sábado, diciembre 21, 2019

OCHO CONCIERTOS SINFÓNICOS. RTVESLOVENIA, FILARMÓNICA, SINFÓNICA

             Estas últimas semanas de la temporada han sido muy densas tanto en conciertos como en ópera. Hoy voy a reseñar ocho conciertos sinfónicos. Tras décadas de ausencia el violoncelista Mischa Maisky nos visitó en años recientes en un recital con piano (su hija) y en el Triple de Beethoven con la Filarmónica (con sus hijos). Esta vez tocó el Concierto de Schumann con la Orquesta Sinfónica RTV Eslovenia dirigida por Raoul Grüneis en el ciclo de Nuova Harmonia en el Coliseo; fue el 8 de Noviembre. Cuatro conciertos de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires: el 11 de octubre en el Auditorio Nacional del CC exCorreo dirigida por Nicolas Rauss con el clarinetista Mariano Rey; el 7 de noviembre en el Auditorio de Belgrano dirigida por Darío Domínguez Xodo con el trompetista Daniel Marcel Crespo ; y dos en el Colón: el 14 de Noviembre dirigida por Michael Seal con el violoncelista Gary Hoffman; y el 5 de diciembre cerrando el ciclo de abono dirigida por Enrique Diemecke con el pianista David Fray. Por último, tres de la Orquesta Sinfónica Nacional: el 25 de octubre dirigida por Mariano Chiacchiarini con el pianista Alexander Panizza y el Coro Polifónico Nacional; el 15 de noviembre dirigida por Carlos Vieu con Daniel Robuschi (violín) y el Coro Polifónico Nacional; y el 6 de Diciembre, los tres  en el Auditorio Nacional, dentro del Ciclo de Música Contemporánea organizado por el Teatro San Martín dirigida por Natalia Salinas con el contratenor Flavio Oliver.

 

ORQUESTA RTV ESLOVENIA

 

            Tuve un solo contacto con Ljubljana el 18 de febrero 1964 y la bella capital de Eslovenia, en esa época formando parte de la Yugoslavia regida por el Mariscal Tito, tenía un teatro de ópera de aspecto tradicional; en esloveno presencié "Macbeth" de Verdi con buenos cantantes locales. Esto inició una maratón de 17 días de ininterrumpidas funciones de ópera pasando por Venecia, Viena, Munich y Stuttgart. Hay una cantidad de muy buenas orquestas de radio-televisión en Europa y algunas están en niveles de primerísima calidad (Munich, Berlín). Sin llegar a tanto, la RTV Eslovenia es sin duda muy buena y fue un placer conocerla en manos de un talentoso director que debutó aquí: Raoul Grüneis. Si bien la propaganda puso comprensible énfasis en el famoso Mischa Maisky, el concierto entero fue valioso. La Orquesta se fundó en 1955 con la intención de realizar grabaciones de estudio y de concierto para el Archivo Nacional de Música. Además de  música clásica también dio conciertos de música popular orquestada. En total realizaron una impresionante cantidad de grabaciones: unas 400. Ha tenido ocho directores y el actual es el búlgaro Rossen Milanov, pero quizá porque recién asumió en septiembre de este año esta gira tuvo como director a Grüneis. Nació en Würzburg (no se aclara cuándo), magnífica ciudad alemana con un palacio y una fortaleza imperdibles, y su muy variada formación en Berlín en Universidad de las Artes fue no sólo en dirección de orquesta, también en el Lied (con Reimann y Fischer-Dieskau) y en el acompañamiento pianístico en cursos wagnerianos de Waltraut Meier. Como director pasó por las óperas de Freiburg, Mannheim y Darmstadt. Asistió a Runnicles y Sinopoli en el Festival de Bayreuth y visitó los ensayos de Celibidache. Dirigió en las óperas de Dublin, Graz, Hannover, Nacional de Praga, Weimar y Stuttgart. Su actividad de conciertos fue de Berlín a Lausanne, Hannover, Weimar, Praga, Bucarest, Bolzano, Gdansk, Brno, Seúl, Gwangzhou, con especial énfasis en Venezuela, donde dirigió todas las orquestas importantes con obras de Wagner, Strauss y Bruckner. De 2004 a 2009 dirigió la Filarmónica y la Ópera de Ratisbona, y desde 2010 es el Director General de Música de la Ópera Estatal de Estambul. Por último, ha realizado transcripciones orquestales de obras para piano o de música de cámara. Como se ve, un director múltiple y muy viajero.

            Inició el concierto con la magnífica obertura de "La novia vendida" de Bedrich Smetana. Conservo en la memoria dos versiones de asombrosa calidad: la de George Szell dirigiendo la Orquesta de Cleveland en New York (11/2/58) y la de Jaroslav Krombholc al frente de la Orquesta de la Ópera de Viena en una función operística (22/2/64). La obertura es muy difícil ya desde el principio con un torrente de semicorcheas a ritmo rápido y luego fluctúa entre gratas melodías y ritmos bailables; Eslovenia es todavía Mittel-Europa y tiene un carácter más Habsburgo que los restantes países de la que fue Yugoslavia y Grüneis conoce bien Praga, de modo que no sólo la ejecución fue muy prolija sino que transmitió el espíritu alegre y muy checo de esa obra maestra (desisto pensar en que alguna vez la veremos en Buenos Aires en checo).

