Tras varias semanas sin poder retornar a los conciertos de la Orquesta Sinfónica
Nacional pude estar el viernes 27 de octubre. Había apreciado el concierto dirigido por Lucía
Zicos el 29 de septiembre. Esta vez el viernes 27 de octubre me permitió conocer al director de
orquesta Alejandro Hassan y al violinista Pablo Sangiorgio.
Hassan explicó las obras que se iban a ejecutar, asunto necesario ya que no hay
programas. El concierto se inició con el Scherzo Sinfónico de Virtú Maragno. La obra data de
1952 cuando el compositor tenía 24 años. Ya a partir de 1947 empezó a escribir a los 19 años y
en la Enciclopedia de la Música Argentina de Rodolfo Arizaga de 1971 cita todas las obras de
Maragno hasta 1970 y son abundantes. Nacido en Santa Fe, fue discípulo de Gianneo,
Scaramuzza y De Raco y en Italia con Petrassi y Maderna. Luego tuvo a su cargo varias cátedras
(Rosario, La Plata, Buenos Aires Ciudad) y dirigió coros y orquestas. Como debido a problemas
míos de bajar y subir a 84 años, me quedé en la zona más alta y volví a comprobar que se ve
muy bien y que se escucha en detalle. Y nuevamente la percusión y los bronces se escuchan de
modo excesivo. En el caso del Scherzo de Maragno esto se nota especialmente porque es una
obra intensa y violenta.
De Max Bruch se suele escuchar su primer Concierto para violín, pero esta vez se eligió
una obra de especial carácter: la Fantasía Escocesa en Mi bemol, op. 46. Se nota que el autor
conoció melodías folklóricas de esa zona y las aplicó en esta partitura, donde la orquesta
acompaña al violinista casi en todo momento y más de una vez en efecto los bronces están
presentes, aunque en este caso también las obras más de cámara (flautas, oboe, clarinete,
fagote), y las cuerdas (en particular una melodía de violoncelo y contrabajo). Al principio, si
bien Pablo Sangiorgio tocó con buen gusto, estaba un poco relegado, pero esto se fue
cambiando: su técnica resultó ser muy segura y grata, y como lo dijo Jassan, la obra había sido
tocada por Sarasate. A medida que la música del violín fue más virtuosa, Sangiorgio demostró
ser un notable violinista.
Tras unos minutos de descanso, Jassan dio detalles sobre esa admirable obra de
Borodin, la Sinfonía Nº 2 en si menor. El poderoso primer movimiento fue realizado con la
fuerza necesaria. Cumplió con el arduo y fascinante Scherzo prestissimo. Y luego escuchamos
el tierno Andante, tan melódico. De modo directo fue al Final, Allegro, música brillante, de
perfecta escritura, y el director logró de la orquesta un entusiasmo indudable. En suma, esta
Sinfonía es una de las mejores del siglo 19 ruso.
Pablo Bardin
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