martes, diciembre 10, 2019

CHOPINIANA, CUATRO CONCIERTOS

MICHAEL MC HALE

Nació en Belfast, Irlanda del Norte, y desarrolló una carrera considerable, tocando con orquestas de buen nivel, actuando en varios festivales y grabando una veintena de CDs. Estudió en Belfast, Cambridge y Londres y ganó varios premios. Últimamente también es docente en Irlanda. Ha formado parte de Chopiniana en otra temporada.
Me decepcionó el repertorio que eligió: dos de las sonatas más trilladas de Beethoven, "Claro de luna" y "Appassionata", tres piezas bien conocidas de Chopìn, cerró el concierto con la muy tocada paráfrasis de concierto de "Rigoletto" de Liszt. Menos mal que hubo un interludio irlandés: el Nocturno Nº 10 en mi menor de John Field, muy grato, y un arreglo del propio Mc Hale de una canción, "My Lagan Love"; otro arreglo suyo de melodía irlandesa fue la pieza extra. Sus arreglos fueron bastante básicos y el placer estuvo en escuchar las melodías. Pero fue grato y útil escuchar el Nocturno de Field, ya que es bien sabido que influyó en Chopin, cuyos nocturnos por cierto son magníficos; Field escribió con buen gusto y fino pianismo, sin pretensión de profundidad, pero es un antecedente digno de escucharse, y sería bueno que alguno de sus conciertos para piano se estrenase aquí. En su momento fue una figura internacional y de los primeros en consolidar la idea del recital de piano. Es un romántico sin angustia. 
No hay duda de la sólida técnica de McHale y sus versiones beethovenianas fueron eficaces, pero algo frías. Lástima que no nos dio p.ej. las notables Sonatas Nos. 18 y 28, tan personales y atrayentes. Lo sentí más cómodo en Chopin: el Vals Nº7, en do sostenido menor, op.64 Nº 2, es de los más bellos y contrastantes, con su tema principal melancólico y algo lento complementado por otro tema de gran empuje rítmico. Las tres obras que eligió están en menor y esto en Chopin suele producir música intensa y comunicativa; y el mundo abundante y tan variado de sus mazurkas tiene algunas que se destacan especialmente, como la op.67 Nº4 en la menor, de considerable duración y riqueza de ideas. Y la Balada Nº 4, en fa menor, op.52, quizá la menos tocada, es, además de su lado contemplativo, una obra de jugosa inventiva que toca muchas emociones. El pianista eligió bien y se mostró mucho más cercano a la estética del autor; ejecutó esta música expresando su contenido y con una gama de colores y rubati que resultó convincente. Como se sabe, la paráfrasis de "Rigoletto" se limita al famoso cuarteto, abrumado por floripondios excesivos pero que impresionan en manos de un virtuoso y McHale le dio brillo con su ágil digitación. Un recital respetable aunque con pocos aportes. Tuvo lugar el miércoles 11 de septiembre a las 19,30 en la Sala Oval del Palacio Paz, muy linda pero de mediocre acústica muy resonante; lamento que hayan dejado la Sala de la Fundación Beethoven.
El siguiente recital, del brasileño Pablo Rossi, hubiera debido hacerse el miércoles 18 pero el artista pidió cambiar al lunes 16, con lo cual me chocó con otro concierto y no pude ir; Rossi ya había formado parte de un ciclo de la Chopiniana y esta vez formuló un programa con música brasileña y en especial algo que me hubiera gustado escuchar en vivo: la tan ingeniosa "Prole do bebé", Libro 1º, de Villalobos. 

