En diciembre y enero Martha Argerich estuvo enferma, pero luego logró reponerse y
está cumpliendo con 8 conciertos (5 con su presencia y 3 con artistas amigos sin ella). A los 82
años todavía es capaz de tocar admirablemente. Doy un ejemplo asombroso: Artur Rubinstein
siguió tocando hasta los 90 años, ciego pero en completa seguridad. En cuanto se anunció la
presencia de Argerich y de los otros elegidos por ella se vendieron todas las entradas. A mí no
me dieron una entrada de crítica musical; sí la tuvieron los críticos de La Nación y Clarín, pero
quizá estuvieron en palcos. Sin embargo, hubo video digital en You Tube, con buena calidad, y
es lo que pude ver y escuchar. Los que se colocaron en el Colón apreciaron su magnífica
acústica, pero con diferencias si estaban lejos.
El sábado 15 de julio a las 20 hs empezó el concierto con el Noneto op. 139 de Josef
Rheinberger. Duró 40 minutos; los primeros dos son allegro (más rápido el segundo); el tercero
es lento; y el cuarto, como es habitual, bastante rápido. De esos nueve todos salvo el
violonchelo forman parte de la Orquesta Estable, liderada por el violinista Freddy Varela.
Adrián Felizia es suplente solista de la viola. Ocupan el segundo lugar Fabio Mazzitelli (flauta) y
Alejandro Lago (oboe). Es interino Abner Da Silva (fagot). Guillermo Astudillo Nº 4 de clarinete.
Elian Ortiz Cárdenas: principal del contrabajo. Gustavo Ibacache es Nº 5 de los cornos. Y no de
la Estable Chao Xu (violonchelo). La música de Rheinberger resulta agradable pero no
profunda. Un compositor de buena técnica pero sin el talento de dos otros compositores que
escribieron nonetos: la muy grabada de Spohr y la brillante de Martinu. Rheinberger escribió
muchos cuartetos y música para clave. La interpretación del Noneto resultó clara y sólida
aunque sin intensidad.
Justamente eso (la intensidad) es lo que hubo en el Quinteto de Schumann. No dejé de
recordar cuando ella tocó el Quinteto antes de la pandemia con un entusiasmo que no
lograron los de cuerdas, y me alegró que esta vez el cuarteto respondió a una versión
sorprendente de Argerich. Bien lo sabemos, ella adora a Schumann y sus dos obras que la
emocionan son el quinteto y el Concierto para piano y orquesta. Aquí Varela se lució, pero
también fue excelente Tatiana Glava (violín II), de la Estable. Fernando Tojas Huespe (viola) en
cambio no es de la Estable, pero se trata de un artista de plena autoridad. Y como era de
esperar, bien se sabe que Stanimir Todorov, primer violonchelo de la Estable, es un artista
extraordinario. Fue sin duda una versión memorable en todo sentido. Hay que lamentar el
aplauso a destiempo de un grupo considerable tanto en Rheinberger como en Schumann, cosa
que no agradó al grupo, pero Argerich aceptó repetir la tremenda fuerza del tercer
movimiento.
++++++++
Seguramente el recital a 2 pianos del miércoles 19 de julio quedará como una noche
ideal, ya que son grandes amigos Argerich y Nelson Goerner. Quisiera agregar algo personal ya
que tuve amistades con ellos y a mis 84 años lo sigo recordando. En 1966 inauguré la revista
Tribuna Musical; Argerich ocupó la tapa y me concedió una excelente entrevista. Pocos años
después en Praga charlamos Pini y yo con ella y su marido de entonces, Charles Dutoit, que
como se sabe interviene este año en el Colón y mantiene su afecto por Martha Argerich. En
cuanto a Goerner, hace ya bastantes años yo daba clases en la Universidad Católica y me entré
que Goerner era amigo de miembros de la Facultad y daba un grato concierto, que escuché y
él me envió un disco que sigo teniendo.