            En una entrevista Maisky declaró que el de Schumann es su concierto favorito y se entiende dado el espíritu arrebatado del violoncelista; también dijo que el tercer movimiento es sumamente arduo técnicamente, con sus numerosos agudos extremos. Y bien, el septuagenario artista demostró que no ha perdido su virtuosismo, y con la expresiva colaboración de Grüneis lograron una versión convincente de una obra que para mí está un punto abajo del Concierto para piano pero uno arriba del para violín; está unificado por un material dominante que se escucha en los tres movimientos que se tocan "attacca" (sin solución de continuidad). Y coincide con su intérprete en cuanto al carácter fantasioso a ultranza de la música, a veces sin embargo disminuido por un exceso de repeticiones. Hubo dos piezas fuera de programa; en la primera fue acompañado por la orquesta: las últimas dos variaciones de las "Variaciones sobre un tema rococó" de Tchaikovsky, la primera lenta y ensoñada, la segunda un torbellino presto de extrema dificultad, donde nuevamente se lució. Y luego, solo, tocó la Sarabande de la Suite Nº 5 y el Preludio de la Suite Nº 1 de Bach; por supuesto que sin un criterio historicista, pero con excelente afinación y buen fraseo.

            La Sinfonía Nº 4 de Brahms es una prueba de fuego para cualquier director. Grüneis tiene un enfoque similar a Toscanini y a Eugen Jochum: fraseo intenso, tempi algo rápidos, cuidado de la forma: expresividad, sí, pero controlada. Sus gestos no son sobrios pero sí comunicativos, sin arbitrariedad. La orquesta estuvo pendiente de él y tocó con calidad en cada categoría, con un sólido nivel donde las fallas fueron mínimas y hubo muchos solos resueltos con gran profesionalismo.

            Si la obra principal fue densa y poderosa, las piezas extras fueron livianas. La primera fue una obrita amable de color folklórico; me la enviaron desde Nuova Harmonia de esta manera: Kadar Zila noj Drava-Koroska; tengo la impresión de que el orden de las palabras no es el correcto y me suena mejor así: "Zila noj Koroska", de Drava Kadar. Franz von Suppé es famoso por sus oberturas de opereta, pero se lo escuchaba mucho más varias décadas atrás que ahora. La de "Poeta y aldeano", como la de "Caballería Ligera", son las más conocidas. Están todas grabadas en Marco Polo y son nada menos que 37; un buen amigo las tiene todas; yo conozco unas diez y me gustan, aunque mi favorita es "Mañana, tarde y noche en Viena", donde Von Suppé fue muy apreciado en la época de Johann Strauss II. Lo curioso es que sus operetas no se ponen en escena; tengo un LP con los mejores fragmentos de "Boccaccio" pero no parece haber operetas completas grabadas, al menos en el catálogo RER de CDs del 2000. Una aclaración: dos no están catalogadas como opereta, aunque se parecen mucho; "Poeta y aldeano" figura como comedia con canciones, es de 1846; y "Mañana, tarde y noche en Viena", como pieza de teatro local con canciones; lo notable es que sus oberturas no se distinguen formalmente de las realizadas para opereta, así como tampoco parece distinta la de "Pique Dame", denominada ópera cómica. Von Suppé nació en Split (Croacia) pero su familia vivió durante dos generaciones en Cremona (Italia); en 1819 Croacia formaba parte del Imperio Austro-Húngaro; el compositor murió en Viena en 1895. "Poeta y aldeano" quizá se toque más en transcripciones para banda; yo creo no haberla escuchada nunca en su original versión sinfónica y me alegró que Grüneis la eligiera; en efecto, "Poeta" es una bella melodía orquestada con buen gusto; "aldeano" es música rápida, robusta y rítmica, muy pegadiza. Los instrumentistas la ejecutaron con brillantez y parecieron divertidos. Entusiasmo del público; lamento que no haya conciertos de música liviana pero sinfónica; no arreglos rockeros sino gratas piezas como sabía programarlas Fiedler con la Boston Pops. Nos falta eso y Diciembre o Marzo son perfectos para tales materiales.

            Debido a otro compromiso no pude presenciar el último concierto de Nuova Harmonia: Gala Lírica Progetto Fabbrica, Teatro dell´Opera di Roma, en la que se pudieron apreciar jóvenes cantantes seleccionados en repertorio habitual. Hay un rumor que Nuova Harmonia cambiaría de enfoque en 2020; espero que siga siendo una institución dedicada a la buena música académica con talentosos intérpretes, es muy necesario que el Mozarteum no se quede solo.

 

ORQUESTA FILARMÓNICA DE BUENOS AIRES

 

            Es una buena idea la de programar algunos conciertos fuera de su sede normal (el Colón) en conciertos gratuitos en salas adecuadas. El del 11 de octubre en el Auditorio Nacional tuvo una doble atracción: darle una oportunidad al director suizo Nicolas Rauss de presentarse con nuestra Filarmónica (fue director de la Sinfónica Provincial de Rosario y de la Filarmónica de Mendoza) y apreciar un programa muy interesante con dos obras de Albert Roussel, una de Liadov y el estreno de "Crónicas  latinoamericanas", Concierto para clarinete del argentino Daniel Freiberg. Antes de venir a trabajar en Sudamérica, Rauss, nacido en Ginebra y discípulo de Corboz, tuvo una considerable carrera con orquestas como la de la Suisse Romande, la de Cámara de Lausanne, orquestas en Baviera y Schleswig-Holstein; y en Sudamérica, la Sinfónica de Sao Paulo y la Estable del Colón.

              Hace unos meses hubo que agradecer a Sylvain Gasançon con la Sinfónica Nacional que entre otras obras recuperadas, incluyera la Tercera Sinfonía de Roussel, una de las dos mejores suyas junto con la Cuarta.  Este compositor se ha programado poco en años recientes, pese a ser de los más valiosos del período entre guerras mundiales. Yo nunca escuché en concierto (ignoro si fue un estreno) la obra inicial de la Primera Parte de este programa, "Pour une fête de Printemps" ("Para una fiesta de Primavera"), op. 22, de 1920. Ya en 1913 había demostrado su talento en "Le festin de l´araignée" ("El festín de la araña"), un sutil ballet con influencia impresionista. El op.22 tiene elementos románticos e impresionistas pero el acorde bitonal con el cual se inicia indica que pronto compondrá en un nuevo estilo. Es una obra desigual con pasajes más atrayentes que otros algo anodinos; en mi catálogo de CDs tiene sólo dos grabaciones, de Jacquillat y  Martinon. Tuvo una buena versión.

