viernes, noviembre 30, 2018

Mozarteum culmina temporada con la orquesta de cámara de Viena

            El Mozarteum Argentino culminó su valiosa temporada con viejos amigos: la Orquesta de Cámara de Viena. Es la séptima vez que la institución los trae y la primera con Stefan Vladar, director y pianista que está a cargo desde 2008. La  visita inicial fue en 1981 con Kurt Wöss, el mismo que vino dos veces con la gratísima Orquesta Johann  Strauss de Viena, también gracias al Mozarteum. Philippe Entremont,  pianista y director, vino con la Orquesta en 1987, 1990 y 1992 (y como se recordará tocó octogenario el año pasado con la Filarmónica). La Orquesta retornó en 1999 bajo la dirección de Heinrich Schiff, a su vez director y violoncelista,  y en 2004 con la guía del japonés Joji Hattori. Tras 14 años el retorno de la Orquesta es muy bienvenido. Fue fundada justo después de la guerra en 1946 por el director y pianista italiano Carlo Zecchi, que alguna vez nos visitó. Su sede actual es la Konzerthaus de Viena.

            Siempre me pareció un error (a pesar de que es aceptado generalmente) que se denomine "Orquesta de Cámara" a lo que en realidad es una Orquesta de Cuerdas; para mí aquel término es el adecuado para incluir los vientos y los timbales que permiten tocar las sinfonías clásicas de Haydn y Mozart, con un orgánico de entre 35 y 45 instrumentistas. El Ensamble Musical de Buenos Aires fue creado con esa intención décadas atrás y lamentablemente sólo pudo sostenerse pocas temporadas.  A su vez hay dos tipos de orquestas de cuerdas: ensambles más pequeños con clave o tiorba para tocar repertorio barroco o conjuntos más nutridos  que hacen clasicismo, romanticismo y música más cercana a nuestro tiempo, como los vieneses.

            Vladar es vienés y tiene 53 años; ganó en 1985 a los 20 años el Concurso Beethoven de Viena. Gradualmente también desarrolló su carrera de director en orquestas alemanas, austríacas y suizas. Ha grabado para Harmonia Mundi y Sony y actualmente en Capriccio.

            La composición de la orquesta tal como nos vino es la siguiente: 8 primeros violines y 6 segundos, 4 violas, 4 violoncelos y 2 contrabajos; total 24. En total contraste con el famoso machismo de la Filarmónica de Viena (que curiosamente también vino este año, en Marzo), en esta otra orquesta hay más mujeres que hombres.  Y dista de ser una orquesta puramente austríaca: hay apellidos como Nagy (húngaro), Dimitrova (búlgaro), Veneziano (italiano), Moffatt (inglés), Akbarian (armenio), Wu (chino), Dascalu (rumano), Novak (checo), Medina Veiga (español o latinoamericano). Los músicos suelen ser poliglotas y en la actualidad los cargos se ganan en concursos. Sin embargo, es muy difícil que no se "pegue" el vienesismo tras unos cuantos meses de vivir allí; yo lo sentí como visitante en mucho menos tiempo.

            Tienen el privilegio de un concertino notable, que meses atrás nos visitó con otra orquesta: Wolfgang Redik. Su autoridad, infalible ataque, afinación, dinamismo y perfecto ritmo ciertamente inspiran a sus compañeros. Otro aspecto a considerar es el mutuo respeto y admiración que hay entre Vladar y los músicos; diez años es un largo tiempo y sólo se tolera en un buen organismo musical si su líder es justo y de buen talante y los músicos son profesionales serios que agradecen poder estar en una orquesta de categoría.

            Hubo dos programas el lunes 12 y 14 de noviembre distintos salvo en una obra: el Concierto Nº 12 para piano de Mozart. Lo observé en visitas de grupos de cuerdas en décadas recientes: este concierto, si bien tiene oboes y trompas, puede hacerse sólo con cuerdas porque los vientos sólo dan un toque de color y no tienen solos. Está en La mayor, es el K.414 y forma parte de un grupo de tres con los números 11 y 13, escritos a los 26 años inmediatamente después del estreno de "El rapto en el Serrallo" para ser tocados en un concierto por suscripción. Mozart los describe en una carta a su padre Leopold: "Estos conciertos son un feliz punto medio entre lo que es demasiado fácil y lo que es demasiado difícil; son muy brillantes, agradables al oído y naturales sin ser insulsos". Hay otro aspecto a comentar: son pocos los conciertos  (incluso los tardíos) que nos han llegado con las cadenzas mozartianas, pero el Nº 12 a falta de una tiene dos en cada movimiento, una más difícil que la otra. Naturalmente Vladar eligió las más virtuosísticas, e incluso en el movimiento final brevemente combinó las dos; también agregó minicadenzas propias en calderones, siempre en excelente estilo. Vladar es un pianista refinado y de admirable técnica; su Mozart (idéntico en ambas veladas) fue límpido y sutil, expresivo y cantabile en los pasajes lentos, brillante en los rápidos, y con el toque exacto de rubato para que no sea excesivamente rígido sin por ello acercarse al romanticismo. Sólo discrepo levemente en cuanto al tempo del Finale, marcado Allegretto y más bien un Allegro en sus manos. Como director tuvo los mismos valores y la orquesta respondió  con estilo, buen gusto y precisión.  En ambas noches su pieza fuera de programa fue la misma: el Liszt más lírico y sensible, sin floreos virtuosísticos, fraseado con belleza de timbre y nobleza: la Consolación Nº 3.

            El primer programa se inició con una obra que conocí en mi adolescencia y me cautivó: el Concierto para cuerdas en Re mayor creado por Stravinsky en 1946 y que tuve dirigido por el autor hasta que manos arteras me lo birlaron… Siempre se habla del Stravinsky "neoclásico" y yo lo llamo en cambio su época de los "neos": Barroco italiano en "Pulcinella" y bachiano en el Concierto para piano y vientos, tchaikovskiano en "El beso del hada" y mozartiano en "La carrera del libertino". El Concierto para cuerdas fue un encargo de Paul Sacher, director de la Orquesta de Cámara de Basilea, quien años antes le había pedido a Bartók su extraordinario Divertimento.  La partitura de Stravinsky toma la forma del concerto grosso barroco. Coincido con Claudia Guzmán: tiene un "fluido equilibrio entre rudeza y gracia sonora…pendiendo de un hilo entre la comedia y el tenso suspenso, inequívoca rúbrica de Stravinsky". Tuvo una buena versión de muy correctos resultados, pero sin la incisividad brusca necesaria en los movimientos extremos; lo mejor fue la contenida expresividad del Arioso central.

            Después del intervalo escuchamos "Silouan´s song" (1991), quizás en primera audición, de Arvo Pärt, el estonio nacido en 1935 y que se distingue por un minimalismo místico. La obra es un homenaje a Silouan de Athos (1866-1938) que vivió largos años dedicado a la oración en el Monasterio de San Panteleimon en el Monte Athos griego; fue canonizado en 1987.  La obra es breve, unos 6 minutos, y transcurre en morosos acordes separados por largos silencios; no me interesó.

            El Divertimento K.136 de Mozart es la obra para cuerdas más tocada del clasicismo; ésta fue otra muy buena versión (se han escuchado docenas en Buenos Aires). Bien conocida pero no trillada es la "Suite de los tiempos de Holberg" (1884), en la que Grieg rinde su homenaje al escritor e historiador noruego Ludvig Holberg (1684-1754), cuya primera versión fue para piano pero resulta más variada en la de cuerdas. Después del Praeludium-Allegro vivace, ejecutado con brillantez aunque algo demasiado rápido, vinieron la expresiva Sarabande, la grata Gavotte, el "Air:Andante religioso" contrastante y el jubiloso Rigaudon, Allegro con brio. En esta obra se lució el concertino Rodik y la orquesta tuvo muy buen rendimiento, manejada con elegancia y ritmo por Vladar.  La deliciosa "yapa" fue anunciada en voz muy queda por Vladar y fue un cierre ideal: el Andante, tercer movimiento de la Casación (Cassazione) K.66 de 1769 (13 años), denominada "Final-Musik", que consta de 7 movimientos; hay otras dos, K.99 y 100. La Casación es un término alternativo del Divertimento, y el Andante que escuchamos ya es mozartiano y exquisito;  creo encontrar la influencia de Johann Christian Bach, "el Bach de Londres", que Mozart conoció cuando era niño y fue a la capital inglesa; en efecto, el salzburgués tenía gran admiración por J.C.B., quizás el mejor compositor de la primera etapa del Clasicismo. La versión fue perfecta.

           

            El concierto del 14 de noviembre fue más convencional pero las cuatro obras ofrecidas son de calidad.  Esta vez el Concierto Nº 12 de Mozart estuvo precedido por esa talentosa "Sinfonía simple" de Britten, cuyo segundo movimiento, "Playful pizzicato", es una "yapa" muy habitual en los conciertos de este tipo de orquesta. La escribió en sus precoces 20 años sobre material que había imaginado en su infancia, y las útiles notas de Guzmán nos lo cuentan: el compositor, recién egresado del Colegio Real de Música en Londres, elaboró su "Boisterous bourrée" ("Bulliciosa bourrée") sobre el 2º movimiento de la Suite Nº 1 para piano escrita a los 12 años (¡) y su arreglo de la canción folklórica " Now the King is home again" (imaginado a los 10 años, ¡!); es una espléndida pieza de jubiloso vigor. Tras el pizzicato, basado en su Sonata para piano de 10 años antes, y con su Trio (ya que es un Scherzo) basado sobre  "The Road Song of the Bandar-Log" –que son monos- canción sobre Kipling escrita también a los 10 años (de paso, ¿alguien estrenará alguna vez el espléndido poema sinfónico "Les Bandar-Log" de Koechlin?), la extensa "Sentimental Sarabande", basada en el Preludio de su Suite Nº 3 para piano (1925), tiene un episodio central sobre su Vals para piano en Si mayor de 1923.  Sólo el moto perpetuo del "Frolicsome Finale" ("Final travieso") no parece tener antecedente. Esta nostalgia del compositor por sus creaciones infantiles me hizo pensar en las tan simpáticas suites de Elgar denominadas "The  Wand of Youth " ("La varita  de la juventud"), también sobre piecitas de su niñez. Fue muy buena la versión de Vladar y la Orquesta, cálida y expresiva en la "Sarabande" y de comunicativo júbilo en los otros movimientos (sólo creo que el Pizzicato hubiera debido ser todavía más rápido, Britten lo marca "Lo más presto posible", aunque es verdad que las orquestas generalmente no le hacen caso).

            Después del intervalo, más Mozart, el Divertimento K. 138, tercero y último de la serie empezada con el K. 136, a veces llamadas Sinfonías de Salzburgo por estar influidas por las sinfonías italianas de Sammartini y estar escritas en la ciudad donde Mozart nació y porque sólo tienen tres movimientos en vez de los seis o siete de los divertimenti. Escritos a los 16 años, son excelentes ejemplos de su talento adolescente; la l38 es muy buena y le pisa los talones a la más famosa           136; la 137 se toca menos porque es más contemplativa. La 138 tuvo una muy cumplida versión por parte de director y orquesta.

