Conocí a Kristine Opolais cuando triunfó en el Metropolitan en "Manon Lescaut" de Puccini, que se vio en el ciclo del Met en El Nacional. En años recientes trabajó en Europa en su país, Letonia, o "Rusalka" en Munich, obra desfigurada por una pésima puesta pero donde ella igual dio relevancia al personaje. Nació en Riga, capital de Letonia, y tiene 41 años. Estuvo casada con el notable director Andris Nelsons de 2011 a 2016. Ha cantado en la mayoría de los grandes teatros de ópera: aparte del Met, la Ópera de Viena, la Ópera del Estado de Baviera en Munich, donde además de su muy especial "Rusalka" de Dvorák cantó Tatiana (Tchaikovsky), Amelia en "Simone Boccanegra", Vitellia en "La clemenza di Tito" y Margherita en "Mefistofele" de Boito. "El jugador" de Prokofiev en Berlín y La Scala, "Jenufa" en Zürich. Aparte de Nelsons, la dirigieron Pappano, Barenboim, M. Armiliato, Fabio Luisi, Kiryll Petrenko. Semyon Bychkov, Harding. Dio conciertos en el Festival de Salzburgo, en Tanglewood, la Gewandhaus de Leipzig (repertorio checo), los BBC Proms en Londres. En el Met sobre todo hizo Puccini (además de "Manon Lescaut", la Magda de "La Rondine", Mimì en "La Bohème" y Cio-Cio-San en "Madama Butterfly") y "Rusalka". También realizó varias grabaciones: "El jugador" con Barenboim, "Boccanegra", "Manon Lescaut" con Kaufmann en el Covent Garden, y un recital Puccini con Kaufmann para Sony. En suma, una carrera importante.
No hubo explicación con respecto a la ausencia en el Colón del pianista anunciado, Constantine Orbelian; tomó su lugar nuestro Marcelo Ayub, con buen resultado. Aparentemente fue ella la que decidió la "puesta en escena", ya que desde el principio hizo algo que yo no he visto: el pianista empezaba a tocar y luego de equis segundos ella entraba, se instalaba cerca del piano y cantaba con frecuentes movimientos, como si estuviera no en un concierto sino en la ópera actuada. Confieso que no me gusta escuchar ópera en arreglos pianísticos y eso es lo que hubo en todo momento, sobre todo porque los arreglos usaban efectos muy similares. Excepto Verdi todo el repertorio fue verista y casi siempre en torno a la muerte de la protagonista; de alguna manera me resultaron excesivos sus trajes, sobre todo en la primera parte, ya que parecían más adecuados a "La viuda alegre" o a Magda en su brillantez.
Es curioso, la Primera Parte fue programada de tal modo que la "Adriana Lecouvreur" de Cilea se escucha antes y después de Verdi. "Io son l´umile ancella" ("Yo soy la humilde criada"), primera aria de la famosa actriz del tiempo de Luis XV, fue un razonable comienzo para ir calentando una voz de calidad indudable, con buen timbre y claro italiano, aunque algo débil en las notas más graves, pero cálido en el centro y firme en los agudos, salvo cierta tensión en las más exigentes. La ópera de Francesco Cilea tiene libreto de A. Colautti sobre el texto de E. Scribe y E. Legouvé. Fue útil que se pudiera leer los textos traducidos. Siguió el Interludio al Acto Segundo (la soprano había salido del escenario). Luego Ayub inició el extenso principio orquestal del Cuarto Acto de "Otello" de Verdi; con rostro preocupado entró minutos después Opolais y cantó sucesivamente la dramática "Canzon del salice" ("Canción del sauce") sobre una muchacha abandonada por su amante y seguida por ese "Ave Maria" que es a la vez religioso y triste, donde la artista fue intensa y expresiva. Salieron ambos; entró Ayub y tocó el Preludio al Cuarto Acto de "Adriana Lecouvreur"; y enseguida, el aria fundamental y trágica "Poveri Fiori" ("Pobres flores"). Antes del aria en la ópera Adriana abrió un paquete ante Michonnet (el director de escena de la Comédie Française enamorado de Adriana, que no lo sabe): "Me saltó al rostro un gélido soplo, casi mortal"; "Las flores que le ofrecí" (a Maurizio, su amante). Cree que es un ultraje que se las devuelva. Michonnet le dice: "No es él, sino una mujer"; y entonces empieza el aria: "Pobres flores, gemas de las praderas, nacieron ayer, hoy mueren, ¡como juramento de corazón infiel! El último beso o el primero os imprimo, suave y fuerte, beso de muerte, beso de amor…" Inhala las violetas profundamente. "¡Todo terminó! ¡Con vuestra fragancia que muera el desprecio! ¡En este instante que en este día sin retorno cese el error!" Ella misma al inhalar se condena; música poderosa y amarga, fue bien transmitida por Opolais. Coincido con Toscanini, que llamó