffer, 1 de Pollini y otras 5. Por mi parte, me impresionó en mi adolescencia, ya que la escuche en las manos de Orestes Castronuevo (28/10/54) y en mis 20 años, de nuevo Castronuovo (14/7/59). Si bien años más tarde Schönberg fue más flexible en cuanto a su invención del dodecafonismo, a propósito es estricto en su op. 25. Si se mira al piano, están las 7 notas blancas y las 5 negras; sobre esa base el compositor arma su docena en el Präludium; luego añade 3 variantes a la serie elegida: la inversión en espejo; la forma retrógrada (desde la 12 a la 1) y la inversión de la retrógrada. No es fácil entender cabalmente todo esto, pero si lo pensamos captar totalmente a Bach en "El arte de la fuga" o en "El clave bien temperado" (donde por primera vez se utilizan las 24 opciones) también es difícil. Ahonen es muy preciso en todo lo que toca pero con una tendencia al fff en ciertos momentos que me resultan innecesarios.

               Aparentemente a Bernhard Gander le gusta el cine. Su "Peter Parker" se refiere "al alter ego de El Hombre Araña y retrata sus metamorfosis mediante endiabladas figuraciones del teclado", según Rodolfo Biscia en el programa. Cita lo que dice Gander: "La obra es como un libro de comics con diversas aventuras". "También aludió al virtuosismo lisztiano que la pieza demanda". En efecto, la obra es muy exigente y Ahonen la tocó brillantemente; a mí me resultó vacía en cuanto al contenido musical. La breve biografía dice: es "discípulo de Beat Furrer" y "ha compuesto obras por encargo de prestigiosas agrupaciones como Klangforum Wien", y es obvio que allí la conoció Ahonen. En la actualidad músicas violentas como ésta se escuchan en numerosas asociaciones de música contemporánea como Ensemble Modern, Ensemble Intercontemporain, Arditti Quartet, todos conocidos aquí) u orquestas interesadas en la vanguardia o salas con esa apertura por ser especialistas desde hace muchas décadas como Donaueschinger Musiktage o Biennale München.

               Y pasamos a la obra de mayor interés: la extraordinaria Sonata Nº 2,"Concord, Mass. (Massachussetts), 1840-60", o sea que es un homenaje a grandes figuras de esa época que vivieron en Concord.. Son 4 movimientos sui generis; la obra fue terminada en 1919 tras varios años elucubrándola, la revisó ya viejo en 1947 y allí le hizo dos agregados a mi juicio discutibles: unos 20 segundos (¡) de una viola; y un minuto y medio de una flauta sobre el final sereno, grato pero más una variante que una obligación. El catálogo R.E.D. 2000 lista nada menos que 10 grabaciones por artistas poco conocidos y no hay esos agregados en ninguno. Aquí se escucharon desde un palco bajo: Diana Gasparini en viola y Patricia Da Dalt en flauta. Al final, siguiendo una manía de este año (antes no ocurría) los 3 recibieron un ramo de flores; ¿por 20 segundos en el caso de Gasparini? No tiene lógica, pero sí corresponde decir que ambas tocaron bien esa música extra.  

               Concord es un pueblo. La presentación sin firma sobre Ives  hace un ñlstado de recursos que vale la pena reproducirlo aquí: "La politonalidad, clusters y disonancias libremente empleadas, microtonalidad, estructuras polimétricas, e incluso introduce un elemento de aleatoriedad". También Biscia da informaciones útiles con respecto a la Sonata "Concord": "En 1921 financió la impresión de una vasta sonata para piano y repartió copias a unos 200 músicos y críticos. Acompañaban al envío sus ´Ensayos ante una Sonata´. Hubo que esperar hasta 1938 para la primera impresión pública de esta sonata maximalista. En la Argentina fue Margarita Fernández quien la estrenó en 1968 en el Club Americano. A partir de 1984 Susana Kasakoff la incorporó a su repertorio." Se trata "de una obra cíclica, donde un tema recurrente- llamado ´de la Fe Humana´- enlaza los 4 movimientos. Además el compositor se apropia del motivo inicial de la Quinta Sinfonía de Beethoven, que retorna velado" varias veces.

               "Dedicado a Ralph Waldo Emerson, el movimiento es un atípico allegro de sonata que presenta al menos 7 temas y 8 episodios de desarrollo"; es aquí donde aparecen innecesariamente los 20 segundos de viola. La cantidad de temas es abrumadora y cuesta seguirlas. Era Emerson un poeta, ensayista y filósofo que, aunque nació en Boston y estudió en la racionalista Harvard, se instaló en Concord con ideas románticas que defendieron el derecho a ser uno mismo; Thoreau lo apoyó, Carlyle en Inglaterra y varios en Francia. Dice Mosco Carner en "The Modern Age", de The New Oxford History of Music: "Ives escribió programas para cada movimiento. Su música es intensamente fuerte, con una estructura que obedece sus propias leyes orgánicas; no hay nada que se le parezca en la literatura del piano. Poderosas disonancias alternan con tranquilos himnos. Es la impresión de todo lo que sabía de Nueva Inglaterra en pensamiento y en sonido". Su música no se conoció hasta 1930. Y en Buenos Aires se fueron conociendo gradualmente sus obras sinfónicas en manos de Maazel (Orquesta de Cleveland) y Rostropovich (la de Washington). La Segunda Sinfonía se escuchó una sola vez y la ardua Cuarta hace pocos años (necesita dos directores simultáneamente). Volviendo a la Segunda Sonata, la segunda parte nos lleva a Nathaniel Hawthorne, un escritor de gran trascendencia (baste mencionar "The house of the seven gables" -La casa de las siete paredes laterales"- publicada en 1851, y "The scarlet letter" –"La carta escarlata"-, de 1850, dos libros de profunda intensidad que leí en inglés en mis años jóvenes). Él también vivió en Concord. Dice Biscia: "un scherzo que conjuga síncopas de ragtime con delicados clusters pentatónicos" (lamentablemente hubo gente que interrumpió aplaudiendo); música notable pero que a mí no me sugiere al escritor. La tercera parte, "The Alcotts", "ofrece un cálido retrato del filósofo Bronson y su hija Louisa May, la creadora de ´Mujercitas´. Si bien leí en castellano esta obra, no perdí las varias películas que hubo sobre este tema y que tuvieron mucho éxito. La música es muy atrayente y variada. Por último, "Thoreau" (Henry David Thoreau), famoso por su libro "Walden, o La vida en los bosques", es muy serena y bella incluso sin el agregado de la flauta, que queda bien y ayuda la imagen pastoral, pero igual esa sensación se siente sin la flauta (muy bien tocada por Da Dalt, siempre refinada).  Hace ya bastantes años que no escuchábamos esta obra esencial de Ives y Ahonen es un pianista de primer orden. El público apreció obra e intérprete.

Pablo Bardin 

               

miércoles, julio 13, 2022

NOTABLE PRESENTACIÓN EN LA FILARMÓNICA DE HERNÁNDEZ SILVA


               En el libro Teatro Colón 2022 figura como director del concierto Nº 10 Alpesh Chauhan, al que no conozco. También es nuevo para mí quien lo reemplazó, el venezolano Manuel Hernández Silva. Quedó la pianista letona Arta Arnicane. Se mantuvo el programa sin cambios: dos obras de Beethoven y una de Schubert, con una característica: están cerca en el tiempo.

               "Las criaturas de Prometeo" es algo raro en la vida de Beethoven: un ballet (op.43) sobre argumento del coreógrafo Salvatore Viganó, que estaba a cargo del Ballet de Corte en Viena. La obra completa es bastante extensa, 1 hora y 10 minutos. Recuerdo que Yehudi Menuhin trajo una síntesis cuando vino a dirigir una orquesta en Buenos Aires; también que con una versión grabada presencié una visita de un ballet alemán. Tengo una versión completa en vinilos de los años 50 (Walter Goehr) y me resulta una obra simpática aunque con pasajes de mero enlace. Pero la Obertura tuvo éxito y aquí se ha tocado con frecuencia en conciertos sinfónicos. Recuerdo con placer las de Van Otterloo en Buenos Aires y Kempe en Praga. La interpretación que logró Hernández Silva fue cálida y bien controlada, con gestos muy comprensibles, y la Filarmónica respondió con mucha atención tanto en el comienzo lento como en la brillante música rápida. La obra es de 1801, la época del Tercer concierto para piano y de la Segunda Sinfonía. El Burgtheater dio 15 funciones en 1801 y 13 en 1802; más tarde en la vida del compositor, silencio.

Si bien el director es caraqueño, se graduó en el Conservatorio Superior de Viena. Ganó el Concurso Forum Junger Künstler (Foro de Jóvenes Artistas) de la Orquesta de Cámara de Viena (que vimos varias veces en Buenos Aires, traída por el Mozarteum), dirigiéndola en la Konzerthaus de Viena y la Brucknerhaus de Linz. Actualmente es director titular y artístico de dos orquestas españolas: la Filarmónica de Málaga y la Sinfónica de Navarra. También lo fue de la Orquesta de Córdoba y la llevó a Viena. Como venezolano fue invitado a dirigir a la Sinfónica Simón Bolívar durante 5 temporadas (la conocimos bien). Además de la Sinfónica de Viena, dirigió 3 orquestas alemanas, 5 checas y viajó abundantemente: Armenia, Israel, Seúl, Hartford (USA), Puerto Rico, Bogotá, Chile, México. Además desarrolla una intensa actividad docente. Su visita a nuestra ciudad reveló ser muy convincente.

               Confieso no saber que Arta Arnicane es una muy buena pianista letona hasta que la escuché y leí su breve currículum. Nació en Riga en una familia de músicos. Si bien Letonia es un país que produce talentos y ella estudió en la Academia Letona de Música, se perfeccionó en el Conservatorio Real de Escocia y en la Universidad de las Artes de Zürich. Uno de sus profesores fue  Homero Francesch que hemos visto en años recientes.  Tuvo un galardón en la Primavera de Praga (que conocí bien décadas atrás) pero también en la competencia Vianna da Motta (2001), portuguesa, y el Premio Iturbi (2010), que supongo español. Toca en dúo con su marido, el violoncelista Florian Arnicans; grabaron sonatas de Chopin y Ernö von Dohnanyi. Se presenta como Arnicane, pero no se aclara su apellido pre casamiento.