            Siguió una pequeña joya de ese compositor ruso de notable talento, Anatole Liadov (1855-1914), "El lago encantado"; lástima que no era afecto al trabajo intensivo y produjo muy poco, salvo para piano. Pero son igualmente interesantes y no se tocan "Baba Yaga", "Kikimora" y "Del Apocalipsis", muy diferentes al mundo refinado y lento de "El lago encantado" (recuerdo una poética versión de Enrique Ricci hace ya varias décadas); Rauss logró transparentes texturas de la Filarmónica en una interpretación lograda. La otra obra que se escuchó a veces es las Ocho Canciones Folklóricas Rusas, muy gratas de escuchar en sus arreglos.

            La obra más gustada y con razón de Roussel es la Segunda Suite de "Bacchus et Ariane", un magnífico ballet breve de 1930; curiosidad: las dos Suites sumadas equivalen a la obra completa. Así lo hizo aquí magistralmente Maazel con una orquesta francesa. La Segunda suite tiene un vigoroso estilo rítmico y melodías claras e incisivas, con una orquestación colorida y variada; su impulso constante produce un fuerte impacto en el oyente. Notable trabajo de Rauss y la Filarmónica, haciendo honor al brío de la partitura. Recuerdo muy buenas versiones de Fournet aquí y dos de máximo nivel por Cluytens con la Filarmónica de Berlín visitando Washington cuando yo estudiaba allí (4/11/56) y muy poco después otra versión ideal por la Sinfónica de Boston dirigida por Munch (13/12/56).

            El Concierto de Freiberg estaba originalmente programado como segunda obra de la Primera Parte, pero no tenía sentido ya que requería muy considerables movimientos y tiempo para instalar todo lo necesario, ya que es sui generis; por ende quedó solo en la Segunda Parte. Quiso la casualidad que un gran amigo mío haya tenido a Freiberg de condiscípulo en el colegio y que los acercó su común afición por el jazz. Luego Freiberg fue a vivir en Europa y allí se quedó; ejerce una profesión no musical pero estudió paralelamente técnicas de la música académica. Me resulta extraño que un compositor argentino de 62 años sea para mí una total novedad, al extremo de no conocer su apellido. Más extraño aún es que su compleja obra me haya resultado interesante. En parte quizá porque Mariano Rey no es un muy buen clarinetista; sería injusto considerarlo así, ya que es sencillamente excepcional, capaz de tocar de manera deslumbrante un Concierto de Weber pero también sumergirse en el tango como un tanguero que jamás hizo música académica, y además ejecutar de tal manera jazz en clarinete como a si esa fuese su especialidad, ya que no hay inflexión jazzera que no conozca. "Crónicas latinoamericanas" fue compuesta por encargo de la Orquesta de la Radio de Colonia (Köln) y el compositor es su propio editor: Freiberg Music (BMI), New York. Este Concierto para clarinete tiene tres movimientos: "Panorámicas", "Diálogos" e "Influencias", y teniendo en cuenta los elementos muy jazzísticos me pregunto si no debiera llamarse "Crónicas americanas".  Además es un concierto en donde el solista dialoga con cuatro invitados: Luis Cerávolo (batería), Juan Pablo Navarro (contrabajo), Ricardo Lew (guitarra) y el propio Freiberg (piano). La guitarra no es típica del jazz pero sí lo son el piano con batería y contrabajo. Por supuesto en la era Lombardi no hay notas sobre las obras ni los autores, de modo que el espectador se basa en lo que ve y oye para formarse una opinión. Rey utilizó varios tipos de clarinete según lo requerido por el autor, pero también tuve la impresión no sólo con Rey sino con los invitados que había un elemento aleatorio, improvisatorio, en lo que escuchamos. Sin olvidarnos de una orquesta bastante completa que estableció marcos para los solistas pero también tuvo protagonismo en muchos pasajes. Freiberg tocó un piano jazzístico de primer orden y los otros tres, claramente amigos y muy capaces en sus intervenciones, dieron una impresión momentánea de jam session. Y sí es latinoamericana, cómo dejar de lado lo mejicano, lo colombiano o lo venezolano, lo brasileño, en el transcurso de la obra. Una obra distinta que se podría considerar crossover muy elaborado y que me pareció digna de estreno.

 

            El siguiente concierto me llevó a una sala por la cual siento una persistente nostalgia por haber sido durante muchos años el baluarte de la Sinfónica Nacional, durante los cuales Calderón y otros maestros nos trajeron magníficas experiencias musicales que traté de sintetizar en mi libro sobre la Sinfónica. Pero en años recientes el Auditorio de Belgrano cambió de dueño y se convirtió en una sala comercial, perdiendo ese halo de lugar adecuado para la gran música (también Festivales de Buenos Aires presentó allí maravillas).  Además se vieron óperas presentadas por un animoso grupo privado. Tras varias temporadas volví a este auditorio de grata acústica y muchas gradas y me sentí algo raro; varias refacciones habían cambiado la sala. Pero gradualmente me acostumbré al nuevo "look" y gocé del concierto. Dirigió Darío Domínguez Xodo, actual titular de la Sinfónica Municipal de Florencio Varela. Fue becado en Suiza, asistente de la Orquesta del Teatro Argentino y luego de la Filarmónica; también dirigió en Perú y en muchas ciudades argentinas.

            Inició su actuación con una cuidada interpretación de la mal llamada Obertura de "Rosamunda" de Schubert, ya que fue usada por el autor pero era realmente la obertura de la semiópera "Die Zauberharfe" ("El arpa mágica"). Fue una buena elección del compositor ya que tiene un estilo muy coherente con el de "Rosamunda", al contrastar un primer tema solemne y poderoso con otro de típico encanto schubertiano. La interpretación fue cuidadosa y correcta, sin tener mayor vuelo.

