Comenté días atrás el primer concierto de la Filarmónica de Buenos Aires; ahora le toca a la Orquesta Estable, ya que en el espectáculo monteverdiano se formó ad hoc una orquesta barroca en un espectáculo que sustituyó a alguna ópera de este autor. Los dos conciertos fueron dirigidos el primero por Freddy Varela Montero, chileno pero establecido en la CABA como concertino de la Estable (también dirigiendo desde su asiento) y Marcelo Ayub, artista mendocino que es actualmente uno de los mejores pianistas y directores que tiene el Colón. En cuanto a duración el criterio es no pasar de la hora y que no haya intervalo debido al Covid y al menos en Julio con un aforo de sólo el 30%.
El programa de Varela Montero del 15 de julio estuvo dedicado a obras de Beethoven (2) y Schubert (1). Las de Beethoven con solista: Varela Montero en la Romanza Nº 2 para violín (en Fa mayor, Op. 50) y Carla Filipcic Holm en la notable "Ah, Perfido", Op. 65, para voz y orquesta. Ambas Romanzas son del Beethoven más suave y pre-romántico, sin gran dificultad. Las conocí a comienzos de los LP en un minidisco RCA Victor de 45 RPM con un gran agujero en el centro; se escucha con adaptador. Las toca Jascha Heifetz con la Sinfónica RCA Victor dirigida por William Steinberg, y son 2 pequeñas joyas. Tres años más tarde el Concierto para violín llegaría a un nivel inolvidable de refinamiento y belleza. En el Colón el Op.50 duró casi 10 minutos; con Heifetz algo más que 7 minutos y sin embargo suena natural y muy bello. Varela Montero tiene una técnica depurada y además coordinó bien a las cuerdas, todas tocando con barbijo; pero algo más de volumen en el solista y un tempo menos lento me parecieron aspectos mejorables que quizá se deba a tener 65 años de acostumbramiento a mi versión grabada (no tengo esa partitura).
El Op. 65 según el catálogo RER 2000 de CDs data de 1795-96 y es la única obra en italiano para soprano y orquesta del autor. Pese a tener texto de Metastasio (de "Achille in Sciro"), el dramatismo intenso del recitativo y aria nada tiene de esas óperas basadas en castrados y donde los recitativos son acompañados por un clave. Beethoven la compone en el año de la Sonata Nº 8, "Patética", y está mejor escrita para la soprano dramática que "Fidelio", todavía lejana (incluso su primera versión, "Leonore"). No me extraña que artistas ligadas a Wagner o Strauss la hayan grabado y hayan coincidido con sopranos que lo cantaron en el Colón: Brouwenstijn con Previtali en 1960, Nilsson con Kinsky en 1967. También la grabaron Callas, Crespin, Flagstad con Ormandy (tengo ese disco), Crespin con Schippers (creo recordar que también lo cantó aquí después de 1970). Tengo otra grabación que salió aquí: la de Inge Borkh con Josef Krips en un LP London que tiene además la escena final de "Salome" de Strauss y la gran aria de Rezia en "Oberon" de Weber. Curiosamente Andrew Porter escribe en los comentarios del disco de Borkh que no se sabe quién escribió el texto; pero RER es posterior a ese disco y lo considero correcto. Está escrita para flauta, 2 clarinetes, 2 trompas, 2 fagotes y cuerdas. La solista elegida, Carla Filipcic Holm, debutó hace dos años como Isolda en Montevideo y la escuché con admiración; no es de extrañar que con esa madurez vocal haya dado una gran versión de la obra beethoveniana: recitativo, aria y cabaletta; es de lamentar que no hayamos tenido más ejemplo del talento beethoveniano en este rubro porque esta partitura es de gran calidad. Y debo decir que tanto la venganza deseada al principio como la bella melodía del adagio (primero entonada por el clarinete) y el Allegro assai final fueron muy bien tocados por la orquesta y Varela Montero acertó plenamente.
Increíble: la magnífica Sinfonía Nº5 de Schubert fue escrita a los 19 años; por algo era obra favorita de Beecham (que la dirigió aquí y la grabó como nadie). Fue y es una obra muy bien recibida: entre 1957 y 1970 hubo buenas y muy buenas versiones (buenas: Tevah, Fournet, De Froment; muy buenas, Beecham con nuestra Filarmónica; Böhm con la Filarmónica vienesa y Leppard con la Orquesta de Cámara Inglesa). Tengo las muy gratas grabaciones de Münchinger con la Filarmónica de Viena y la de Harry Blech con la misma orquesta que vino con Leppard. Con buen motivo el asiento de Varela Montero era más alto que los otros, ya que así le era posible comunicar mediante gestos y dándose vuelta levemente, pero sigue siendo difícil tener tanto control como desde un podio normal. Hemos visto a través del tiempo a violinistas o violoncelistas (recuerdo a Janigro) logrando resultados razonables, como ocurrió en este caso (así como hay pìanistas que tocan conciertos de Beethoven de este modo y tienen pleno éxito conduciendo a la orquesta, como Barenboim). Ayuda la cristalina música de esta sinfonía, siempre natural y espontánea, con bellas melodías y clara orquestación, y se la pudo apreciar adecuadamente, aunque sin ir más allá de un buen nivel, cuidadoso en los ataques y contrastes. En suma, un grato concierto en lo sinfónico con una artista valiosa en el canto.
