domingo, julio 03, 2022

ORCHESTRE PHILHARMONIQUE ROYAL DE LIÈGE, GRAN PRINCIPIO DEL MOZARTEUM

               No se conocía aquí a la Orchestre Phlharmonique Royal de Liège (Bélgica). Ni a su director, el húngaro Gergely Madaras. Además se presentó el gran pianista ruso Nikolay Lugansky. Resultado: un impresionante concierto de muy alto rango nos trajo una magnífica orquesta después de 2 años en los que el Covid impidió cualquier visita. Bien se sabe que le debemos al Mozarteum una cantidad de orquestas extranjeras de extraordinaria calidad; baste citar las Orquestas de Chicago, Cleveland, Philadelphia, Boston, y Montreal y la de la Filarmónica de Viena, la de Unter den Linden de Berlín, la Concertgebouw de Amsterdam. No faltaron de Oslo, Dresden y París. Y muy cerca de la de Liège, la de Luxemburgo. Además de otros países europeos y alguno brasileño o japonés.

               Pero el programa de mano da mucha información y la sintetizaré aquí porque no todos los que van leen el programa y están los que no van. La Orquesta que vino es grande: para el programa que trajeron hubo 94 artistas no sólo belgas sino de 22 de otros países. Son los necesarios para los compositores que escuchamos: Lekeu, Chopin y Brahms. "Creada en 1960, es la única agrupación sinfónica profesional de la Bélgica francófona" (pero hay ópera en Liège y tiene su propia orquesta). Utilizan la "Sala Filarmónica, que data de 1887. Sus directores musicales: Manuel Rosenthal, Paul Strauss, Pierre Bratholomée, Louis Langrée, Pascal Rophé, François Xavier Roth y Chrisrtian Arming". Ha combinado "tradiciones germanas y francesas", "ha dado a conocer más de 100 grabaciones a través de sus algo más de 5 décadas de existencia; álbumes completos dedicados a obras de Respighi (Bis), César Franck y las sinfonías de Saint-Saëns. Este año celebra el bicentenario del natalicio de César Franck, quien naciera en Liège".

               En cuanto al director Gergely Madaras, me sorprendió la amplitud de sus visitas a importantes orquestas. "Nació en 1984 en Budapest". En la entrevista que le hizo Cecilia Scalisi en La Nación, cuenta que fue de niño un entusiasta de la música gitana. Estudió el violoncelo y el violín para tocar con los gitanos. Luego asistió a los ensayos de Georg Solti, que fue un modelo a seguir. "Una de las bases de la formación de un director según la escuela musical europea consiste en tocar el piano. El entrenamiento intensivo que me dio el gitano desarrolló una fuerte capacidad de aprender, de oír al detalle y de memorizar a gran velocidad. La dirección es la pasión de mi vida". Se graduó en la célebre Academia Liszt de Budapest y en la Universidad de Música y Arte Dramático de Viena. Menciona así a su orquesta: "es la calidad de su melos, el sonido rico y exuberante que la distingue". Paso a su biografía en el programa de mano. "2014-2020: Director titular de la Sinfónica de Savaria (Hungría). 2013-2019: Director musical de la Orquesta de Dijon-Bourgogne. Director invitado: Sinfónica y Filarmónica de la BBC, Philharmonia Orchestra, Orq. Hallé de Manchester, Barbican Centre y Royal Festival Hall en Londres;  Philharmonique de Radio France, Philharmonie de París; Filarmonica della Scala di Milano, Orq. del Maggio Musicale Fiorentino; Filarmónicas de Oslo y Copenhague; Sinfónicas de Melbourne y Queensland (Australia); Sinfónicas de Houston y Texas; Suntory Hall de Tokyo. En cuanto a la ópera, 8 están mencionadas de diversos compositores en la English National Opera, la Ópera Nacional de Amsterdam, el Gran Teatro de Ginebra y la Ópera Estatal de Hungría. En cuanto a la música contemporánea, fue asistente de Boulez en la Academia del Festival de Lucerna (2010-2013) y colaboró con compositores como George Benjamin, György Kurtag y Peter Eötvös, interpretando, dirigiendo y grabando más de 100 compositores escritas después de 1970" (¡). En suma, una asombrosa carrera antes de los 40 años, pero novedad total para Argentina.

