lunes, septiembre 02, 2019

​GARIFULLINA: VOZ AGRADABLE, VESTIDOS ABSURDOS, MARKETING

            ¿Hubiera estado lleno el Colón si Aida Garifullina no hubiese cantado en las ceremonias de apertura y clausura de la Copa Mundial en Rusia y el Concierto de París para el Día de la Bastilla, transmitidos en vivo por televisión y visto por varios millones de personas, aparentemente incluyendo a argentinos? Realmente creo que no. Eso fue marketing  a todo trapo. Sin embargo, esta soprano rusa nacida en Kazan ganó el Concurso Operalia de 2013 (es el de Domingo) y desde entonces tuvo algunos contratos importantes: "Les Pêcheurs de Perles" en el Festival de Salzburgo, "Roméo et Juliette" en el Liceu, Musetta en París. La temporada en el Norte es de Septiembre a Junio; la de 2018-2019 incluyó su debut en el Met y en "Casamiento en el Monasterio" de Prokofiev dirigida por Barenboim en la Staatsoper Berlin (craso error en el programa: aparte de la zonzera de poner el título en inglés creen que la ópera es de Mussorgsky…). Pero también está el lado crossover: conciertos con Bocelli en la Arena de Verona. Y los grandes festejos: "Carmina Burana" en Shanghai y la Ciudad Prohibida de Beijing celebrando los 120 años de Deutsche Grammophon.

            Estamos en una época globalizada en la que no sólo la calidad artística importa (me circunscribo a la ópera en este caso) sino (si es soprano o mezzo) también ser linda y desenvuelta. Pero se puede serlo con sobriedad y clase, como la gran Elina Garança, de superlativo nivel como cantante y actriz, que llena la sala porque es una auténtica gran figura y no necesita de estadios ni inauguraciones futbolísticas para brillar. Linda seguramente Garifullina lo es, en rostro y en cuerpo.  Pero ya sea por gusto propio o por mala asesoría se presentó en el Colón con ropa estrafalaria. Un gran melómano de mi generación, Eduardo Damián Bokstein, escribió lo siguiente en el foro de Ayache y lo creo inmejorable: en la Primera Parte, entró con un "enorme vestido blanco de volados arrastrando una larga cola". Y en la Segunda Parte: "bello vestido blanco con abertura que permite ver su bien torneada pierna derecha. De sus bellos hombros cuelga una extraña y larga ´traine´ de blancas plumas y strass. El gallináceo adminículo está sostenido por un cordón de plástico transparente tomando sus hombros y cruzando su tersa espalda". En ambos casos el director de orquesta tiene el arduo problema de acompañarla  sin pisarle el vestido (una vez se lo pisó). Ni la Pompadour se ponía algo tan "bouffant". Tampoco era muy cómodo para los miembros más cercanos de la orquesta. Honestamente a mí me molestó y distrajo de lo que importa: su canto.

            Fue acompañada por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires dirigida por Carlos Vieu y el esquema se mantuvo en las dos partes: pieza sinfónica- aria o canción. Salida de la dama y del director. De nuevo pieza sinfónica- aria o canción. Etc. Algo no está del todo bien si al final de la noche se llega a la conclusión de que la calidad artística fue más alta en instrumentistas y director que en la cantante y así fue como promedio, aunque la soprano tuvo algunos momentos para recordar.  Ya desde la brillante "Farandole" (Suite Nº 2 de "L´arlésienne") de Bizet-Guiraud, la seguridad técnica y el conocimiento estilístico de Vieu nunca cejó, y la Filarmónica, tocando un repertorio que no le es habitual, gallardamente dio un rendimiento admirable durante toda la velada. Ella hizo su extraña entrada, fue muy aplaudida, y cantó ese delicioso vals de Gounod, "Je veux vivre" de "Roméo et Juliette"; su dificultad estriba en que la melodía se canta con una plétora de apoyaturas que deben escucharse con adecuado estilo y claridad; en este caso, las sentí con acentos erróneos; y la voz me resultó agradable pero algo vibrateada.

            El Intermezzo de "Manon Lescaut" es el mejor Puccini, conmovedor y muy bien orquestado; Vieu y la OFBA lo hicieron impecablemente. Por su parte, ella eligió otro Puccini: "Sì, mi chiamano Mimì" de "La Bohème"; con buen italiano (mejor que su francés)  Garifullina mostró una voz más cálida y plena, soprano lírica en vez de ligera; sin ser memorable, fue un paso positivo en el programa.

            Lo ruso resultó ser el mejor momento en la velada. La magnífica Polonesa de "Eugene Onegin" de Tchaikovsky tuvo el brío coreográfico y el firme ritmo necesarios. Y la "Escena de la muerte" de "La Doncella de Nieve" ("Snegourotchka") de Rimsky-Korsakov fue un aporte importante, ya que es música muy atrayente y aquí desconocida.

El Colón nunca la dio y está poco grabada; hasta el año 2000 sólo había una grabación completa, búlgara, con algunos artistas famosos como Ghiuselev, Milcheva y Evstatieva; también hay arias sueltas grabadas y no menos de cuatro pasajes orquestales tienen varias grabaciones. Hubo dos versiones; la original es de 1881 pero Rimsky la revisó en 1896. Se trata de una leyenda poética escrita por Alexander Ostrovsky sobre la Primavera;  la Doncella de Nieve, al enamorarse de la Primavera, se derrite y muere. Un arioso muy expresivo, orquestado con refinamiento, permitió a la soprano demostrar su afinidad con este lenguaje, ya con su voz firmemente centrada.

