miércoles, septiembre 19, 2018

Decepcionante retorno de Bryn Terfel

            Vuelvo al ruedo tras una operación exitosa, y empiezo a cumplir con críticas atrasadas.

            Festivales Musicales de Buenos Aires, admirada institución cuya ausencia se lamenta, trajo al bajo barítono galés Bryn Terfel para el Festival 1992, "Los Románticos", para un recital de Lieder que incluyó el compilado "Schwanengesang" ("Canto del cisne") de Schubert (no lo llamo ciclo porque es la publicación conjunta de los últimos Lieder del compositor) y uno de los dos "Liederkreis" ("Círculo de Lieder"; círculo aquí tiene sentido de conjunto) de Schumann, combinación ideal, en la que fue acompañado por el pianista Malcolm Martineau. Creo recordar que fue en el Auditorio de Belgrano (sin seguridad). Terfel tiene ahora 52 años; entonces, la mitad: 26. Bien al comienzo de su carrera, le habían dado un sólido dato a las autoridades de Festivales: una voz fresca y grata, una musicalidad considerable, un alemán bien  aprendido. El recital me dio gran placer y en las décadas siguientes lamenté su ausencia, mientras leía noticias sobre el progreso de una trayectoria importante y en pocos casos tuve acceso a una interpretación suya en DVD. A través de esos contactos me pareció que Terfel era una figura de cierta relevancia, pero lo que escuché y vi no se pareció mucho a ese ya lejano recuerdo; la voz con el paso de las décadas  se hacía más dura, aunque su presencia actoral era interesante. 

            Cunado Terfel fue anunciado dentro del abono denominado Grandes Intérpretes Internacionales, en  el folleto anual por un lado se cometió una gaffe, ya que se demostró que los actuales directores del Colón están mal informados  puesto que creían presentarlo "por primera vez en Buenos Aires"; pero por otro nos proponían "un programa perfecto para que disfrutemos de su versatilidad. Lo escucharemos combinar la espontaneidad de los personajes de Da Ponte con la introspección contenida en un aria de Wagner". Falso. Lo que presentó fue un programa para su público de Gales donde hizo de animador y cantante y cantó sólo dos arias de ópera, si admitimos como tal la famosa "Moritat" de "Die Dreigroschenoper" ("La ópera de tres centavos") de Weill y Brecht, que, ya se sabe, puede ser cantada por artistas que no provengan de la lírica. Naturalmente, habló en inglés;  además no hubo textos traducidos, que es lo que se hace en un teatro serio. ¿Habrá cambiado a último momento? No es fácil entender un texto cantado incluso en un idioma que uno conoce, pero salvo que hayan traído comitivas desde Gaiman y Dolavon, ¿cuántos sabían galés en el público? Conviene recordar que el pueblo galés es una múltiple combinación de los celtíberos originales (sí, como en Galicia) con romanos (cuatro siglos de ocupación con mestizaje), anglosajones y en ciertas zonas (no las de montaña) de normandos, pero el celtíbero si embargo predomina y los bardos galeses han sido esenciales en la turbulenta historia de Gales. Si bien los celtas han sido siempre tribales (clan contra clan) tanto en Gales (Wales) como en Irlanda (Eire más los católicos de Irlanda del Norte), Escocia (Scotland) y Cornualles (Cornwall, única zona celta en Inglaterra), frecuentemente se unieron para afrontar a los anglosajones o los normandos o los romanos, pero en las zonas chatas  los métodos de guerra de los adversarios eran más sofisticados y los celtas perdían; no en las montañas, que fueron siempre el refugio de los celtas más puros. El extraordinario libro de Robert Graves "La diosa blanca" compara los mitos celtas con los de otras etnias y son asombrosas las similitudes entre gente separada miles de kilómetros. Él cita a numerosos bardos, entre ellos algunos galeses, y si bien esos relatos son muy antiguos, se han ido actualizando siglo tras siglo y son muchos los autores del siglo XIX y XX que han contado esas historias, que a veces no son mitos sino que tienen que ver con héroes galeses. Son parte del folklore galés, aunque por supuesto hay canciones de otros géneros, de amor, de cuestiones sociales, de la naturaleza, etc. Fueron muy populares y gustadas incluso en Inglaterra, que sin embargo estuvo en guerra con ellos tantas veces. Y así los editores llamaron a grandes compositores de Alemania a realizar arreglos de esas canciones; hay cierto número debido a Haydn y Weber, pero el gran campeón es Beethoven, cuyos arreglos han sido grabados en su integridad e incluyen varios cientos de canciones en numerosos CDs.