            Las dos serenatas para cuerdas románticas más famosas son las de Tchaikovsky y Dvorák y con buena razón: son las dos mejores por calidad melódica y armónica, variedad e inspiración. Hay variantes posibles- son obras bellas las de Suk y Elgar; pero siempre se vuelve a las principales. La de Dvorák, su Op.22, data de 1875 y se integra en cinco movimientos, a cual más inspirado. Un Moderato de gran belleza melódica, un Menuetto que más bien parece un Vals y está imbuido de melancolía, un jubiloso Scherzo de fuerza folklórica, un Larghetto muy lírico y extenso y un Finale, Allegro vivace, en donde tras desarrollar el tema inicial de marcado ritmo, cita tanto al cuarto como al primer movimiento, antes de culminar con alegría.  Asombroso que lo haya escrito en 12 días, quizá por un estado de ánimo que reflejó la beca que Viena le había otorgado, sacándolo de la estrechez económica e iniciando la etapa madura de su gran carrera. En todo caso esta orquesta radicada en Viena pareció bohemia  (me pregunto si Vladar no es un apellido bohemio) y nos ofreció una admirable versión, de gran riqueza tímbrica y ritmo contagioso. Las piezas fuera de programa no fueron novedad para mí pero sí para los abonados del segundo ciclo: un fragmento de la Suite Holberg de Grieg y el 3º movimiento del Divertimento K. 136 de Mozart. Como última referencia, me atrajo la manera gestual de Vladar, comunicativa y clara.

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            Hay una segunda parte en este artículo: el Mozarteum tiene la buena tradición de anunciar la siguiente temporada en el programa de mano de la última función de cada ciclo y por eso tenía yo gran expectativa; por supuesto, cumplieron y por ello puedo comentar brevemente lo que nos espera en 2019.

            Es evidente que  el dólar a 40 en vez de 20 resulta un problema mayúsculo para cualquier institución que quiera ofrecer  los grandes talentos internacionales. A ello se agrega la dificultad en el Colón actual de obtener fechas razonables; hubo varios casos este año que sólo se pudieron salvar gracias a la buena voluntad de los artistas pero que significaron gastos extra; en 2019 volverá a ocurrir.  Y también (ya se notó en esta temporada) cierta reducción de mecenazgos privados debido a la situación económica.  Como en otros años, la impecable trayectoria del Mozarteum y el apoyo de embajadas han ayudado a concretar algunas visitas.

            Como este año, los dos ciclos ofrecerán nueve conciertos y no diez, pero el número es lógico y hasta positivo en un contexto tan complicado. La temporada será menos audaz e innovadora que la de 2017 e incluso la de este año, ya más acotada, pero mantendrá la calidad. Insistirá en artistas que han tenido éxito aquí y que quieren venir pero también presentará artistas nuevos. Lamento que haya una sola fecha de cámara y que por segundo año consecutivo no venga un cuarteto de cuerdas, textura que es la quintaesencia de la música de cámara. Habrá tres orquestas sinfónicas y dos de cámara, un pianista, un violoncelista, una cantante y un grupo camarístico. No voy a entrar en detalles de la programación: se la puede consultar en el sitio web del Mozarteum. Pero sí lamentar que haya tan poca renovación de repertorio.

            La temporada se inicia el 22 y 23 de Abril con la Venice Baroque Orchestra y el violinista Giuliano Carmignola, grupo que vino con éxito hace pocos años. Más que una orquesta es en realidad un ensemble. Luego, por primera vez en el Mozarteum, una orquesta china: la Sinfónica de Beijing dirigida por Li Biao, con el violinista Sergei Dogadin (Lunes 13 y Miércoles 15 de Mayo). A continuación, la Irish Chamber Orchestra con el clarinetista Jörg Widmann (Lunes 3 y 10 de Junio). Alessio Bax es un talentoso pianista que dejó buena impresión en su visita previa; en su caso la programación sí es renovada y valiosa; Lunes 24 de Junio y 1 de Julio. Los Lunes 5 y 12 de Agosto se presentará la Chamber Music Society Lincoln Center New York, creo que por primera vez. Luego un artista nuevo aquí, el violoncelista Jean Guihen-Queyras, se medirá con las Suites de Bach los Lunes 26 de Agosto y 2 de Septiembre. Los Lunes 23 y 30 de Septiembre debutará en Buenos Aires la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo dirigida por Gustavo Gimeno (debut) y con otro debut valioso, la notable violinista Janine Jansen. Es  muy de festejar el retorno de la magnífica Orquesta Sinfónica de Montreal y con el gran Kent Nagano, seguramente uno de los más talentosos directores de la actualidad, con programas interesantes y la violinista Veronika Eberle, el Lunes 7 y el Martes 8 de Octubre. Finalmente, la muy apreciada mezzosoprano Joyce DiDonato es traída por el Mozarteum por cuarta vez, aunque no con piano sino con el conjunto Il Pomo d´Oro, el Lunes 28 y el 30 de Octubre.

Pablo Bardin

                       

            


martes, noviembre 27, 2018

“Hamlet” a la francesa

            Sin duda es Hamlet el personaje más mentado, analizado,  influyente, estudiado, versionado, traducido de la vasta gama que imaginó el más gran autor teatral de la historia: William Shakespeare. Es muy difícil en la actualidad ver una buena versión en cualquier lugar del mundo (sí, incluso Londres) de la pieza de teatro; para consolarse hay dos películas admirables: la de Laurence Olivier es condensada pero fiel y extraordinaria; la de Kenneth Branagh está completa y dura cuatro horas. Y existe una más de gran nivel: la soviética con Smoktunovski y música de Shostakovich.  En teatro las que ví y me gustaron no fueron en inglés: la de Barrault en francés y la de Zeffirelli en italiano (créase o no, austera y abstracta en un pequeño teatro circular en Roma). Y no me olvido del recital shakespeariano ofrecido en Buenos Aires por John Gielgud que incluyó el celebérrimo "To be or not to be". Pero todo eso tiene varias décadas…

            ¿Y en música? Son muchos las músicas incidentales y los poemas sinfónicos, pero increíblemente el único compositor de alguna fama que escribió un "Hamlet" es el francés Ambroise Thomas. Aquí se vio hace muchas décadas un interesante ballet de Boris Blacher, creador muy olvidado. Y alguna vez se ha tocado el poema sinfónico de Tchaikovsky, que no es de sus mejores. Berlioz, que planeó pero no concretó una ópera, nos dejó el coro "Mort d´Ophélie" y una Marcha fúnebre. Hay canciones de Brahms, Loewe y Strauss, músicas incidentales de Milhaud, Honegger, Pierné, Haydn (¡), un ballet de Lambert, oberturas de Gade y Joachim, poemas sinfónicos de Blacher, Lekeu y MacDowell…y sólo una ópera más, "Amleto" de Franco Faccio (salvo que cuente un dato reciente, que el francés Koering escribió un "Elsineur" presuntamente relacionado con "Hamlet"). Mi fuente es el Grove´s de 1954, puede haber otras referencias posteriores. En suma, que yo sepa no hay ópera inglesa sobre "Hamlet". Agradeceré datos adicionales,

            De niño conocí al "Hamlet" de Thomas" a través de dos arias de "Amleto" grabadas acústicamente por Titta Ruffo en 78 rpm: "O vin, discaccia la tristezza" y "Come il romito fior". Fue un gran rol suyo y lo cantó  sólo él en el Colón en 1908, 1909, 1910, 1915, 1916, 1926 y 1931. Sus Ofelia fueron entre otras Galli-Curci, Barrientos, Pareto, Capsir y Marengo.. Y hubo otros artistas relevantes: Ezio Pinza, Marcel Journet; con directores como Marinuzzi, Mancinelli y Calusio. Al parecer la de 1937, la última vez en el Colón, habría sido en francés porque la cantaron Singher, Bovy y Froumenty. En discos grandes cantantes grabaron arias en la era del 78, sobre todo en italiano pero también en alemán o en francés: Battistini, Badini, Sammarco, Vanni-Marcoux, Schlusnus, De Luca, Stracciari; Galvany, Sembrich, Norena, Tetrazzini, Galli-Curci, Melba; al parecer no hubo grabación  completa. Ya en la era del vinilo la revelación fue la Escena de la locura grabada en francés por la Callas (que no grabó la ópera entera) con asombrosa intensidad y perfección. También la grabaron Gruberová y Battle. Y en la era del CD hay al menos tres grabaciones completas; tengo dos y ambas son valiosas: Milnes, Sutherland, Winbergh, Morris, director Bonynge; y Keenslyside, Dessay, Lloyd, dir. Langrée. No conozco pero me atrae la de Hampson, Anderson, Kunde, Graves y Ramey; dir. De Almeida. O sea que, tras varias décadas donde declinó el interés en el "Hamlet" de Thomas, está bien grabado y se da con alguna frecuencia en Europa (sobre todo con Keenlyside), como corresponde en francés.

            Es hora de felicitar a Juventus Lyrica por exhumar la obra después de 81 años, más allá de algunas reservas, sobre todo en un año en donde se lamenta la ausencia de Buenos Aires Lírica y donde varios otros proyectos en el Avenida no lograron suficiente apoyo y no llegaron a la escena. Antes de ir a la versión conviene hacer alguna referencia a Thomas, tan olvidado aquí.

            Por supuesto, la gran trilogía de la ópera francesa de la segunda mitad del siglo XIX es la que forman Gounod, Massenet y Bizet (más una aislada ópera de Offenbach, "Les contes d´Hoffmann" y una sola de las muchas de Saint-Saëns, "Samson et Dalila"). Y agreguemos la etapa final de Meyerbeer y Auber. Pero en el escalón siguiente probablemente sea Thomas la figura más relevante, con al menos dos grandes éxitos: "Hamlet" y "Mignon". Esta última se intentó exhumar hace una década en el Avenida y hasta estuvieron los carteles anunciándola, pero no se pudo concretar la propuesta. Basada en el "Wilhelm Meister" de Goethe, tiene al menos dos arias justamente famosas: de Mignon, "Connais-tu le pays", y de Philine, la polonesa "Je suis Titania". Tengo una excelente grabación con Horne, Welting, Vanzo, Zaccaria y Von Stade, director de Almeida, y creo que merece  volver a verse aquí. El Colón la dio con frecuencia entre 1913 y 1946, siempre en italiano o quizá bilingüe cuando cantó Vallin, y con figuras como Besanzoni, Pederzini  y Vallin (Mignon), Schipa, Hackett y Von Pataky (Wilhelm), Barrientos y Carosio (Philine),  Journet, Ludikar y Vaghi (Lothario), y directores como Marinuzzi, Serafin y Panizza. En suma, algún mérito deben tener tanto "Hamlet" como "Mignon" para haber sido representadas con tales repartos y en varias temporadas (seis en el caso de "Mignon").

            Hace varios años que Juventus inició una colaboración con Opera2Day, grupo dirigido por el argentino Hernán Schvartzman situado en La Haya, Holanda. Cito el programa de mano en cuanto a "Hamlet": "El material orquestal proviene del archivo del Théâtre Français de La Haya, donde la obra fue representada 153 veces desde su estreno hasta 1919". La obra fue presentada allá este año "por Opera2Day junto al New European Ensemble".

