domingo, septiembre 03, 2017

“La Sylphide”, Gala Internacional y Ballet Ruso: buena danza, poca renovación

En estas recientes semanas hubo varios espectáculos de ballet de buen nivel aunque con altibajos.  Dos tuvieron lugar en el Coliseo: la reposición del ballet romántico "La Sylphide" y la séptima edición de la Gala Internacional de Ballet de Buenos Aires. Y una en el Ópera (que ahora se llama Ópera Orbis), "Joyas del Ballet Ruso" con solistas de cuatro compañías de esa nacionalidad.
"La Sylphide"
Mi primera experiencia con "La Sylphide" fue en el Colón, cuando décadas atrás Pierre Lacotte logró una reconstrucción muy seria del original de Filippo Taglioni creado para su hija, la etérea Maria Taglioni, en 1832 para la Ópera de París; con música de Jean Schneitzhoeffer y libreto de Adolphe Nourrit sobre "Trilby" de Charles Nodier; Lacotte la estrenó en Enero 1972  en París, y años después en el Colón. Pero hay otra versión importante, basada en la de Taglioni aunque con el estilo muy personal de Auguste Bournonville, realizada para la Ópera Real de Copenhague en 1836, con música de Herman Lovenskjold. También Petipa (sobre Taglioni), Harald Lander y Erik Bruhn (ambos sobre Bournonville) dieron sus visiones de la historia.
Según Paracelso, los silfos son criaturas del aire. En "Trilby", historia escocesa, es el genio del hogar, el diablo amoroso, pero feminizado: es la sílfide, que contempla a James, dormido, y lo besa; él se despierta reaccionando pero la imagen de ella se desvanece. Sin embargo, está planeado que se casará al día siguiente con Effie. Entran amigos y vecinos para saludar a los novios, pero también la bruja Magda, que quiere el calor de la chimenea para recuperarse del frío; James la echa, ella lo maldice y anuncia que Effie se casará con Gurn (enamorado de Effie). James se queda solo, la Sílfide reaparece, logra quedarse con el anillo nupcial e induce a James a seguirla al bosque; al volver Effie ésta llora ante la ausencia de su novio. 
Como en "Giselle" (que data de 1841) aunque al revés: aquí es la sílfide la que seduce a James. En los dos casos, típicos del ballet romántico, está el elemento sobrenatural: la sílfide y las willys.  En el Segundo Acto, Magda da a James un chal asegurándole que poniéndolo sobre los hombros de la sílfide ella no podrá huir, pero cuando se lo coloca caen las alas de la sílfide y muere.  Paralelamente Gurn convence a Effie que ha sido abandonada por James, le declara su amor y ella acepta.
Tanto Schneitzhoeffer como Löwenskjold son músicos menores (ni siquiera aparecen en el diccionario Grove) pero gratos, y ambos se dejaron seducir por la influencia celta, bastante fuerte en esa época, dando así un carácter especial a las danzas, que dentro del lenguaje académico evocan pasos de los bailes populares escoceses. Y tanto Taglioni como Bournonville  fueron creadores fundamentales del romanticismo coreográfico, buscando y obteniendo pasos alígeros, posturas expresivas, gusto refinado y gran elegancia. Fueron Taglioni padre e hija quienes inventaron el baile de punta como manera de delinear el sentido aéreo de la sílfide. Y el segundo acto es en buena parte el prototipo del "ballet blanc", luego tan  imitado.   Ambos coreógrafos me atraen, pero prefiero a Bournonville por ese estilo tan suyo de pasos pequeños y rápidos. 
He visto las dos coreografías en el pasado, pero ahora ya pasaron varios años sin que se repusiera en nuestra ciudad ni una ni otra, y por ende me alegré de verla en el Coliseo con el Ballet del Sur y la presencia de Ludmila Pagliero, la argentina que en recientes meses no sólo fue nombrada "étoile" del Ballet de la Ópera de París sino que fue laureada con el Premio Benois de la Danza.  Fue valioso ver el trabajo de Pagliero (que aprecié en anteriores visitas) en este personaje de fantasía donde la danza debe dar una sensación sublimada de apenas tocar tierra. Ella bailó ambas coreografías y las conoce a fondo. Su lugar está bien ganado. Pero no sentí ese particular carisma que, por ejemplo, tenía Ghislaine Thesmar, y que creaba la ilusión de estar viendo a una aparición bailando. 
Pero hubo varios otros motivos para gustar de esta experiencia. El principal fue poder apreciar al Ballet del Sur, al que vi muy esporádicamente (rara vez nos visita y en  mis dos únicas visitas a Bahía Blanca las fechas no me permitieron ver espectáculos por ellos).  Ya tiene larga existencia puesto que nació en 1956, y pese a condiciones de trabajo bastante precarias tiene una experiencia acumulada que impresiona, con un vasto y variado repertorio y la presencia de coreógrafos y bailarines de notable nivel. La gestión actual está a cargo de Ricardo Alfonso desde 2010. Para "La Sylphide" obtuvo dos colaboradores franceses que demostraron ser de gran categoría: Bernard Courtot de Bouteiller, que demostró tener una formación de primer orden en su esmerada reposición del ballet de Bournonville (sin duda ayudado por el hecho de que el Ballet del Sur fue el primero en dar la versión Bournonville en Sudamérica); y Grégoire Lansier, un James atrayente y de fuerte personalidad tan dueño de su agilidad coreográfica como de las características de su personaje. 
Otro aspecto interesante fue la notable Magda de Gabriela Pirrone, una bruja convincente de gran plasticidad y garra. Completaron bien Carolina Basualdo (Effie), Manuel Martínez (Gurn) y Nataliya Gamon (madre de James). Pero además el Cuerpo de Baile respondió muy bien en dos tipos de danza muy contrastantes: los aldeanos y las damas en el Primer Acto, de natural evocación del folklore escocés,  y las Sílfides en el segundo, danza pura y bella en impecables tutús.
Resta mencionar una funcional escenografía de Gerardo Arias, una iluminación a veces algo parca, y una producción manejada con la experiencia asentada de Juan Lavanga. La música grabada sonó bien. 
VII Gala Internacional de Ballet de Buenos Aires
El grupo Ars inició en 2011 las Galas Internacionales de Ballet en el Coliseo; su directorio tuvo a Liana Vinacur y Martín Boschet como figuras principales. Boschet había sido un polémico codirector del Colón en 2008, enfrentado con Sanguinetti (quien fue el que se negó, extrañamente, a usar al Coliseo como sala alternativa de la temporada de ópera, como sí lo hicieron Lombardero en 2007 y García Caffi en 2009); en el Colón pareció tener un solo interés, el Ballet, y Ars fue una manera de concretar un proyecto de danza. Ahora Boschet ha sido nombrado Director Ejecutivo en el Colón y es de desear que sus horizontes allí sean más amplios y se preocupe por las óperas y los conciertos además del Ballet. Vinacur ha quedado como Directora y Productora Ejecutiva, apoyada por un extenso staff.
El lujoso programa de mano, con una tapa en la que posa desnuda Iana Salenko, del Staatsballett Berlin, lista 132 artistas en siete años procedentes de muy variadas compañías, incluyendo argentinas. La programación ha sido muy variada y combinó clásicos con modernos, ayudando así al espectador a "aggiornarse" con respecto a lo que pasa en el mundo. A través del tiempo dos artistas me impactaron especialmente: Daniil Simkin del American Ballet Theatre y Alicia Amatriain del Stuttgart Ballett. Con algún altibajo se vio mucho de bueno. A su vez el Colón rivalizó con su propia Gala, separada sólo por pocas semanas de la del Coliseo, y generalmente más restringida, ya que una parte importante era realizada por el Ballet del Colón; este año Paloma Herrera decidió eliminarla (Guerra la había programado) sin explicar qué pasa con esos contratos cancelados. 
Considero que la Gala Nº7 fue menos gratificante que las anteriores por dos razones: a) la recurrencia a rutinarios grandes clásicos; b) la dudosa calidad de algunas elecciones contemporáneas. Con respecto al primer punto, los menos transitados fueron los pas de deux de "Diana y Acteón" (Pugni-Petipa) y "Raymonda" (Glazunov-Pontus Lidberg) y en ambos la ballerina fue Isabella Boylston, del American Ballet Theatre, recientemente vista en el Colón en "Sylvia" de Delibes-Ashton. Es una figura muy profesional ("accomplished", dicen los americanos) con un enfoque bien pensado de sus roles aunque algo fría. Impresionó como Acteón Dmitry Zagrebin, del Ballet Real Sueco, un bailarín atlético y de amplio salto. Lidberg es un coreógrafo sueco que ha hecho un pas de deux donde el acento está puesto en la elegancia y la interrelación entre los bailarines en vez del virtuosismo vacuo; buena elección de Boylston, secundada con habilidad por el danés Alban Lendorf, también del ABT.  El pas de deux de "El Lago de los cisnes" se vio en la desastrosa coreografía de Matthew Bourne sólo para hombres (habrá que cruzar los dedos para que  nunca se dé entera aquí); es un símbolo de decadencia que se lo considere actualmente el más importante coreógrafo inglés  y lo hayan hecho Sir. Por cierto, juzgar a Ivan Putrov (cisne con ridículas plumas) del Royal Ballet, por esta pieza, sería injusto, aunque sí por haberla elegido; sale menos perjudicado Liam Mower, de New Adventures. En el pas de deux de "El Corsario" (Adam-Petipa) hicieron buena tarea la argentina Daiana Ruiz y el español Martí Fernández Paixa, ambos del Stuttgart Ballet, si bien he visto saltos más aéreos por parte del bailarín (Bocca, p.ej.).  El de "La Bayadera" (Minkus-Petipa) fue muy bien bailado por Yulia Stepanova y Denis Rodkin, ambos rusos y del Bolshoi; por lo que se vio, pese a los conflictos en ese famoso conjunto, la calidad y la tradición se mantienen. Por último, el del Cisne Negro (Tchaikovsky-Petipa), con los mismos bailarines, terminó brillantemente el programa. No está de más mencionar que el programa incluye foto y biografía de todos los bailarines y coreógrafos, muy útil. Mucho menos me gustaron los videítos con los cuales los artistas se presentan (innecesarios). 
En cuanto a las danzas (mejor palabra que ballets para describirlas) contemporáneas, oscilaron fuertemente en su atracción. Un extracto de "Crayon" (Christen Lien-Caterina Rago) fue la primera de dos obras de la Peridance Contemporary Dance Company (extraño apelativo, ¿porqué repetir "dance"?) del coreógrafo Igal Perry, israelí radicado en New York.  Lo bailó Alexandre Barranco (único sin biografía en el programa). La pieza me resultó hermética y monótona. La segunda obra, del propio Perry, fue "Mirror" ("Espejo"), extracto de Dia-mono-logues (¿un monólogo de dos?), donde Barranco "dialogó" con Katherine Currier, bailarina de cuerpo rotundo poco afín al baile clásico pero adecuado para estos pasos contemporáneos, más llevaderos que "Crayon". Fue una grata sorpresa la combinación de la bailarina de formación clásica Brittany O´Connor con Paul Barris, campeón de ballroom dancing; con "Ding dong daddy", coreografía de Barris y música de Cherry Poppin´ Daddies, nos sentimos en el mundo nostálgico de "La la land" pero con mayor profesionalismo. Y luego, algo tomado del tour de Andrea Bocelli, en el cual participan: la célebre "Bésame mucho" de Consuelito Velázquez nos llevó al lado latinoamericano de la versátil pareja de bailarines.  Me resultó aburrido y moroso el solo paradójico "Two", con mediocre música de Andy Cowton, luces deliberadamente exiguas de Michael Hulls, coreografía de Russell Maliphant, donde Putrov nuevamente me extrañó por sus malas elecciones. El italiano Fabio Adorisio estudió en la escuela Cranko entre 2011 y 2013 y actualmente es bailarín en el Ballet de Stuttgart y coreógrafo; su "Adagio ma non troppo" sobre música de Liszt y Beethoven me pareció inventivo y grato, muy bien bailado por Ruiz y Fernández Paixa. Y el trío "Les lutins" ("Los duendes"), sobre músicas bien conocidas de Wieniawski y Bazzini, notablemente bien tocadas en vivo por el violinista Luciano Casalino y el pianista Marcelo Ayub (todo el resto se escuchó grabado), reveló el fresco talento del coreógrafo danés Johan Kobborg, que fue Director del Royal Ballet entre 1999 y 2013. Su sentido del humor, conocimiento de la danza clásica (puso "La Sylphide" de Borunonville y la bailó) y habilidad para hacerla sutilmente contemporánea fue cabalmente traducida por los dos duendes masculinos (los notables Lendorf y Zagrebin) rondando en torno a la ingenuidad traviesa de Francesca Velicu, rumana de 20 años, del English National Ballet.