            Por supuesto que Terfel podría haber cantado algunos de ellos, y le doy la razón en no hacerlo siendo galés (Gaelic), ya que prefiere lo más puro (aunque esos arreglos con frecuencia tienen alta calidad y merecen conocerse así sea selectivamente: valen la pena); cantó varios compositores de su patria, muy mal conocidos aquí, pero muy bien por los galeses. No le reprocho que nos haya hecho escuchar algunas, son un grato repertorio; pero venir a Buenos Aires después de 26 años e incluir nueve canciones celtas, tres baladas inglesas y cinco canciones de un famoso barítono estadounidense me pareció un serio error de criterio. Menos mal que también hubo cuatro Lieder de Schumann y cinco de Schubert (además de las dos arias) pero el balance no fue el que correspondía. Terfel, alto y corpulento, es hábil animador.

            Las tres primeras canciones fueron en galés  y por creadores del siglo XX: Canción del arado rojo de Idris Lewis, la muy expresiva "Domingo de Ramos" de Owen Williams y "El galés" de Meirion Williams, de color muy folklórico. Por supuesto que las interpretaciones estuvieron muy en carácter, pero el timbre en la primera y tercera canción fue áspero; en la segunda supo apianar y emocionar. Luego programó las "Salt Water Ballads" ("Baladas del agua salada"), de James Frederick Keel (1871-1954), barítono y arreglador; sobre textos de John Masefield; las primeras dos son simpáticas sin más: "Port of many ships" ("Puerto de muchos barcos") y "Trade winds" ("Vientos alisios"), pero la tercera, "Mother Carey", según Juan Ignacio Bühler "hace referencia al personaje sobrenatural que provoca  las terribles tormentas que azotan a los barcos"; y en esta música colorida y ominosa salió a relucir la habilidad interpretativa de Terfel, que sin duda es histrión de raza. Las "Songs from the Celtic Isles" ("Canciones de las islas celtas"), son arreglos de canciones tradicionales por Chris Hazell; dos son muy famosas: "Danny boy" y "Loch Lomond" (no "Lommond" como figura en el programa), un famoso lago del sur de Escocia (pernocté a sus orillas y en la taberna los habitantes –era un sábado- bailaron para su placer las danzas tradicionales). De las otras tres una se llama "My little Welsh home" ("Mi pequeño hogar galés"). Por supuesto que Terfel estuvo muy cómodo en todas ellas, aunque sin convencerme de que su voz se halle en su mejor estado; la seguí escuchando sin belleza tímbrica en forte o fortissimo, si bien es capaz de matizar.

            Según Bühler, "el moritat era un tipo de pieza vocal medieval con temática vinculada a asesinatos, tanto reales como ficticios". "Die Moritat von Mackie Messer" se refiere al homicida Mackie Navaja; la simple melodía se repite en numerosas estrofas donde importa lo que se cuenta; si bien Terfel la realizó con buen estilo, vocalmente no implica ningún desafío. "Son lo spirito che nega" ("Soy el espíritu que niega") es la famosa aria "del fischio" (del  silbato) de "Mefistofele" de Boito; aquí Terfel exageró continuamente, en su única pieza en italiano, y aunque su silbato fue excelente, me quedé pensando qué pasaría si hubiera cantado en efecto algo de Mozart o Wagner o Musorgsky. Y recordé lo que hizo Samuel Ramey con esta misma aria en el Colón, en todo sentido tanto mejor. ¿Es ésta la voz que se está escuchando en los grandes teatros europeos o hemos tenido la mala suerte de escucharlo en una etapa en la que su timbre está afectado? Porque si bien es capaz de apianar, parece pasar del piano al forte sin niveles intermedios.

            Antes de pasar a la Segunda Parte, quiero mencionar un factor que fue positivo en extremo: el pianismo de Natalia Katyukova. Todas las piezas, hasta las menos valiosas, se vieron tocadas por una varita mágica: una articulación impecable, un gusto perfecto, un toucher perlado e inmaculado. Es nada menos que Directora asistente en la Metropolitan Opera. Estudió en Moscú y la Juilliard School, ganó concursos, dictó clases, dio conciertos con grandes orquestas y acompañó a estrellas como Netrebko o Arkhipova. Si en música de relativa calidad impresionó así, se puede imaginar lo que logró en los Lieder de Schumann y Schubert; todo cuanto hizo fue superlativo. Y además es una mujer de gran belleza y elegancia.

            Los Lieder de Schumann estuvieron bien elegidos. "Belsatzar" ("Baltasar"), Op.57, narra brevemente lo que cuenta la poderosa cantata de Walton "Belshazzar´s Feast" ("El festín de Baltasar"): el soberano de Babilonia ve con terror cómo una inscripción profetiza la caída de la ciudad y la muerte del gobernante. Es un minidrama que alcanza fuerza dramática y si bien Terfel fue desparejo vocalmente, dio sentido a la historia. En total contraste se escucharon las breves "Dos canciones venecianas", Nos. 17 y 18 de la amplia compilación "Myrthen"; música fresca y melódica, Terfel las cantó bastante bien. Lo mejor de este grupo Schumann fue "Mein Wagen rollet langsam" ("Mi carruaje avanza lentamente) sobre poema de Heine en el que mientras viaja el cantante recuerda a su amada; es su op.142 Nº4 pero pese al avanzado número de opus data de 1840, el gran año de Lieder para Schumann. Terfel aquí encontró la manera romántica adecuada.

            De los cinco Lieder que Terfel eligió de Schubert, tres son de "Schwanengesang" y naturalmente mi recuerdo se hizo sentir.  Fueron "Liebesbotschaft" ("Mensaje de amor), deliciosa melodía acompañando el mensaje de amor que lleva la corriente del río; "Das Fischermächen" ("La doncella pescadora") narra el intento de seducción del galán con la pescadora en un Lied fino y expresivo; y "Die Taubenpost" ("La paloma mensajera"), último Lied escrito por el compositor, alabando a esa paloma que lleva un mensaje de amor, otra bella pieza del Liederista por excelencia. Pero antes de ella se intercalaron dos Lieder: "Litanei auf das Fest aller Seelen" ("Letanía para el Día de los Fieles Difuntos"), una melodía lenta que fue cantada pianissimo en forma conmovedora por el artista, que tuvo allí el mejor momento del recital, y el público supo apreciarlo; y "Auf dem Wasser zu singen" ("Para cantar en el agua"), enamorados navegando en un bote suavemente mecido por las olas: otra melodía de las que Schubert tenia el secreto. Sin duda el grupo Schubert fue lo mejor del recital, y aunque la voz ha perdido la ternura que supo tener 26 años atrás, aquí hubo refinamiento y talento.

             Qué lástima haber pasado de aquí a las cuatro canciones de John Charles Thomas (cuatro porque eliminó una, "A Tribute"); son pegadizas y conocidas aunque más para un crooner que un cantante lírico: "Trees" (Árboles"), "Home on the Range" ("Hogar en el campo"), "Lord´s Prayer" ("Oración del Señor"); pero la última no la conocía y resultó la más divertida y mejor interpretada: "The green-eyed dragon" ("El dragón de ojos verdes"), en donde la capacidad de comunicación del artista fue muy convincente. Hubiera sido tanto más satisfactorio escucharlo, p.ej., en "Ella verrà", Scarpia en el segundo acto de "Tosca", y un monólogo de "Boris Godunov".

            ¿Y cuál fue la pieza extra? Primero habló, y luego, como sucede en el musical, cantó "If I was a rich man" ("Si  yo fuera un hombre rico"), la famosa canción de Tevye en "Fiddler on  the roof" ("El violinista sobre el tejado"), de Jerry Bock. Recientemente incorporó a su repertorio tanto este musical como otro bastante siniestro, "Sweeney Todd"; ¿no suena a un gradual retiro de la lírica?

            En suma, Sir Bryn Terfel, como ahora se presenta, decepcionó en cierto grado; el pùblico lo aplaudió mucho pero me sonó a un tributo a una gran carrera más que como una reacción a lo que les ofreció. Lamento ser crudo al respecto pero creo que Terfel nos regresó demasiado tarde; tal como lo escuché no creo que una nueva visita nos haga escuchar al Terfel que esperábamos. Pero al menos descubrimos a una pianista y ojalá regrese tocando algún concierto o recital.

Pablo Bardin  


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