            En Juventus el libreto original de los famosos libretistas Michel Carré y Jules Barbier (no Barber, errata en el programa)  pasa por la adaptación y dramaturgia de María Jaunarena, responsable de la dirección escénica y el vestuario. Su intervención el año pasado de "Orphée et Eurydice" de Gluck me resultó chocante en extremo; la de "Hamlet" me concita algunas reservas pero tiene sus buenos aspectos.  Ella se refiere en dos páginas del programa al "Hamlet" de Shakespeare pero también a la adaptación de Alexandre Dumas Padre sobre la cual se basa el libreto de Carré y Barbier. Lo curioso es que el final de Dumas, en la que Hamlet no muere sino que es coronado Rey,  estaba "en la historia original en la que se basó Shakespeare". En cuanto a las simplificaciones, claro está que hay que hacerlas ya que hay personajes que nada tienen que ver con la trama principal, como Rosencrantz y Guildenstern, muy bien eliminados de la ópera. En Francia no hubo problema con el final positivo, pero en el Covent Garden no lo aceptaron, y Thomas eliminó tres carillas y agregó el suicidio. Y así quedaron dos versiones, la francesa y la inglesa; la grabación de Bonynge acepta el final inglés. Jaunarena cita a muchos ensayistas para justificar los numerosos agregados que ella hace. Dice (y parece Lombardero): "la fidelidad supersticiosa a un libretista o un compositor, el no tocar un material por considerarlo sagrado, puede significar condenarlo". El puestista se siente con derecho a cambiar lo que no le gusta, o sea que es un coautor; yo pienso lo contrario: si hay problemas en un libreto, tratar de mejorarlo mediante recursos ingeniosos pero legítimos, sin olvidar que la música en una buena ópera está pensada para esas palabras. Hasta en las mejores óperas puede haber detalles absurdos y si el compositor no obligó al libretista que haga un cambio, hay que aguantarlos: jarana a la intemperie en el Café Momus cuando hace mucho frío, o la ridiculez del Duque de Mantua yendo a ver a Maddalena y en vez de tener sexo se va a dormir; y un amplio etc. Y en esos dos ejemplos no se puede cortar nada; a veces algo sobra y es mediocre y se quita entero; o se elimina porque no es la mejor música de la ópera y la hace demasiado larga: las arias de Basilio y Marcellina en "Las Bodas de Fígaro" (Mozart las incluyó por exigencias de los intérpretes). Y hay libretos que tienen muy mala fama pero no son tan negativos: si el Prólogo de "Il trovatore" es bien comprendido el libreto se hace accesible.

            Tal como la concibió Thomas, su "Hamlet" era una ópera para la Opéra de París: cinco actos sin texto hablado y con ballet. Lo que vimos fue un "opéra-comique": con texto hablado y sin ballet. Jaunarena escribe  que en la última escena en el final del Covent Garden Hamlet moría en el entierro de Ofelia; así es la versión de Bonynge. Ella tomó "el final original  compuesto por Thomas pero adaptando la última escena de la obra de Shakespeare". Si no entiendo mal, el final de París (música) con el final de la pieza (texto distinto); pero la música de una coronación no es la de un suicidio…Jaunarena incorpora "citas de la obra de teatro original en textos hablados y proyecciones en todos los momentos en que lo creí necesario para recuperar la contundencia de la dramaturgia original". Algunas de esas citas aparecen en los sobretítulos entre paréntesis y ese procedimiento me pareció adecuado; no así lo hablado ya que está traducido al francés, y es bien sabido que nuestros cantantes con raras excepciones lo pronuncian mal; cantado les resulta más fácil. Por eso prefiero la versión de "Carmen" para la Opéra y no para la Opéra-Comique. En cuanto a la ausencia de ballet, francamente era de esperar, ya que ni Juventus ni Buenos Aires Lírica los incluyen, salvo en opereta (el escenario es chico para un ballet en serio). El único intervalo tuvo lugar después del Segundo Acto.

            Jaunarena es generalmente buena diseñadora de vestuario; esta vez tuvo algunas ideas controversiales; Ophélie siempre tiene un camisón blanco largo y liviano y está descalza, dando una imagen psicológica de fragilidad aunque poco creíble en un ambiente de corte. La vestimenta de Hamlet suele tomar la época isabelina como criterio, aunque teóricamente la historia transcurre en un medioevo profundo danés (por ende vikingo); la imaginada por Jaunarena es extraña, de estilo ambiguo. Gertrude, la Reina, tiene ropa pomposa y colorida aunque poco refinada, y el Rey Claudio viste atuendos sobrios y solemnes. Polonius  en cambio usa la ropa mediocre de confidente zalamero del Rey. Laërte, hermano de Ophélie, responde a la idea de joven cortesano vigoroso y directo en sus actitudes. Los personajes menores y el Coro llevan ropas simples, y los comediantes como corresponde visten de manera algo extravagante.

            A su vez, Gonzalo Córdova tiene justa fama como iluminador y ha colaborado con gran frecuencia en las temporadas de Juventus; sabe crear climas y en este caso fuimos de tinieblas ominosas a momentos de bastante luz, bien distinta en interiores que en presuntos exteriores. En cambio, es la primera vez que veo una escenografía suya. Se optó por una ambientación abstracta en la que predominaron series de telas  colgantes, algunos elementos indispensables y sugerentes cambios en la textura del piso. También hubo algunas proyecciones diseñadas por Juan Pablo Amato.

            Y ahora veamos cómo fue este "Hamlet" de 1868 visto en 2018. Primer Acto. Ya desde el momento inicial interviene Jaunarena; Horatio (amigo de Hamlet) y los cortesanos Marcellus y Bernardo deambulan por el bosque y se aterrorizan ante el Espectro del Rey muerto (escena ausente en la ópera); dos problemas: la dicción hablada y tras unos minutos el error de seguir hablando cuando empezó el poderoso Preludio, muy dramático y contundente, de lo mejor de la obra y desmerecido por ese inútil acompañamiento. El Primer Cuadro transcurre en una sala del Palacio de Elseneur, Helsingör en danés. Al respecto quiero decir que Hamlet es una leyenda, existe en efecto un importante palacio fortaleza, muy interesante pero varios siglos posterior a la presunta época del argumento. Lo visité dos veces y es imponente, una esencial protección del estrecho del Ore Sund ante el Helsingborg sueco, justo enfrente, y que lleva al amplio Kattegat. Se escucha un convencional y brillante Coro de Alabanza al nuevo Rey (Claudio) y a la reina Gertrude ungida en esta ceremonia; dice el Rey: "que seas mi Reina y mi esposa". Todos se retiran y aparece Hamlet; en su monólogo expresa que la Reina se vuelve a casar a sólo dos meses de la muerte de su esposo: "Oh mujer, te llamas inconstancia y fragilidad". Pero el modo en el que vemos a Hamlet es una intervención poco feliz de Jaunarena: está recostado semidesnudo al lado de Ophélie; ella se despierta y le recrimina que él ha expresado a Claudio su intención de partir; pero presentado de esta manera da a entender que ellos tienen relaciones sexuales, lo cual no está sugerido ni por el libreto ni por Shakespeare. Ella inquiere si el corazón de Hamlet ha cambiado, él asegura que no es como las mujeres que prometen amor un día y cambian al siguiente; Ofelia se siente ofendida; él expresa que el alma "casta y pura" de ella (en total contradicción con la puesta) se revela en su belleza, y que no dude de su amor. Expresivo dúo muy melódico. Entra Laërte para despedirse: el Rey lo envía a Noruega; bella aria de tenor donde encomienda a Hamlet el cuidado de su hermana, que es su orgullo y vida. Cruzan la escena damas y caballeros rumbo a un festín en honor a los Reyes; otro coro de alabanza. Entran Horatio y Marcellus y cuentan a oficiales que han visto al Espectro del Rey anterior; no les creen.

            El Segundo Cuadro. Un amplio Preludio vuelve a traernos un Thomas de gran dominio orquestal y creador de climas dramáticos. Estamos en la explanada del Castillo, y Horatio y Marcellus han citado a Hamlet, contándole que el Espectro del padre del Príncipe apareció a medianoche; suenan las campanadas y el Espectro se hace presente. Hamlet pide que le hable y el Espectro señala con un gesto que Horatio y Marcellus deben dejarlos solos; se van ante la orden de Hamlet. Mientras se escuchan lejanas festivas fanfarrias, el Espectro pide a Hamlet: "¡Véngame! El adulterio ha manchado mi residencia Real; él, espiando mi sueño, vertió el veneno en mi labio (no en el oído, como incorrectamente se leyó en el sobretítulo)". "Pero que tu cólera no caiga sobre tu madre; que el cielo la castigue". El Espectro se aleja, Hamlet promete cumplir con lo pedido, y haciendo violento contraste con la fantasmagórica escena, vuelven a escucharse las fanfarrias lejanas.  Toda esta escena tiene gran impacto y estuvo bien manejada por Jaunarena.

            Segundo Acto, Primer Cuadro. Jardines del palacio. Tras un Preludio breve, Ofelia expresa sus sentimientos en una amplia "scena". "Desde ayer su mano no toca la mía; su corazón ya no me ama". Aparece Hamlet pero no se acerca; ella lee un libro y el texto refleja lo que le está pasando: "Él huye y me olvida; es mejor morir" (Hamlet se aleja velozmente). Amarga aria: "Los juramentos tienen alas". Entra la Reina; Ofelia le dice que Hamlet ya no la quiere y que ella entrará en un asilo de Dios. Pero la Reina le cuenta su encuentro con él en un aria muy intensa: "Parecía seguir una sombra invisible. Lo llamo, tiembla, contempla mi terror, rechaza horrorizado mi mano. ¡Tengo miedo, no te vayas, Ofelia! ¡Debes curar su locura!". Sale Ofelia, entra el Rey y enseguida Hamlet. Con la presencia de Gertrude, dialogan Claudio y Hamlet: "Llámame tu padre". "Mi padre está muerto". Dice la Reina: "¿Buscas a Ofelia?" Contesta: "Belleza, juventud, en un día desaparece". El Rey: "Ya que estás liberado de ese dulce lazo, recorre Francia e Italia". Hamlet contesta con frases absurdas y les anuncia que ha preparado un espectáculo con comediantes. El Rey y la Reina aprueban y se van; ya serán avisados. Los cuatro comediantes se presentan, cantando y moviéndose con piruetas. Hamlet les dice: "interpretarán ´El asesinato de Gonzago´. Entretanto, beban, ríanse, canten".  Y sobreviene el aria más famosa: "Ô vin, dissipe la tristesse", con su melodía pegadiza y brillante, para lucimiento del barítono. Pero entre las coplas Hamlet vuelve a su angustia: "La vida es sombría, los años son cortos; crueles deberes del alma humana". Todos cantan la segunda copla y se van.

            Cuadro segundo: Gran sala del Palacio. Toda la corte está presente. Hamlet se sienta a los pies de Ofelia (y aquí otra intervención de dudoso gusto: Hamlet pretende colocarse entre las piernas de ella, y no "a sus pies" como dice el texto). Ofelia: "Príncipe, vuestra mirada me estremece". Viene ahora la crucial Pantomima. Un viejo Rey entra apoyado en una Reina con el aspecto y el traje de Gertrude (raro que los comediantes hayan aceptado estos detalles ya que los implican, pero están en la obra).   Hamlet cuenta para todos: "Es el viejo rey Gonzago (Gonzague) y la Reina Genièvre. Ella le susurra juramentos amorosos, él se va durmiendo en sus brazos. Aparece el demonio tentador, el traidor, se acerca con el veneno. Ella le extiende la copa homicida y él vierte la muerte al Rey. Toma la corona y la pone sobre su infame cabeza". El Rey: "¡Echad a estos viles histriones!". Hamlet, haciéndose el loco: "¡Golpead al asesino! " Se acerca al Rey y exclama: "¡Él insulta al Cielo! ", y le arranca la corona. Ha ido demasiado lejos y la Corte en un gran concertante reacciona ante el ultraje, mientras Rey y Reina denuncian el ataque al Rey y a su madre, y Ofelia lo considera poseído de "Ciega demencia". Y aquí Thomas y los libretistas añaden algo muy imaginativo: Hamlet vuelve a cantar el Brindis, como si su actitud hubiera sido la consecuencia de una borrachera, y al final del acto colapsa, mientra el Rey sale precipitadamente seguido de la Reina y toda la corte.

