martes, mayo 19, 2020

ÓPERAS EN TV Y ONLINE, PRIMERA SERIE

                Las grandes casas de ópera reaccionaron rápido tras la total eliminación de óperas en vivo por el coronavirus, implementando series bien concebidas de óperas presentadas en sus respectivas salas durante los últimos diez años y facilitándolas gratis al aficionado. Eso sí, cada una tiene su propio sistema de acceso y aquellos que somos grandes y no dominamos las  técnicas tenemos problemas. Quien me ayuda es mi hija menor desde su domicilio pero todavía ahora cometo errores; por ejemplo, hay que entender con exactitud de cuándo a cuándo está disponible una determinada ópera, y en eso me equivoqué varias veces. Como dan  erróneamente por sabido la manera de acceder (se olvidan que somos muchos los que no tenemos las habilidades de centennials y millenials), y además tuve problemas personales de trabajo y salud, voy a comentar no sólo óperas enteras sino las vistas parcialmente.  Claro está que no tengo dificultades técnicas con la TV salvo las que además se producen a veces en las transmisiones sin que intervenga el espectador. Las de TV no son consecuencia del coronavirus, están disponibles en Allegro, 503, y nunca se sabe cuándo se ven (no hay programación consultable). A veces no logré tener toda la información sobre los artistas intervinientes. Con estas salvedades va esta primera tanda. Si se coló algún error agradeceré me lo hagan notar.

                                            BAYERISCHE STAATSOPER, TV, 19/2/20

               La Ópera del Estado de Baviera en Munich es la más importante del Sur alemán. Pude ver el Primer Acto de "Rusalka" de Dvorák con la característica que lamentablemente es la que domina toda la actividad operística alemana: muy buena musicalmente, mala puesta. Los artistas lograron cantar en buen checo, condición esencial. Fue magnífico el trabajo de Kristina Opalais, gran figura del Met antes de Nézet-Séguin (estaban casados, se separaron); bella y de muy sutil canto, dominó la escena. Klaus Florian Vogt, buen tenor y actor, dio relieve a su personaje de enamorado. Tuvo fuerte carácter la bruja de Janina Baechle, y Günther Groissböck cantó bien el genio del Agua, totalmente distorsionado por el régisseur Martin Kusej que lo convierte en un desenfrenado sexual totalmente ajeno a la leyenda. Muy eficaces las Dríadas amigas de Rusalka: Evgenia Sotnikova, Angela Brower y Okka von Damerau. Buena dirección de Tomas Hanus. Pasables escenografía de Martin Zehetgruber y vestuario de Heidi Hackl.

                                            FESTIVAL DE SALZBURGO, TV, 27/2/20

               Hubo una larga época en la que el repertorio francés no se presentaba en Salzburgo, pero en décadas recientes el Festival amplió su tradición e incorporó franceses, también italianos y eslavos y hasta algún inglés. "Roméo et Juliette" de Gounod es una buena elección y en 2008 se planteó presentarla con la combinación de éxito seguro: Villazón y Netrebko; pero…ocurrió que se embarazó, y debió ser reemplazada por la talentosa georgiana Nino Machaidze. Los organizadores eligieron mal el ámbito: la Felsenreitschule es al aire libre (y llueve mucho) y su fondo es una inmensa pared rocosa nada compatible con Verona, por más que se arme delante una amplia plataforma y detrás de ella la orquesta sin foso. La capacidad de público es muy alta (no tengo la cifra pero la creo cercana a 10.000 personas; y estaba lleno). Lo adecuado hubiera debido ser la Gran Sala del Festival, de notable tamaño, con un escenario muy ancho y profundo. El estado vocal de Rolando Villazón era muy bueno entonces. Él canta e interpreta con excesiva pero atrapante intensidad y Machaidze tiene tanto la técnica como la belleza y el refinamiento para darnos una muy buena Juliette, que luce bastante joven (jamás se tendrá intérpretes que parezcan la edad de precoz adolescencia de la pieza de teatro, pero sí deben ser jóvenes y atrayentes). Completan bien el Tybalt furibundo de Juan Francisco Gatell, el solemne Frère Laurent de Mikhail Petrenko, el simpático Mercucio de Russell Braun, la fresca voz de Cora Burggraaf (Stéphano). Excelente dirección de Yannick Nézet-Séguin y grata puesta de Bartlett Sher con buena escenografía de Michael Yeargan, el hábil concurso de un especialista para la escena de espadachines y muy adecuado vestuario de Catherine Zuber. Conviene aclara que la Orquesta fue la del Mozarteum de Salzburgo y sonó muy bien. Se cortó y lo lamento la escena final con la reconciliación de Montescos y Capuletos.

                                            COVENT GARDEN, 2010, TV, 29/2/20

               Si bien sólo pude ver el Prólogo y el Acto 1º, me interesó mucho esta versión de "Simone Boccanegra" de Verdi, de notable reparto y calidad de puesta en escena y dirección musical. En efecto, pese a que fue muy discutido el trabajo de Plácido Domingo como Boccanegra, todavía algo áspero en el Prólogo, se afianza y mucho en el Primer Acto, tanto en el gran dúo con la soprano como en el revuelo del cuadro donde maldice a Paolo. Conocimos en el Colón el notable Fiesco de Ferruccio Furlanetto, Igualmente poderoso y expresivo en el Covent. Sin hacerme olvidar a Leyla Gencer, Marina Poplavskaya dio una admirable Maria.  La estampa de Joseph Calleja no lo ayuda pero canta muy bien Adorno, y Jonathan Summers en cambio tiene el aspecto torvo y la firme emisión que necesita Paolo.  Es muy seguro el trabajo coral. Con el sólido estilo de Antonio Pappano, la noble orquesta del Covent y la muy buena puesta de Elijah Moshinsky éste es un "Simone" para el recuerdo.    

                                            METROPOLITAN, COMPUTADORA, 22/3/20

               Aunque ya conocía esta versión de "Eugen Onegin" de Tchaikovsky, quise volver a ver los primeros dos actos. Más allá de las exageraciones de la puesta de Robert Carsen, valió la pena volver a apreciar la magnífica tarea del director Valery Gergiev  y el gran trabajo de los tres principales: Dmitri Hvorostovsky, tan notable como en el Colón, el encanto y la belleza vocal de Renée Fleming, y el muy buen canto de Ramón Vargas, poco agraciado para el rol sin embargo. Y el firme apoyo de las cantantes rusas; Elena Zaremba (Olga), algo áspera, lo compensa siendo muy comunicativa; Madame Larina es Svetlana Volkova y la Nodriza Filippyeva, Larisa Shevchenko; ambas muy auténticas, dan la necesaria ambientación rusa. También es positivo el trabajo coral, muy folklórico.