 Hay un belga que tuvo éxito en París durante la era clásica: Grétry; pero aquí nos importan dos grandes figuras de fines del siglo XIX: César Franck y Eugène Ysaÿe; ambos tuvieron fuerte influencia en Guillaume Lekeu, que tuvo la desgracia de una vida corta (1870-94). Obras inconclusas fueron terminadas por el gran francés Vincent D´Indy. Me sorprendió un hecho: el artículo de Maurice Kufferath en el Diccionario Grove da una lista de obras: fragmentos de una ópera; 3 obras corales; 9 orquestales; 1 suite para violoncelo y orquesta; 10 obras de música de cámara (2 terminadas por D´Indy); 6 piezas para piano; y 3 canciones (poemas). 33 obras. Y comparando con el Catálogo de CDs R.E.D. 2000 Clásico, ¡45 obras están grabadas!; o sea que desde el Grove de 1952 y el R.E.D. 2000 se descubrieron más obras y se intentó grabar todo. Curiosamente la obra que escuchamos está en Cámara en el Grove pero en orquesta en el R.E.D.: Adagio para cuarteto de cuerdas y orquesta de cuerdas op. 3 (1891), y tiene 5 grabaciones, siendo la más interesante la de la Orquesta de Liège dirigida por P. Bartholomée (1891) en un inmenso álbum de 9 CDs de obras de todo tipo. Si se quiere 1 solo CD, la versión de Harmonia Mundi con Musique Oblique Ensemble parece adecuada.

Tal como está en el programa, se agrega "Las flores pálidas de la memoria". Nos cuenta Claudia Guzmán: "Se trataba de la última de 3 obras altamente significativas en las cuales revelaba ya, a sus 21 años, una escritura afianzada. En enero había culminado su Trío para piano y cuerdas, mientras que en marzo había dado a conocer su Sonata para piano. El 28 de abril daba por terminada la creación" del Adagio. "Pocos meses antes había recibido con inmensa angustia la noticia del fallecimiento se du maestro, César Franck." Esa referencia a las flores en el Adagio proviene "del poema ´Nunca más´ que su contemporáneo, el poeta simbolista Georges Vanor, había publicado en el libro ´Les Paradis´ (1888)". La obra puede entenderse como "dedicada a la memoria de su maestro". Meses antes había creado el estudio sinfónico "Hamlet". Cuando D´Indy supo del fallecimiento de Lekeu "debido a la fiebre tifoidea en la casa de sus padres en Angers" "el 21 de enero de 1894"., "en marzo " de ese año "estrenó en París este Adagio en un concierto que organizó en memoria de su joven discípulo". La creación, sumamente lograda en lo formal, que da cuenta del gran oficio de Lekeu, sería publicada en 1908 siendo una de sus obras más interpretadas". Los "solos de violín, viola y violoncelo" están "magníficamente imbricados en una trama de embriagante lirismo". La partitura seguramente fue estreno en Buenos Aires y no deja de ser una audacia iniciar la primera presencia de esta orquesta con algo tan triste, pero el público reaccionó muy positivamente ante esta música profunda y bella magníficamente interpretada por el director, los solistas y las cuerdas.