            Acto Tercero. Una pieza en los apartamentos de la Reina. Hamlet solo se recrimina de no haber matado al Rey, y luego canta un aria poco inspirada, "Être ou ne pas être" (sí, "To be or not to be"), donde los libretistas usan apenas seis líneas del célebre monólogo y el compositor no acierta a imaginar una música trascendente. Entra el Rey y Hamlet se esconde. Al Rey le remuerde la conciencia: "Mi hermano entró en la vida eterna, ¡yo entregué mi alma a la muerte eterna!". Y canta un aria expresiva en la que pide a su hermano que apacigüe la cólera de Dios. Hamlet viéndole rezar no puede matarlo. Entra Polonius y en breve diálogo con el Rey le dice que cuide sus palabras ante terceros, "podrían traicionarnos". Y Hamlet se percata que Polonius, padre de Ofelia, fue cómplice de Claudio. Entran la Reina y Ofelia y hablan con Hamlet. Dice la Reina: "Está listo el altar y he aquí tu novia". Pero Hamlet contesta: "¡Que caigan los cielos sobre mí antes de que este himeneo funesto se realice!". "¡Andad a un claustro, Ofelia! ¡Nada siento en mi alma helada!" Un Trío refleja los encontrados sentimientos de cada personaje, y luego Ofelia se va. Quedan madre e hijo frente a frente para un diálogo terrible, quizá lo más dramático de la obra. Hamlet larga invectivas duras y verdaderas; "¿Quién de nosotros ofendió a mi padre, señora?"  "¡Vuestras palabras son las de una culpable!" "¡Aquella a la que un amor loco la condujo al hermano de su marido!" "¡Cometer un parricidio es tan criminal como matar a un Rey para casarse con su hermano!" "¡Ya no estáis ante un hijo! ¡Inclinaos ante vuestro juez, oh Reina culpable!"  "Vuestras manos han vertido el veneno".  Luego compara a su padre con su tío, y tras alabar al primero dice del segundo: en él "están todos los crímenes de la tierra. La falsedad, el miedo, el asesinato y el adulterio, todo está reunido en él". Gertrude, cada vez más desesperada en este diálogo, canta un aria intensa pidiendo perdón. Y el Espectro aparece recordando a Hamlet que no se ensañe con su madre. Y Hamlet dice a Gertrude: "¡Arrepiéntese, rece, duerma en paz, madre!". Toda esta extensa escena, con la cual se cierra el acto, es de alto valor dramático y revela que el estro de Thomas no era   superficial, al menos en su mejor nivel. Este Hamlet reinterpretado por Dumas es colérico y terrible y su única indecisión fue no matar todavía a Claudio.

            Acto Cuarto. Interludio liviano. Sitio campestre con grandes árboles (en el libreto, no en el Avenida, donde poco lo sugirió). Danza campestre cortada. Simpático coro de paisanos de ambos sexos festejando la Primavera. También se cortó el Ballet El Festival de Primavera (Danza de cazadores, Pantomima, Vals-mazurka, Danza de las flores y Finale). Entra Ofelia, iniciando la extensa Escena de la locura (unos 21 minutos) que dura hasta el final de acto. En el libreto el coro está presente aunque sin cantar y es a los paisanos que ella se dirige: "Dejadme participar en vuestros juegos, amigos míos", pero Jaunarena la deja sola, y tiene su sentido, ya que está loca. "¿Porqué habláis quedamente? ¿No me reconocéis? ¡Soy Ofelia, la esposa de Hamlet! ¡Si alguien dice que él huye y me olvida, no lo creáis! Si él me fuese desleal, ¡perdería la razón!" Les da flores a las muchachas con canto florido y les dice que escuchen su canción. Luego evoca a la Wili del lago, ninfa con mirada de fuego. "La sirena pasa y os lleva  bajo el lago azul. Adiós, querido amante. ¡Adiós, cruel, muero por ti!" (la acompaña Coro sin texto). En los últimos minutos, canta: "Para castigarlo por hacerme esperar, ¡escondedme, blancas wilis, entre las cañas! ¡Nunca dudes de mi amor!"  Flota unos instantes en el agua, exclamando "¡Ah!" y la corriente se la lleva. Nada de esto es evidente en esta versión escénica. La música, con un estilo francés, sigue el molde de las escenas de locura de bel canto, y es bueno recordar que existe la versión francesa hecha por Donizetti de su "Lucia di Lammermoor".  Un serio defecto: si los paisanos la están viendo, ¿cómo no intervienen para evitar el suicidio? Sacándolos de escena, como hace Jaunarena, podemos pensar que el coro bocca chiusa crea un clima ominoso, como en el último acto de "Rigoletto".

            Acto Quinto. El cementerio de Elseneur.  Dos sepultureros. El primero canta que allí terminan todos; para él la vida está en el vino; lo mismo dice el otro, mientras Hamlet se acerca. Les pregunta a quién están enterrando, no lo recuerdan y se van; aquí los libretistas desperdician incluir las reflexiones de Hamlet con la calavera de Yorick el bufón. En cambio, Hamlet canta la bella romanza "Comme une pâle fleur" ("Come il romito fior" en italiano) en la que él hace su acto de contrición por haber llevado a Ofelia a la locura y le pide perdón. Pero llega Laërte, furibundo, y lo reta a duelo; Hamlet trata de evitarlo, y le dice: "El crimen del padre no debe caer sobre su hijo inocente", pero Laërte le insulta, y se baten; Hamlet cae herido mortalmente. Llega el cortejo fúnebre de Ofelia y Laërte se percata que Hamlet ignora el suicidio de su amada. Extenso coro fúnebre seguido de toda la corte. Ante el ataúd pide a Dios que los una; se sabe moribundo. Aparece el Espectro, y esta vez Gertrude lo ve. Hamlet recuerda su juramento y pide a Dios que guíe su brazo; ataca al Rey y  mata "al asesino de mi padre. Ofelia, ¡muero contigo!" Fin de la ópera pero no con Jaunarena, que agrega una moraleja hablada con todos los principales.

            Y bien, este "Hamlet" no es una obra maestra pero tiene muchos atractivos e incluso  aceptando o no los cambios de Jaunarena (en mi caso, algunos sí y otros no) fue algo atrayente y valioso en una temporada operística con muy poca renovación. Y esto a pesar de que el reparto dejó que desear y no pasó de aceptable como promedio. Presencié la función del 8 de Noviembre y hubo algunos cambios anunciados por micrófono; espero haberlos entendido.

            Tengo muy buen recuerdo del Onegin de Armando Noguera y me interesaba mucho apreciar su concepto de este Hamlet. Artista argentino de carrera básicamente europea, reside en París y ya lleva muchos años de actividad intensa en  teatros de primer nivel y en gran cantidad de países. Estudió en nuestro ISA y en el Atelier Lyrique de París. Y su repertorio va del bel canto rossiniano a obras francesas y puccinianas para barítono lírico. Decididamente su Hamlet es el de Dumas, mucho más colérico que el de Shakespeare, y pese a los intentos de Jaunarena de acercarse a este último Noguera sigue a los autores franceses de la adaptación. Su impostación vocal fue muy variable durante la velada; cavernosa y entubada en ciertos fragmentos, poderosa y dramática en otros, y en momentos de ira agregaba inflexiones dignas del verismo. Milnes y Keenlyside demuestran que se puede entregar drama sin por ello descuidar línea y creo que Noguera debería modificar su enfoque; sin embargo en sus dos momentos vocales más relevantes, precisamente en esas arias que había grabado Ruffo, supo dar interés no sólo vocal sino también dramático a su difícil personaje, y su francés fue el mejor de la noche. Juan Font hizo Hamlet en una función.

            Como antes mencioné, fue Callas quien me hizo conocer la Escena de la locura de Ofelia, y ni siquiera Sutherland ni Dessay me la desplazaron como modelo; ardua tarea para Laura Pisani y lamento decir que la encontré lejos de ser la Ofelia que la obra necesita. Estuvieron las notas pero no el estilo; el vibrato es muy pronunciado, el francés dudoso, el timbre incisivo. Es verdad que actuó bien y su aspecto fue creíble, pero musical y vocalmente  estuvo a mitad camino. La otra Ofelia fue Constanza Díaz Falú.

            Confieso mi decepción ante el Claudio de Mario de Salvo, bajo-barítono de general buen rendimiento y amplia carrera, que recientemente hizo muy bien "La ejecución de Stepan Razin" de Shostakovich. Lo encontré inseguro de afinación en varios pasajes y prácticamente sin graves, y ello desmereció otros aspectos positivos como su buena actuación. Curiosamente reemplazó a Felipe Cudina Begovic como El espectro (el otro hermano) y allí sí tuvo su canto firmeza y autoridad; Jaunarena naturalmente mantiene cierto misterio alrededor de este personaje que aparece en ambiente oscurecido y misterioso.

            Aprecié a Sabrina Cirera en varios roles verdianos y en Puccini; una voz intensa con bastante vibrato (a veces demasiado); como Gertrude si bien comunicó la angustia de esa madre adúltera, no tuvo "le physique du rôle" ni el estilo francés.  Quien sí estuvo cómodo en su aspecto y manera desenvuelta y joven de cantar y actuar fue Santiago Bürgi (no Burgi) como Laërte, que también hizo uno de los Comediantes. Polonius está muy desaprovechado como personaje por los libretistas: si no entendí mal Cudina Begovic reemplazó a Gabriel Carasso, y me quedé con la duda, ya que los gestos bufos me parecieron más de este último que de Cudina, distante en altura y estilo. Buen Horatio del joven barítono Gabriel Vacas. Exagerados Carasso en papeles menores (Primer Sepulturero, Bernardo, Comediante) y Maico Hsiao (Segundo Sepulturero, Marcellus).

            Lo mejor fue la dirección de Schvartzman, que conoce muy bien la partitura y la "rodó" en Bélgica, y una orquesta disciplinada de 44 integrantes en la que fue concertino Serdar Geldymuradov y hubo algún  ejecutante proveniente de Bélgica (creo que el primer viola Emlyn Stam); fuerte contingente de bronces (cuatro cornos, dos trombones, tres trompetas) y una admirable intervención en uno de los interludios de María Noel Luzardo en saxo, tocando una noble melodía.

            Sólo resta mencionar el sólido coro de 23 cantantes dirigido con solvencia por Hernán Sánchez Arteaga.

Pablo Bardin


 


Bienvenida abundancia de conciertos corales


            En estas últimas semanas hubo una bienvenida y poco común abundancia de conciertos corales, en su mayoría acompañados por orquesta sinfónica. Y además con mucha  innovación. Haré el comentario cronológicamente.

            Octubre 23, Ballena Azul. Ars Hungarica ha realizado una magnífica obra de divulgación a través de muchos años, con la conducción artística de Sylvia Leidemann. Este año ofreció conciertos variados en muchos ámbitos; el más importante fue el que comento. La artista también conoce profundamente el  repertorio barroco latinoamericano y lo ha interpretado desde hace varios lustros. Su conjunto vocal  de cinco solistas Elocuencia Barroca cantó "Angélicas milicias", obra muy expresiva de Tomás Torrejón y Velasco (1644-1728), español que trabajó en Lima y Guatemala y que escribió "La púrpura de la rosa", ópera de 1701 sobre texto de Calderón de la Barca (está grabada). Dirigió Javier Escobar. Las otras dos piezas elegidas incorporan la influencia de la música negra y son divertidas, rítmicas…y barrocas: "Los coflades de la estleya", de Juan de Araujo (1648-1712, español que vivió en América; muchas piezas suyas fueron grabadas por el Conjunto Elyma de Garrido) dirigido por Leidemann,  y un guineo (canto negro, obviamente derivado de Guinea) del portugués Gaspar Fernández, que estuvo varios años en Oaxaca, México (hubo percusión negra en el acompañamiento); dirigió  Gustavo Felice. Versiones frescas y comunicativas.

