viernes, septiembre 01, 2023

GRAN CALIDAD DEL MOZARTEUM CON LA SINFÓNICA DE LUCERNA, SANDERLING E ISSERLIS

El Mozarteum logró la presencia de la Orquesta Sinfónica de Lucerna con su director
Michael Sanderling y el violoncelista Steven Isserlis. Quien esto escribe hubiera preferido otras
obras porque son demasiado conocidas: de Beethoven, al principio la obertura de "Egmont"; y
al final, la Quinta sinfonía. En cuanto a Isserlis, que nos visitó en otros años, ahora es
sexagenario pero mantiene plenamente su calidad. En un diario dijo que eligió el Concierto
para violoncelo de Robert Schumann porque es el que más le atrae. Y en verdad tanto su
perfecta ejecución como el apoyo de la orquesta hicieron que el Concierto resulte atrayente;
se aceptará que los tres movimientos se escuchen juntos. Está en la menor y su opus es muy
tardío, 129. No mucho después intentará suicidarse en el río, lo confinarán en un asilo de locos
y morirá. Isserlis al terminar eligió (como muchos otros) la Sarabanda de la Suite Nº 3 de
Johann S. Bach, finamente tocada.
La obertura de "Egmont" es la que expresa plenamente ese noble que pedirá a la
corona española un tratamiento más suave de Flandes; desgraciadamente lo matarán: Goethe
explicará en un amplio relato lo que ocurrió y Beethoven en unos 50 minutos pondrá
momentos cantados, Egmont contando sus amargos problemas (hablados); y al final
Beethoven repetirá de la Obertura el fragmento más rápido e intenso (tengo una espléndida
visión musical, la de Hermann Scherchen, del total). Sanderling dio una versión válida, en la
que supo darle lugar a silencios largos e importancia a aquellos fragmentos vitales del carácter
de Egmont. Y el nivel de la orquesta fue de primer orden (es considerada la mejor de Suiza).
Cuesta creer que la Quinta sinfonía y la Sexta son muy cercanas en el tiempo, ya que
escucharlas nos lleva a emociones tan diferentes, y ambas son extraordinarias. Las grabaciones
de ellas son numerosísimas y quien quiere gozarlas necesitan varias bien elegidas. Debo decir
que lejos de cansarme la versión de Sanderling fue profunda, verdadera y honesta, y que la
orquesta respondió al máximo. Hay muchas magníficas orquestas pero no pensé en ellas: la de
Lucerna me conquistó desde el primer minuto (los dos iniciales sin silencios no son habituales:
aquí fueron intensos y lógicos). El primer movimiento quedó como esencial, aunque el
segundo y el tercero tienen ideas notables; es muy especial el paso del tercero al cuarto
mediante un paso que va del sonido más sereno y suave al que sube hasta una explosión fff. Y
el cuarto movimiento dice "aquí estamos en plenitud", quizás algo demasiado, con momentos
que se repiten y minutos finales excesivos, pero dándoles la garra plena de una gran orquesta
se llega hasta el final. Y así fue.
Las obras extras fueron muy conocidas: la Danza húngara Nº 5 de Brahms, y la novena
de las Variaciones Enigma de Edward Elgar, tan bella en su timbre que sonó espléndida en los
de Lucerna. En suma, un concierto sin novedades pero cuyos resultados fueron positivos. No
quita que me hubiera gustado un programa con alguna novedad interesante, bien elegida,
quizá suiza.
Pablo Bardin

No hay comentarios.: