jueves, agosto 25, 2022

FESTIVAL ARGERICH, CONCIERTOS 6 Y 7 CON DONG HYEK LIM

            Así como en el Festival Argerich conocimos a Babayan, un notable pianista coreano aquí nuevo llegó: Dong Hyek Lim. Dio como Concierto 6 las dos últimas Sonatas de Franz Schubert y al día siguiente tocó con la Filarmónica el Primer Concierto de Tchaikovsky. Tiene 38 años y se inició muy joven. Intervino en dos concursos Chopin: en Moscú la Competencia de Jóvenes Pianistas y en Varsovia (octubre 2.006) en el 57º Festival Internacional Frederick Chopin quedó tercero, empatado con su hermano menor Dong-Min Lin. En diciembre 2001 fue el ganador más joven en el Primer Gran Premio de la Competencia Internacional de piano Marguerite Long-Jacques Thibaud en París. Ha ofrecido conciertos en lugares importantes: salas Pleyel y Cortot en París, Palacio Lazienski en Varsovia, la Konzerthaus de Berlín, y el Philharmonic Hall en Beppu (Japón), donde tocó con Argerich (de allí la decisión de invitarlo a este Festival). También estuvo en el festival de Verbier en Suiza, tocó en Japón con la Sinfónica NHK, la Filarmónica de Radio-France, la Filarmónica de San Petersburgo, con directores como Dutoit, Myung-Whun Chung (gran director coreano) y Yuri Temirkanov. Realizó 5 grabaciones en Warner, siendo la última dedicada a Rachmaninov, incluso las Danzas Sinfónicas con Argerich y el Segundo Concierto con la Sinfónica de la BBC. Y en esta temporada también tocará en el Martha Argerich Festival de Hamburgo. Sin embargo la única partitura que compartirá con Argerich en el Festival del Colón será en una obra divertida, el "Festival de los Animales" de Saint-Saëns. Y según la entrevista con Cecilia Scalisi en La Nación, ¡él mismo se considera una persona angustiada! Vale la pena citar lo siguiente: "Recibió el premio Diapason d´Or en Francia por su álbum debut para la colección Martha Argerich Presents lanzado en junio de 2002". Ella ve en él "una personalidad intensa, un carácter férreo y un caudal enorme de emociones tempestuosas". Ofreció la entrevista desde Berlín, en donde mencionó su formación en Rusia y Alemania, su naturaleza romántica y el duelo con el que se bate consigo mismo. Y expresó "son muy pocos los pianistas que se hacen famosos sin haber ganado los grandes concursos mundiales. Hay que tocar mucho y muy bien durante muchos años para establecer un nombre y una posición en el mundo. Lo más importante y decisivo es sobrevivir. Tengo un sonido propio y unos colores especiales". Justificando su concierto de presentación en Buenos Aires, dice: "Schubert es mi especialidad. Yo lo entiendo como mitad y mitad" (entre clásico y romántico). En cuanto al Primer Concierto de Tchaikovsky: "puedo mostrar cómo debe sonar a la rusa la música rusa".  "Sufro antes de cada concierto. Es una lucha contra los nervios, las tensiones, el estrés. El público me desconcentra si está haciendo movimientos o ruidos raros" (ocurrió, postergó empezar a tocar). "Los nervios me exigen estar mejor preparado. Un concierto es tanto sufrimiento y tanto placer a la vez". "Martha es como una madre para mí. Me siento cerca de ella. Nos parecemos mucho".

Agradezco a Scalisi y al pianista tanta sinceridad, que ciertamente me ayudó a entender al artista en concierto.

            Coincido con él en cuanto a Schubert y siento muy de cerca sus dos últimas sonatas; las pongo comparables a la Sinfonía Inconclusa, al cuarteto "La muerte y la doncella", a algunos de sus Lieder. Allí está la profundidad de su temperamento así como su tendencia a creer en el amplio desarrollo (como en las últimas sonatas beethovenianas) y en sentir que en esa música está su personalidad plena.  Que el intérprete debe penetrar lo que le cuenta la música o no tocarla en caso contrario. Llegamos así a gente como Badura-Skoda, Brendel, Richter, Curzon, Haskil, Uchida, Leonskaya, Serkin (en la 20). Otros estilos son más analíticos (Barenboim, Kempff, Arrau) o más románticos (Rubinstein, Horowitz en la 21). La cantidad de grabaciones es enorme en ambas sonatas en el catálogo R.E,D. 2000 y quizá varios menos conocidos aciertan con las obras a nivel de los más famosos; lo que está claro es que estas sonatas schubertianas son consideradas muy importantes, equivalentes en calidad a las más válidas de Beethoven.