En suma, con altibajos, una gala que permitió conocer a algunos bailarines y coreógrafos de valía.
Joyas del Ballet Ruso
El programa de mano de estas Joyas del Ballet Ruso fue paupérrimo: sólo un listado de las piezas e intérpretes sin biografías ni datos orientativos sobre los ballets elegidos, más un párrafo obvio sobre los valores del ballet ruso. Siete bailarines provenientes de dos compañías de San Petersburgo: Mariinsky y Mikhailovsky; y de dos de Moscú: Bolshoi y Stanislavsky, pero sin aclarar quién es de qué compañía. O si son primeros bailarines o de fila. Toda la música fue grabada y no hubo escenografías.  
A ello se añade que el repertorio fue muy rutinario; quizá sólo el Pas de deux de "Esmeralda" (Drigo-Burmeister/Kordiyaka) no es tan trillado. Para los que somos veteranos, el ballet de Alonso sobre "Carmen" de Bizet en el extraño arreglo de Shchedrin que añade piezas de "La Arlesiana" y que está orquestado para cuerdas y percusión está irremisiblemente ligado a Plisetskaya (Shechedrin fue su marido) que tuvo enorme éxito aquí y en el mundo con su poderosa y angular interpretación. Oxana Bondareva no acertó dramáticamente con la parte aunque se advirtió su indudable flexibilidad, y fueron más atinados Mikhail Venshchikov como Don José, Boris Zhurilov como el Toreador (aunque aquí se vio en esa ya lejana época en una interpretación más acerada) y Maksim Marinin como el Corregidor (¡no Corregido, como dice el programa!). Tatiana Tiliguzova, de negro, dio carácter a El Destino.
Natalia Ledovskaya fue una atrayente Esmeralda (recordemos que el ballet es sobre "Notre Dame de Paris" de Victor Hugo) pero su partenaire, Mikhail Pukhov, resultó algo pesado  en sus pasajes solistas. El  Adagio del Primer Acto de "La Bella Durmiente"  (Tchaikovsky-Petipa/Kordiyaka) no es un Pas de deux, ya que la Princesa es cortejada por cuatro caballeros, pero resulta un admirable fragmento que permite gran lucimiento a la bailarina. Aquí Bondareva estuvo mucho más cómoda y fue bien apoyada por los hombres (los tres de "Carmen" más Pukhov). Quizá lo mejor de la noche fue el Adagio del Segundo Acto de "El lago de los cisnes" (Tchaikovsky-Petipa) porque Tiliguzova tiene la silueta ideal para el rol y se mueve con singular gusto y dominio; además tuvo un muy buen "porteur" en Marinin. No hubo el mismo nivel en el otro Pas de deux, el de Odile del Tercer Acto, ya que si bien Bondareva estuvo bastante bien  volvieron a sentirse limitaciones en Pukhov. Siguió una correcta versión de "La muerte del cisne" de Saint-Saëns-Folkin) por Ledovskaya (demasiados cisnes en el programa). Y finalmente  el Pas de trois de "El corsario" (Adam-Petipa/Kordiyaka), mal anunciado como Pas de deux en el programa, donde tuvieron lucimiento Bondareva, Venshchikov y (creo) Zhurilov. Y luego un finale farandulero no anunciado con los siete y música banal. Me quedé intrigado por ese apellido Kordiyaka retocando varios clásicos. 
¿No hubieran podido variar este menú fin del siglo XIX con materiales gratos del XX, como "La fuente de Bakhchisarai" o "El caballito jorobado", evitando estéticas contemporáneas pero saliendo de lo aquí tan remanido? Uno se satura de tantos "fouettés y "pirouettes" en el mismo programa. Nada indica quién fue director artístico en esta gira, o si lo hubo.
Pablo Bardin
 

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