               Nos ofreció el Concierto Nº 2 de Beethoven, en Si bemol mayor, op. 19, que en realidad es anterior al Nº 1. Beethoven lo compuso entre 1794 y 1795. Santiago Giordano cuenta algo interesante: "tres veladas consecutivas en el Burgtheater en las que el joven Beethoven se presentaba como compositor en una gran ´academia´ organizada por Haydn en beneficio de las viudas de los muertos en alguna de las tantas guerras a las que por entonces hacía frente el imperio tambaleante". El 29 de marzo de 1795 tocó el Concierto K. 466 de Mozart y su propio Concierto op. 19. Es una obra de gran atractivo en la que se siente la influencia de Haydn: un Allegro con brio que es en efecto lleno de vida y muy grato; un Adagio extenso y refinado; y un "Rondó. Allegro molto", fresco y rápido. Pocos días antes de este concierto escuché al siempre joven Wilhelm Backhaus grabándolo septuagenario y admirablemente. Arnicane y Hernández Silva hicieron un bello trabajo, muy bien controlado y fino; sólo creo que el Rondó final fue un poco demasiado rápido aunque siempre fresco y alegre. Lamento decir que no identifiqué la obra fuera de programa que nos ofreció la pianista; sólo puedo decir que me pareció una pieza lenta beethoveniana muy serena y tocada con evidente buen gusto.

               La Sinfonía Nº 6, en Do mayor, D. 589, de Franz Schubert, no es de las más conocidas; de las primeras 6, salvo la Nº 1, menos lograda, el ranking de las mejores es la Nº 5, la Nº 4 (llamada "Trágica"), y las Nos. 2 y 3 sin duda interesantes; sin embargo la 6ª tiene valores considerables. Tengo la grabación vienesa de Münchinger y la Filarmónica de Viena; me ha dado mucho placer desde hace medio siglo. Lo asombroso es que esas primeras 5 son de un   adolescente, desde los 14 a los 19 años; lejos está la Inconclusa y no se sabe cuál es la 7ª que se perdió. Schubert no fue un niño prodigio pero sí un adolescente que merece considerarse así. Baste considerar que algunos de sus mejores Lieder son de entonces. Inició la Nº 6 a 20 años (octubre de 1817) y la terminó a los 21 (febrero de 1818; nació el 31 de enero de 1797). No es una obra "muy inferior", como injustamente la denomina Maurice Brown en su artículo del Grove sobre Schubert. Es verdad que está atraído por Rossini en esa etapa, cuando también creó las Oberturas en Estilo Italiano, pero también está la base de Haydn y Mozart. En el primer movimiento una breve introducción Adagio lleva a un allegro en forma sonata con dos temas,  siendo el primero dedicado a las maderas. Sigue un Andante bastante extenso; coincido con Giordano, que menciona "el clima sereno y optimista". El tercer movimiento, a diferencia de los anteriores, es un Scherzo de influencia beethoveniana marcado Presto, pero el Trio "più lento" hace un contraste bastante firme antes del regreso del Scherzo. El Allegro moderato final es muy vital aunque algo repetitivo. Tuve la suerte de ver dos espléndidas versiones en mi época formativa: Hans Rosbaud con la Orquesta de Amigos de la Música (septiembre 1952) y en una visita a Londres (febrero 1957) Beecham con la National Symphony. Y ahora que soy octogenario me interesó esta muy buena versión de un director serio y hábil y la Filarmónica que respondió muy bien (escuché a la Filarmónica con Kinsky en octubre 1968). Los movimientos del director siempre fueron claros y expresivos. Más allá de la gente que aplaudió entre movimientos, hubo entusiasmo del público, con razón.

Pablo Bardinb 

martes, julio 12, 2022

VALIOSO CONCIERTO DIRIGIDO POR MANFRED KRAEMER EN LA BALLENA

               El muy interesante concierto de la Sinfónica Nacional dirigido por Manfred Kraemer en

la Ballena se había programado hace algo más de un mes, pero debió pasar a otra fecha debido a la lamentable muerte de un veterano ejecutante de corno muy querido por sus colegas, ya que falleció ante la orquesta. Se entiende, entonces, que la nueva fecha tuvo el preludio hablado de una artista de la Orquesta Sinfónica Nacional, que se refirió con gran afecto al talento y bondad del cornista, muy aplaudido por la audiencia. Me disculpo de no dar nombre y apellido del difunto, ya que no hay programa de mano en estos conciertos.

               Manfred Kraemer es un gran violinista y director argentino, que previo a la pandemia dividía su tiempo entre su Córdoba natal y especialistas europeos del Barroco.  Su programa estuvo dedicado a Johann Sebastian Bach, su hijo Carl Philipp Emanuel Bach y Franz Joseph Haydn. Johann Sebastian Bach escribió entre 1717 y 1723 las 4 Suites para orquesta BWV 1066 a 1069, escritas en Weimar, ciudad no protestante; de allí que sean años en los que Bach se dedicó a obras sinfónicas y de cámara que no fuesen religiosas. Las Suites tienen fuerte influencia francesa en sus fragmentos. La Nº 3, en Re mayor, tiene el número de catálogo BWV 1068 (de 1066 al 1069). Está instrumentada para 2 oboes, 3 trompetas, cuerdas y timbales. La influencia francesa es evidente: "Ouverture" (lento y solemne, rápido y retorno del lento, más breve); "Air" (Aria sobre la cuerda de sol), "Gavotte", "Bourrée" y "Gigue". Las trompetas barrocas tienen escritura muy aguda y brillante; el Aria es muy melódica y la toca el concertino (Kraemer). Las restantes son danzas eficaces y muy gratas. Es impresionante la cantidad de grabaciones de esta suite, y recuerdo en concierto la de Karl Richter y Maurice André con la Orquesta de Amigos de la Música (1964). La que ví en la Ballena tuvo el privilegio de tener a Kraemer como director y concertino.