             Hace años que Leidemann realiza investigaciones en el archivo luterano de ciudad de Sopron, cercana a la frontera austríaca, y ha rescatado un valioso e inédito repertorio de música barroca. Una orquesta barroca con instrumentos de época (concertino Gastón Gerónimo, Uruguay) ofreció una muy grata Suite de danzas de Johann Pachelbel (1653-1706), de quien generalmente sólo se conoce un muy divulgado Canon y Giga original para tres violines y continuo pero orquestado en el siglo XX; sin embargo compuso una enorme cantidad de música para órgano ("96 fugas sobre el Magnificat") y clave (36 suites) y mucha está grabada. Siguieron tres danzas anónimas muy bien escritas. Y luego, todo un descubrimiento: de Benedek Istvánffy (1733-78), "Beata Vergine Maria", bello ofertorio con coro y apoyo instrumental, ya en el clasicismo. En mi catálogo de CDs figuran dos misas suyas en Hungaroton. Todas versiones de calidad y estilo dirigidas por Leidemann.

            Si hasta ese momento habían intervenido dos coros de alumnos del Conservatorio J. J. Castro y el Coral femenino Hungaria, dirigidos por Leidemann, en la parte final, dedicada a Kodály, se añadieron dos coros dirigidos por Gustavo Felice: el de la Catedral de San Isidro y el Goethe; y la soprano Mercedes García Blesa.  Pero antes el notable organista Enrique Rimoldi pasó un mal rato tocando el "Ite missa est" de la Misa brevis de Kodály, porque alguien había cambiado los registros que el organista había dispuesto en el órgano Klais, y así fue y fuimos sobresaltado(s) por un fortissimo de cinco efes. Al terminar la pieza, visiblemente preocupado indicó a Leidemann que le diera unos minutos para poner las cosas en orden, ya que luego acompañaría (y muy bien) el poderoso "Pange lingua" (1931) de Kodály, una de sus numerosas obras maestras corales (pocos compositores del siglo XX se sintieron tan cómodos en la textura coral como él). Allí la unión de los coros  tuvo fuerte impacto y así el concierto tuvo un final intenso.

 

Octubre 25, Ballena Azul. Es opinión aceptada que el Estudio Coral de Buenos Aires dirigido por Carlos López Puccio es nuestro mejor coro de cámara, y concuerdo. Este recital, que con algunos cambios fue repetido seis días más tarde concluyendo la temporada de los Conciertos de Mediodía del Mozarteum, lo corroboró. Y sus características fueron las de siempre: a) repertorio renovado y difícil; b) óptima preparación, mezclando voces masculinas y femeninas; c) presentaciones humorísticas pero útiles del director; d) cantantes profesionales de primera línea; e) eclecticismo.

            López Puccio ha llevado de frente dos vidas disímiles: ser miembro de Les Luthiers y ser un extraordinario director de coro. En esta "segunda vida" sus conciertos son una garantía hasta para los más veteranos melómanos: conocerán música valiosa en versiones relevantes, y con frecuencia escucharán obras de compositores a los que ni siquiera oyeron nombrar. Y volvió a ocurrir ahora, cuando mantiene toda su contagiosa energía habiendo pasado la barrera de los 70 años.

            Los 32 cantantes incluyen a muchos coreutas que también son solistas; y en este programa tuvieron en algunas obras la impecable colaboración de Federico Ciancio en piano y órgano. No hubo intervalo.

            Ya de entrada tuvimos a un compositor ignoto (al menos para mí): Ralph Manuel, nacido en 1951, con un bello "Alleluia" tonal de 1987. Fue un magnífico descubrimiento el "Ecce vicit leo" para doble coro de Peter Philips (¿1560?-1628) en perfecto estilo San Marcos de Venecia, siguiendo el ejemplo de los Gabrieli; estupendo el coro. La obra es una antífona de 1613  dentro de una serie de "Cantiones sacrae" publicadas por Phalèse en Valonia, y es notable que Philips estuviera tan al tanto de aquel estilo, ya que no fue a Venecia; aunque era inglés vivió la mayor parte de su trayectoria en Valonia. Hay al menos cuatro grabaciones de esta partitura.

            Un total cambio de estilo pero también a 8 voces: "Der Tod, das ist die kühle Nacht" ("La muerte es la noche fría), op. 11 Nº1 (1871) de Peter Cornelius (1824-74), conocido en Alemania por su ópera "Der Barbier von Bagdad", fina ópera bufa (magnífica grabación dirigida por Leinsdorf con artistas como Schwarzkopf y Czerwenka). La romántica pieza que escuchamos tiene texto de Heinrich Heine y es muy expresiva. Tuvo como solista al tenor José Carnavale, de timbre lírico y con dominio del pianissimo. Única obra bien conocida: el más conciso de los extraordinarios motetes de J.S.Bach: "Komm, Jesu, komm" ("Ven, Jesús, ven"), para doble coro con órgano: una muy buena versión aunque con tempi algo rápidos.

            Siguió una curiosa pieza de Frederick Delius, tan mal conocido aquí: "The splendour falls on Castle Walls" ("El esplendor cae sobre los muros del castillo"), donde cuatro voces imitan las trompas a cierta distancia del coro. Data de 1923 y tiene texto de Tennyson.  Pese a que Delius, aunque inglés, vivió la mayor parte de su vida sucesivamente en Florida, Escandinavia, Alemania y Francia, le encuentro a su música raigambre inglesa, y así lo consideró su máximo promotor, Sir Thomas Beecham: un impresionismo  personalísimo. Su vasta producción es aquí desconocida en un probable 90% y es triste que así sea, ya que al menos una docena de sus obras son realmente valiosas. Se conocen el Concierto para violín (tan bien tocado aquí por Carminio Castagno) y dos piezas orquestales de gran belleza: "On hearing the first cuckoo in Spring" ("Escuchando al primer cucú en Primavera) y "The Walk to the Paradise Garden" ("La caminata hacia el Jardín del Paraíso") de la ópera "A Village Romeo and Juliet" ("Un pueblo Romeo y Julieta") que Beecham dirigió aquí en 1958 y en su propio arreglo. Se escuchó alguna que otra partitura de Delius pero nadie se animó con sus obras de mayor envergadura.

            Una obra reciente (2013) de un compositor joven, Andrej Makor (nacido 1987), siguió: de carácter sacro y tonal, "O lux Beata Trinitas" se escuchó con placer. (Es posible que varias de las piezas en este recital hayan sido estrenos locales). Luego, un compositor muy conocido en Holanda, Henk Badings (1907-87): "Tres canciones bretonas",  1946, para coro y piano. En realidad, Holanda ha producido gran cantidad de compositores de buen nivel y aquí ha llegado poquísimo; tengo tres de esas admirables ediciones Donemus dedicadas a obras holandesas con partituras incluidas, y lamento no poseer más ya que los conciertos nuestros no las programan. Estas canciones, de moderado modernismo, me resultaron gratas e imaginativas, con interesantes acompañamientos pianísticos (salvo la segunda, curiosamente sin piano); doy sus títulos en traducciones castellanas: "La noche en el mar", "La queja de las almas" y "Atardecer de verano". Los textos son de Theodore Botrel y la obra fue grabada por nada menos que el Coro Robert Shaw. Badings compuso sinfonías, conciertos y óperas.

            Luego López Puccio dio una detallada explicación de la difícil estética de Yannis Xenakis y admitió que iba a ser la obra ardua del programa para el público: "Serment" ("Juramento"), 1981, con múltiples solistas (¡doce!) que entran y salen de un entramado siempre intenso; sólo un coro de gran nivel puede acometerlo y me atrevo a decir que el GCC logró vencerlo. El juramento en cuestión es el hipocrático, del médico griego Hipócrates, de la época clásica. 

            No pudo haber mayor contraste que una típica creación de Edward Elgar, en su estilo noble y británico: "Great is the Lord" ("Grande es el Señor"), Salmo 48, para coro y órgano, Op.67, de 1912, con un muy buen solo del bajo Pol González.

            Tres piezas fuera de programa: aunque las anunció, entendí a medias. La primera, una canción muy melódica, creo que de autor estadounidense; luego, una rítmica obra del cubano Varela; y cerrando el concierto, el famoso Negro Spiritual "Deep River" ("Río Profundo") en arreglo de Shaw, con un buen solo del barítono Martín Caltabiano.

 

4 de Noviembre, Ballena. Este concierto de la Sinfónica Juvenil Nacional José de San Martín, dirigida por Mario Benzecry, me atrajo porque incluyó dos obras sinfónico-corales de Johannes Brahms raramente escuchadas: "Gesang der Parzen" ("Canto de las Parcas") y "Schicksalslied" ("Canto del destino"). Para ello se contó con la unión de tres coros: el Carlos López Buchardo  (de la Universidad Nacional de las Artes) y el Coro de Cámara Amadeo Jacques (del Colegio Nacional de Buenos Aires), ambos dirigidos por Camilo Santostefano, y el Coro del Instituto Municipal de Música de Avellaneda dirigido por Armando Garrido.

            Dos obras de repertorio iniciaron y cerraron el concierto: la Obertura de "El sueño de una noche de verano" de Mendelssohn y el poema sinfónico "Los Preludios" de Liszt. Y en la Primera Parte, después de Mendelssohn, tres piezas vocales con los ganadores del Concurso de Canto de La Scala de San Telmo 2017 María Agustina Calderón (soprano) y Bruno Sciaini (bajo); como explicó Benzecry, se quiere así dar una oportunidad para que se los escuche en una sala importante y con orquesta.

            Como lo expresé en otros artículos este año, la Juvenil pasa por una etapa positiva; este variado concierto fue buena prueba de ello. Y Benzecry, ya octogenario, mantiene una envidiable prestancia física y mental. Tanto Mendelssohn como Liszt se beneficiaron de sus interpretaciones claras e intensas, con una orquesta que responde adecuadamente, salvo un sector que debería ser renovado: el de las trompas.

            María Eugenia Calderón impresionó bien en una bella aria del oratorio "Die Schöpfung" ("La Creación") de Joseph Haydn: "Nun beut die Flur" ("Entonces los prados"), en la que el Arcángel Gabriel (curiosamente soprano) alaba la frescura de la Naturaleza en música del más puro clasicismo. La voz de Calderón es clara, límpida y liviana. Bruno Sciaini, alto y flaco, posee una voz de bajo cavernosa y de considerable volumen. No se lo escuchó cómodo en un recitativo y aria de "El Mesías" de Händel: el recitativo "For behold, Darkness shall cover the Earth" ("Mirad, la oscuridad cubrirá la Tierra") y el aria "The people that walked in Darkness have seen a great Light" ("La gente que caminó en la oscuridad vio una gran luz"). Emisión despareja, estilo que debe pulirse y alguna nota fallada demostraron que si bien hay material en su voz, debe ser más trabajada su técnica barroca.  Ambos cantantes ofrecieron para terminar el famoso dúo "Là ci darem la mano" de "Don Giovanni" de Mozart, y allí Sciaini, con presencia de seductor, tuvo su voz y estilo en buen control, mientras se iba acercando a una Zerlina tímida, que termina aceptando con entusiasmo ir a "sposarsi" al "casinetto" (por supuesto, Donna Elvira la aguafiestas lo evitará). Ella, al principio con poca proyección, luego cantó con firmeza y gracia. Los dos saludaron contentos e histriónicos.