EDUARDO DELGADO

Veterano pianista de notable formación (Scaramuzza, Lorenzi, Rosina Lhevinne), vive en Estados Unidos desde hace varias décadas y ha mantenido una intensa vida de concertista y docente (esto último especialmente en la Universidad del Estado de California en Fullerton durante 20 años). Ha sido jurado en múltiples concursos, incluso el segundo Concurso de Argerich en Buenos Aires. 
Su programa fue muy de su generación, difícil y variado. El Preludio y fuga en la menor de Bach-Liszt es uno de los seis que Liszt transcribió entre 1842 y 1850; el elegido tiene el número BWV 543 y pertenece a la enorme colección de Preludios y fugas BWV 531 a 552. El Preludio es contundente en una transcripción bastante fiel del original para órgano y la fuga, extensa y poderosa, maciza y densa, fue presentada sin remilgos y con pedal. Un buen comienzo de recital donde Delgado demostró su fortaleza, ya septuagenario.
Las Seis piezas op.118 de Brahms son bien características de esa etapa final creativa: el primer Intermezzo y la Balada son intensos, rápidos y dramáticos, pero las otras cuatro son reflexivas, lentas y en el caso de la Nº 6, Intermezzo, el Andante pasa a ser Largo e mesto (triste). El pianista tuvo momentos incómodos en ciertos pasajes rápidos y tendió a exagerar los rubatos (o rubati), pero me resultó muy molesto una práctica que creo no sólo "démodée" sino errónea: en vez de tocar un acorde simultáneo en ambas manos se oía primero la izquierda y luego la derecha, y esto como manera de interpretar, ya que lo hizo con suma frecuencia.
Es siempre un desafío interpretar los Cuadros de una Exposición de Mussorgsky, ya que hay numerosos pasajes de dificultad trascendental, y me consta porque los tengo, versiones grabadas en vivo de nada menos que Horowitz y Richter tienen errores. Son una maravilla de imaginación y justamente famosas, pero tiene pasajes, sobre todo en "Baba Yaga" y en "La gran puerta de Kiev", no sólo de enorme dificultad sino también de escritura pianística de dudosa calidad técnica. Y es por eso que la estupenda orquestación de Ravel siempre le resulta preferible. La interpretación de Delgado fue interesante en lo expresivo, pero hubo considerables errores e insistió en la mala praxis de tocar desfasados los acordes. 
Curiosamente lo que me pareció más logrado del concierto fueron las piezas extras. Delgado estaba exultante ya que el público le aplaudió mucho, y también porque estaba presente Alicia Terzian, con quien lo liga una fuerte amistad reflejada en sus respectivas palabras. Así, dio una magistral interpretación de la poderosa Toccata de Terzian, obra de juventud, y de dos vertiginosas piezas; la segunda con seguridad fue el asombroso Estudio patético de Scriabin, y el primero quizá sea también otro estudio del autor. El concierto tuvo lugar el 25 de septiembre.

MARK VINER

Mark Viner debió venir en la temporada pasada pero un problema de visado lo obligó a cancelar y fue reemplazado. Este año pudo participar y tuvo a su cargo el concierto del 2 de Octubre. Nació en 1989 se graduó en el Royal College of Music en 2011. Su carrera se incrementó cuando ganó el 1º premio en el Concurso Internacional Alkan-Zimmerman en Atenas en 2012. Desde entonces es especialista en Alkan y vino a estrenar su gran Sonata "Les Quatre Âges" ("Las cuatro edades"), lo que hace particularmente valiosa su visita. 
Quizá también fuese estreno la obra que inició la Primera Parte: "Marcha fúnebre de ´Dom Sébastien´ de Donizetti" de Liszt. Esa ópera, por otra parte, no se conoce aquí. Se trata de la penúltima ópera donizettiana, escrita en 1843. Apenas un año después imaginó Liszt esta transcripción, que actualmente tiene el número de catálogo S402 y al menos hasta el 2.000 sólo existía la grabación de Leslie Howard, que como se sabe ha registrado la inmensa integral pianística lisztiana y vino el año pasado tocando justamente transcripciones y paráfrasis de óperas. Liszt estaba muy al tanto del mundo operístico y sabía que su público iba a gustar de escuchar melodías famosas en ropaje virtuosístico. Siendo una Marcha fúnebre Liszt en este caso se moderó en cierto grado, aunque llega a un gran climax en el tema de la marcha. Sin duda Viner demostró que su técnica es muy completa.
La Fantasía es quizá la obra pianística más importante de Schumann (sólo pondría en ese rango "Carnaval" y "Estudios sinfónicos") y cualquier melómano tiene sus interpretaciones favoritas; las mías en vivo son las de Edwin Fischer (lo escuché en Milán en 1954) y Evgeny Kissin, tanto en el dominio técnico como en la rica expresividad y variedad que la partitura requiere. Viner sólo me convenció en el Tercer movimiento, que tuvo nobleza y bello timbre; pero lo encontré desparejo en el Primero, donde no logró conciliar sus tan diversos fragmentos, y en el segundo la Coda falló por completo (es lo más difícil de toda la obra). 
Y vamos a Alkan. Charles-Valentin Alkan es un caso extraño y excéntrico dentro de la música pianística francesa. Alkan se apellidaba realmente Morhange y era judío; nació en París en 1813 y murió como había creado, excéntricamente, a los 74 años; al intentar bajar un libro desde el tope de su gran biblioteca ésta se desequilibró y le cayó encima. Extraordinario alumno desde los 6 años del Conservatorio de París, ya era un virtuoso del piano a los 17 y Liszt fue amigo suyo. La mayor parte de su abundante música es pianística y mucha está grabada actualmente; va desde miniaturas hasta obras gigantescas y de casi inhumana dificultad que él lograba tocar sin fallas. Obras como la Sonatina (grabada por Bernard Ringeissen), en realidad una amplia Sonata; el Concierto para piano solo, cuyos movimientos son los Ns. 8, 9 y 10 de los Doce estudios en todas las tonalidades menores y su primer movimiento es el más extenso que existe; al grabarlo Ronald Smith lo redujo a 20 minutos pero dura bastante más; y "Las cuatro edades", obra autobiográfica escrita en 1848, con otra excentricidad: él tenía 35 años pero describe los 20, 30, 40 y 50 años. El propio Alkan fue su peor enemigo: en vez de realizar la brillante carrera que sin duda podía realizar, vivió como recluso en su casa de París sin viajar a ningún lado. A principios del siglo XX Busoni y Philipp lo defendieron y tanto Busoni como Egon Petri tocaron obras suyas. Ya en época del Long Play su campeón fue Raymond Lewenthal, que tocó varias partituras suyas aquí vistiéndose como en el siglo XIX y con iluminación especial; dejó grabados varios discos y tenía una magnífica técnica; presencié uno de sus conciertos hace ya más de 30 años, y no recuerdo que después se haya tocado música de Alkan. Viner es su actual entusiasta y grabó música de Alkan y Thalberg. En el año 2000 había grabaciones de esta obra de Hamelin y P. Reach. Los dos primeros movimientos de "Las cuatro edades" son en efecto de dificultad trascendental: "20 años: muy rápido", una celebración exaltada de la energía de la juventud; "30 años: Casi Fausto: bastante rápido", añade a la rapidez un elemento fantasmagórico. Los otros movimientos contrastan fuertemente: "40 años: Familia feliz; lentamente"; y "50 años: Prometeo encadenado; extremadamente lento". Según él, en la familia feliz la música transcurre de modo tierno y sin evocar peleas; pero a los 50 aparentemente hubo divorcio y mete de rondón a Prometeo encadenado, una imagen fuertísima; el extremadamente lento parece digno de Messiaen. Una obra extraña que a mí me interesó (la escuché antes años atrás en un disco prestado) y que representa bien el talento auténtico de un compositor que, como Sorabji o Van Dieren, escribió música muy personal y poco conocida. Y que Viner tocó en términos generales muy bien; percibí, creo, algún pequeño desliz, bien perdonable, en una ejecución de gran calidad. Gracias Viner por este aporte.
En cambio, y aunque la versión fue buena, fuera de programa volvimos a tener la Polonesa "Heroica" de Chopìn, que ya se había escuchado en esta temporada. 