               Carl Philipp Emanuel Bach es el más importante de los hijos de Johann Sebastian. De inmensa productividad (unas 700 obras), nació en 1714 y murió en 1788. Escuchamos una de sus obras más conocidas: la Sinfonía Nº 1 en Re mayor, Wq (Wotquenne) 183-1. Fue Wotquenne el primero en realizar un intento de catálogo a principios del siglo XX. En el diccionario Grove se mencionan 49 sinfonías. Un Mozart de 8 años tocó con Carl Philipp en Londres y le tuvo gran admiración (mutua) y arregló 3 conciertos de los 37 compuestos por el hijo de Johann Sebastian.  Las 4 sinfonías escritas en 1775-76 son de un hombre maduro (61-62 años) en la plenitud de su estilo tardío. Escuchamos la primera de esas 4 (por eso Nº 1 no significa la primera de todas sus sinfonías). Escuché una Sinfonía en Re mayor en 1963 por Lamberto Baldi dirigiendo la Orquesta d la Asociación Wagneriana pero no me consta que haya sido la Wq 183-1. Mirando las grabaciones en CD del catálogo R.E.D. 2000 me encontré con varias grabaciones de esta sinfonía: Orquesta Bach de Munich, dir. Karl Richter (1961); Orquesta C. P. E. Bach, dir. Hans Haenchen; Orq. de Cámara de Salzburgo, Y.K. Lee; y OAE, dir. S. Kuijken. O sea que es música apreciada y conocida, con razón porque resulta en efecto atrayente. Los 3 movimientos sólo duran un cuarto de hora, rápido- lento- rápido, que se escuchan con verdadero placer. La Sinfónica Nacional tocó muy bien bajo la hábil dirección de Kraemer.

               El concierto terminó con la penúltima sinfonía de Franz Joseph Haydn: la Nº 103, "Redoble de Timbal", en Mi bemol mayor, que se inicia de manera muy original con, en efecto, un poderoso redoble de timbal que lleva a una parte inicial Adagio; sigue el Allegro con spirito con dos melodías: una popular croata y otra similar a un vals, para entonces en formación (Johann Strauss Padre aparecerá  décadas más tarde); pero el final es muy curioso porque vuelve el redoble de timbal y el Adagio antes de un final breve y rápido. El segundo movimiento es un extenso Andante; hay un tema doble variado 2 veces y en la coda aparece un período dramático, pero al final la música se tranquiliza. El Minué tiene influencia escocesa (Haydn arregló muchas canciones de ese origen) y el Trío es sereno y cortés. El Finale: Allegro es típico del buen humor haydniano: numerosos incidentes engendrados por un motivo del fagot al inicio. Me resultó muy lograda la interpretación de Kraemer y la orquesta le respondió  con cuidado, entendiendo el espíritu haydniano.

Pablo Bardin

DOS CLÁSICOS Y UNA SINFONÍA DE WILLIAMS POR LA SINFÓNICA NACIONAL

               Un concierto poco habitual ocurrió el viernes pasado en la Ballena. La Sinfónica Nacional dirigida por Valeria Martinelli combinó a dos clásicos (Michael Haydn y Mozart) con una notable y curiosa Sinfonía Nº 2 de Alberto Williams. La directora hizo una buena tarea en los clásicos. Como se sabe, el público de estos conciertos no es informado de cuál es el programa. Nos llega un porcentaje escaso de la inmensa producción de Joseph Haydn, pero de su hermano Michael es un acontecimiento que podamos escuchar en vivo y en concierto una obra suya. Agradecido entonces por poder gustar una partitura para coro y orquesta: "Laudate pueri". Michael Haydn vivió entre 1737 y 1806 y según Mozart (gran amigo) "era un "excelente maestro de contrapunto". La música de iglesia de Salzburgo llegó a su pico en las obras de Michael Haydn, quien entró al servició del Arzobispo en 1763 y allí quedó por el resto de su vida. Según el diccionario Grove su producción religiosa es fenomenal: "28 misas, 2 Requiems, 114 graduales, 67 ofertorios, 11 Vísperas, 1 Salve Regina, 8 Responsorios, 3 Tenebrae, 1 Regina Coeli, varios oratorios y cantatas". Poco de todo esto fue publicado durante su vida. En el catálogo R.E.D. 2000 figuran 115 obras suyas pero no el "Laudate pueri" que escuchamos en el concierto que comento. Y me queda una duda: según el programa confidencial que me llegó también iban a cantar un Requiem pero no fue así; sería útil enterarme del porqué. Sea como fuese, los 12 minutos que se escucharon fueron realmente gratos; orquesta pequeña pero amplio Coro de niños leyendo partituras de modo muy límpido y seguro. Me indigna la carencia de datos; ¿Tanto les molestaría poner un cartel muy simple en el foyer anunciando dirección y exacta denominación del Coro?