Iniciaron el programa con "En blanc et noir" ("En blanco y negro"), simpático título de
Claude Debussy, CD 142, de 1915. Son tres movimientos y no deja de conmover que el primero
(rápido) está dedicado a Serge Kussevitzky y el tercero (también rápido) a Igor Stravinsky. La
música es refinada y no refleja la angustia de la Primera Guerra Mundial ni del cáncer que ya
afectaba al compositor. Sin embargo produjo obras admirables: los Doce estudios y las tres
sonatas de distintas combinaciones (quería llegar a seis pero la muerte no lo permitió). Y bien,
la sutil combinación de Argerich y Görner permitió entender el encanto de la música.
Fue célebre en su momento lo que compuso Wolfgang Amadeus Mozart para su
hermana y él: Sonatas para 2 pianos ideales en su naturalidad y belleza. La que escuchamos es
una de las mejores: en Re mayor, K. 448 (1781). Tengo desde hace mucho las magistrales
versiones de talentosos jóvenes húngaros: K. 448 está especialmente separada como la mejor
de la serie, pero quiero mencionar a tres de alta calidad tocadas por dos artistas de primer
orden; Dezsö Ránki y Zoltán Kocsis: K. 358, K. 497 y K. 521. Y bien, la gracia y perfección de
Argerich y Görner fue memorable desde el primer minuto hasta el último. Todo (incluído los
momentos más rápidos) fue magnífico; el movimiento lento tuvo tal encanto y suavidad que
daba gran placer mirar sus manos.
Y llegamos a una especialidad de ambos: Sergei Rachmaninov en sus años finales: las
Danzas sinfónicas para 2 pianos, op. 45b (1942). El original es para orquesta, y en el siempre
mencionado R.E.D. Classical 2000 Catalogue me encontré con 19 versiones del original; pero 2
años más tarde tenemos 8 versiones del op.45b y 2 de ellas son de Argerich: ella con
Rabinovitch, 1992, Teldec; y ella con Economou en 1983, DG. (segunda versión en 1997). De
modo que ella condujo a Görner pero con toda facilidad por parte de él, ya que es un
entusiasta del compositor y pronto va a tocar Rachmaninov fuera de los conciertos con
Argerich. Me llamó la atención que no hubiera el tema de la muerte que al compositor
siempre le atrajo, pero fuera de eso la naturalidad y el placer de ambos fue evidente.
Pablo Bardin
está cumpliendo con 8 conciertos (5 con su presencia y 3 con artistas amigos sin ella). A los 82
años todavía es capaz de tocar admirablemente. Doy un ejemplo asombroso: Artur Rubinstein
siguió tocando hasta los 90 años, ciego pero en completa seguridad. En cuanto se anunció la
presencia de Argerich y de los otros elegidos por ella se vendieron todas las entradas. A mí no
me dieron una entrada de crítica musical; sí la tuvieron los críticos de La Nación y Clarín, pero
quizá estuvieron en palcos. Sin embargo, hubo video digital en You Tube, con buena calidad, y
es lo que pude ver y escuchar. Los que se colocaron en el Colón apreciaron su magnífica
acústica, pero con diferencias si estaban lejos.
El sábado 15 de julio a las 20 hs empezó el concierto con el Noneto op. 139 de Josef
Rheinberger. Duró 40 minutos; los primeros dos son allegro (más rápido el segundo); el tercero
es lento; y el cuarto, como es habitual, bastante rápido. De esos nueve todos salvo el
violonchelo forman parte de la Orquesta Estable, liderada por el violinista Freddy Varela.
Adrián Felizia es suplente solista de la viola. Ocupan el segundo lugar Fabio Mazzitelli (flauta) y
Alejandro Lago (oboe). Es interino Abner Da Silva (fagot). Guillermo Astudillo Nº 4 de clarinete.
Elian Ortiz Cárdenas: principal del contrabajo. Gustavo Ibacache es Nº 5 de los cornos. Y no de
la Estable Chao Xu (violonchelo). La música de Rheinberger resulta agradable pero no
profunda. Un compositor de buena técnica pero sin el talento de dos otros compositores que
escribieron nonetos: la muy grabada de Spohr y la brillante de Martinu. Rheinberger escribió
muchos cuartetos y música para clave. La interpretación del Noneto resultó clara y sólida
aunque sin intensidad.