            En ambos casos son sonatas extensas, de cerca de 40 minutos. En la Nº 21 se analizó hasta el cansancio en el primer movimiento ese trino oscuro y muy grave, como rechazando la bella melodía que se escucha de entrada sin preparación alguna. Hay quien dice (y puede se cierto) que es la reacción de Schubert, sabedor que está enfermo y morirá pronto. La interpretación del pianista fue del principio al fin intensa, estudiada muy seriamente, con momentos serenos y otros poderosos, a veces apurando el ritmo. Resultó siempre interesante escucharlo y sin duda es un artista muy personal.  Estas sonatas no tienen una continuidad trágica, hay aspectos brillantes, con ritmos rápidos y hasta alegres, y así lo hizo Dong Hyek Lim. Cree en ellas y fue una excelente idea ofrecerlas juntas en el concierto. El público, que tenía mucha gente joven, pareció gustar de la música y lo aplaudió con entusiasmo. El pianista ofreció fuera de programa el célebre Impromptu Nº 4, con su contraste casi chopiniano del virtuosístico comienzo con esa rápida melodía en la mano derecha y el casi dramático segundo tema, denso en su expresión. Un buen final schubertiano y el total del concierto demostró que hay un artista de fuste en este coreano que entiende las creaciones de un austríaco genial.

                                                                       **************

            Al día siguiente tocó el Primer Concierto de Tchaikovsky en la primera parte del programa de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires dirigida por Enrique Arturo Diemecke. La interpretación del pianista me hizo recordar la de Sviatoslav Richter con Karajan: virtuosismo indudable pero tempi que variaron de lo rápido a notas muy lentas, meditativas. Por mi parte cuando era niño escuché en discos de pasta la gran versión de Rubinstein, que controla las partes lentas y no las exagera. Y otro gran ruso, Emil Gilels, mantiene el equilibrio como Rubinstein y uno es polaco y el otro ruso (es el famoso álbum donde Gilels toca los 3 conciertos de Tchaikovsky acompañado por Lorin Maazel).  Volviendo a Dong Hyek Lim, que lo ha interpretado más de 100 veces (le dijo a Scalisi), sin duda tiene los medios para hacerle frente en todo momento (me gustó especialmente el prestissimo del segundo movimiento, en perfecto control) pero hubo momentos excesivos, ya sea en ciertos lentos que fueron lentísimos o en ataques en el grave demasiado ruidosos. Diemecke dirigió bien la orquesta coordinada con el pianista en una ejecución de razonable calidad. Dong Hyeck Lim ofreció como extra una melodía de Tchaikovsky (quien escribió mucho para piano solo).

            Al iniciarse la Segunda Parte Diemecke le contó al público una semblanza adecuada de la Sinfonía Nº 8, en Sol mayor, op. 88, de Antonin Dvorák, y les hizo un chiste que acompaño: al final del primer movimiento del Concierto nadie aplaudió (ojalá fuera siempre así) y les pidió que hagan lo mismo en Dvorák; pero algunos a propósito aplaudieron tras el primer movimiento de la sinfonía mientras el director mantenía alta la mano y no se daba vuelta; varios se divirtieron con ese juego. En suma lo importante fue que Diemecke entiende muy bien esta espléndida sinfonía y la orquesta estuvo en su mejor nivel. Conviene recordar que hace ya casi 20 años Diemecke dio la integral de las 9 sinfonías y así ofreció la primera audición de las Nos. 1, 2 y 4; no de la Nº 3, que a pedido mío había sido estrenada aquí por Smetácek en 1973; pero Diemecke cometió un error, hizo cortes en las 4 sinfonías y ciertamente no hay que hacer tal cosa, especialmente en estrenos, aunque sea cierto que Dvorák escribía de más. En suma, volviendo a la Octava, fue un muy grato final del Concierto Nº 7. Reminiscente, comprobé que entre 1960 y 1970 escuché la Octava en 7 conciertos; dos fueron notables: Barbirolli con la Orquesta Philharmonia (1963) y Smetácek con la Orquesta de LRA (1964).

Pablo Bardin

 

   

 

No hay comentarios.: