martes, octubre 29, 2019

Óperas en un acto. Muy buena, mala, pasable

             En pocos días se ofrecieron tres óperas en un acto. Dos fueron estrenos. La primera, muy buena, fue "Savitri", de Gustav Holst, el 18 de septiembre en la Sala Argentina del CC ex Correo, presentada en los Conciertos de Mediodía del Mozarteum. La segunda, mala, "El baile", de Oscar Strasnoy, el 26 de septiembre en el Colón (Colón Contemporáneo). La tercera, pasable, "El Principito", de Rachel Portman, se había estrenado en las vacaciones de invierno y se repuso el 28 y 29 de septiembre en el Colón, formando parte a la vez de Colón para chicos y Ópera de Cámara.

 

"SAVITRI" DE GUSTAV HOLST

 

            Holst es famoso por "Los Planetas", su obra maestra, pero fue un compositor de producción muy variada e interesante. Vivió entre 1874 y 1934 y es junto con Elgar, Vaughan Williams, Walton y  Delius, uno de los valiosos  y originales  creadores ingleses de ese período. De antecesores suecos, Holst nació en Cheltenham (Gloucestershore), ciudad de considerable actividad cultural, el más elegante de los spas ingleses; alberga un Museo Holst. Cercana a los Cotswolds (colinas   de gran encanto), a la catedral de Gloucester, a Gales y Bristol, Cheltenham fue una gran influencia sobre el joven; además estudió con el entonces ilustre Stanford, junto con Parry el más importante compositor de la anterior generación. Se hizo muy amigo de Vaughan Williams, que influyó en su carrera y le inculcó una afición por el folklore inglés que se reflejará en muchas de sus obras. Estudió órgano y pronto dirigió coros; además se dedicó al trombón en varias orquestas y en la Carl Rosa Opera Company, donde también fue preparador. A partir de 1903 inició su actividad como docente, que mantendrá hasta su muerte en varias instituciones; una de ellas desde 1905 fue la St. Paul Girls´School, y esto nos lleva al inicio del concierto en el que se estrenó "Savitri", ya que la "St. Paul´s Suite" para cuerdas fue probablemente la primera obra de Holst que se conoció aquí  en la década de 1960-70 y con ella se tuvo el primer contacto en este concierto con la Orquesta de Cámara del Congreso de la Nación que dirige Sebastiano De Filippi, quien se licenció en dirección orquestal en la Real Academia de Música de Londres. Ya es el op.29 de Holst cuando su estilo y técnica habían madurado en 1913, si bien la obra se editó en 1922. Se inicia con una Giga: Vivace, pero no es la giga italiana sino la vigorosa jig inglesa; sigue un Ostinato: Presto, donde se lució el concertino Pablo Pereira; luego un bello Intermedio: Andante con moto, con solos de Pereira y de Mercedes Sánchez, primer atril de viola, muy bien tocados; y el Final: Allegro combina el Dargason, pegadiza danza campesina muy rítmica, con la famosa melodía Greensleeves, lo cual origina una combinación de opuestos brillantemente lograda. Las 20 cuerdas de la Orquesta hicieron un sólido trabajo y De Filippi conoce muy bien el estilo. Dentro de las obras de gran nivel de orientación modal folklórica se destacan las dos magníficas Suites para banda sinfónica.

            Pero el inquieto espíritu de Holst también tuvo otras orientaciones; entre 1906 y 1911 tuvo su "período sánscrito"; estudió a fondo el idioma y se sumergió en el Rig-Veda, el Ramayana y el Mahbharata, al extremo de hacer sus propias traducciones para las obras musicales originadas en esos textos muy antiguos a.C. Así nacieron: "Himnos corales" op.26 del Rig-Veda, 1908, en cuatro grupos: para coro mixto, para voces femeninas, para voces femeninas y arpa y para voces masculinas; la ópera "Sita", sobre el Ramayana, que quedó inédita, op.23 (1906); y "Nueve himnos" del Rig-Veda, para voz solista, 1907-8.  Y por supuesto, "Savitri", op.25, ópera de cámara sobre un episodio del Mahabharata. Tuve la gran suerte de conocerla a través de una estupenda versión en vinilo dirigida por Imogen Holst, hija del compositor, con Janet Baker, que no dudo en llamar la más gran cantante inglesa, con Thomas Hemsley y Robert Tear y la English Chamber Orchestra. El disco se completa con los cuatro himnos del Rig Veda para arpa (Osian Ellis) y coro (The Purcell Singers). El propio autor sugirió que el cuarto de estos himnos, "Hymn of the Travellers" ("Himno de los viajeros") se cantara antes de "Savitri", ya que no había obertura, y De Filippi tomó lo dicho casi al pie de la letra. El Mozarteum proveyó lo que nunca provee Lombardi: sistema para ver subtítulos en traducción castellana. El himno, cantado por el Coro femenino del Coro Nacional de Jóvenes dirigido por Pablo Banchi (aunque lamentablemente no con arpa sino con la pianista Inés Natalucci, que tocó bien pero es otro sonido que el querido por el compositor) fue ligado a la ópera. El programa aclara que el concierto tuvo el auspicio de The Holst Foundation de Londres además del Sistema Federal de Medios, la Secretaría de Cultura de la Nación y las Direcciones de Cultura del Senado y de la Cámara de Diputados. Además figura el listado de todas las autoridades del Senado y de Diputados y de todos los integrantes del Coro de Jóvenes (o sea, también los masculinos). Wow, cuánto apoyo a la cultura….Pero más allá de la exageración, hay que agradecer y mucho a De Filippi por su iniciativa.

            El Rig Veda contiene nada menos que mil himnos sagrados y está datado entre 1500 y 1200 a.C. (¡). El Himno de los Viajeros tiene 4 estrofas con un estribillo cada una; en él los viajeros invocan a un Dios como Guía que los salve de los malvados, que los alimente e inspire, que los lleve a feraces praderas. Apenas dura dos minutos y medio pero la música logra crear un clima muy bello. Y sin solución de continuidad se inicia "Savitri", "un episodio del Mahbharata"; se traduce "Gran épica de la Dinastía Bharata"; unos cien mil versos atribuidos al sabio Vyasa; el libro 6 es el Bhagavadgita. El episodio narrado en la ópera dura media hora e involucra a tres personajes: Savitri, la esposa de Satyavan (un leñador) y la Muerte. La escena es un bosque en el atardecer. La Muerte (bajo-barítono), desde fuera del escenario, canta: "¡Savitri! Soy la Muerte, la ley que ningún ser humano puede quebrar; vengo por tu marido: se abre la puerta para él". Savitri cuenta que siempre escucha esa voz que en sus sueños ataca a Satyavan, el que no teme, el de poderosa fuerza. Él en quien ella vive, cuya alma está en la suya. Llega Satyavan (tenor); se lo escucha desde lejos y se va acercando: "¿Qué mujer en el mundo es como Savitri? Los árboles no saben que mi hacha los va a derribar; mi amiga, te dejo hasta mañana". Cuando llega: " Savitri, ¿por qué estás pálida y tiemblas?" Savitri: "El bosque es un mundo en donde nada tiene nombre pero está enfermo de miedo". Satyavan: "¡Es Maya! Ilusión, sueños, fantasmas. Para el sabio Maya es más que eso: todo los que ves no es real. Somos esclavos de Maya. Quizá todo sea sombra de lo que es". Savitri: "Conocí a Maya; ahora la olvidé. Mis ojos están abiertos; veo el corazón de cada árbol pálido de terror; Él viene". Satyavan: "Muestra tu rostro, cobarde; mi hacha tiene sed de tu sangre". Cae el hacha de su mano, Satyavan también cae, no ve a Savitri, que lo sostiene. Savitri: "Estoy siempre contigo" (la Muerte se va acercando). "Todo está frío y oscuro; el mundo es una tumba; sólo yo vivo. Estás rodeado de mi amor, con mi canción tejo un hechizo: los poderes malvados no pueden venir; sólo los Dioses imbuidos de santidad y amor". La Muerte, detrás de ella: "¡Savitri!" Savitri: "¡La Muerte está en mi corazón!" La Muerte repite lo que ella oía en sueños. Savitri con Coro: "¡Bienvenido, mi Señor! Te llaman el Justo; indicas el camino a tu morada, nuestra única segura posesión. Me siento allí, escucho voces, el aire es sagrado". La Muerte: "Tuyo es lo sacro: las voces son las dulces palabras tuyas, el aire se hace sacro por tu amor; estar contigo es estar en el Paraíso, contigo pueden estar los dioses". Savitri: "Entonces entra, mi Señor; convive conmigo". La Muerte: "Eso no puede ser; pero te doy una gracia; es para ti, no para Satyavan: mi soplo ha helado su corazón". Savitri: "no hay gracia si no lo tengo a él"; pero la Muerte se niega. Y ella le pide: "¡Dame la Vida!  El que vive lo hace para todos. La Vida es eterna, tú no lo eres" (amplia aria, con coro). La Muerte: "Toma la Vida en su totalidad!" Savitri con coro: "Si Satyavan muere, mi voz se enmudece; sólo él puede enseñarme el camino de una vida de mujer. Muerte, vuelve solo a tu reino" (y la Muerte se va).  Y ella le expresa al Satyavan moribundo: "tú eres quien me da vida", y él sale de su estado y ella le dice que con ellos estuvo un Ser Sagrado que la bendijo. Satyavan: "Sólo tú eres real". Savitri: "Sólo tú me haces real; tú me das vida" (y se alejan juntos). La Muerte (desde lejos): "La Muerte se va sola, la conquistó alguien libre de Maya, ya que hasta la Muerte es Maya". Savitri (lejos): "Estoy contigo" (y repite todo lo que había dicho antes de que se fueran).