El siguiente concierto de la Estable tuvo lugar dos días más tarde. No hubo nada puramente sinfónico: Ayub dirigió a una orquesta reducida en el Stabat Mater de Pergolesi con dos cantantes solistas: la soprano Jaquelina Livieri y la mezzosoprano Florencia Machado. Y antes se escuchó el Concierto para violoncelo en Sol mayor, G. 480, de Luigi Boccherini, con Stanimir Todorov, que es primer violoncelo de la Estable.
Debo confesar un gusto personal; el Stabat Mater de Pergolesi suele ser considerado como su obra más importante, pero yo tengo mayor placer y admiración por dos óperas suyas: "L´Olimpiade", cuya obertura me resultó tan buena que fue la música elegida para iniciar mi programa de radio durante varios años; y "Lo frate´nnamorato", una espléndida comedia napolitana ofrecida por el Colón en 1969 con un muy buen elenco argentino. Y por supuesto, ese intermezzo inolvidable, "La serva padrona". Hay una enorme cantidad de grabaciones; algunas con figuras famosas (pocas), y en escasas grabaciones, también coro (aparentemente puede o no estar); no hubo coro en el Colón; en mi grabación los números 8 y 12 mencionan un coro, pero no aparece en la lista de intérpretes. La orquestación es cuerdas y órgano y la duración está alrededor de 46 minutos.
Volveré sobre el Stabat Mater, pero se empezó con Boccherini. Los conciertos para violoncelo de este compositor son numerosos; durante mucho tiempo sólo se escuchaba el Nº 9 y en arreglo de Grützmacher, que además repìte el movimiento lento del Nº 7. La G significa Gérard, que realizó el catálogo de Boccherini. En el RER 2000 de CDs hay 10 grabaciones del Nº 7 y 14 del Nº 9; debería ser al revés y habría que eliminar el arreglo de Grützmacher, pero esto se aplica a versiones cercanas; ¿quién querría eliminar a Casals o a Du Pré? El Concierto G. 480 dura unos 20 minutos: sus movimientos son: Allegro; Largo; y el tercero tiene una extraña denominación: "Allegro piacere"; ¿no será "Allegro a piacere?" El compositor era violoncelista y el G. 480 se publicó en 1770 cuando tenía 27 años. Es música agradable, bien escrita, sin drama, con algunas considerables dificultades técnicas; una buena muestra de clasicismo. Y como era de esperar de un violoncelista que se midió años atrás exitosamente con el gran Concierto de Dvorák, Todorov ofreció un notable Boccherini, bien acompañado por Ayub y la orquesta.
Ahora sí el Stabat Mater; me quedo con los de Rossini y Dvorák pero el de Pergolesi tiene sus méritos. Según Alfred Einstein, no es una obra para la iglesia, sino una inspiración esencialmente personal e íntima ofrecida para edificación de un pequeño círculo. Es música de cámara vocal, de inspiración religiosa. La forma en la que Pergolesi la encaró, delicada y en general poco ortodoxa, está afortunadamente libre del olor a santidad. Agrega Abraham Veinus: "Es indiscutible que mucha música para iglesia del siglo XVIII está impregnada de un espíritu seglar que Pergolesi reflejó inocentemente, al igual que Haydn. Ambas comparten una cualidad de naturalidad y dulzura de melodía y una sinceridad ajena a todo formulismo". Coincido y admito que es una obra con buenos momentos, pero no me parece música de gran nivel. Tanto Forkel (que escribió sobre Bach) como el Padre Martini no la aceptaron y dijeron que partes de "La serva padrona" están citados en el Stabat Mater.
La mitad de los 12 fragmentos son dúos y por ello es importante que se trate de voces que se combinen adecuadamente; lamento decir que no fue así. He escuchado con placer a Jaquelina Livieri en años anteriores, pero esta vez la escuché muy tensa y aparentemente en una etapa de revisión de su voz; ello se notaba también en cómo se movía en forma poco controlada. Florencia Machado en cambio cantó de manera correcta pero sin comunicar emoción y con poco volumen. Naturalmente resultaron mejores sus arias que los dúos porque Livieri la tapaba. La paradoja es que las dos no encontraron el justo medio de expresividad. Me extrañó que Ayub no fue más allá del buen control de la música de cuerdas; las solistas no parecieron dirigidas más allá de los ritmos y la afinación. En suma, y no por primera vez, el Stabat Mater de Pergolesi me resulta una obra cuya interpretación es difícil y rara vez me convence incluso en grabaciones.
Pablo Bardin
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