               El Met ofreció el Ring completo en la nueva puesta de Robert Lepage. Ví entero "Das Rheingold", salteé "Die Walküre", que ya conocía, y presencié parcialmente por distintos problemas (hubiera querido apreciarlas en su integridad) "Siegfried" y "Die Götterdämmerung". Fue el 24, el 26 y el 27/2/20, pero el Ring se había dado a partir de Octubre 2010. Un Levine viejo pero impecable (se reponía de una operación) dio una gran versión sinfónica de "Das Rheingold", con la espléndida orquesta del Met.  Debo reconocer que la escena inicial es imposible de resolver completamente; en la versión de Lepage las Ondinas resbalan como lo quiere el régisseur con gran agilidad y cantan con mucho aplomo, mientras Eric Owens logra subir y bajar con su pesado físico hasta que roba el oro. Ellas son Lisette Oropesa (soprano), Tamara Mumford (mezzosoprano) y Jennifer Johnson. "Nadan" colgadas de un arnés.  En el segundo cuadro Bryn Terfel está en firme voz como Wotan (mucho mejor que en su recital del Colón) y da carácter al personaje aunque le han hecho un magro favor tapándole el ojo con una mata de pelo y poniéndole una grosera armadura. Stephanie Blythe es muy buena Fricka en su canto e interpretación pero su amplio físico no va con el personaje. Los gigantes cumplen bien con sus partes: son Franz-Josef Selig (Fasolt) y Hans-Peter König (Fafner). Los hermanos Croft son Richard (Loge) y Dwayne (Donner). Loge es fundamental y  Richard lo interpreta con habilidad; su voz es demasiado liviana para el personaje pero sabe darle el justo cinismo, marcando su desprecio hacia los Dioses: él juega su propio partido aunque debe responder a Wotan. Freia es una linda rubia, Wendy Bryn Harmer, con una voz fresca de soprano. Y Froh un joven tenor de buenos medios, Adam Diegel. Tras un excelente interludio (muy bien logrados los yunques) estamos en el submundo de los Nibelungos manejados por Alberich. Allí sufre su hermano Mime, intentando satisfacer al tirano que aterroriza a los nibelungos para que sigan produciendo oro; sabe por una ondina descuidada que el anillo le da poder omnímodo, y cuenta con la habilidad del hermano para fabricar el mal llamado yelmo, en realidad amplia capucha de la cabeza que tiene poderes mágicos: hacerlo invisible, convertirse en cualquier otra cosa y moverse instantáneamente de un lugar a otro lejano. Mime consigue realizarla y quiere quedársela pero Alberich se la quita.  Sabe quién es Wotan; no le tiene miedo; pero Loge lo engaña: hazte grande, dice, y aparece una enorme serpiente; ¿puedes convertirte en muy pequeño? Y aparece un sapo; le tiran una bolsa encima y Alberich queda atrapado. Tras un poderoso interludio emergen en la superficie. Owens, ya notable en la anterior escena, en ésta se agranda y logra un Alberich de gran categoría (fue su primer Wagner). El compositor libretista pide cosas imposibles: enanos para Alberich y Mime, gigantes de cuatro metros; ayuda en un caso no ser alto y en el otro serlo pero siempre muy lejos de lo que la trama pide; y luego un arcoiris que lleve al Walhalla en el cielo. Pero la música es extraordinaria y se entiende que algunos directores se hayan tentado de dar "El Oro del Rhin" en versión de concierto (Solti lo hacía). La Cuarta escena es muy poderosa: cubrir a Freia totalmente con el oro; liberar a Alberich y escuchar su terrible maldición; escuchar la advertencia a Wotan de Erda, Diosa de la Tierra, de entregar el anillo (Patricia Bardon es musical pero carece de aspecto místico y de timbre dramático); el dilema es tremendo: lo correcto es devolvérselo a las ondinas pero entonces los gigantes no liberan a Freia, que es la diosa indispensable para los otros dioses. En cuanto entrega el anillo a Fafner, Fasolt también lo quiere y su hermano lo mata: ya la maldición se cobra su primera víctima (luego Fasolt se convierte en dragón y es matado por Sigfrido). Como debe ser, Fasolt es un bajo de timbre atrayente y fraseo romántico; Fafner es un bajo profundo de canto potente y rotundo que refleja maldad. Donner llama a la tormenta con su martillo (muy convincente Dwayne Croft) y luego "produce" el arcoiris al Walhalla; grandioso final aunque la subida por el arcoiris la hacen acróbatas.  La puesta de Lepage está basada sobre un juego de listones metálicos que suben y bajan con un mecanismo muy complejo; a veces resulta convincente, otras no. La marcación de cantantes es convencional.  Me quedo con la vieja versión de Otto Schenk y Schneider-Siemssen, que atesoro y tiene excelentes intérpretes, superiores a los de este Ring.

               De "Siegfried" sólo pude llegar hasta la escena (inclusive) en la que Siegfried logra matar al dragón y entra a la cueva. En el Primer Acto hay sólo tres personajes: Mime, Siegfried y el Wanderer (el Caminante, nuevo nombre de un Wotan resignado a ese Ocaso de los Dioses que él mismo provocará en el Tercer Acto al enfrentar a Siegfried y quebrar la lanza con las runas de sus pactos, origen de su poder). El Director de orquesta ya no fue Levine (nuevamente enfermo) sino Fabio Luisi, a quien se mencionó un tiempo como sucesor para decidirse luego el Directorio por Nézet-Séguin; Luisi es un maestro de muy sólida preparación y conocimiento, aunque sin esa chispa especial de los grandes intérpretes; no quita que con la asombrosa Orquesta del Met el resultado fue muy positivo.

 Pasaron 20 años y Mime ha criado al hijo de Sieglinde, que murió en el parto; Siegfried lo detesta y no entiende por qué; cuando Mime pretende ser su padre, el muchacho poderoso se compara con el enano feo, no le cree y le obliga a contar la verdad. Mime sabe que Siegfried es Semidios y puede matar al dragón que custodia el anillo, además del oro y de la capucha. A su vez Siegfried le pide que le haga una espada sólida y las que le hace Mime se quiebran todas; si tiene una buena espada se irá para siempre para buscar aventuras. En cuanto sale exultante Siegfried a pasarla bien en el bosque, entra el Wanderer, y si ya Mime había demostrado ser poco inteligente (a diferencia de Alberich) ahora quedará patente su estupidez; en primer lugar porque no cumple con el primer deber, el de la hospitalidad, que hasta Hunding tuvo con Siegmund y sabe o debería saber que negándose le da derecho al forastero a hacer la prueba de contestar las tres preguntas; si tiene éxito a su vez las puede preguntar; si el dueño de casa no lo logra pierde literalmente su cabeza. Y Mime le hace las preguntas más básicas y evidentes: quién vive en el río (ondinas), en la superficie de la Tierra (los gigantes) y en el Cielo (los Dioses); al contestar el Wanderer golpea la Tierra y provoca un enorme trueno.  "No me preguntaste lo que te interesa y ahora deberás contestar las mías"; y la tercera es cómo lograr la espada que quiere Siegfried; Mime se desespera y expresa que tiene los fragmentos de la espada de Siegmund pero no logra hacer de ella la gran espada que fue (Nothung). El Wanderer le perdona la vida y dice ominosamente que morirá en manos del que no tiene miedo. Terfel, que en "El Oro del Rhin" había personificado al Wotan más desagradable, ya pasó por "La Walkiria" y la inmensa intensidad de su despedida a Brunilda; ahora es otro, un Dios que asume sus culpas y está dispuesto a pagarlas; y Terfel estuvo muy bien (aunque sin hacerme olvidar la magnífica interpretación de Morris en la anterior versión del Met); lleva un sombrero y ha dejado la armadura de lado.  Vale referirme ahora al Mime de Siegel, correcto pero lejano de la fuerza de los grandes Mime de antes, como Wohlfahrt que estuvo estupendo en el Colón; transmite sólo parcialmente la particular neurosis del Nibelungo y su maldad; en cambio, es positiva la claridad de su dicción.   Siegfried es un personaje de tremenda exigencia y el único verdaderamente grande que aprecié aunque grabado fue Lauritz Melchior; el mero hecho de animarse a cantarlo presenta un desafío único. El trabajo de Jay Hunter Morris fue meritorio hasta donde lo pude escuchar en el sentido de saber bien la parte musicalmente y haber memorizado el larguísimo texto; sin embargo, la voz es algo blanda, sin el acero necesario: Siegfried debe tener bastante de Nothung en la voz. Tiene buen aspecto y cumple con la parte; su volumen es adecuado para un gran teatro como el Met aunque sin impacto; resolvió vocalmente la forja de la espada, mientras Mime elucubraba maldades en simultáneo (antes se había aterrorizado en un notable episodio creyendo que Fafner lo iba a devorar). Morris carece de la simpática personalidad de Jerusalem, que sin tener una gran voz da interés al personaje con una musicalidad de primer orden en la versión de Schenk. Mime cuenta a Siegfried, que no teme a nada, que el dragón Fafner le enseñará a asustarse; el muchacho accede, le parece interesante. La puesta de Lepage no me convenció; poco espacio en la caverna, forja mal estudiada. No ayudó la escenografía de Carl Fillion ni el vestuario de François St-Aubin; más eficaz fue la iluminación de Étienne Boucher, y el video de Pedro Pires proporcionó algunos efectos útiles; pero todo el acto se vio demasiado apretado.

 Al iniciarse el Segundo Acto nos encontramos con Alberich en guardia delante de la cueva del dragón en música oscura y tensa; él está enterado de la existencia de Siegfried y ha dejado que Mime lo haya albergado durante un largo período (el tiempo no parece importarle a los personajes del Ring). Cuando ve llegar al Wanderer se enfurece y lo trata de ladrón; Alberich sabe que en la lanza del Dios están marcadas las runas de su pacto con los Gigantes y no puede atacar a Fafner; el dragón morirá por su maldición; ¿volverá el Tesoro al Nibelungo? Eso es lo que preocupa a Wotan, le dice; "si yo vuelvo a tenerlo atacaré el Walhalla con mis legiones". Pero el Caminante le declara que no tiene pretensión de recuperar el anillo y que Mime es su rival.  Le ofrece comunicarse con el dragón Fafner. Lo llaman y le avisan que se acerca quien tratará de matarlo y que si él cede el anillo se evitará ese encuentro; Fafner sólo expresa que será un buen bocado y que le dejen dormir. La profunda voz de bajo (König) sale de la caverna pero no se lo ve. Se va el Wanderer y deja angustiado a Alberich. Owens, como en "El oro del Rhin", da cabal cuenta de las dificultades musicales y dramáticas; es seguramente un Alberich de primer rango.  Cambia el ambiente, va despuntando el día y llegan Mime y Siegfried, aquel que nunca tiene miedo; caminaron largo trecho. Mime le describe al Dragón y menciona su saliva ponzoñosa, su cola que se enrosca en la víctima, pero nada impresiona a Siegfried; sólo quiere saber si tiene un corazón y si está ubicado similar al de otras bestias. Mime le cuenta que el dragón a mediodía sale de la cueva y va a beber a la fuente. Siegfried echa a Mime, quien mientras va saliendo masculla "¡que se maten mutuamente dragón y muchacho!". Selig hizo un buen trabajo en esta escena. Siegfried quiere descansar solo. Viene el bello episodio que se ha denominado "Murmullos del bosque", primer momento genuinamente calmo en la obra, donde él puede regodearse con lo que ama: la naturaleza; aunque no deja de pensar cuán emotivo sería tener a su madre en vez de haber vivido con ese enano tantos años. Buen momento de Morris, cómodo en el lirismo melódico. Escucha el canto de un pájaro y trata de imitarlo; trata de tallar una caña pero le sale mal hecho y entonces decide tocar el cuerno de caza que lo ha acompañado…y despierta al dragón sin proponérselo. (Notable el solo del cornista de la orquesta).  Al muchacho le extraña que el dragón hable y dialoga expresando que le cerrará esa bocaza. Luchan con música de gran poder descriptivo hasta que el dragón cae herido mortalmente.  No conozco puesta que logre resolver cabalmente esta lucha; aquí sale la cabeza, el cuello y la parte delantera del corpacho del dragón, que larga fuego aparentemente (es un truco de luz), mientras Siegfried lo esquiva hasta que puede clavarle a Nothung en el corazón. Cuando lo hace, Fafner moribundo quiere saber quién logró vencerlo y lo incitó a atacarlo; y le cuenta que con él muere el último Gigante; al conocer el nombre del muchacho, lo repite y muere. Muy expresivo el canto de König.  El muchacho consigue sacar la espada; se quema con la sangre del dragón y al llevarla a la boca un pájaro (soprano) le comunica que debe entrar en la caverna y quedarse con el Tarnhelm (la capucha de cota de malla) y el anillo, que lo hará líder del mundo. El pájaro está mostrado en una proyección y la soprano canta desde una bambalina; la soprano Mojca Erdmann me pareció de mediana calidad, con una vez demasiado incisiva, de escasa belleza. Y hasta aquí llegué, no pude asistir al resto. Seguirá un violento diálogo entre Nibelungos; el pájaro avisará a Siegfried que Mime intentará matarlo; la estupidez de Mime llega a su máximo, diciendo todo cuanto pueda perjudicarlo y Siegfried lo mata. Luego el pájaro le avisará que debe buscar a Brunilda en la montaña. En el Tercer Acto un fuerte diálogo entre Wotan y Erda demuestra la debilidad de la diosa y luego el Caminante Wotan enfrenta a Siegfried, que quiebra su lanza y finalmente sube al monte, despierta a Brunilda, y un prolongado dúo de amor cierra la obra.  

