Había mucha gente en el Concierto 12 de la Filarmónica de Buenos Aires; quizá por las
obras rusas elegidas o porque iba a tocar el Segundo concierto para piano de Rachmaninoff una célebre pianista, Khatia Buniatishvili; pero se enfermó y debió ser reemplazada. Nuevo para mí, llegó un pianista, Simon Trpceski. Y la otra obra fue la Sinfonía Nº 6, "Patética", de Tchaikovsky, su despedida del mundo. El director fue una valiosa figura, el limeño David del Pino Klinge. El programa de mano ya estaba impreso con la biografía de Buniatishvili. El cambio fue anunciado antes del concierto pero antes recibí un envío de la Prensa del Colón donde se explicaba que la pianista iba a ser reemplazada por Trpceski pero no daba ningún dato sobre su carrera. Estuve buscando en Internet y he aquí ciertos datos. Nació en Skopie, Macedonia, 42 años. Debut en 2001 en el Wigmore Hall de Londres. Ganó certámenes en Reino Unido, Chequia e Italia (2001-2003). BBC Radio 3: New Generation Scheme, 2005. Gira: orquestas de New York, San Francisco, Los Angeles, Singapur, Hong Kong y Toronto. Estocolmo, Bergen, Gotenburg, Helsinki. Quedó muy contento con el concierto en el Colón.
Antes de seguir conviene dar algunos datos sobre el director de orquesta en el programa del Colón. Se formó en Madrid, Munich y Bologna. Galardonado en 1987 en el Concurso Internacional Arturo Toscanini. Algunas orquestas que dirigió: Sinfónicas de Munich, Colonia, Filarmónica de Württemberg, Filarmónica de San Petersburgo. Invitado habitual en los países sudamericanos; especialmente la Sinfónica de Chile. Exitosas giras con la Orquesta de Georgia (1991-97 y 2006-2009). Fue Director Artístico de la Sinfónica Nacional de Chile (1996-2006); trabajó con la Sinfónica de Caracas (2008-2015) y en Argentina varios años al frente de la Sinfónica Provincial de Rosario a partir de 2015 y Director artístico de la Universidad Nacional de Cuyo (1993-2000). Además ha sido Académico de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile (2001-2013). Es, en suma, un artista sudamericano de primer rango.
La versión del Concierto Nº 2 de Rachmaninoff, que tuvo su primera audición en noviembre de 1901 y fue un gran éxito tras el injusto fiasco de su Primera sinfonía, estuvo de acuerdo con un factor poco común: con frecuencia la melodía es cantada por la orquesta y no por el piano, aunque siempre tiene mucho que hacer y muy difícil. Tengo las grabaciones de sus cuatro Conciertos para piano con el propio compositor y la Orquesta de Philadelphia con Stokowski y Ormandy y realmente son versiones antológicas. No olvidar que una obra esencial del compositor, la Sinfonía Nº 2, tiene magnífica orquestación y dura unos 50 minutos, y está cercana al Concierto Nº 2 (data de 1907; el Concierto Nº 3, importante y arduo, es de 1909). Del Pino Klinge cree en la plenitud sinfónica del Concierto Nº 2 y logró un sonido amplio y poderoso de una Filarmónica explayada; por su parte el pianista tocó con intensidad tanto cuando complementa a una orquesta que manda o cuando el que domina es el piano. Pero en el tercer movimiento, Allegro scherzando, el piano adquiere una especial brillantez y se equipara con una orquesta que sigue siendo una compañera en todo momento. En suma, una versión muy vital que fue recibida con entusiasmo por el público. Trpceski tenía prevista una pieza extra, la célebre Vocalise de Rachmaninoff, en la versión para violoncelo y piano; supongo que fue José Araujo pero estuve en la última fila, no pude ver fácilmente; sin embargo creo haber escuchado esa admirable afinación y belleza de timbre que lo caracteriza.
Me llamó la atención que del Pino Klinge haya expresado al público el sentido que tiene la Sinfonía Nº 6 de Tchaikovsky, ya que no es habitual en obras tan conocidas presentarlas; no obstante, la explicó con claridad y síntesis. Su interpretación reveló que la comprende a fondo y la orquesta respondió de un modo muy convincente. En el primer movimiento tras los primeros minutos lentos y tristes, la tremenda explosión del compositor que revela su angustia; en el segundo, esa sensación de escuchar un vals cuando Tchaikovsky realizó un cambio notable; no está en 3 por 4 sino en 3 más 2; y los minutos finales son melancólicos. Lo que siempre me sorprende es el tercer movimiento, con su tremendo volumen, una super-marcha que termina a lo grande., muy bien lograda por director y orquesta; pero algo esencial pudo ser evitado: casi siempre el público aplaude entusiasmado al final; no esta vez porque los brazos del director quedaron en posición de seguir sin cortar, y así fue: de ese modo el "Adagio lamentoso" se escuchó como corresponde, indudable despedida de Tchaikovsky, y fue conmovedor. Gran aplauso al final ante una obra maestra en buenas manos y una orquesta concentrada.
Pablo Bardin
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