            Delibes cerró la Primera Parte con dos piezas disímiles: la espléndida Mazurka de "Coppelia", tocada con vigor y ritmo, y la divertida canción "Les filles de Cadix", estrófica, donde esas muchachas expresan su repudio a un presunto conquistador. Muchas famosas la grabaron: de los Ángeles, Muzio, Galli-Curci, Bartoli, Dessay, Sutherland, Sills. El texto es de Musset y no se aclara si la orquestación es de Delibes, pero suena bien, la melodía es pegadiza y a Garifullina se la escuchó cómoda en esta canción españolizada y humorística.

            Excesivo intervalo de algo más de media hora. La Segunda Parte nos llevó inicialmente al drama: de "La Traviata", el Preludio al Tercer Acto, seguido de la lectura  hablada de la carta de Germont, el breve recitativo y el aria "Addio del passato".  Prefiero una Violetta que elimine algún sobreagudo en "Sempre libera" pero que tenga el timbre para llenar de angustia el dúo con Germont y el aria que menciono; por eso mis modelos son Callas y Muzio. Tras el Preludio admirablemente plasmado por Vieu, la soprano leyó en razonable italiano y terminó con un "È tardi!" gritado; el aria la cantó bien, con más expresión de lo que me suponía, pero su voz sigue siendo demasiado liviana para este personaje, esencialmente dramático. Hubiera sido mejor que eligiera un aria de "L´elisir d´amore", p,ej. Y además fue demasiado el contraste con el vals de Musetta, "Quando m´en vo´", cantado con gracia y sensualidad. Antes, más Verdi: esa especial Obertura de "Luisa Miller" verdiana que desarrolla un solo tema y que Vieu dirigió con cabal comprensión (Puccini no tiene oberturas).

            Luego, el atrayente Intermezzo de "Cavalleria rusticana", interpretado esta vez con órgano ubicado en el palco avanti-scène izquierdo; el mejor Mascagni en las buenas manos de Vieu. Y finalmente dos canciones, una triste y una alegre. La "Élégie" de Massenet es  bella y si bien está muy grabada rara vez se interpreta en concierto. Supongo que la versión original es para voz, violoncelo y piano, pero hay múltiples orquestaciones y otras combinaciones. Caruso la grabó con el violinista Mischa Elman y piano; Domingo con Perlman y orquesta. Cantantes disímiles como Gedda sólo con piano, Chaliapin (un bajo) con dos instrumentistas, Carreras, Gigli con Orquesta. Y las damas: Ponselle con orquesta, Kabaivanska, Rethberg; pero también contraltos como Forrester o Tourel (con Levine al piano). Massenet fue un prolífico creador de canciones, a veces en series denominadas Poemas, todas raramente transitadas aquí o en Europa. No deja de sorprenderme ya que fue un gran melodista. En este concierto la escuchamos con un espléndido solo de violoncelo a cargo de Ezequiel Fainguersch y una sobria orquestación acompañando la voz. Y ella cantó con buena línea y afinación y con un timbre entristecido (elegíaco no es trágico).

            Terminó con la  "Mattinata" de Leoncavallo, su melodía más famosa y grabada por una plétora de tenores. La antológica es la de Caruso con el autor al piano (que además escribió el texto). Salvo dos versiones escandinavas con piano (Gedda, Björling) el resto es con diversas orquestaciones (no de Leoncavallo): los tres tenores con Mehta, Domingo con Peeters, Pavarotti con Gamba, Bonisolli, Di Stefano, Martinelli, Bocelli. Hay algunas por alemanes  (Wunderlich, Völker, Piccaver, Schmidt). Y una de Zenatello grabada en 1910. Sólo una está cantada por una soprano: Gheorghiu con piano. Esto es lo que figura en mi catálogo 2000 de CDs. En suma, creo que fue escrita para tenor y que no funciona bien en voz femenina, además de que, más allá de la calidad de los no italianos, pasa con ella como con las canzonettas napolitanas: suenan mejor en una garganta italiana. Garifullina la cantó correctamente pero sin autenticidad. El otro asunto es la orquestación; ignoro cuál usaron (no se aclara) pero sonó muy Hollywood y yo creo que cualquier orquestación debe tener en cuenta cómo orquestaba Leoncavallo (por cierto que muy bien).  En varios casos específicos me pregunto si el Colón tenía las orquestaciones o les fueron enviadas por el agente de Garifullina: Rimsky-Korsakov, "Les filles de Cadix", "Élégie" y "Mattinata".  En todo caso, el autor de las orquestaciones en el caso de las canciones debe figurar.

            La primera pieza fuera de programa fue bien elegida: "O mio babbino caro" de "Gianni Schicchi" de Puccini es una deliciosa melodía para una voz liviana pero grata, como la de Garifullina, y perfecta para un concierto (las figuras famosas no cantan esa ópera, Lauretta tiene muy poco que hacer). En cambio, esa manía de aprenderse un tango para quedar bien volvió a aparecer: ella dijo unas palabras en inglés antes de cantar "Por una cabeza", de Gardel y Le Pera, afinada pero completamente fuera de estilo; aunque por supuesto fue muy aplaudida por los que no discriminan y sólo se emocionan porque es un tango que conocen. Y claro está que es un "flor de tango" y me gusta mucho, pero no así…Como seguía el aplauso y la orquesta ya no tenía nada más preparado, ahora sí hubo un bis, palabra mal usada sólo aplicable cuando es una repetición: "Sì, mi chiamano Mimì". Garifullina puede irse contenta, la imagen final es de mucho éxito; para mí fue un buen recital mejorable.

Pablo Bardin

 

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