               En "El Ocaso de los Dioses" pude ver el Prólogo (que tiene dos partes), la Primera parte del Acto 1º y parcialmente la Segunda. Tras un Preludio lento y cargado de misterio estamos en presencia de las Nornas, el equivalente nórdico de las Parcas. Son las hijas de Erda y de ellas depende el futuro; las tres (soprano, mezzo y contralto), van haciendo profecías y la cuerda que hilan se hace cada vez más fina y con peligro de romperse; finalmente esto ocurre y proclaman el final de la historia en breve plazo. En realidad es el Ocaso de los dioses pero habrá otro mundo después porque el origen del desastre, el oro, ha vuelto a las Ondinas y se tendrá un mundo nuevo, quizá con otros dioses o sin dioses ni gigantes ni Nibelungos, y con seres de plena humanidad. Las Nornas fueron Maria Radner, Elizabeth Bishop y Heidi Melton. Impecables en su afinación y muy concentradas, me impresionó la Tercera Norna porque su rostro intenso reflejó su angustia al tener la visión del desastre futuro. Es significativo que las Nornas están cerca de la roca donde Brunilda espera a Sigfrido, porque saben que ellos tienen mucho que ver con el futuro. La Primera Norna (soprano) ata la cuerda a un pino y evoca el pasado: "Estuve hilando en el Fresno del Mundo" (porque las Nornas hilan con la rama de un árbol); "Vino a beber en un manantial cercano que destilaba sabiduría un Dios y perdió un ojo por absorberla"; "Wotan quebró una rama del Fresno para hacer con ella la vara de una espada; pero con el tiempo la herida hizo que la madera se agostase y eventualmente muriese y en comunión el manantial se secó".  La Segunda Norna (mezzosoprano) ata la cuerda a la roca debajo de la caverna de Brunilda: "Wotan grabó runas de pactos en la vara de la espada" y ya cuenta el futuro: "un héroe" (Sigfrido) "quebró la espada. Wotan llevó al Walhalla las ramas y el tronco decaídos del Fresno y pidió a sus héroes que los corten en pedazos". Pasa la cuerda a una roca puntiaguda y se la da a la Tercera Norna (contralto): "En el Walhalla en la Gran Sala habrá una pared de madera quebrada; cuando se queme las llamas destruirán la Sala y será la caída final de los Dioses eternos". Finalmente se preguntan qué pasará con Alberich pero la cuerda se quiebra y las tres juntas exclaman: "¡Se terminó la sabiduría eterna! Las sabias ya no le hablarán al mundo. Bajemos a encontrar nuestra Madre" (Erda).

  La poética música de la Alborada nos lleva a la cima de la montaña y al gran dúo de amor de Brunilda y Sigfrido. Jay Hunter Morris lo cantó bien, con entusiasmo y considerable intensidad, y Brunilda (que no pude escuchar en "Sigfrido") estuvo cantada por Deborah Voigt con notable fuerza y color pero también con claros indicios de dificultades vocales; su voz ya no era la de la gran época, cuando fue una figura de primer orden del canto wagneriano. Ella, que recibió el anillo como testimonio del amor de su caballero, acepta que un héroe Wälsung (Semidios) debe realizar actos de aventura siempre acompañado de su espada y del caballo de Brunilda, Grane. "Te di lo que los dioses me enseñaron: una abundancia de sabiduría sacra.  Ahora soy rica en amor pero estoy vacía de poder". Sigfrido: "Sé que Brunilda vive para mí y que me debo a ella. Te dejo protegida por el fuego. Y te entrego este anillo para compensar la sabiduría que me otorgaste". Ella: "¡Lo tendré como mi único tesoro!". Sigfrido siente que sus actos heroicos serán más bien los de Brunilda y le molesta: "¡Sólo soy el brazo de Brunilda!". Ella: "¡Quisiera que tu alma sea Brunilda! ¿Serïas Sigfrido y Brunilda?". Él: "¡Donde yo esté estaremos ambos, unidos!". Y juntos terminan con entusiasmo la escena: él: "¡Salve, brillante estrella!".  Ella: "¡Salve, luz conquistadora!". Sigfrido lleva a un Grane de utilería al borde de la meseta rocosa, pasa las llamas y desde lejos se escucha su trompa de caza (admirablemente tocada por un miembro de la orquesta). Y se inicia el "Viaje de Sigfrido por el Rhin", famoso episodio sinfónico:  lo hará viajando en una barca con Grane:   termina en la sala de concierto en un gran climax (es la versión específica preparada por el compositor) pero pierde fuerza en la ópera a medida que se acerca al Palacio de los Gibichungos. Como Levine siguió enfermo, dirigió Fabio Luisi (como en "Sigfrido") y confirmó que es un maestro de categoría; compenetrado con las necesidades de la acción escénica pero también de cuanto detalle pide Wagner en la enorme partitura; y la Orquesta, como siempre, magnífica. En cuanto a la puesta, la "máquina" de Lepage no tuvo mayor uso: nada del Prólogo lo permite. En la escena de las Parcas las placas metálicas formaron el fondo de la escena, como si fueran parte del monte; y en el dúo también: las placas sólo son un fondo, salvo en el momento de la partida de Sigfrido. Buen uso de la penumbra con las Parcas y del alba, con creciente luminosidad hasta el dúo de los enamorados.