               El Concierto para piano Nº 1, en mi menor, op. 11, de Frédéric Chopin, es en realidad Nº 2, ambos de su etapa muy joven; el llamado Nº 1 fue estrenado en el Teatro Nacional de Varsovia el 11 de octubre de 1830; tenía 20 años, y meses antes, a 19 años, había estrenado el mal llamado Nº 2. Tocó su op. 11 en Viena, y luego en Breslau, Munich y finalmente en la Salle Pleyel de París. Chopin dedicó este concierto al entonces famoso Kalkbrenner, un modelo para Chopin así como le fue Hummel. Con el tiempo fue mal vista la relación de la orquesta con el piano, ya que la orquesta suena resonante y al presentar al principio los temas principales del primer movimiento lo hace bien, pero cuando el piano entra la orquesta casi desaparece; y esto vuelve a suceder en otras dos apariciones de la orquesta sin el piano; es como si fueran rivales. Esto molesta menos en el movimiento lento, muy expresivo y que termina con una serie de curiosos acordes. Y el final es un brillante Krakowiak, rondó vivace, donde la orquesta está relegada y el virtuosismo pianístico llega a su máximo: Honestamente no me parece una buena elección para una orquesta que viene por primera vez, aunque lo hayan tocado muy bien, pero hay que reconocer que el pianista es para entusiasmar a cualquier melómano. Ignoro si Nikolai Lugansky ha venido antes aquí pero es un gran pianista y su interpretación fue memorable. "Nació en 1972 en Moscú", donde estudió especialmente con la gran Tatiana Nikolayeva. Empezó a presentarse en concursos a los 16 años y brilló premiado en el Concurso Tchaikovsky en Moscú. Da anualmente un centenar de conciertos, con frecuencia acompañado por directores de gran renombre (incluso aquellos fundamentales que ya no están: Masur, Svetlanov; pero también Dutoit, Temirkanov, Nagano, Pletnev, Vladimir Jurovsky, Gianandrea Noseda, Kirill Petrenko, Valery Gergiev, Leonard Slatkin y Marek Janowski. Colaboró con la pianista Yuja Wang Y los violinistas Vadim Repin y Leonidas Kavakos, con el violoncelista Mischa Maisky y la soprano Anna Netrebko. Tiene en repertorio 50 conciertos para piano; lo aclamaron en las mejores salas del mundo. Su vasta discografía abarca 6 sellos y ganó abundantes galardones. Bien acompañado, Lugansky tocó con una seguridad y belleza de timbre ideales en los 3 movimientos; el Krakowiak fue deslumbrante, así como el movimiento lento fue poético. La pieza fuera de programa, el terriblemente difícil Preludio op. 23 Nº 7 de Rachmaninoff, fue tocado a la perfección.

En la entrevista mencionada antes, el director confirma su entusiasmo por Brahms; no me extrañó que su versión de la Sinfonía Nº 2, en Re mayor, op. 73, fuese admirable. La Filarmónica reveló ser de primer orden (ni un Lekeu de orquesta de cuerdas ni el concierto de Chopin eran obras que permitiesen juzgar plenamente su capacidad). Con tempi perfectos en cada movimiento, claro sentido del estilo brahmsiano y un control cálido de la orquesta, Madaras confirmó ser un director valioso y la Orquesta de Liège un conjunto de asombrosa calidad. Escrita en el verano de 1877 en Pörtschach junto al Wörthersee (Lago de Wörther), "custodiado por los Alpes de Carintia", Brahms compuso con celeridad y perfección esta magnífica sinfonía que va desde la seriedad del primer movimiento a la plena alegría del Finale. En diciembre el gran Hans Richter la estrenó con la Filarmónica de Viena. Esta versión de Liège tuvo la calidad de la que presentó Barenboim con su orquesta berlinesa en la Ballena. Me despertó la reminiscencia de grandes versiones que presencié entre 1951 y 1970; de las 12, las mejores fueron las de Van Beinum (con la Sinf. Nacional, 1953); en Washington, Karajan con la Fil. de Berlín (1956); en Buenos Aires, Barbirolli con la Orq. Philharmonia de Londres (1963); y nuevamente Karajan con la Fil. de Berlín pero en Praga (Primavera de 1969). Seguramente si tengo la suerte de vivir unos años más la versión que comento estará en mis pensamientos. No es de extrañar que la pieza agregada al final tuviera el color ideal: la Danza Húngara Nº 5 de Brahms.

Pablo Bardin

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