            Y ahora vamos a lo más valioso del concierto matinal: las obras mencionadas de Brahms. "Gesang der Parzen", op.89, escrita en 1882, fue su última obra con orquesta. El texto es de Goethe y el coro es a seis partes: soprano, contralto I y II, tenor y bajo I y II, o sea reforzando las voces graves. En siete estrofas, las primeras seis se refieren al miedo que los humanos deben tener de los dioses. Sin mencionarlos se trata de los del Olimpo y de su arbitrariedad e injusticia. La quinta estrofa menciona a los Titanes apresados en profundas gargantas (etapa anterior a la de los dioses olímpicos). Y la sexta denuncia que los dioses reinantes dejan de bendecir a generaciones enteras. La última dice: así cantaban las Parcas; en una caverna el viejo exilado recuerda a sus hijos y nietos. Una orquesta bien completa que incluye a trompas, tres trombones y tuba, y en las maderas contrafagot (pero en la percusión sólo timbales) es utilizada densamente en el inicio, Maestoso y pesante; tras 18 compases sinfónicos, y con dinámica apaciguada, entra el coro alternando dos semicoros, pero ya en la segunda estrofa aparece el coro entero y en ff. Todo es aún más intenso y complejo en la tercera estrofa. En la cuarta y quinta se mantiene la fuerte garra de los dioses. Antes de seguir a la sexta estrofa se retorna a la primera, subrayando el temor del hombre a los dioses. Ahora sí, la sexta estrofa, piano, suave y legato.  Y la última mantiene el pp hasta que los últimos compases son ppp.  Obra poderosa que sólo hacia el final suaviza su arduo clima, es de las más dramáticas que Brahms haya escrito y resulta de considerable dificultad para orquesta y coro. Tras unos primeros compases algo dislocados la orquesta se asentó y fue un firme soporte para el coro, y me admiró cómo los tres coros lograron integrarse y mantener la misma calidad de sonido bien afinado y fraseado, mérito múltiple de los coreutas, directores de coro y director de orquesta. Muy raramente tocada, esta obra me impactó; si bien la conocía a través de una excelente integral de las obras sinfónico-corales de Brahms dirigida por Giuseppe Sinopoli, es la primera vez que la escucho en vivo.

            En cuanto al Canto del destino, op.54, pude apreciarlo en vivo ya en 1959  por el Coro Estable de Rosario y la Sinfónica Nacional dirigida por Juan José Castro, y en memorable ocasión en 1967 por la Filarmónica, el Coro de la Wagneriana dirigido por Russo y la dirección orquestal de Brückner-Rüggeberg, y acoplado con la Rapsodia para contralto, coro masculino y orquesta, con la gran Marga Höffgen como solista. En décadas más cercanas también lo escuché, de modo que no es una rareza pero tampoco una obra trillada. Fue escrito entre 1868 y 1871 y el texto proviene del "Canto del Destino de Hiperión"  de Friedrich Hölderlin. Son sólo tres estrofas; la orquestación es más liviana (sólo dos trompas; no hay tuba ni contrafagot). La primera estrofa no entra todavía en materia, sólo se refiere a genios bendecidos; la música, lenta y nostálgica, se inicia con una expresiva melodía orquestal, p, y tras una extensa introducción, el coro (normal, a 4 voces) canta serenamente. Segunda estrofa: "sin destino respiran los celestiales; su espíritu florece eternamente y sus benditos ojos miran con claridad eterna". Y la música acompaña esa serenidad celestial. Pero todo cambia en la tercera estrofa: "Pero nosotros no tenemos descanso en ningún lado; los hombres sufren y se desgastan y caen año tras año en mayor incertidumbre"; amargo texto por cierto, reflejado en un Allegro violento en 3/4, con el coro cantando al unísono acompañado por tremolos de cuerdas y luego de llegar a un climax  el coro canta p lo referente a la incertidumbre. Pero Brahms hace a partir de allí algo muy raro: vuelve a las primeras palabras de la estrofa aunque esta vez de un modo completamente distinto; tras una transición orquestal suave, el coro canta p y expresivo durante un rato, luego vuelve a la turbulencia, y al final retorna al tema de la incertidumbre y lo repite suavemente muchas veces; la obra se cierra Adagio en un postludio orquestal. Obra de fuertes contrastes emocionales, este Canto del destino llega al corazón y tuvo una versión convincente, bien cantada y tocada y con un control exacto de los tempi por parte de Benzecry.

 

            27 de Octubre, Academia Bach en la Iglesia Metodista Central. Y culminó otra temporada, nada menos que la Nº 36, de la Academia Bach de Buenos Aires, en su tradicional acústica preferida, la Iglesia Metodista Central. Pasé más de un centenar de placenteras tardes en ese ámbito perfecto, y ésta volvió a serlo. Como tantas otras veces, calidad y novedad en música e intérpretes. Hubo dos molestias: un nene gritón y celulares no silenciados (raro en la Academia, generalmente de mejor comportamiento que otras instituciones). Los comentarios de Mario Videla fueron esta vez demasiado extensos e histriónicos, aunque como siempre su información es útil. 

            El año se había basado en la conexión francesa de Bach, y respetando esa consigna el concierto empezó con uno de los mejores compositores del Barroco francés: Marc -Antoine Charpentier (1643-1704). Aunque el monopolio operístico de Lully en la Corte de Luis XIV le impidió estrenar allí, de todos modos compuso óperas y las estrenó en otros ámbitos. También compuso música sacra, y en particular fue famosa la Messe de Minuit (Misa de Gallo), cuyos villancicos (Noëls) están basados sobre melodías populares. Fue mi primer contacto con el compositor en los años Cincuenta a través de un LP dirigido por André Jouve y me gustó mucho, décadas antes de la visita a nuestra ciudad de Les Arts Florissants y el entusiasmo por este creador.  En apenas doce minutos escuchamos los "Noëls pour les instruments, H.534 (1ª audición), muy breves, y luego, precedidos y seguidos por dos versiones de "Les bourgeois de Châtre", los Kyrie I y II (melodía: "Joseph est bien marié), el Christe I (melodía "Or nous dites, Marie") y el Christe II (melodía "Une jeune pucelle"). H. es el muy bienvenido catálogo H. W. Hitchcock. El coro fue Periferia Vocal, dirigido por Pablo Piccinni; los instrumentistas: Andrés Spiller, que durante la tarde tocó flauta dulce, oboe y oboe d´amore; Pablo Saraví y Gabriel Pinette, violines; Marcela Magin, viola; Gabriela Massun-Sovic, violoncelo;  Fernando Fieiras, contrabajo; y Mario Videla, órgano de cámara. Todos veteranos de la Academia ("Los solistas"), salvo Massun-Sovic, que se reveló como un gran talento  en el bajo continuo. De paso, qué grato seguir escuchando a Spiller y Magin, que se jubilaron respectivamente de la Sinfónica Nacional y la Filarmónica de Buenos Aires. 

            Y luego, la 1ª audición de la Cantata Nº 64, "Sehet, welch eine Liebe" ("Mirad, cuánto amor") de Johann Sebastian Bach, otro estreno más de los muchísimos de cantatas bachianas que ha programado Videla desde que existe la Academia. Explicó que iba como segunda y no tercera obra debido al compromiso de los miembros del coro que ese mismo día debían integrarse al Orfeón que dirigen Andrenacci y Piccinni para un concierto nocturno; me quedé con la intriga de qué obra u obras cantaron y dónde. La Cantata Nº 64 tal como la presentaron se escuchó con  coro, soprano, contratenor,  cuerdas y bajo continuo.  Fue escrita en Leipzig en 1723 para el Tercer Día de Navidad y el libreto es de autor anónimo. Tengo la grabación de Harnoncourt, que se atiene al historicismo, y nos aclara que la partitura pide un cornetto para apoyar a las sopranos y tres trombones para enriquecer los graves en el primer movimiento, rasgo arcaico para la época; quizá por razones económicas no los incluyó Videla, aunque estos instrumentos no tienen figuraciones propias y la música sonó coherente sin ellos. Harnoncourt se atiene a la verdad en cuanto a las voces solistas: no permitían que mujeres cantaran en Santo Tomás y en consecuencia cantaban como solistas sopranos niños; Videla, como Rilling, siempre aceptó sopranos adultas. Y por razones no sólo económicas sino porque el espacio disponible para los intérpretes es restringido, la música la tocan solistas, no un conjunto instrumental mayor. Esto funciona bien para la mayor parte de las cantatas; pero algunas necesitan de grupos instrumentales más grandes y deben hacerse en otros ámbitos.

            La Cantata Nº 64 tiene otra característica poco habitual: la inclusión de varios corales intercalados, además del habitual de cierre. Dice Ludwig Finscher: "El texto anónimo toma el nacimiento de Cristo como pretexto de una meditación sobre la vanidad de todas las cosas de este mundo".   El Coro inicial es un severo motete a cuatro voces y es seguido por un Coral. Luego, un recitativo cantado tanto en Harnoncourt como en Videla por un contratenor, atacando el oro y la riqueza, y comunicado directamente con el segundo Coral, que finaliza: "Si conservo mi fe, ¿qué me importa el mundo?". Sigue una espléndida y extensa aria de soprano: "Lo que Jesús me da eternamente firme permanecerá". Luego hay un breve recitativo, en el original para bajo y aquí cantado por el contratenor (supongo que convocar a un bajo solista para cantar un minuto no le era posible a la Academia): "El Cielo para mí está asegurado". Sigue una muy bella aria para contratenor con obligato de oboe d´amore, de considerable brillantez: "Nada del mundo anhelo". Y la cantata concluye con un coral de contundente texto; última frase: "¡Tú, vida depravada, por siempre adiós!".

            Más allá de las adaptaciones referidas, que le quitaron algo de autenticidad, la interpretación fue muy buena. Periferia Vocal (27 coreutas) cantó con seguridad y buenos timbres con la segura mano de Piccinni dirigiéndolos. Los instrumentistas fueron todos de primer nivel, aunque cabe destacar el trabajo excepcional de Spiller en oboe d´amore. Me sorprendió la recuperación vocal de Martín Oro, que tras un período bastante largo durante el cual se escucharon con frecuencia sonidos ingratos, se reencontró con su mejor voz, bien timbrada y clara en todos los registros. Y como era de esperar, Soledad de la Rosa se expresó con musicalidad, voz fresca y límpida y excelente estilo. 

            Si bien el apellido  de Georg Muffat (1653-1704) suena francés, al parecer debería ser Moffat y es escocés. Sin embargo nació en Mégève (Alta Saboya francesa), y si bien la última etapa de su vida la vivió en Passau, ciudad bávara sobre el Danubio, antes estudió en París (donde conoció el estilo de Lully), fue organista en Estrasburgo y Salzburgo y visitó Viena y Roma. De él escuchamos el estreno de la Suite en re menor "Nobilis Juventus" del Florilegium Secundum (1691 según el programa, 1698 según C.F.Pohl en Grove´s). Obra concisa y bien escrita, tras una Obertura a la francesa (Grave-allegro-grave) por las cuerdas, una "Entrée d´espagnols" (cuerdas), un Air pour les Hollandais (cuerdas y flauta dulce), una "Gigue pour des Anglais" (también flauta dulce y cuerdas), "Gavotte pour des italiens" (cuerdas) y para finalizar "Menuet I-II pour des françois" (oboe y cuerdas, el primer minué en pizzicati). Nuevamente Spiller se lució tanto en oboe como en flauta dulce, y las cuerdas tocaron muy bien, mientras Videla coordinaba desde el bajo continuo de órgano.  Un simpático final para un ciclo que mantuvo su calidad y siempre deja un aporte valioso.