Y así llegamos sin solución de continuidad al Primer Cuadro del Primer Acto, que sucede en la sala principal del Palacio y nos hace conocer a tres nuevos personajes: Gunther, Príncipe; su hermana Gutrune ("buena runa", lo cual desgraciadamente se comprobará que es una amarga ironía) y Hagen, medio hermano de Gunther. Nos enteraremos que su madre Grimhild tuvo relaciones con Alberich, sexo sin amor, el único que él puede tener; no puedo imaginarla atraída por Alberich de modo que ha sido comprada, lo que por cierto habla muy mal de ella: Alberich debe haberle dado una fortuna y uno se pregunta cómo, ya que su oro desapareció y sin el anillo no puede tiranizar a los Nibelungos.  Y aquí un paréntesis: por dos veces es citada Grimhild; y bien, en los relatos de los Nibelungos es Krimhild, y en las dos películas mudas de Lang la primera es sobre Siegfried pero la segunda se llama "La venganza de Krimhild" ¡y hasta lucha contra Atila! (lo cual da cierto aire histórico a una leyenda con personajes mitológicos que nos llevan a los países nórdicos y a Islandia; Wotan es Odin originalmente).  Pero los hijos Gunther y Gutrune sólo pueden proceder de un noble, Gibich (por eso son Gibichungos). La realidad es que son muy débiles de carácter y están manejados abiertamente por Hagen, inteligente y amargo. Les dice claramente: el Príncipe y Gutrune no están casados y deben estarlo. ¿Con quiénes? Él con Brunilda, ella con Sigfrido…Y les cuenta que Sigfrido mató al dragón y que dejó todo el oro en la cueva; se harán ricos. Alguien (no se sabe quién) le avisó que Sigfrido, tras una larga recorrida por el Rhin, está por llegar. Y así es: llega en el barco y con Grane, el caballo de Brunilda. Afirma que ha logrado conquistas durante su trayecto (tampoco sabemos cuáles) y les pregunta si quieren ser amigos o enemigos; Nothung lo acompaña. Le ofrecen amistad de un modo extremo: Gunther le dará nada menos que su herencia, su tierra y su pueblo; a su vez Sigfrido pondrá al servicio del Príncipe su cuerpo y su espada. Cuenta que tiene la capucha (Tarnhelm) pero no sabe para qué sirve (¿ya se olvidó que el pájaro se lo explicó?; aunque también se olvidó que el anillo lo haría dueño del mundo…). Curiosamente Hagen le cuenta para qué sirve el Tarnhelm.  El siguiente paso es darle una bebida a Siegfried que contiene un filtro; la trae Gutrune; él la toma en honor a su amor por Brunilda… y es inmediata la amnesia: se olvida totalmente de Brunilda y simultáneamente se enamora de Gutrune y quiere casarse con ella (Hagen indica a Gutrune que se retire).  Hagen cuenta a Sigfrido que Gunther quiere casarse con Brunilda pero ella está rodeada de fuego; Siegfried afirma que él puede pasar esa barrera y traerle a Brunilda con el aspecto de Gunther gracias al Tarnhelm. Hacen el juramento de hermandad con sangre mezclada con vino; "si no cumplimos nos cobraremos con sangre".  Y salen juntos: Gunther lo esperará en la barca una noche antes de recibir a Brunilda. Tras breve diálogo en el que Hagen explica a Gutrune el objeto de la partida, Hagen queda solo y le escuchamos regodearse porque le traerán el anillo; ellos serán los siervos del hijo del Nibelungo.  Hagen está cantado por Hans-Peter König, el mismo que interpretò Fafner (habitual en los bajos profundos que hacen el Ring, y suelen agregar Hunding de "La Walkiria"). König es un distinguido integrante de la Ópera de Düsseldorf; su voz tiene el timbre adecuado (tipo Gottlob Frick), oscura, dramática, con amplio registro y buen volumen, y se trata de un actor convincente:  una figura fuerte ya que Hagen es quien cambia todo en la trama. Gunther fue personificado por el bajo-barítono Iain Paterson, de buena carrera; y como tiene un notable material capaz de dar vida a personajes más atrayentes, con rostro fuerte, le dio a Gunther una solidez mayor que la del débil Príncipe. A su vez Gutrune fue cantada por Wendy Bryn Harmer, la misma que cantó Freia en "El Oro del Rhin"; allí era rubia, aquí morena. Es una bella mujer de gratos rasgos y su canto tuvo calidad. La pobre da lástima; ella se siente desvalida y cuando lo tramado por Gunther la lleva a tener a nadie menos que Sigfrido como pareja quiere olvidarse de la realidad: un amor falso provocado por una droga. Nuevamente la "máquina" de Lepage funciona mal; es mediocre la ambientación de la sala del Príncipe y las placas sirven para poco en la explanada que da al Rhin. La llegada de Sigfrido con Grane resulta incómoda; el agua del Rhin, un pasable video de Lionel Arnould; pero la subida a la explanada se complica, y al Grane de pacotilla se lo llevan como pueden.