Wally a su hija; el director admiraba a Alfredo Catalani , autor de "La Wally" que lamentablemente murió a 41 años; tuve el aria "Ebben? Ne andrò lontana" ya en disco de pasta y en un viaje a Nápoles en 1954 un golpe de suerte me permitió escuchar a Renata Tebaldi en el rol principal. Años después y tras varias décadas el Colón finalmente la repuso en 1981 con una excelente artista: Carol Neblett. Compré un buen CD 20 años atrás con Eva Marton y Francisco Araiza, dirigidos por Pinchas Steinberg. El libreto es de Luigi Illica sobre una novela de W. de Hillern. El aria es la reacción de Wally al intento de Stromminger, su padre, de obligarla a casarse con Gellner (muy enamorado de ella) cuando ella se enamoró de Hagenbach, joven cazador que había vencido al padre en una pelea provocada por Stromminger. Y ella, ante la frase "¡U obedeces o partirás!", contesta: "¿Y bien? Me iré lejos, tanto como el eco de la campana sagrada arriba en la nieve eterna, arriba en las nubes doradas, ¡allí donde la esperanza es sólo pena y sufrimiento! La que fue alegre casa con mi madre, Wally se va lejos de ella y quizá no vuelva nunca, ¡y no la veré más! ¡Jamás! Me iré lejos, sola como el eco de la campana sagrada, allá en las nieves eternas y en las nubes doradas…¡Pero mis pies son fuertes! ¡Me voy porque la ruta es larga!" Música bella y personal, el aria luce a la protagonista, y en efecto Opolais llegó aquí a su mejor resultado, cantado con mucha seguridad pero también con expresividad comunicativa. No en el aria, pero al final de la ópera una avalancha sepulta a los enamorados.
Todo lo que tocó solo Ayub fue distinto de lo que el estadounidense Orbelian había programado; la prensa del Colón asegura que ha grabado discos para Decca, Deutsche Grammophon, Philips y Warner, entre otras empresas. Ayub eligió para iniciar la Segunda Parte el difícil arreglo de Liszt de la Muerte de Amor de "Tristán e Isolda"! de Wagner; para mi gusto Liszt se excede y Ayub hubiera debido suavizar los fff. "L´altra notte in fondo al mare" ("La otra noche en el fondo del mar") es la terrible aria de "Mefistofele" de Arrigo Boito en donde la enloquecida Margherita cuenta que injustamente le han dicho que envenenó a su madre y tiró al mar a su bebe. Pero es cierto…La canta desde la prisión. Opolais comunicó música y texto con garra y tristeza. La soprano eligió dos arias puccinianas para terminar, o sea que la Segunda Parte fue mucho más breve que la Primera y menos interesante. Y "Vissi d´arte" de "Tosca" fue correctamente cantado pero sin transmitir el drama. Extrañamente, el Intermezzo del 4º acto de "Manon Lescaut" fue el mejor trabajo de Ayub. El final llegó con una buena versión de "Un bel dì vedremo" de "Madama Butterfly", donde ella comunicó su esperanzada visión de la llegada de Pinkerton.
Mucho aplauso del público, pero Opolais no salía a saludar…hasta que Ayub empieza a tocar y reconocí la música de la famosa aria de la Luna, el momento más atrayente de "Rusalka" de Dvorák; y observo que alguna gente estaba mirando hacia la entrada de platea. Yo estaba muy contento en tercera fila, ideal para apreciar a la artista en todo lo que pasó durante el programa, pero imité por curiosidad la mirada hacia atrás…y allí estaba ella caminando por el pasillo central e iniciando el canto del aria tan bella y melódica, sin duda lo más esperado de esa ópera. Y ella la expresa con tal naturalidad que fue lo mejor de la noche. Hacia el final se sentó en los escalones que permiten subir a escena (ello fue bien documentado por fotógrafos y días después lo vi en mi departamento); en efecto, subió y un minuto después terminó el aria; el aplauso fue enorme y lógico, y al fin la escuchamos en otro idioma que el italiano. Vuelta a Puccini en las últimas dos piezas: la deliciosa "O mio babbino caro" de "Gianni Schicchi", muy bien cantada; música tan dulce que apenas se da uno cuenta que amenaza tirarse al Arno si el padre no le permite casarse con su novio. Terminó trágicamente (y lo anunció) con "Sola, perduta, abbandonata" de "Manon Lescaut", donde moribunda, en su interpretación cae dos veces al suelo mientras canta con gran intensidad. No es la Callas pero lo hizo muy bien. Y ante el aplauso cerrado de gente de pie fue claro que la soprano ganó la partida y estaba visiblemente feliz. Yo me sentí en el Colón prepandemia en una buena noche.
Pablo Bardin
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