               Pasamos a la magnífica Sinfonía Nº 35, "Haffner", en Re mayor, K 385 (1782). Siempre es un placer escucharla, pero se me ocurrió: ya que interpretaron una obra de Michael Haydn ¿no hubiera sido divertido escuchar la Sinfonía Nº 37, en sol mayor, K. 444? Sucede que sólo la introducción lenta del primer movimiento es de Mozart; casi toda la sinfonía es de Michael Haydn…Hay grabaciones de Marriner y Hogwood. Y la música es atrayente. La Nº 35 es por supuesto admirable y no hay melómano que no la tenga en su colección; las mías son de Toscanini, Karajan y Hogwood, y en vivo escuché muchas versiones. Baste señalar algunas de las 12 que presencié entre 1952 y 1967: Markewitch, Monteux, Beecham y Böhm. Grandes intérpretes con orquestas de esta ciudad y la Filarmónica de Viena visitándonos (Böhm).  En este caso, una buena orquesta y una directora muy correcta.

               La única sinfonía de Alberto Williams que pude apreciar en concierto fue la Nº 1; la dirigió Calderón en 1968 con la Filarmónica de Buenos Aires. Si se escuchó alguna más desde entonces creo que no fue en Buenos Aires Ciudad. Se escucharon de tanto en tanto las dos Oberturas de concierto, op. 15 y op. 17, con la fuerte influencia de César Franck. Ya "argentinizado" el compositor, presencié la Segunda suite argentina y "Las milongas de la orquesta" (obra muy simpática). Esto hasta 1970. Luego me casé y dejé de anotar lo que escuché…Pero juro que no escuché ninguna otra sinfonía. Compuso nada menos que 9 y su sentido del humor nunca estuvo más en evidencia que en su Novena; ¿cómo se llama? Los batracios…En cuanto a la Nº 2, Martinelli, sabiendo que no había programas, tras alegrarse por haber tenido ese lindo coro de niños para la obra de Michael Haydn, explicó los grandes rasgos de la Sinfonía Nº 2, "La bruja de la montaña", de 1910, cuando Williams ya tenía 48 años. En el catálogo R.E.D. 2000 sólo figura de él la Sinfonía Nº 7, "Eterno reposo", op. 103 (1937) por Leaper dirigiendo la Orquesta de Gran Canaria (me consta que son muy buenos, los escuché con otro programa en Madrid). Sucede que la directora es cordobesa y la bruja de la montaña también. El mal tiempo acompaña a la bruja y ésta pretende raptar a un niño, pero se encuentra con rivales muy fuertes: las monjas que cuidan a ese niño. La música tiene dos estilos de total diferencia: violenta con mucha percusión y bronces en fff o suaves melodías de cuerdas acompañadas por campanas (muy frecuentes), obviamente las monjas. En 4 movimientos quizá demasiado largos, da a entender que la furia de la bruja es vencida por la del mal tiempo al extremo de (creí entenderlo) ser atacada por rayos y granizo (este último es muy abundante en Córdoba, lo sufrí en mi último viaje a Alta Gracia hace 8 años). La orquesta rindió muy bien salvo algún momento falseado de la primera trompa fuertemente exigida, y la directora fue  convincente en su interpretación. Fuerte aplauso al final. Ya en 1910 Williams tenía notable dominio orquestal. Me dio ganas de presenciar otras sinfonías suyas.

Pablo Bardin

               

lunes, julio 11, 2022

SONDRA RADVANOVSKY EN EL COLÓN, ACONTECIMIENTO VALIOSO

               Sondra Radvanovsky es una gran soprano del Met y tiempo atrás comenté su presencia en la gran trilogía de Donizetti abarcando a las reinas célebres de Inglaterra y Escocia. El libro del Colón sobre este año dice: "La prima donna del bel canto protagonizará un fascinante recital en el que encarnará a 3 grandes reinas del siglo XVI: la orgullosa María, Reina de Escocia, la apasionada Anna Bolena y la poderosa Elizabeth I, abordando extractos de la Trilogía Tudor de Donizetti". Lamentablemente esto no ocurrió: presenciamos en cambio un programa de canciones y fragmentos de ópera en italiano, sin duda interesante pero dejó al Colón sin un plan importante, ya que el Teatro sólo presentó "Anna Bolena" hace muchos años con Elena Suliotis: 1970. Quien se animó a presentarlas fue Adelaida Negri fuera del Colón. Al parecer, según me contó un amigo, ella quería una orquesta para las reinas; por supuesto es deseable pero lo mismo puede decirse con respecto a todas las arias de ópera que cantó. Tuvo un buen pianista, Anthony Manoli, aunque no siempre el arreglo pianístico me convenció.

               No me pareció una buena idea iniciar el programa con (como escribió Margarita Pollini en Clarín) "3 de las canciones y arias antiguas de Alessandro Parisotti" (elegidas por él, fueron muy cantadas por los estudiantes en Buenos Aires): "Amarilli, mia bella", de Giulio Caccini" (madrigal de hombre, aquí cantada por Deller, contratenor, 1957, y una mezzo, Merriman, 1958), grabada por Schipa, Hvorostovsky y Jacobs, pero también por Baker y Bartoli; "O del mio dolce ardor", de la ópera "Paride ed Elena" de Gluck, grabada abundantemente por hombres (es Paride el que canta): Bruson, Gigli, Battistini, Carreras, Hvorostovsky, pero también Tebaldi, Berganza, Klose, Jo, Berger; y claramente de hombre, "Danza, danza, fanciulla gentile", de Francesco Durante; aquí la cantó Souzay; la grabaron Pavarotti, Carreras, Hvorostovsky y  Bergonzi, aunque también Baker; es una pieza alegre y breve. Antes de cantarlas Radvanovsky se dirigió al público en inglés (lo hará repetidas veces durante el concierto) para quejarse (como cuenta Pablo Kohan en La Nación): "ingresó con una tablet en la mano, y explicando sus temores sobre el funcionamiento de ese adminículo, que toqueteó hasta que arrancó y que colocó sobre un atril". Lo siguiente fue importante: nada menos que "Piangerò la sorte mia", el aria de Cleopatra de "Giulio Cesare in Egitto" de Händel; aunque expresiva, la coloratura de Radvanovsky no tuvo la pureza de las cantantes barrocas.