 

             3 de noviembre, Colón. En el concierto más importante del ciclo Colón Contemporáneo, se estrenó el Requiem de György Ligeti. Se tuvo también la sorpresa de apreciar a Enrique Arturo Diemecke en obras que jamás incluiría en sus ciclos de la Filarmónica, donde siempre arriesga muy poco. Y comprobar que es capaz de hacer muy bien obras de gran dificultad y arduo acceso para el abonado habitual de la Filarmónica; pero claro está que el público de Colón Contemporáneo es mucho más joven y dispuesto, y fue muy positivo comprobar que la sala tenía un público numeroso,  receptivo y entusiasta.

            El programa se inició con una obra que el propio director había encargado cuando estaba al frente de la Sinfónica Nacional de México para celebrar el 15º año como Director Principal: "Arrebatos y otros placeres" ("Arrachements et autres plaisirs", 2005), del francés René Koering, nacido en 1940. Según las excelentes y anónimas notas de programa, "busca evocar el desgarro del arrebato pasional, ´como si arrancáramos la piel de la felicidad para encontrar, debajo, otra imagen que se torna inmediatamente en dolor´, interrumpido por breves secciones de calma".   Koering es desconocido aquí pero en Francia ha tenido alguna repercusión como compositor y considerable como promotor cultural. Su técnica es sólida, ya que estudió (a instancias de Boulez)  con Bruno Maderna en Darmstadt; sin embargo, tras una primera etapa serialista, pasó a un  expresionismo épico que mezcla disonancias crudas con melodías tonales, tal como se escuchó en el Colón. Escribió óperas como "Elsineur" y "La marche de Radetzky", música para films de Jessua (un vanguardista), sinfonías, cuartetos, conciertos, sonatas. Como promotor fue Director musical de Radio France, realizó el Festival de Radio France/Montpellier y tuvo el control artístico tanto de la Orquesta Nacional de Montpellier como de su notable Ópera (edificio muy moderno que reemplazó al tradicional; lo visité). La obra que dirigió Diemecke me resultó algo extensa para su material (unos 20 minutos); fue pensada para México y surgen danzas latinoamericanas, un vals, alguna referencia serial y rastros de clasicismo, todo entre violentos espasmos (arrebatos) orquestados con oficio.

            Siguió una obra interesante del inglés Thomas Adès, famoso en el Norte por sus óperas; conozco su sátira "Powder my face" en CD (pronto la estrenará la Ópera de Cámara del Colón), su notable versión de "La tempestad" de Shakespeare (DVD del Covent Garden) y en la última temporada del Met, su duro enfoque como ópera de la famosa película de Buñuel "El ángel exterminador". En esta ocasión Diemecke estrenó aquí "Polaris. Viaje para orquesta", de 2010. Polaris (la Estrella Polar) es la  más brillante de la Osa Menor "alrededor de la cual las demás estrellas parecen rotar, como si fuera su polo magnético. Adès compuso una ´serie magnética´, un objeto musical inventado por él en el que las 12 notas se presentan en una melodía que regresa persistentemente a una misma nota que las atrae. La música llega a su fin en su momento de máxima saturación, un resplandeciente ruido blanco orquestal". La obra es concisa, unos 10 minutos, y si al principio la sensación es algo monótona, a medida que las capas se superponen se va haciendo cada vez más atrayente. Director y orquesta la reflejaron con solvencia, salvo algunas desafinaciones de trompetas, ubicadas en el fondo del escenario y apartadas del cuerpo principal de la orquesta.

            Y llegamos al breve pero impresionante Requiem de Ligeti, tan distinto de cualquier otro. Como se sabe, Kubrick se fascinó con la música de György Sándor Ligeti (curioso, sus dos nombres son iguales al nombre y apellido del célebre pianista) y sin pedir permiso utilizó fragmentos de tres de sus obras en su esencial "2001, Odisea del Espacio", considerándola como música cósmica. Si bien hubo un conato de juicio del compositor, desistió cuando advirtió la repercusión mundial que tuvo la película. Del Requiem Kubrick usó el segundo fragmento, Kyrie. Y ocurrió que el Colón ofreció la película con la música tocada en vivo en el Colón Contemporáneo de 2015; quedó pendiente el estreno integral, y ahora tuvo lugar. Sólo dura 24 minutos y tiene únicamente cuatro partes: "Introitus, Kyrie, De Die judicii Sequentia" y "Lacrimosa". Una frase de Ligeti revela su motivación para el Requiem: "Una dimensión de mi música porta la impronta de un largo tiempo transcurrido a la sombra de la muerte", ya que es sobreviviente de una familia judía transilvana que casi entera murió en Auschwitz (de paso, Transilvania fue parte de la Gran Hungría hasta 1918; Ligeti nació en 1923 lo cual lo hace técnicamente rumano, pero su familia era húngara y así se lo considera). Si bien después de la Segunda Guerra Mundial estudió con Kodály en Budapest, tras la Revolución Húngara de 1956 se exilió a Viena, y de allí a Colonia, donde tomó contacto con la vanguardia musical. Fue influido por Varèse, los clusters de Penderecki, los timbres de Stockhausen y la experimentación electrónica y microtonal, pero también por algo tan remoto como el "principio de varietas de Ockeghem" (figura esencial de principios del Renacimiento) "según el cual las voces se imitan entre sí con sutiles diferencias". Y así "desarrolló un estilo forjado por clusters cromáticos en los que las voces individuales están tan próximas las unas de las otras que no pueden ser distinguidas individualmente pero cuyo movimiento produce una especie de resplandor acústico". Dice el compositor: "No se puede escuchar directamente la polifonía, el canon. Lo que se escucha es una suerte de textura impenetrable, como una telaraña densamente entretejida. Mantuve las líneas melódicas en el proceso de composición y están gobernadas por reglas tan estrictas como las de Palestrina o de la Escuela flamenca, pero las reglas de esta polifonía son inventadas por mí. La estructura polifónica no se evidencia, no se puede oír, permanece oculta en un mundo microscópico, subacuático, ineludible. Lo llamo micropolifonía (¡qué palabra tan bella!)".   En el Requiem, "la micropolifonía alcanza su ápex en el Kyrie, donde el complejísimo entramado coral (una fuga doble a cinco partes, en la que cada parte es interpretada por una cuerda del coro como un canon a cuatro voces rítmicamente independientes) resulta en un sonido tan ininteligible que la música parece estática, y lo que se oye son más bien masas sonoras que varían en opacidad y densidad textural". El coro llega a dividirse en veinte partes. Expresó el compositor en una conferencia: hizo una analogía entre su escritura y "una cirugía brutal aplicada a una seda espléndida: el material es cuidadosamente acariciado y suavizado (Introitus), desgarrado y descosido (Kyrie), completamente destruido y deshilachado como una telaraña (Dies irae) y por último las piezas son reunidas tentativamente".  Y aclara en cuanto al "Dies irae": "una imagen del fin del mundo, pero muy colorida, muy bizarra".  Puedo añadir que el Lacrimosa es tremendamente expresivo, y que la música de las voces solistas es muy diferente a la del coro: la soprano tiene agudos extremos y la mezzosoprano cubre un alto rango con grandes saltos de agudo a grave. El impacto físico y emocional de estos 24 minutos es tremendo, sin duda una obra fundamental del compositor y de las  de su época. Escrita entre 1963 y 1965, la revisó en 1997.

            Nunca vi a Diemecke tan serio y concentrado y obtuvo un muy buen resultado de la orquesta, que fue un organismo completamente entregado a su ardua tarea. Pero todavía más difícil fue la tarea del Grupo Vocal de Difusión, y los coreutas utilizaron diapasones para lograr el efecto buscado por Ligeti, y con la hábil dirección de Moruja llegaron a buen puerto. Todo un mérito. Fue admirable la seguridad de Verónica Cánaves (mezzosoprano), logrando a la vez ser exacta y expresiva; y García Blesa consiguió resolver los requeridos sobreagudos explosivos, lo cual requiere tanto audacia como sólida técnica. En suma, una noche memorable.

 

            4 de Noviembre, Colón. "Las estaciones".  Con  respecto a este concierto hay dos enfoques distintos: el valor de la obra por un lado; su ubicación en el abono lírico, por otro. Prefiero empezar por la calidad de la música. Es el tercer y último oratorio de Franz Joseph Haydn. El primero, "Il ritorno di Tobia", con texto de Giovanni Boccherini, tiene cinco solistas, coro y una amplia orquesta. Escrito en 1774-5, se estrenó en Viena y revisado en 1784; en 1775 ya había escrito 60 sinfonías y dependía de los Esterházy. Este oratorio bíblico no está considerado entre las mejores obras haydnianas; no recuerdo que se haya estrenado aquí y hay sólo dos grabaciones en mi catálogo RER de CDs (una de ellas, de Dorati).

            Pasaron décadas antes de que Haydn volviera al oratorio, y ello ocurrió mediante la intervención del Barón Van Swieten, mecenas cultural de gran influencia en Viena. Cuando Haydn estuvo en Londres escuchó oratorios de Händel y ello lo estimuló para componer en ese género; el empresario Salomon le ofreció una adaptación de Lidley de "Paradise lost" de Milton, y Haydn la llevó a Viena, donde Van Swieten la revisó a su manera y la tradujo al alemán: "Die Schöpfung" ("La Creación"). Se estrenó en 1798 y pronto tuvo inmenso éxito internacional; sigue siendo después de "El Mesías" el oratorio más famoso de la historia (probablemente el tercero es el Oratorio de Navidad de Bach). Van Swieten convenció a Haydn de escribir otro oratorio y le entregó una adaptación en alemán ("Die Jahreszeiten") de los poemas de James Thomson "The Seasons"  ("Las estaciones"); pese a que el compositor empezaba a declinar físicamente y consideró que algunos poemas no eran adecuados para ponerlos en música, el trabajo fue avanzando y lo terminó en 1801. Van Swieten, bibliotecario del Rey y mediocre compositor, pretendió señalarle a Haydn cómo abordar ciertos fragmentos, lo cual enojó al gran creador. No está de más señalar que entre los dos oratorios célebres escribió sus admirables tres últimas misas. Antes de morir en 1809 escribió poco, y curiosamente se destacan sus numerosos arreglos de canciones folklóricas escocesas.

            Una prueba de la popularidad de ambos oratorios es la cantidad de grabaciones que figuran en el año 2000 del catálogo de CDs: de "La Creación", 24 en alemán y 4 en inglés; de "Las estaciones", 16 en alemán y una en inglés. Tengo de "Die Jahreszeiten" la primera grabación completa publicada por la Haydn Society y dirigida por Clemens Krauss en 1950 por la Filarmónica de Viena y el Coro de la Ópera de Viena; se realizó con la misma cantidad de artistas que en su estreno, y pueden sorprender los números: 106 coreutas y 87 instrumentistas, incluso un fortepiano; un detalle: no hay clarinetes (no se los consideraba todavía perfeccionados, pese a que Mozart llegó a escribir un concierto para el instrumento); y otro detalle: flautas, oboes y fagotes por cuatro (no por dos) en los coros. Otra grabación que tengo es la magnífica de Marriner con grandes solistas y data de 1980; y una más, con mediocre sonido pero de importancia histórica para nosotros, es la del estreno en el Colón (en 1938) dirigida por Erich Kleiber, grabación de coleccionista obsequiada por un amigo.

