jueves, noviembre 03, 2022

FLITER Y LATHAM KOENIG EN LAFILARMÓNICA


 

               Originalmente el concierto de la Filarmónica del 28 de octubre iba a tener a la pianista Ingrid Fliter y al director de orquesta Edo de Waart, famoso y de alta edad, que creo nunca vino al Colón, pero fue reemplazado por Jan Latham-Koenig, que será el año próximo el titular de la Filarmónica (Diemecke cumple en 2022 17 años en el Colón). Fliter vino y tocó el Concierto Nº 2 de Chopin. Latham-Koenig cambió la Séptima sinfonía de Beethoven (que había elegido de Waart) por varias obras de Wagner, famosas pero en años recientes no frecuentadas aquí.

               Fliter nació en Buenos Aires en 1973; comenzó sus estudios con Elizabeth Westerkamp. Dio su primer recital a 11 años y debutó con orquesta en el Colón a los 16. En 1992 se fue a Europa y estudió con maestros en Freiburg, Roma e Imola (en esta última es actualmente profesora). Ganó concursos aquí y en Italia y ganó la Medalla de Plata en el Concurso Chopin de Varsovia. En Europa dio recitales y tocó con orquesta en ciudades importantes. En Estados Unidos ganó el Premio Gilmore y debutó con la Sinfónica de Atlanta. Tocó con las Orquestas de Cleveland, Minnesota, San Francisco y Cincinnati y estuvo en varios festivales. Dio recitales en el Carnegie Hall, Chicago y Boston y en Asia (Israel, Osaka, Hong Kong, Australia y Nueva Zelanda). En junio de 2013 grabó en Escocia los dos conciertos de Chopin. Grabó Chopin y Beethoven para EMI, y para Linn los Conciertos de Schumann y Mendelssohn (el Primero) y los Nocturnos completos de Chopin. Como se ve, sus gustos son románticos y eligió obras famosas. No tengo a mano los datos, pero trabajó en Buenos Aires más de una vez durante su carrera (no están los datos en su "biografía" del programa). Me consta que estuve en conciertos suyos.

               Naturalmente, su retorno lo realizó con el Concierto Nº 2 en fa menor, op.21 (el Nº 2 es anterior al Nº 1 pero lo editaron más tarde; al escribirlo tenía todavía 19 años, entre fines de 1829 y principios de 1830, pero su estilo ya había madurado).  En mis más de 50 años activo seguramente escuché este concierto numerosas veces. Y por supuesto tengo grabaciones como la de Rubinstein. Estoy mirando cuáles fueron los artistas que dieron el Nº 2 entre 1950 y 1970 y me extraña que sólo fueron dos, aunque muy bueno el de Arrau con Malaval y la Orquesta de Amigos de la Música. Pero tuve más suerte con la Primera: 6 veces. Uno fue también Arrau, Malaval: los 2 el mismo día. Dos fueron valiosos: Gelber con Fiedler y la Filarmónica; y Argerich con Fuchs y la Sinfónica Nacional; pero en Washington, enero 1957, Rubinstein con Mitchell y la National Symphony. Fliter tiene sin duda una gran seguridad y conocimiento, de modo que tocó con calidad, pero la sentí a veces algo arbitraria en pasajes con demasiado rubato. El apoyo orquestal fue razonable. Ella fue especialmente brillante en el tercer movimiento, así como fue indudable su expresividad en el Larghetto; es en el Maestoso inicial donde la sentí menos convincente. Dio dos extras de Chopin, una fina versión de un Nocturno, y un vertiginoso Vals, aquel que suelen llamar "del minuto", que ella hizo prestissimo. Pareció contenta con este nuevo contacto con la ciudad donde nació, y el público la recibió más que bien. De paso, no ataco tanto a Chopìn en cuanto a la orquesta; en el primer movimiento se la escucha sola no menos que 3 veces con una orquestación normal. Sí es cierto que una vez que toca la pianista no hay diálogo entre el piano y la orquesta. En ese sentido Liszt es mucho más interesante.

               El director eligió momentos sinfónicos de primer rango de las 4 óperas wagnerianas; son de lo mejor que escribió. De "Lohengrin", el rápido y alegre Preludio al Acto III, bien logrado por director y orquesta. De "Tristán e Isolda", el Preludio y Muerte de Amor; el Preludio es idéntico  en la representación de la obra; la Muerte de Amor está admirablemente adaptada por el compositor para orquesta sola, al extremo de que sólo aquellos que hemos escuchado con frecuencia el original con Isolda cantando podemos pensar que sí, la versión orquestal es muy buena pero con la voz es ideal. La versión resultó de alta calidad: el director comunicó cada detalle con mucho conocimiento e intensidad, y la orquesta respondió en todo momento. La "Marcha fúnebre de Sigfrido" es uno de los grandes aspectos de "El ocaso de los dioses" y la versión de Latham-Koenig fue admirable: llegó gradualmente al punto máximo en el que se rinde homenaje al héroe para luego volver a la lenta tristeza de haberlo perdido. Muy positiva la orquesta.  Recordé la versión notable de Rudolf Kempe cuando lo dirigió con la Sinfónica Nacional en octubre 1953. El concierto terminó con lo que Wagner llamó Preludio de "Los Maestros Cantores de Nüremberg", que para mí suena claramente como una gran obertura. Hay una pequeña diferencia entre el concierto y la ópera; en el concierto finaliza con dos poderosos acordes y en la ópera no están; se abre el telón y la gente está en una iglesia y canta de inmediato. Sea como fuere, este "Preludio" es extraordinario, un "tour de force" perfecto que atrae mucho a los directores de orquesta y fue un espléndido final del concierto que comento. Entre 1950 y 1970 la escuché 8 veces: menciono a Böhm con la Filarmónica de Viena 2 veces en septiembre 1965, Kempe con la Sinfónica (octubre 1953), Dervaux con la Orq. de la LRA en agosto 1957, Kondrashin en julio 1970 con la Filarmónica de Moscú; y en la única visita de una orquesta japonesa, Toyama con la Sinfónica de NHK en mayo 1966. Seguramente la volví a escuchar en salas de concierto decenas de veces desde entonces, y nunca me cansó: la música  es extraordinaria. El director supo darle el exacto sentido a cada sector tan variado, como cuando evoca a los jóvenes que bailan unidos a un fugato ideal. La orquesta tocó con entusiasma y claridad. Una gran noche wagneriana.

Pablo Bardin

               

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