               Pero con Bellini entró a lo que mejor hace. Dos canciones: "Per pietà, bell´idol mio", y "La ricordanza", ambas muy bellas. La primera es definida "aria de cámara" y tiene texto del famoso Metastasio; la han grabado hombres y mujeres; la segunda tiene texto de Pepoli, el libretista de "I Puritani". Y luego, una atrayente interpretación del aria más famosa belliniana: "Casta diva" de "Norma". Mi Norma es y siempre será la Callas, pero esta versión fue de primer orden (aunque extraño el coro acompañante).

               La Primera Parte terminó con dos Verdi estupendos en los que la cantante se lució profundamente: el aria "Tacea la notte placida" seguida de la cabaletta "Di tale amor", de "Il Trovatore"; y el impresionante "Pace, pace, mio Dio", Leonora en "La forza del Destino", que termina con esas trágicas "Maledizione". Aquí Radvanovsky confirmó ser una de las grandes voces de soprano de la actualidad: poderosa, con la habilidad de tomar una nota y llevarla de pianissimo a fortissimo y volver al pianissimo (lo hizo varias veces durante el resto del recital).

               Se había ataviado en un magnífico vestido blanco que llegaba hasta los pies; en la Segunda Parte se cambió a un traje negro con escote. Pasó al otro grande, Puccini: 2 canciones y un aria fundamental. Curiosamente, "Sole e amore" es un calco de "La Bohème", cantado con calidez. "E l´uccellino" ("Y el pajarito") es una canción liviana y alegre, muy bien interpretada por una artista que cambia de la comedia al drama en un minuto: no hay duda de que "Sola, perduta, abbandonata" es trágica al máximo en "Manon Lescaut" y ella le dio una intensidad tremenda (como la Callas en su grabación).

               Volvió a Verdi pero con canciones; de las 6 Romanzas, publicadas en 1838; tenía 25 años. Radvanovsky eligió la tercera, In solitaria stanza", texto de Vittorelli; y la quinta, "Perduta ho la pace" de "Faustp" de Goethe en traducción de Luigi Balestra. Un año más tarde presentó su primera ópera: "Oberto, Conte di San Bonifacio". Ambas canciones son muy expresivas y ya demuestran su talento; estuvieron muy bien cantadas y no está de más hacer notar que en las canciones el pianista se lució.

               Las dos arias finales fueron famosas y bien elegidas: "Io son l´umile ancella" de "Adriana Lecouvreur" de "Francesco Cilea, tierna imagen que Adriana hace de interpretar las magníficas obras teatrales de su época (siglos XVII y XVIII); aquí la cantante supo dar belleza y refinamiento a la música. En cambio terminó el programa con una versión ideal de "La mamma morta" de "Andrea Chénier" de Umberto Giordano; fuerte, poderosa, trágica, dio ganas de verla en la ópera completa.

               Cantó cuatro piezas fuera de programa. En la primera salió del italiano y escuchamos una bella versión de la gran aria de "Rusalka" de Dvorák, la Canción de la Luna, grabada en checo por tantas grandes artistas como Renée Fleming. Luego volvió a Puccini con dos arias bien distintas: "Vissi d´arte" de "Tosca" y "O mio babbino caro" de "Gianni Schicchi". Y finalmente, en inglés "americano", una célebre canción de Harold Arlen, "Over the rainbow", de la película "The Wizard of Oz" ("El mago de Oz"), que hizo famosa a Judy Garland. Un agradable final de un concierto que fue afirmándose hasta ser muy bueno.

Pablo Bardin

domingo, julio 03, 2022

ORCHESTRE PHILHARMONIQUE ROYAL DE LIÈGE, GRAN PRINCIPIO DEL MOZARTEUM

               No se conocía aquí a la Orchestre Phlharmonique Royal de Liège (Bélgica). Ni a su director, el húngaro Gergely Madaras. Además se presentó el gran pianista ruso Nikolay Lugansky. Resultado: un impresionante concierto de muy alto rango nos trajo una magnífica orquesta después de 2 años en los que el Covid impidió cualquier visita. Bien se sabe que le debemos al Mozarteum una cantidad de orquestas extranjeras de extraordinaria calidad; baste citar las Orquestas de Chicago, Cleveland, Philadelphia, Boston, y Montreal y la de la Filarmónica de Viena, la de Unter den Linden de Berlín, la Concertgebouw de Amsterdam. No faltaron de Oslo, Dresden y París. Y muy cerca de la de Liège, la de Luxemburgo. Además de otros países europeos y alguno brasileño o japonés.

               Pero el programa de mano da mucha información y la sintetizaré aquí porque no todos los que van leen el programa y están los que no van. La Orquesta que vino es grande: para el programa que trajeron hubo 94 artistas no sólo belgas sino de 22 de otros países. Son los necesarios para los compositores que escuchamos: Lekeu, Chopin y Brahms. "Creada en 1960, es la única agrupación sinfónica profesional de la Bélgica francófona" (pero hay ópera en Liège y tiene su propia orquesta). Utilizan la "Sala Filarmónica, que data de 1887. Sus directores musicales: Manuel Rosenthal, Paul Strauss, Pierre Bratholomée, Louis Langrée, Pascal Rophé, François Xavier Roth y Chrisrtian Arming". Ha combinado "tradiciones germanas y francesas", "ha dado a conocer más de 100 grabaciones a través de sus algo más de 5 décadas de existencia; álbumes completos dedicados a obras de Respighi (Bis), César Franck y las sinfonías de Saint-Saëns. Este año celebra el bicentenario del natalicio de César Franck, quien naciera en Liège".

               En cuanto al director Gergely Madaras, me sorprendió la amplitud de sus visitas a importantes orquestas. "Nació en 1984 en Budapest". En la entrevista que le hizo Cecilia Scalisi en La Nación, cuenta que fue de niño un entusiasta de la música gitana. Estudió el violoncelo y el violín para tocar con los gitanos. Luego asistió a los ensayos de Georg Solti, que fue un modelo a seguir. "Una de las bases de la formación de un director según la escuela musical europea consiste en tocar el piano. El entrenamiento intensivo que me dio el gitano desarrolló una fuerte capacidad de aprender, de oír al detalle y de memorizar a gran velocidad. La dirección es la pasión de mi vida". Se graduó en la célebre Academia Liszt de Budapest y en la Universidad de Música y Arte Dramático de Viena. Menciona así a su orquesta: "es la calidad de su melos, el sonido rico y exuberante que la distingue". Paso a su biografía en el programa de mano. "2014-2020: Director titular de la Sinfónica de Savaria (Hungría). 2013-2019: Director musical de la Orquesta de Dijon-Bourgogne. Director invitado: Sinfónica y Filarmónica de la BBC, Philharmonia Orchestra, Orq. Hallé de Manchester, Barbican Centre y Royal Festival Hall en Londres;  Philharmonique de Radio France, Philharmonie de París; Filarmonica della Scala di Milano, Orq. del Maggio Musicale Fiorentino; Filarmónicas de Oslo y Copenhague; Sinfónicas de Melbourne y Queensland (Australia); Sinfónicas de Houston y Texas; Suntory Hall de Tokyo. En cuanto a la ópera, 8 están mencionadas de diversos compositores en la English National Opera, la Ópera Nacional de Amsterdam, el Gran Teatro de Ginebra y la Ópera Estatal de Hungría. En cuanto a la música contemporánea, fue asistente de Boulez en la Academia del Festival de Lucerna (2010-2013) y colaboró con compositores como George Benjamin, György Kurtag y Peter Eötvös, interpretando, dirigiendo y grabando más de 100 compositores escritas después de 1970" (¡). En suma, una asombrosa carrera antes de los 40 años, pero novedad total para Argentina.

 Hay un belga que tuvo éxito en París durante la era clásica: Grétry; pero aquí nos importan dos grandes figuras de fines del siglo XIX: César Franck y Eugène Ysaÿe; ambos tuvieron fuerte influencia en Guillaume Lekeu, que tuvo la desgracia de una vida corta (1870-94). Obras inconclusas fueron terminadas por el gran francés Vincent D´Indy. Me sorprendió un hecho: el artículo de Maurice Kufferath en el Diccionario Grove da una lista de obras: fragmentos de una ópera; 3 obras corales; 9 orquestales; 1 suite para violoncelo y orquesta; 10 obras de música de cámara (2 terminadas por D´Indy); 6 piezas para piano; y 3 canciones (poemas). 33 obras. Y comparando con el Catálogo de CDs R.E.D. 2000 Clásico, ¡45 obras están grabadas!; o sea que desde el Grove de 1952 y el R.E.D. 2000 se descubrieron más obras y se intentó grabar todo. Curiosamente la obra que escuchamos está en Cámara en el Grove pero en orquesta en el R.E.D.: Adagio para cuarteto de cuerdas y orquesta de cuerdas op. 3 (1891), y tiene 5 grabaciones, siendo la más interesante la de la Orquesta de Liège dirigida por P. Bartholomée (1891) en un inmenso álbum de 9 CDs de obras de todo tipo. Si se quiere 1 solo CD, la versión de Harmonia Mundi con Musique Oblique Ensemble parece adecuada.