Interludio y Segundo Cuadro: tras un duro pasaje sinfónico Brunilda escucha el sonido  familiar de un corcel aéreo y llega Waltraute en su corcel aéreo. Brunilda está feliz de ver a su hermana y recuerda la prohibición de Wotan para que cualquier walkiria la visite y se pregunta si el Dios está suavizando su decisión; pero también que ella ahora es amada por el más gran héroe; hasta que se entera del motivo de la visita: los Dioses y las Walkirias en el Walhalla están en plena crisis desde que Wotan ha dejado su Palacio y viaja por el mundo como Wanderer y sobre todo porque ha cortado en pedazos el Weltesche y hará con ellos una gran fogata que incendiará el Walhalla. Volvíó de su largo viaje, llamó a Concilio a los Dioses, mantuvo silencio largo rato hasta que dijo: "Sólo una cosa puede parar este desastre: que Brunilda devuelva el anillo a las ondinas redimiendo la maldición". Y Waltraute pide a su hermana: "puedes evitar la agonía de los Dioses". Pero Brunilda le dice que ahora ella es mujer, no Semidiosa, y el anillo es el símbolo del amor de Siegfried y no lo restituirá. No le importa lo que les pueda pasar a los Dioses. Waltraute, desesperada, se va. Notable interpretación de Waltraud Meier (curioso llamarse Waltraud interpretando a Waltraute). Y hasta allí pude llegar. Al final de otras tres horas plagadas de graves situaciones el anillo volverá a las ondinas. Hay fallas de libreto, pero la música me sigue pareciendo fascinante en todo momento.   

Éste no es el mejor Ring que yo haya visto, ya sea en vivo o en DVD; en sín el elenco es bueno pero no notable, la dirección y la orquesta son muy buenos, y la puesta bastante polémica no justifica lo que costó.

Doy por terminada esta primera tanda.

Pablo Bardin

 

 

                                                                          

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