            Gerardo Gardelin está íntimamente ligado a los musicals; nacido en 1965, no lo asocié a la composición académica. El estreno del extenso Concierto para trompeta en tres movimientos se me hizo algo repetitivo, pero permitió el lucimiento de Daniel Marcel Crespo, reciente                                            suplente de solista de la Filarmónica. No se aclara si es argentino; los datos indican una vasta actividad internacional a partir de formar parte de la Orquesta Juvenil Mahler dirigida por Claudio Abbado; es miembro de grupos de bronces: Crespo Brass, Pampa Brass, German Brass, "para los que es arreglador y compositor". Y docente en múltiples festivales. Uno se pregunta cómo puede conciliar todo esto con su puesto actual en la Filarmónica. En este Concierto tocó con varios tipos de trompeta y demostró un virtuosismo indudable, con gran variedad de timbres y fraseos. La música de Gardelin es crossover eficaz pero no sustancioso. La orquesta acompañó correctamente.

            Fue en la Segunda Parte que el director demostró su conocimiento y su buen oficio en la difícil y extensa Sinfonía Nº5, "De la Reforma", de Mendelssohn. De sus cuatro movimientos son particularmente densos y variados el primero y el cuarto, cada uno con varios cambios de tempo y un material noble ligado a la Reforma luterana con un tema famoso que volverá a utilizar Wagner en "Parsifal".  Esta sinfonía, junto con la Segunda que aúna sinfonía con cantata, nos muestran el lado más serio mendelssohniano, como el oratorio "Elías". Una orquestación poderosa y un manejo armónico muy trabajado completan la imagen sonora, bien reflejada en la dirección de Domínguez Xodo y en el concienzudo trabajo de la Filarmónica.

            Voy a agregar algo muy poco serio: volví a mi querido restaurant chino Tao tao, idéntico a través de las décadas y que me recibió tantas noches en la época de la Sinfónica en el Auditorio.  

 

            El 14 de noviembre la Filarmónica volvió al Colón para seguir con el abono. La dirigió Michael Seal, un artista capaz que había dirigido más de una vez a la Orquesta del ISATC con muy buenos resultados. Actualmente es Director asociado de la Sinfónica de Birmingham. Dirigió la mayor parte de las orquestas inglesas y algunas del continente europeo. El programa en la Primera Parte tuvo dos obras con violoncelo solista (poco común, generalmente los visitantes tocan una sola).  Gary Hoffman ha tocado en muchos lugares y realizado grabaciones para Sony y EMI entre otras; vive en París desde 1990 y estrenó muchos conciertos dedicados a él. Sin embargo no es un nombre famoso; entiendo que debutaba aquí. Máximo Flügelman es un argentino ya veterano (nació en 1945) y está radicado en Estados Unidos desde hace varias décadas. Se dedica a negocios y su actividad de compositor es vocacional y esporádica; bien conectado, estrenó varias obras suyas en décadas anteriores. Tiene preparación seria: estudió con John Corigliano y David Diamond. El Concierto para violoncelo tiene una curiosa historia: fue encargado por la Filarmónica para conmemorar los 50 años de la orquesta y debía estrenarlo Boris Pergamenschikov en 1996, pero el compositor por alguna razón no logró componerlo y se estrenó en cambio la Rapsodia para violoncelo; que (cuenta Luciano Marra de la Fuente) "sería el germen del Concierto que se estrenaría en 2005 en París con Gary Hoffman". Tiene sólo dos movimientos: Andantino rapsódico y Allegro moderato; pero dura considerables 21 minutos. Compositor tonal y neorromántico, es bastante melódico en el Andantino y se aleja de la estructura conscientemente, al añadir "rapsódico". El Allegro moderato contrasta al solista, expansivo, con una orquesta expresionista "que desemboca en una marcha brillante concertante".  El violoncelista tiene dos cadenzas, la segunda muy difícil. Hoffman, tocando en un Amati que perteneció a Leonard Rose, tocó con limpia técnica aunque algo restringido en volumen y timbre.  La obra no me parece de gran calado pero se deja escuchar; Seal acompañó con oficio. El compositor vino a su ciudad natal y saludó.

            Las Variaciones sobre un tema rococó en La mayor, op.33, de Tchaikovsky, surgieron por la admiración que el compositor le tenía a Wilhelm Fitzenhagen, que ayudó al ruso en detalles técnicos; al parecer el tema no es rococó sino de Tchaikovsky en estilo antiguo. El tema tiene siete variaciones, la última oficiando de coda, y dura unos 18 minutos. Comenté más arriba que Maisky tocó las dos últimas fuera de programa. Es una obra simpática y bien escrita, ampliamente melódica pero con algunas vallas técnicas arduas. Recuerdo con especial placer las versiones de Rose en Washington (1957) y de Tortelier (1964) y Fournier (1968) en Buenos Aires. Ya que no hay Concierto para violoncelo del autor, aunque sea tenemos las Variaciones, piensan los violoncelistas, y tienen razón. Quizás más acostumbrado a la acústica de la gran sala, sentí a Hoffman con sonido más amplio y bello y su técnica estuvo a la altura de las dificultades aunque sin alarde de virtuosismo. Seal, muy cuidadoso, le dio pleno apoyo y el placer de la orquestación tchaikovskiana siempre es un plus. ¿Porqué será que una vez de cada dos la pieza extra de los violoncelistas es una sarabande de Bach?  Y volvió a cumplirse la regla no escrita con Hoffmann: una sarabande bachiana fraseada con musicalidad.