Justamente eso (la intensidad) es lo que hubo en el Quinteto de Schumann. No dejé de
recordar cuando ella tocó el Quinteto antes de la pandemia con un entusiasmo que no
lograron los de cuerdas, y me alegró que esta vez el cuarteto respondió a una versión
sorprendente de Argerich. Bien lo sabemos, ella adora a Schumann y sus dos obras que la
emocionan son el quinteto y el Concierto para piano y orquesta. Aquí Varela se lució, pero
también fue excelente Tatiana Glava (violín II), de la Estable. Fernando Tojas Huespe (viola) en
cambio no es de la Estable, pero se trata de un artista de plena autoridad. Y como era de
esperar, bien se sabe que Stanimir Todorov, primer violonchelo de la Estable, es un artista
extraordinario. Fue sin duda una versión memorable en todo sentido. Hay que lamentar el
aplauso a destiempo de un grupo considerable tanto en Rheinberger como en Schumann, cosa
que no agradó al grupo, pero Argerich aceptó repetir la tremenda fuerza del tercer
movimiento.
++++++++
Seguramente el recital a 2 pianos del miércoles 19 de julio quedará como una noche
ideal, ya que son grandes amigos Argerich y Nelson Goerner. Quisiera agregar algo personal ya
que tuve amistades con ellos y a mis 84 años lo sigo recordando. En 1966 inauguré la revista
Tribuna Musical; Argerich ocupó la tapa y me concedió una excelente entrevista. Pocos años
después en Praga charlamos Pini y yo con ella y su marido de entonces, Charles Dutoit, que
como se sabe interviene este año en el Colón y mantiene su afecto por Martha Argerich. En
cuanto a Goerner, hace ya bastantes años yo daba clases en la Universidad Católica y me entré
que Goerner era amigo de miembros de la Facultad y daba un grato concierto, que escuché y
él me envió un disco que sigo teniendo.
Iniciaron el programa con "En blanc et noir" ("En blanco y negro"), simpático título de
Claude Debussy, CD 142, de 1915. Son tres movimientos y no deja de conmover que el primero
(rápido) está dedicado a Serge Kussevitzky y el tercero (también rápido) a Igor Stravinsky. La
música es refinada y no refleja la angustia de la Primera Guerra Mundial ni del cáncer que ya
afectaba al compositor. Sin embargo produjo obras admirables: los Doce estudios y las tres
sonatas de distintas combinaciones (quería llegar a seis pero la muerte no lo permitió). Y bien,
la sutil combinación de Argerich y Görner permitió entender el encanto de la música.
Fue célebre en su momento lo que compuso Wolfgang Amadeus Mozart para su
hermana y él: Sonatas para 2 pianos ideales en su naturalidad y belleza. La que escuchamos es
una de las mejores: en Re mayor, K. 448 (1781). Tengo desde hace mucho las magistrales
versiones de talentosos jóvenes húngaros: K. 448 está especialmente separada como la mejor
de la serie, pero quiero mencionar a tres de alta calidad tocadas por dos artistas de primer
orden; Dezsö Ránki y Zoltán Kocsis: K. 358, K. 497 y K. 521. Y bien, la gracia y perfección de
Argerich y Görner fue memorable desde el primer minuto hasta el último. Todo (incluído los
momentos más rápidos) fue magnífico; el movimiento lento tuvo tal encanto y suavidad que
daba gran placer mirar sus manos.
Y llegamos a una especialidad de ambos: Sergei Rachmaninov en sus años finales: las
Danzas sinfónicas para 2 pianos, op. 45b (1942). El original es para orquesta, y en el siempre
mencionado R.E.D. Classical 2000 Catalogue me encontré con 19 versiones del original; pero 2
años más tarde tenemos 8 versiones del op.45b y 2 de ellas son de Argerich: ella con
Rabinovitch, 1992, Teldec; y ella con Economou en 1983, DG. (segunda versión en 1997). De
modo que ella condujo a Görner pero con toda facilidad por parte de él, ya que es un
entusiasta del compositor y pronto va a tocar Rachmaninov fuera de los conciertos con
Argerich. Me llamó la atención que no hubiera el tema de la muerte que al compositor
siempre le atrajo, pero fuera de eso la naturalidad y el placer de ambos fue evidente.
Pablo Bardin