El 22 de marzo publiqué un comentario sobre el primer concierto de la Sinfónica Nacional en el CCK este año, dirigido por Luis Belforte. Mencioné entonces las dificultades financieras de la Orquesta y su consecuente programación que deja de lado mucha música de los siglos XX y XXI; además la orquesta no tiene contrafagot disponible y eso elimina muchas obras, como las sinfonías de Brahms.
El siguiente concierto era muy interesante; lo dirigía Manfred Kraemer y ofrecía obras de Johann Sebastian y Carl Philip Emmanuel Bach, y de Joseph Haydn. Pero el día del concierto y en la sala murió repentinamente uno de los trompistas; con fuerte consternación de la Sinfónica se canceló el concierto, y hasta ahora no está reprogramado. De modo que el segundo concierto no fue ese, sino el del miércoles 13 de abril, dirigido por Ulises Maino. Se inició con la Suite Argentina para cuerdas de Alberto Williams, creador que este año se escuchará con frecuencia. Cuatro movimientos breves (unos 12 minutos), orquestados con curiosas disonancias. Como se sabe, la orquesta no publica programas ni los anuncia. Tuve el dato de qué obras se ejecutarían pero sin destacar sus movimientos. Están basados en formas folklóricas.
El famoso Concierto para piano de Schumann es de los favoritos del siglo XX; pensado para la mujer de Schumann, la eximia pianista Clara Wieck (que también fue compositora), es muy atrayente y difícil. Yo no conocía a la joven pianista Lorena Eckell, quien demostró tener un bagaje considerable: manos intensas y concentradas que tocaron todo lo escrito, con la única reserva que a veces el tempo fue demasiado libre. Estuvo acompañada con firmeza por la orquesta en la interpretación de Maino. Ella dio un vals de Chopin de manera exagerada. Antes había sido abrazada por el director y el concertino y ella pareció muy emocionada.
Lo mejor de la noche fue la Cuarta sinfonía de Beethoven, obra magistral de plena calidad, aunque está rodeada de dos sinfonías de enorme repercusión, la Tercera y la Quinta. Con excepción de algún detalle en las trompas (quizá todavía conmocionadas por la pérdida de su compañero) la orquesta tocó muy bien y respondió al concepto claro y bien madurado de un director joven de indudable talento.
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El concierto del viernes 22 fue dirigido por Ezequiel Silberstein, artista judío que tras años de tarea en Israel vino al Colón, trabajando tanto con sus orquestas como con el Instituto formando a jóvenes. En este concierto hizo algo muy deseable ante la ausencia de programas: fue explicando qué obras dirigiría. Esta vez tuvimos al bienvenido Alberto Williams de la Segunda Obertura de Concierto, con la evidente influencia de César Franck (estudió con él en París): es música poderosa, orquestada con amplitud, con melodías desarrolladas de modo convincente e intenso. Ya en esta obra los gestos de Silberstein fueron exactos y ayudaron a los instrumentistas.
El Concierto para piano y cuerdas de Alfred Schnittke fue estrenado por una Orquesta de Leningrado y el pianista Lazar Berman, que nos visitaron hace ya mucho tiempo; estuve presente pero no tengo anotada la fecha. Un cuaderno que incluye todo lo que vi entre 1951 y 1970 indica que no hay ni una obra de Schnittke. Y bien, analicé sus obras en el enorme libro de CD R.E.D. Catálogo clásico. Schnittke vivió entre 1934 y 1998; figuran 101 obras distintas; que yo sepa, poquísimas se escucharon aquí. Hay 38 obras orquestales, entre ellas buena cantidad de conciertos y 8 sinfonías. El Concierto que nos ocupa tiene nada menos que 8 grabaciones, incluso las de Dvorakova/Rozhdestvensky y de Krainev con Spivakov. También hay 31 creaciones de cámara, como 4 cuartetos y el quinteto con piano (9 grabaciones). Además, 14 obras para 1 instrumento. Vocal y coral: 9, sobre todo el Requiem (3 grabaciones). Por último, algo que nos tocó de cerca: el estreno en el Colón por un grupo ruso durante la gestión de Renán: "La vida con un idiota"; y escuché en casa de un amigo "Historia von D. Johann Fausten". Además creó 3 ballets (como "Peer Gynt") y 4 músicas para cine. Aclaremos que vivió muchos años fuera de Rusia. Y bien, en casa tengo algún vinilo: el Quinteto con Kremer y Bachmet entre otros y 2 obras breves, y la versión que se vio en el Colón de "La vida con un idiota". Volviendo al Concierto para piano y cuerdas: un diálogo entre el pianista Claudio Alsuyet y el director dejó claro que 25 años atrás el pianista había tocado el Concierto, y ante el pedido de Silberstein accedió a tocarlo. La obra, que dura algo menos que media hora, mezcla zonas muy tonales y melódicas con otras bastante ásperas, como reflejando una sociedad ardua. Me pareció admirablemente lograda la versión tanto del solista como de la orquesta en manos del director. Valió la pena volverla a escuchar. Y quisiera añadir que tengo desde hace mucho tiempo gran respeto por Alsuyet por la especial decencia de sus actitudes, más allá de su evidente calidad técnica.
Por último, una interpretación de la sinfonía más dramática de Dvorák: la Séptima, con algo de brahmsiano (que admiraba a Dvorák) pero mucho de lo esencial del compositor bohemio: su humanidad, su notable habilidad creadora, una armonía manejada con personalidad indiscutible. En los primeros segundos hubo alguna falla de trompa pero luego fueron tocando mejor, y los otros bronces cumplieron muy bien, además de las cuerdas y las maderas; los gestos del director fueron de una claridad meridiana, y así se llegó a una versión válida. Qué lástima que haya tantos que aplauden a destiempo entre movimientos; buena parte del público hace sus primeros pasos, pero aparentemente gustan de lo que escuchan.
Pablo Bardin
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