Tal como está en el programa, se agrega "Las flores pálidas de la memoria". Nos cuenta Claudia Guzmán: "Se trataba de la última de 3 obras altamente significativas en las cuales revelaba ya, a sus 21 años, una escritura afianzada. En enero había culminado su Trío para piano y cuerdas, mientras que en marzo había dado a conocer su Sonata para piano. El 28 de abril daba por terminada la creación" del Adagio. "Pocos meses antes había recibido con inmensa angustia la noticia del fallecimiento se du maestro, César Franck." Esa referencia a las flores en el Adagio proviene "del poema ´Nunca más´ que su contemporáneo, el poeta simbolista Georges Vanor, había publicado en el libro ´Les Paradis´ (1888)". La obra puede entenderse como "dedicada a la memoria de su maestro". Meses antes había creado el estudio sinfónico "Hamlet". Cuando D´Indy supo del fallecimiento de Lekeu "debido a la fiebre tifoidea en la casa de sus padres en Angers" "el 21 de enero de 1894"., "en marzo " de ese año "estrenó en París este Adagio en un concierto que organizó en memoria de su joven discípulo". La creación, sumamente lograda en lo formal, que da cuenta del gran oficio de Lekeu, sería publicada en 1908 siendo una de sus obras más interpretadas". Los "solos de violín, viola y violoncelo" están "magníficamente imbricados en una trama de embriagante lirismo". La partitura seguramente fue estreno en Buenos Aires y no deja de ser una audacia iniciar la primera presencia de esta orquesta con algo tan triste, pero el público reaccionó muy positivamente ante esta música profunda y bella magníficamente interpretada por el director, los solistas y las cuerdas.

               El Concierto para piano Nº 1, en mi menor, op. 11, de Frédéric Chopin, es en realidad Nº 2, ambos de su etapa muy joven; el llamado Nº 1 fue estrenado en el Teatro Nacional de Varsovia el 11 de octubre de 1830; tenía 20 años, y meses antes, a 19 años, había estrenado el mal llamado Nº 2. Tocó su op. 11 en Viena, y luego en Breslau, Munich y finalmente en la Salle Pleyel de París. Chopin dedicó este concierto al entonces famoso Kalkbrenner, un modelo para Chopin así como le fue Hummel. Con el tiempo fue mal vista la relación de la orquesta con el piano, ya que la orquesta suena resonante y al presentar al principio los temas principales del primer movimiento lo hace bien, pero cuando el piano entra la orquesta casi desaparece; y esto vuelve a suceder en otras dos apariciones de la orquesta sin el piano; es como si fueran rivales. Esto molesta menos en el movimiento lento, muy expresivo y que termina con una serie de curiosos acordes. Y el final es un brillante Krakowiak, rondó vivace, donde la orquesta está relegada y el virtuosismo pianístico llega a su máximo: Honestamente no me parece una buena elección para una orquesta que viene por primera vez, aunque lo hayan tocado muy bien, pero hay que reconocer que el pianista es para entusiasmar a cualquier melómano. Ignoro si Nikolai Lugansky ha venido antes aquí pero es un gran pianista y su interpretación fue memorable. "Nació en 1972 en Moscú", donde estudió especialmente con la gran Tatiana Nikolayeva. Empezó a presentarse en concursos a los 16 años y brilló premiado en el Concurso Tchaikovsky en Moscú. Da anualmente un centenar de conciertos, con frecuencia acompañado por directores de gran renombre (incluso aquellos fundamentales que ya no están: Masur, Svetlanov; pero también Dutoit, Temirkanov, Nagano, Pletnev, Vladimir Jurovsky, Gianandrea Noseda, Kirill Petrenko, Valery Gergiev, Leonard Slatkin y Marek Janowski. Colaboró con la pianista Yuja Wang Y los violinistas Vadim Repin y Leonidas Kavakos, con el violoncelista Mischa Maisky y la soprano Anna Netrebko. Tiene en repertorio 50 conciertos para piano; lo aclamaron en las mejores salas del mundo. Su vasta discografía abarca 6 sellos y ganó abundantes galardones. Bien acompañado, Lugansky tocó con una seguridad y belleza de timbre ideales en los 3 movimientos; el Krakowiak fue deslumbrante, así como el movimiento lento fue poético. La pieza fuera de programa, el terriblemente difícil Preludio op. 23 Nº 7 de Rachmaninoff, fue tocado a la perfección.

En la entrevista mencionada antes, el director confirma su entusiasmo por Brahms; no me extrañó que su versión de la Sinfonía Nº 2, en Re mayor, op. 73, fuese admirable. La Filarmónica reveló ser de primer orden (ni un Lekeu de orquesta de cuerdas ni el concierto de Chopin eran obras que permitiesen juzgar plenamente su capacidad). Con tempi perfectos en cada movimiento, claro sentido del estilo brahmsiano y un control cálido de la orquesta, Madaras confirmó ser un director valioso y la Orquesta de Liège un conjunto de asombrosa calidad. Escrita en el verano de 1877 en Pörtschach junto al Wörthersee (Lago de Wörther), "custodiado por los Alpes de Carintia", Brahms compuso con celeridad y perfección esta magnífica sinfonía que va desde la seriedad del primer movimiento a la plena alegría del Finale. En diciembre el gran Hans Richter la estrenó con la Filarmónica de Viena. Esta versión de Liège tuvo la calidad de la que presentó Barenboim con su orquesta berlinesa en la Ballena. Me despertó la reminiscencia de grandes versiones que presencié entre 1951 y 1970; de las 12, las mejores fueron las de Van Beinum (con la Sinf. Nacional, 1953); en Washington, Karajan con la Fil. de Berlín (1956); en Buenos Aires, Barbirolli con la Orq. Philharmonia de Londres (1963); y nuevamente Karajan con la Fil. de Berlín pero en Praga (Primavera de 1969). Seguramente si tengo la suerte de vivir unos años más la versión que comento estará en mis pensamientos. No es de extrañar que la pieza agregada al final tuviera el color ideal: la Danza Húngara Nº 5 de Brahms.

Pablo Bardin