            Cuando comenté la Octava sinfonía de Shostakovich en la versión este año de Lano con la Sinfónica mencioné el impacto que me dio escucharla por Kempe con la Royal Philharmonic y el privilegio que entonces existía en el Royal Festival Hall de comprar la partitura que se tocaba esa noche. Luego volví a seguirla con la grabación de Previn y con las pocas versiones que se escucharon en vivo aquí, sobre todo la de Calderón con la Sinfónica. Y me encuentro con que esta sinfonía de guerra en 2019 es tocada no sólo por la Sinfónica, también por la Filarmónica. Enhorabuena, especialmente porque Seal mostró en ella ser un director de fuste: tempi bien elegidos, mantenimiento de tensión en los varios lugares donde los climax son enormes, conciencia clara de la garra de esta obra de 65 minutos, total concentración por parte de la orquesta, admirables solos extensos. Y el público reaccionó con entusiasmo al final: el lenguaje de Shostakovich, como sucede con Mahler, es comprendido por nuestros melómanos. Y la Filarmónica en buenas manos es una orquesta de alto nivel. Ahora abogo por la tan especial Cuarta sinfonía y por la Nº 13, "Babi Yar".

 

            Gran final de abono el 5 de diciembre con dos obras esenciales de Maurice Ravel: el Concierto para piano y la versión íntegra de "Dafnis y Cloe". Diemecke poniendo lo mejor de su talento y su privilegiada memoria en "Dafnis", más el feliz debut de David Fray reemplazando a la anunciada y famosa Hélène Grimaud, que nunca vino, supuestamente enferma (¿por qué será que siempre se enferman los más célebres?).  El Concierto de Ravel con frecuencia tuvo buena suerte aquí, donde se escucharon versiones memorables. La de Bernstein tocando y dirigiendo la Filarmónica de New York, las de Argerich, las de varios franceses… El debut de Fray volvió a demostrar que incluso los críticos (salvo que viajen mucho) no están actualizados. Leo que Fray tocó con las mejores orquestas europeas y de Estados Unidos y con grandes directores, que es aclamado por sus interpretaciones de Bach y Boulez y que en esta temporada llevará las Variaciones Goldberg por Europa, Rusia y China; y para mí es un nombre nuevo. Ya no: el Concierto raveliano es de enorme dificultad en los movimientos rápidos y necesita de un verdadero artista para el lento, que puede definirse como mozartiano pero con síncopas. Hay clara influencia del jazz en los rápidos pero son inconfundiblemente del autor en todo momento, además de exigir a los vientos una enorme precisión en notas muy agudas. Hubo buen entendimiento entre el director y el pianista y en general la orquesta estuvo bastante bien, pero hubo pequeños deslices. Fray estuvo impecable en pasajes brillantes y rítmicamente intrincados, y supo cantar con nobleza en el movimiento lento. No me extrañó la pieza fuera de programa: el tema de las Variaciones Goldberg, con sus dos sectores repetidos; una versión muy alejada de Tureck, bastante lenta, con un fraseo muy expresivo y libre, con marcados rubati, y un toucher admirable.

            Me fascinó y conmovió volver a escuchar "Dafnis y Cloe" completo, hecho muy raro en nuestros conciertos, donde sí impera la Segunda Suite, dada con suma frecuencia y con la que concluye la obra. Lamenté que no se pudiera contar con el Coro del Colón en los momentos donde Ravel utiliza el coro como un instrumento más, sin texto, pero dando un color muy especial al conjunto; por supuesto que incluso sin el coro la maravilla de su orquestación no tiene límites; sin embargo el coro añade. Como además "Dafnis" como ballet está olvidado (la versión Skibine ya es remota) escuchar toda la música fue un enorme placer. Un dato: llevo registro de los "Dafnis" que escuché en vivo entre 1951 y 1970: el único que dirigió las dos Suites fue Monteux con la Orquesta del Colón (18/4/58), privilegio extraordinario ya que fue él quien lo estrenó. En el mismo período escuché la Segunda Suite 16 veces en concierto. Tengo tres grabaciones de la integral y mi preferida es la de Dutoit/Montreal, que ganó premios justamente, porque logró no sólo la perfección técnica sino la diafanidad impresionista hasta en fortissimo. El trabajo de Diemecke fue de muy alto nivel y la Orquesta estuvo inspirada, con magníficos solos en flauta y corno inglés, entre otros; sólo faltó ese último grado de diafanidad que recién mencioné en algún fortissimo exagerado. Pero Diemecke aseveró que estudió la obra con Monteux y creo que se notó claramente su profundo conocimiento de cada detalle y matiz de una obra tan extraordinaria como difícil. Nuestra Filarmónica está lista para un viaje a Europa.

No estoy seguro de si Maazel hizo sólo las dos Suites o la integral con una orquesta francesa; si fue la integral, como tengo la impresión, fue la única que escuché en la sala de concierto; Maazel fue otro que tuvo el secreto de Dutoit. Por bueno que sea un disco nunca es lo mismo que escuchar la música en una sala de notable acústica, y redescubrí, por ejemplo, las increíbles sutilezas de la "danza lenta y misteriosa de las ninfas".

 

ORQUESTA SINFÓNICA NACIONAL

 

            El 25 de Octubre Lombardi nos hizo un regalo muy tardío en el último mes de sus cuatro años de gestión: le prestó a la Sinfónica lo necesario para proyectar el texto de una obra cantada, ABC de cualquier sala de concierto, pero Lombardi o no se enteró o lo hizo a propósito. Dejó así sin información a la gente en docenas de conciertos con el Coro Polifónico Nacional u otros coros y eso no lo hace un hombre de cultura.  Ya sabemos que Mariano Chiacchiarini no le tiene miedo a los grandes desafíos, como lo probó a principios de este año con una admirable interpretación de la Sexta sinfonía de Mahler. Esta vez nos trajo dos estrenos enmarcando al otro Concierto de Ravel, el de mano izquierda, con Alexander Panizza, y como el programa no tiene comentarios, los hizo él hablándole al público, como ocurrió otras veces: él sabe que la información es fundamental; Lombardi o no lo sabe o no le importa.

            Daniel Spritz es un compositor argentino de edad considerable que vive en España; no creo que la Sinfónica haya tocado alguna obra suya. Chiacchiarini lo conoció allá y se interesó en la obra que escuchamos en estreno mundial, "Toda noche", inspirada en versos del poeta Hugo Mujica.  Dura unos 15 minutos y tiene carácter de poema sinfónico; el lenguaje si bien tonal es fuertemente disonante en ciertos pasajes y en otros evoca de manera casi impresionista nuestra tierra mesopotámica. Pareció muy bien tocada (del director no tengo duda) y fue útil conocerla.

            El Concierto para la mano izquierda es mucho más audaz que el de dos pianos; por momentos creo que Ravel nunca escribió otra obra tan avanzada, sobre todo en la introducción oscura y hasta trágica que va recargando la textura hasta un vibrante fortissimo. A su vez la escritura pianística exige muchísimo, ya que en todo momento tenemos la sensación de que tocan las dos manos, o sea que la izquierda oficia simultáneamente de base armónica y melódica.  Recuerdo entre otras versiones admirables las de Gulda con Skrowaczewski y Fontenla con Scherchen. Panizza estuvo en plena forma y logró vencer todos los obstáculos: una versión de categoría internacional. Se necesitaba la mano segura de un talento como Chiacchiarini para tener la riqueza de timbres y el ajuste exacto que escuchamos, con una orquesta flexible y concentrada. Me resulta asombroso que con tantas jubilaciones y nuevos miembros, además de gente que se fue porque le pagan mejor en otras orquestas, la Orquesta sigue dándonos tan buen resultado en programas arduos. El discursito previo sobre la Sinfónica en crisis es casi siempre el mismo y no ha logrado conmover a las autoridades: la Sinfónica sigue maltratada. Ahora con las dos manos, Panizza eligió fuera de programa esa joya que es "L´isle joyeuse" de Debussy, tan innovadora en la técnica y colorida en su evocación griega, y la ejecutó con pleno dominio.

            El estreno latinoamericano de "Nagasaki", oratorio de Alfred Schniitke, es un acontecimiento. El autor vivió entre 1934 y 1998 y dejó una obra muy variada y amplia, en  géneros que van desde la música sinfónica o sinfónico-coral a la de cámara o a la ópera, en un lenguaje con frecuencia fuertemente disonante y agresivo. Aquí se recuerda, por ejemplo, el áspero Concierto para piano tocado por Lazar Berman con una orquesta de Leningrado. "Nagasaki" es obra temprana, escrita a los 24 años, denunciando la bomba de plutonio que destruyó Nagasaki poco después de la de uranio de Hiroshima. Los textos son bastante elementales, bastante peores los rusos que los de procedencia japonesa. Dura 37 minutos y está escrito para mezzosoprano, coro y orquesta. En 1958 se estrenó, pero las autoridades no autorizaron nuevas interpretaciones durante varias décadas; recién postmortem, en 2016, se ofreció en Sud África. Las primeras tres partes son terriblemente dramáticas: "Nagasaki, ciudad del dolor"; "La mañana"; "En ese fatídico día". La cuarta y quinta son de recuperación: "Sobre las cenizas" y "El sol de la paz". Schnittke en 1958 ya tenía un considerable bagaje formativo y orquesta y escribió para coro con vigor y sólida técnica. Naturalmente su gran influencia es Shostakovich pero con armonía más avanzada, y con la exageración de la juventud carga demasiado las tintas en varios pasajes, pero su impacto es indudable.  Cuando la música se suaviza encuentra un mayor sentido melódico y texturas más finas. En suma, sin estar totalmente logrado este oratorio merece conocerse y grabarse (no sé si se grabó). El Coro Polifónico Nacional dirigido por José María Sciutto tuvo un rendimiento magnífico y la orquesta tocó a todo trapo con garra y convencimiento, guiada por la mano habilísima de su director. Alejandra Malvino cantó con la musicalidad y expresión que la han convertido desde hace décadas en una artista muy solicitada.

 

            En el concierto del 15 de noviembre tuvimos otra sorpresa "simpática" de Lombardi: no hubo programa. Y ello siguió siendo así hasta que se fue salvo una excepción que comento más abajo. Pedí a Prensa que me pasen el mail de Producción; se negaron a su manera, no contestando dos reclamos. Así ha sido este centro cultural durante 4 años: actividad intensa pero nula comunicación entre áreas; nos dejan sin baño porque lo lavan justo en el intervalo; no prenden la luz en intervalos; a la Sinfónica le otorgan 10 miserables minutos de respiro entre dos partes; dejan entrar bebes; tienen un pésimo sistema para entregar las entradas gratis que hacen perder un tiempo infernal al público; y acostumbran a la gente a tener notables conciertos siempre gratis salvo Barenboim, lo cual es negativo: entradas baratas como la entrada a un cine, pero no gratis: ninguna buena orquesta en el mundo debe sufrir ese régimen que le saca categoría. Y ya se sabe: una vez que se acostumbran luego protestan porque les cobran 300 pesos. Tras el discursito habitual (como si se pudiera esperar algo de Avelluto, sobre todo cuando estaba por irse) hubo un merecido homenaje: tras 40 años de tarea en la Sinfónica, se jubila el excelente primer atril de viola, Gustavo Massun. Y ya que saben que no había programa, ¿por qué no le dijeron a la gente lo que iban a escuchar? Algunos lo saben por mail pero otros no (los críticos recibimos información).

            Dirigió Carlos Vieu, sin duda uno de los mejores nuestros. En la Primera Parte se ofreció el Segundo concierto para violín, en do sostenido menor, op. 129, de Shostakovich, con un artista de perfil bajo pero muy bueno: José Robuschi, suplente de concertino de la Sinfónica. El Segundo concierto fue estrenado aquí el 1º de julio de 1970 por Viktor Pikaizen y la Orquesta Filarmónica de Moscú dirigida por Dmitri Kitajenko. No es tan interesante como el Nº 1, más expresivo y profundo; también es bastante más corto. Sus dos movimientos rápidos tienen temas algo triviales pero Shostakovich los maneja con un satírico humor y la orquestación muestra marcas bien del compositor, como las intervenciones del piccolo. Además hay detalles rítmicos interesantes. El movimiento lento es un remanso melódico.  Sobrio, sin gestos, concentrado, Robuschi tocó con amplio dominio técnico y comprensión de la música; Vieu lo acompañó con meridiana claridad y la orquesta respondió con brillantez. Fue interesante y difícil la pieza extra, donde Robuschi volvió a demostrar su calidad: la Sonata Nº 2, "Dies Irae", de Ysaÿe, quizá la más avanzada de las seis que escribió para violín solo.

            Luego las Cuatro piezas sacras de Verdi tuvieron una versión extraordinaria. Ayudó que hubiera texto proyectado, ya que no tuvimos programa. Estas pìezas son tardías y muy distintas al Requiem. Dos de ellas son breves y serenas; las otras dos extensas y complejas. Y son de distintos años. La primera es un Ave María de 1889, dos años después del que escribió para "Otello", su escritura es tierna y diáfana. El Stabat Mater es de 1896-97, o sea que tenía 84-85 años. Pocos Stabat Mater son tan intensos y dramáticos y tan variados; y la armonía tiene momentos muy audaces. El tercero es los Laudi alla Vergine Maria, de       1890, muy expresivo y bello. Qué notable, tres de las cuatro son sobre la Virgen. El cuarto es un magnífico Te Deum, de impresionantes climax y nuevamente aspectos muy avanzados. Son sus últimas obras y demuestran que el octogenario mantenía una total lucidez y fuerza creadora. El Coro Polifónico Nacional tuvo un director invitado, Hernán Sánchez Arteaga, gran talento. Vieu volvió a demostrar que es nuestro mejor director sinfónico-coral: tanto en la sutileza como en el inmenso impacto de los fortissimi conmovió profundamente con las más auténticas armas. Y el Polifónico tiene voces soberbias tanto femeninas como masculinas, capaces de dar un sonido redondo y comunicativo en pianissimo como de plasmar toda la gradación de volumen hasta fortissimi de una plenitud impresionante.  La Sinfónica respondió en todo momento con nobleza y en todas sus secciones.

 

            El 6 de diciembre la Sinfónica colaboró, como hizo en años recientes, con el Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea del Complejo Teatral de Buenos Aires. Y como ocurrió en 2017 y 2018, fue lo único de real interés en un ciclo que ha perdido categoría. Tuvimos programa porque lo hizo el Complejo, pero siendo el de la Primera Parte de un ciclo que sigue en febrero, la página de este concierto tuvo parca información. Yo obtuve los detalles en la computadora. Dirigió Natalia Salinas, joven y de formación muy completa; tres obras intrincadas fueron ensayadas con ahínco, demostrando nuevamente la rapidez con la que la Sinfónica asimila músicas complicadas. Aunque no tuve partituras, la limpieza de ataques y cortes indicó un sólido trabajo; si en música de tantas disonancias alguna estuvo fuera de lugar no lo puedo afirmar, pero sí que Salinas, con los gestos justos, obtuvo versiones honestas.

            El programa estuvo bien elegido por Diego Fischerman, que es el Director del ciclo en estos tres últimos años. Hubo un cambio para mí bien venido en la tercera obra, que en lugar de ser un estreno de un compositor argentino actual, fue el asombroso "Popol Vuh" de Ginastera. La compositora finlandesa Kaija Saariaho logró cierta fama en el hemisferio Norte con su ópera "L´amour de loin", que conozco y me interesó. El estreno aquí de "Orion" me pareció acertado.

La obra es extensa, 24 minutos, y tiene tres partes: "Memento mori", "Winter stay" ("Estadía invernal") y "Hunter" ("Cazador"). Una orquestación poderosa con mucha percusión, realizada con gran habilidad, da color a ideas muy nórdicas de violentos contrastes, con una armonía atonal e intención descriptiva. Soy un entusiasta de la música finlandesa, no sólo Sibelius sino las tendencias posteriores como Saariaho o Rautawaara; tienen algo distinto que decir y que logra impacto en la sensibilidad del oyente.

            Hasta que tuve unos 60 años el Benjamin que conocí era Arthur, autor australiano de obras agradables pero de escaso peso. George Benjamin, nacido en 1960 en Inglaterra, es considerado uno de los más interesantes de su generación y ha creado abundante música en distintos géneros, incluso varias que son para voz y orquesta (dos figuran en mi catálogo RER 2000). El estreno en Buenos Aires de "Dream of a song" ("Sueño de una canción"), para contratenor, coro femenino y orquesta, fue una buena idea. Se trata de seis canciones y dura unos 20 minutos; lamentablemente no tuvimos los textos (¿no le interesó a Fischerman traer el aparato necesario?; otros lo han hecho en casos específicos, p.ej. el Mozarteum). Tengo los títulos pero no los autores de los textos. 1: "The pen" ("La escritura" o "El corral"); 2) "The multiple troubles of man" ("Los múltiples disgustos del ser humano"); 3) "Gazing through the night" ("Contemplando durante la noche"; 4) en castellano: "Gacela del amor maravilloso"; 5) "The gazelle" ("La gacela"); 6) "My heart thinks as the sun comes up" ("Mi corazón piensa mientras sube el sol"; duda: será "sinks"? ("tramonta").  Tengo la impresión de que "gacela" no es sólo un grácil antílope sino que sería algún tipo de poema de extracción árabe, pero tal sentido no me aparece ni en el Espasa ni en la Real Academia; hasta me pareció que podría tratarse de un poema de García Lorca.  Y qué curioso dos poemas sobre la gacela, en castellano e inglés. Una de las modas actuales entre los compositores es escribir para contratenor tanto en concierto como en ópera; yo estoy a favor de escucharlo sólo en obras de la época de Dowland y Purcell y en música inglesa; no se usaba el contratenor en la Europa continental. Ahora se lo utiliza para reemplazar a castrati en óperas barrocas italianas y eso es plausible. Pero siempre me extrañó que un historicista como Harnoncourt lo pusiera en sus grabaciones de cantatas de Bach: está claro que Bach tenía niños soprano y contralto para las arias femeninas (las mujeres no estaban permitidas en el luteranismo). A este contratenor Benjamin le asignó música que llega bastante alto, o sea que necesita una soprano o un contratenor soprano (hay contra tenores contralto); yo hubiera preferido una soprano, suena más natural. También es verdad que hay dos escuelas actualmente; antes había sólo contratenores de cámara, ahora están aquellos que como Fagioli pueden cantar razonables forte en una sala grande. Flavio Oliver está en la segunda categoría y se lo escuchó en todo momento, pero tiene un estilo exagerado tanto en el canto como en el amaneramiento de los gestos; no tengo manera de saber si fue fiel a la música. También estuvo en algunas de las canciones el Coro femenino del Coro Nacional de Jóvenes dirigido por Pablo Banchi y dio un grato aporte. Salinas pareció estar bien en control de la situación y la orquesta liviana permitió buenos equilibrios. La música, como la de Adès, está en una tendencia de no ir a los extremos salvo en algún momento y partir de una base parcialmente tonal; sin entender cabalmente al carecer de los textos, creo que Benjamin escribe bien para las voces y domina las sutilezas orquestales; me interesó escucharlo y quisiera tener más acceso a su música (recurriré a You Tube en el verano).

            Hace ya bastantes años escuché en vivo el "Popol Vuh" de Ginastera y me pareció lo mejor de su producción tardía, que no siempre me gusta; también alguna vez lo escuché por radio. Es algo así como "La consagración de la Primavera", pero maya. En efecto, significa "La creación del mundo maya".  Es su op.49 y dura 24 minutos. La orquesta es muy grande y tiene un arsenal de instrumentos de percusión que incluye a varios maya (¿los trajeron o la Sinfónica ya los tenía?; porque esta obra debe hacerse con la exacta combinación pedida por el autor o no se debe ejecutar; a mí me sonó auténtica). Hay pocas obras que llegan a un paroxismo sonoro tan impresionante y áspero y lo que cuenta lo justifica. Los temas necesitan el máximo de imaginación y oficio, y Ginastera estuvo aquí en el nivel de un gran músico. Las cinco partes se unen; la primera es "La noche de los tiempos" y el criterio es claro: lo inicia un sonido primitivo y siniestro, oscuro y grave, producido por la tuba y el clarinete grave entre otros (más brutal, pero se parece al principio del Concierto para la mano izquierda de Ravel) y va añadiendo elementos caóticos, como seguramente fue esa noche de los tiempos antes de que hubiera vida, de explosiones y choques de astros. En "El nacimiento de la Tierra" pasaron muchos millones de años antes de que hubiera la primera y muy elemental vida y los desastres se sucedieron, incluso el gigantesco choque que hizo que se desprendiera la Luna; de modo que la música sigue reflejando esa lenta y terrible evolución pero en pocos minutos. En "El despertar de la naturaleza", también lento pero irreversible y siempre creciente, la primera vida fue en el mar, y tras un gigantesco lapso formas de vida muy elementales llegaron a una Tierra firme que ya entonces podía sustentar vida; por ello en esta etapa Ginastera crea climas sugerentes  lentos y con una orquestación que da más espacio a instrumentos menos poderosos y más capaces de producir melodía. Pero en "El grito de la Creación", sin ser específico, podemos imaginar distintas etapas incluso la tremenda de los dinosaurios, aunque también un nuevo choque de asteroide que los eliminó haciendo posible una  etapa dominada por los mamíferos y vía evolución llegar eventualmente al homo sapiens; de modo que hay grandes contrastes en la música. Por último, "La gran lluvia", probablemente el último Diluvio, lleva a nuevos desastres, pero eventualmente pasa (todo pasa) y podemos imaginarnos al pueblo maya en el Yucatán, con su civilización tan evolucionada, sus pirámides, un libro como el Popol Vuh, sus sacrificios, su dominio de la astronomía. Los minutos finales son los del colmo del Diluvio en fortissimo; no hay una sexta parte que nos lleve a un mundo más sosegado. ¿Pero existe ese mundo? Ciertamente nos lo podemos preguntar ahora que coexisten la posibilidad de un cambio climático devastador y una guerra atómica. Por eso esta obra pega tan fuerte en nuestro ánimo; ni la Tierra ni el Universo son suaves y dulces. Felicitaciones a Salinas y la Sinfónica por danos una versión que comunicó temas terribles y fundamentales a los oyentes con gran fidelidad.

            Los otros dos conciertos de esta primera fase del Ciclo no me atrajeron; en el primero la violoncelista francesa Séverine Ballon estrenó obras de Saunders, Czernowin, Lim, Xenakis y Aperghis en la emblemática sala Casacuberta del Teatro san Martín, donde durante 20 años se tocó tanta música contemporánea, pero que ahora sólo albergó un concierto. Y como tercer concierto, el del Makrokosmos Quartet (Suiza) para dos pianos y dos percusiones, con obras de Viñao, Dayer, Matalón y Reich, en la Sala Argentina. Entre el 23 y el 27 de enero 2020 habrá cinco conciertos integrados al FIBA (Festival internacional de Buenos Aires), todos ellos de compositores argentinos; lo creo un criterio nacionalista muy exagerado cuando es enorme la música que se produce en el mundo, y me parece que detrás de este criterio hay simplemente un problema de fondos escasos ya desde el año pasado.

Pablo Bardin


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