            Se extravió el manuscrito de la partitura pero la primera edición según testimonios fue fiel; sin embargo hubo luego algunos cortes, y lo habitual es ceñirse a esa segunda edición en vida de Haydn, como lo hace Krauss y el especialista H.C. Robbins Landon acepta ese criterio. Goethe escribió a un amigo: "Si no fuera el texto tan terriblemente absurdo…". Y coincido con Robbins Landon: si "Las estaciones" y "La Flauta Mágica" son magníficas ciertamente no es debido a sus respectivos textos. En el caso de "Las estaciones" pese a los versos sentimentaloides Haydn logra imaginar músicas muy bellas probablemente porque él nació en una zona paisana de gran contacto con la naturaleza. La orquestación es admirable y la armonía es todavía clásica pero en varios puntos (como el caos en "La Creación")  mira hacia el futuro.

            Las cuatro partes son desiguales en su interés. En todas ellas hay una característica especial: la abundancia de tríos con coro. Simon, Lucas y Hanne no son personajes dramáticos sino cuentistas que describen las escenas campestres. En el prólogo (firmado H.G.) de la partitura Eulenburg se expresa y lo comparto: "la indestructible frescura de sus invenciones, la ingenuidad y el dulce candor de esta música, popular en el sentido pleno de esta palabra".    

            En "La Primavera" la Introducción describe el pasaje del Invierno a la Primavera: música potente y dramática; cuatro poderosos acordes Largo y luego un vital y complejo Vivace que lleva directamente a un recitativo  acompañado (o sea con orquesta) de Simon (bajo) describiendo al Invierno; se añade Lucas (tenor). Pero el tempo pasa a ser Adagio, y Hanne (soprano) anuncia al mensajero de la Primavera. El Nº 2 es un simpático Coro de Paisanos contento con el cambio. Simon, tras un recitativo secco (con fortepiano), tiene un aria de liviana melodía sobre el campesino arando. Un breve recitativo secco de Lucas lleva a lo que antes mencioné como especial en este oratorio: los trios con coro, en este caso una plegaria pidiendo al cielo que bendiga al país. A su vez, un recitativo de Hanne lleva al Canto de alegría (trío y coro), exaltando la naturaleza rejuvenecida, pero un Maestoso de adoración a Dios y enseguida un Poco adagio nos lleva a una espléndida Fuga (Allegro) cerrando la Primera Parte.

            El Verano se inicia con  una introducción Adagio sobre la aurora, música muy inspirada y en este caso con texto poético cantado por Lucas, y un divertido canto del gallo por el oboe; hacia el final es Simon quien nos cuenta. Y él canta una alegre aria con melodía inicial de corno sobre la tarea del pastor, unida directamente con un recitativo accompagnato de Hanne. Otro trío con coro se refiere al Sol que asciende en el cielo, y es una oda de agradecimiento que incluye canto florido para los solistas. Un recitativo secco de Simon es seguido por otro accompagnato de Lucas, que canta luego una Cavatina (Largo) sobre lo negativo del Verano: el exceso de calor que adormece a hombres y bestias y marchita las flores. Pero Hanne, en recitativo accompagnato seguido de aria, comenta la compensadora sombra del bosque y el grato frescor del arroyuelo (hay largos pasajes floridos en los cuales el fiato debe ser bien administrado).  Sin embargo, a continuación en el recitativo de los tres  se aproxima la tormenta. Irrumpe el Coro, preocupado por los estragos que podrían ocurrir, con música imaginativa y vibrante que probablemente influyó al Beethoven de la Sinfonía Pastoral. Un largo pasaje fugado precede al fragmento final donde la tormenta se apacigua. Y un último trío con coro refleja el alivio de todos, que dormirán dulcemente.

            Para muchos (y para mí) lo mejor de la obra es El Otoño, que contiene dos fantásticos coros de un humor y una habilidad genial. La introducción orquestal refleja la satisfacción del granjero ante la copìosa cosecha. Un recitativo secco de los tres lleva a un muy extenso trío con coro, gran alabanza a las virtudes del trabajo que eventualmente lleva a otra fuga. Un recitativo secco de los tres lleva a un dúo de Hanne y Lucas, que se quieren: "amar y ser amado es la alegría suprema" (qué ironía, la mujer de Haydn era una amarga…). Otro recitativo secco de Simon conduce a una nueva aria suya, de velocidad cada vez mayor, que describe la caza de un pájaro de manera realista. Otro recitativo, pero accompagnato, es cantado por Lucas, y es sobre la caza de liebres; enseguida el coro de paisanos y cazadores, precedido por la fanfarria de cuatro cornos, nos presenta una brillante evocación de la caza al ciervo; los cazadores sólo intervienen con sus típicos "Tajo" y "Hallali", hasta que el ciervo es cercado y muere; pero todo es júbilo, ya que la caza era cosa muy aceptada entonces. El tema cambia. Ahora es la alegría de los viñateros que han logrado un vino excelente; el recitativo secco de Hanne nos lleva hacia esa gran fiesta, reflejada por Haydn con un dinamismo extraordinario (otra ironía: ¡él era abstemio!); una segunda sección del coro se refiere a los instrumentos del pueblo, el flautín, la gaita, el tambor, que acompañarán desde allí la jarana, en un entramado habilísimo de coro y orquesta, que añade triángulo y tambor. Y así termina el Otoño.

            Finalmente, El Invierno. La Introducción, Adagio ma non troppo, pinta las densas brumas que lo preanuncian. Simon y Hanne  en recitativo acompagnato dicen: "el pálido rayo de sol es absorbido", "se acerca el sombrío invierno de las tempestades".La triste cavatina de Hanne afirma: "La luz y la vida se han debilitado". El recitativo de Lucas se inicia secco y continúa acompagnato: "la tierra es ahora una tumba". Su aria  está en un inusual Presto en 6/8 y es sobre un asunto que los románticos aprovecharán al máximo: el viajero desconcertado se pierde en la nieve y se aterra, el frío lo paraliza; pero el tempo pasa a Allegro y el compás a 4/4: vislumbra una luz y corre al refugio, con difícil canto florido y un Si final. Un recitativo secco de Hanne y Lucas es retomado por Simon y se hace accompagnato, mientras describen el bienestar de jóvenes y viejos en la casa a la que llega el viajero. La canción de la rueca de Hanne con coro es predecesora de la de Senta en "El Holandés errante" y tiene un encanto folklórico. Un breve recitativo secco de Lucas nos lleva a otra narración de Hanne, Lied con coro, en la que un caballero intenta seducir a una muchacha y ésta con un subterfugio se venga; la historia tiene gracia y la música también. Lo que sigue vuelve al peligroso invierno en un recitativo secco de Simon, pero el aria que  canta cae en la moralina barata y la exaltación de la Virtud. Sin embargo, hay que terminar bien, y el Trío con doble coro final, con tres cornos, tres trompetas y tres trombones, nos dice que "las puertas del cielo se abren a quienes han ejercido el bien" y en siempre mayor exaltación llega al Amen conclusivo. Así, de algún modo este oratorio profano también es sacro, reflejando la profunda fe del compositor.

             He podido apreciar pocas veces esta obra en vivo; recuerdo bien la notable versión de Rilling para Festivales Musicales  y creo recordar una dirigida por Soltesz (sin seguridad) pero nada más; llevé archivo hasta 1970 (desde 1950) y en ese período no la presencié. Como la versión que comento fue buena, me alegré de escucharla en el Colón y con partitura. Pero esto hubiera debido ocurrir dentro de un ciclo sinfónico-coral, no en la temporada lírica. Con el mismo elenco se ofreció cuatro veces, en todos los abonos líricos. Lamento ser crudo (o rudo) pero hay una sola conclusión: lo programaron así para ahorrar dinero. Con tres cantantes argentinos, una directora peruana, sin puesta en escena (que no correspondería, por otra parte). Me llegan informaciones que parecen indicar que el problema no es que falte dinero sino que lo utilizan con mal criterio en gente de altos sueldos que no se necesita, en proyectos costosos pero de segunda o tercera categoría, etc. Creo que urge una auditoría integral e independiente, aunque no me hago ilusiones: la actual gestión está protegida por Rodríguez Larreta. La auditoría podría provenir de la Legislatura pero no hay el más leve atisbo de un interés en la cultura por parte de ellos.

            Si bien hubiera preferido como director a algún especialista austríaco, el retorno tras muchos años de la directora limeña de amplia carrera Carmen Moral tuvo sus aspectos positivos. Es bueno que el Colón tenga en cuenta a directoras de talento reconocido, argentinas o extranjeras (mencioné el problema hace poco a raíz del encuentro de mujeres directoras en Montevideo). Dice su biografía en el programa: "Fue la primera mujer en asumir el cargo de directora musical de una reconocida orquesta de América Latina: la Sinfónica Nacional del Perú". También lo fue en la Filarmónica de Bogotá, la Orquesta de Cámara Austríaca de Mujeres, la Sinfónica de la Universidad de Mimar Sinan (Estambul). Dirigió más de 70 orquestas, entre ellas la Filarmónica George Enescu (Bucarest), la Sinfónica de Rusia (Moscú), la Tonkünstler y la de Cámara de Viena, la Sinfónica Nacional de México, nuestra Filarmónica. Estudió con Jonel Perlea, Laszlo Halasz, Celibidache y Boulez. Es profesora de Dirección Orquestal en el Berklee College of Music de Boston, que según tengo entendido forma sobre todo músicos de repertorio no académico (¡). Ella en una entrevista reciente declaró estar muy contenta de haber regresado aquí, y también que como trabajó mucho en Viena conoce bien el repertorio haydniano. Ataviada con ropa peruana (creo), septuagenaria, aguantó bien las dos horas veinte minutos de música (con un intervalo) y pese a que inicialmente me resultó demasiado sonora y poco sutil, gradualmente la sentí más estilística aunque siempre clara en sus marcaciones; para cuando llegó la fuga de la Primavera estaba bien asentada y desde allí mantuvo un nivel adecuado, que llegó a su mejor calidad precisamente en los coros del Otoño: excelentes los cornos para la fanfarria de caza, y firme ritmo y continuidad en los extensos coros. La Orquesta y el Coro Estables  estuvieron en buena forma; en los instrumentistas hubo lucimiento de cornos, oboe y flauta solista; y el Coro, sólidamente preparado por Miguel Martínez, volvió a demostrar la calidad de sus voces y su profesionalismo.

            Los tres solistas estuvieron bien elegidos. Daniela Tabernig ya demostró sus considerables medios vocales en "Rusalka" y "Adriana Lecouvreur", tiene una voz de soprano lírica de grato timbre, musicalidad para el fraseo, seguro y equilibrado registro; sólo debería mejorar su dicción alemana. Si no recuerdo mal, Carlos Ullán (tenor) y Hernán Iturralde (bajo) ya habían cantado la obra con Rilling. Ullán ahora pinta canas y su voz perdió frescura, pero mantiene su afinidad  con el estilo clásico y el fraseo correcto. Para Iturralde los años no pasaron: la voz es clara y positiva en todos sus registros, su alemán es excelente, da con el carácter de la obra.

            Llego así al final de un largo artículo sobre conciertos que en general aportaron obras e  intérpretes de valía.

Pablo Bardin