viernes, agosto 12, 2022

LA SINFÓNICA NACIONAL PRESENTÓ UN VARIADO PROGRAMA

               El viernes pasado la Sinfónica Nacional presentó un programa variado en la Ballena. El director fue Ezequiel Silberstein, bien conocido por la orquesta y artista de considerable tarea en el Colón. Tuve acceso a la programación del año de la Sinfónica y este concierto no aparecía.

Valió la pena, ya que hubo una obra de Alberto Williams que probablemente esta vez se volvió a interpretar desde cuando se estrenó en 1944: "La bendición de los anillos", que forma parte de "Aires de la pampa" (ignoro cuáles otros fragmentos forman parte de esa partitura). Teniendo en cuenta que no se dan programas a los que asisten a los conciertos de la Sinfónica, bienvenida la breve pero útil charla de Silberstein, no sólo sobre Williams sino también en cuanto a las otras dos creaciones que escuchamos: el Concierto Nº 1 para flauta de Mozart, y la Tercera sinfonía de Brahms. La música se inició a las 20,10 y terminó a las 21,35. Muy fuerte aplauso final, pero programa corto.

               La producción de Williams fue enorme y ya que este año la carencia de medios hace que la música europea del siglo XX brille por su ausencia, útil e interesante que escuchemos algunos de los abundantes inventos del compositor argentino más fecundo. En cierto modo, lástima que pudimos apreciar sólo una parte de una obra más larga, ya que "La bendición de los anillos" apenas duró 7 minutos y el programa total 65 minutos. Se inicia con una noble melodía cantada por las cuerdas (A); sigue una reacción intensa y bastante ruidosa (B); vuelve A con escasos cambios, y finaliza con B´ (B prima) agregando campanas y simbolizando la alegría de ese casamiento. Yo tuve una excelente ubicación central (creo que fila 15) pero los fortissimos me llegaban con demasiada garra (como también ocurrió con la Sinfonía Nº 2 hace unas semanas), y si bien creo que Williams era un compositor que apreciaba los grandes contrastes y orquestaba con amplitud, también pìenso que la acústica de la sala lleva a una exageración de los bronces y la percusión.   

               Con la segunda obra tuvimos un fuerte contraste: el Concierto Nº 1, en Sol mayor, para flauta y orquesta, K. 313, de Mozart. Si bien alguna vez dijo que la flauta no era un instrumento favorito la realidad es que sus dos conciertos reflejan un pleno conocimiento del instrumento (aunque él no lo tocaba) y la música es buen Mozart; ya se sabe lo que eso implica. Fue escrita en Mannheim a principios de 1778 (23 años) para el flautista de la orquesta que en esa época era considerada la mejor. De paso, el Concierto Nº 2, K.314, se basa en el Concierto para oboe también hecho para la orquesta de esa ciudad. Volviendo al Nº 1, está orquestado para 2 oboes, 2 trompas y cuerdas. No sé por qué había también 2 flautas en la versión. Amalia Pérez es la eximia primera flautista de la Sinfónica y naturalmente hizo una versión muy clara y límpida. Creo que las improvisaciones de la flauta a fines del primer y del segundo movimiento no son de Mozart, pero me parecieron de adecuado estilo. La escritura mozartiana para las trompas es bastante aguda y domina las partes orquestales. Pérez tocó fuera de programa una breve pieza para flauta sola de Claude Debussy: "Syrinx", de 1912, ejemplo de su música más experimental; muy buena la interpretación.

               Las cuatro sinfonías de Johannes Brahms son extraordinarias, pero la Tercera se toca menos que las otras, quizá porque los minutos finales no son rápidos. Silberstein hizo una inteligente referencia sobre sus valores. La Tercera está en Fa mayor; el compositor la terminó en 1883 y es su op. 90. Tenía 50 años, en plena madurez. Un primer movimiento con temas atrayentes e intensos, un segundo de suaves melodías casi schubertianas, un tercero con un expresivo tema principal expresado por los violoncelos, y un cuarto dramático y poderoso pero que en vez de terminar trágico se serena y termina lento. Me es imposible olvidar que Barenboim dirigió las 4 sinfonías en la Ballena y lo eligió dejando de lado al Colón; también, fueron grandes versiones y la distribución de la orquesta no era la habitual; con él no pasaba que la percusión dominara o que los violines quedaran en segundo plano. En esta versión hubo mucho de bueno, Silberstein conoce a fondo la sinfonía y la interpreta fielmente; si embargo en varios momentos los violines fueron tapados por los bronces y la percusión; ¿será que con la actual manera de colocarlos dominan en demasía?  

               Una queja mía: cuatro cosas me molestaron: el nutrido aplauso donde no corresponde (después de cada movimiento tanto en Mozart como en Brahms); llevar bebes o niños de 2 años; había una niña mal controlada por los padres justo detrás de mí; sacar fotos durante el concierto (los dos que estaban al lado mío, por ejemplo); entrar o salir de la sala durante la música. En suma, no se debería creer que ir gratis a un concierto permite cualquier absurdo.

Pablo Bardin    

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