MARTHA NOGUERA

Martha Noguera no es sólo la fundadora de Chopiniana sino la artista que tocó en Buenos Aires la integral de las obras con opus de Chopin. Menuda y de avanzada edad, no ha perdido nada de su energía y calidad técnica. Como es lógico, se reserva el final de cada temporada. Se presenta raramente desde hace ya muchos años en otras salas, por motivos más políticos que artísticos: no es invitada por los que deberían invitarla por motivos artísticos, no políticos; así es Argentina.
El programa de la temporada anunciaba a los dos conciertos de Chopin con orquesta y esto es obviamente una gaffe, ya que ninguna orquesta cabe en ese escenario, por pequeña que sea. Recordé que hace ya bastantes años escuché un concierto de Chopin en Pilar Golf en un arreglo para quinteto de cuerdas, y finalmente esto es lo que hubo en el Palacio Paz, como no  podía ser de otra manera. La acompañó el Ensemble Estación Buenos Aires con Rafael Gintoli, concertino y director; Gabriela Olcese, violín II; Javier Cárdenas, viola; Siro Bellisomi, violoncelo; y Julián Medina, contrabajo. Se hubiera debido aclarar de quién es el arreglo, bastante bueno; y como Chopin no tenía talento de orquestador y sus conciertos alternan la orquesta con el piano pero no permiten un diálogo (es la gran falla de estas obras), me parece una buena opción; hay que ser mago para interesarse como director de orquesta en las versiones originales. Los dos (o tres, admitiendo el encontrado en décadas recientes) de Liszt son en cambio de muy creativa orquestación y permanente diálogo. Los dos conciertos son de juventud: el que está en fa menor es de 1829 (19 años), curiosamente numerado 2; el en mi menor, de 1830, numerado 1. Chopin ya había encontrado su estilo, teniendo en cuenta que algunos de sus magníficos estudios op.10  existían en 1830; una manera propia de componer sin mayores influencias, con terceros movimientos  que evocan el folklore polaco. Y es de notar que ambos están en tonalidad menor, cuando los conciertos de despliegue técnico de entonces estaban generalmente en mayor. Tienen redundancias innecesarias pero también armonías y melodías muy bellas y netamente románticas.  Noguera los ha tocado muchas veces, aquí y en el mundo, con una comprensión muy clara de su estilo; uno puede tener preferencias en cuanto al fraseo y pensar en pianistas que con la misma eficiencia comunican más, pero escuchamos un Chopin auténtico y casi perfecto. Fue bien acompañada por músicos de mucha experiencia. 
Noguera fue muy celebrada al final y sé que tocó alguna pieza extra, pero un problema de salud me impidió quedarme. Sé que el año próximo tendremos una nueva Chopiniana armada con el mismo entusiasmo.
Pablo Bardin

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