            Si la sinteticé es porque sólo así puede el lector enterarse parcialmente de lo que el espectador presenció: una bellísima fábula en la que el Amor vence a la Muerte, con música de una espiritualidad conmovedora y que trasmite la vieja sabiduría de la India. La orquesta que la tocó en esta oportunidad tuvo veinte cuerdas más tres invitados: dos flautistas y un ejecutante de corno inglés. En realidad está orquestado para dos cuartetos de cuerdas y un contrabajo, o sea sólo nueve cuerdas, pero la mayor densidad no molestó; es que el estreno había sido no en un teatro sino en un ámbito más pequeño; Imogen, como buena hija, se atuvo al original, aunque la English Chamber Orchestra tenía más cuerdas. La página de programa del Mozarteum cita los principios de cada fragmento (cinco) que se escuchan sin solución de continuidad. Siendo una sala de concierto no fue una puesta teatral; cada cantante o cantó a distancia o desde el escenario, según lo indicado en el libreto. La expresividad estuvo en el canto o en mínimos gestos, y funcionó muy bien.

            Savitri fue la mejor soprano joven que tenemos, Jaquelina Livieri, y hay que aclarar que la tesitura de la obra se aviene también a una mezzo, por ende Baker en la grabación. Livieri es muy versátil (poco después fue la brillante Norina del reciente "Don Pasquale", para soprano lírica con coloratura) y lo volvió a demostrar: con buen inglés, cabal dominio de la música, gran expresividad y comprensión del estilo, fue una Savitri admirable. Gustavo Gibert es un bajo barítono veterano de mucha carrera europea, que mantiene bien sus medios y domina el inglés: dio carácter a la Muerte dentro de la sobriedad del estilo de Holst; él también versátil, fue Don Pasquale en el segundo reparto, rol diametralmente opuesto. Y Carlos Ullán, aunque menos cómodo con el idioma, cantó con la firmeza de una carrera ya avanzada pero vigente tras muchos años de cantar Mozart, bel canto y música sacra. La orquesta respondió bien a la inteligente dirección de De Filippi, y el Coro femenino respondió con fineza a distancia en las hábiles manos de Banchi, director coral que mucho aprecio ya que es el único que con otro coro programa un repertorio fundamental: las misas renacentistas, tan olvidadas y valiosas.

            Quiero terminar recordando algo que elucubré hará tres décadas y que hubiera sido lindo que ocurriese: el triple estreno de óperas en un acto de dos amigos británicos en el Colón: de Holst, "Savitri", y al final, "At the Boar´s Head", escenas de Falstaff en su taberna preferida; y en el medio, "Riders to the Sea" de Vaughan Williams, que transmite la tensa angustia de una familia que espera el retorno de los pescadores atrapados por una tormenta. Las tres son obras de gran calidad, y es interesante mencionar que Vaughan Williams también escribió su propia versión larga de Falstaff, muy interesante y auténtica: "Sir John in love". Y mencionar que la muy ingeniosa música de ballet que Holst escribió para su ópera "The Perfect Fool" fue estrenada por Bedford con la Filarmónica a instancias mías vía Werner Wagner.

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"EL BAILE" DE OSCAR STRASNOY

 

            Nada hay más desastroso que la moda. Cualquier moda en cualquier actividad del ser humano. Típicamente algunos personajes son considerados en una determinada actividad como los que "entienden" la obra o la cosa que nos lleva al futuro y que no hay que perderse o hay que seguir si se quiere estar al día. El resultado es catastrófico y baste un ejemplo: un grupo de presuntos dirigentes decidió que el orinal de Duchamp fue más importante que "Les demoiselles d´ Avignon" o "Guernica" de Picasso en al arte del siglo XX. O una señora está muy contenta con el original vestido que compró pero cuando ve que muchas más están usando vestidos similares le resulta bochornoso. En música el minimalismo fue violentamente rechazado cuando apareció en Buenos Aires, con toda razón, pero una vez que se impuso gracias a su parecido con la terrible mediocridad de la música popular, Philip Glass (que Gandini llamaba "Felipe Vidrio") fue el héroe, aunque Kohan, con quien no siempre concuerdo pero sí en este caso, tuvo el coraje de ponerle una estrella (malo) al concierto de música para piano  que tocó Glass.

            El introito tiene que ver con el éxito europeo del argentino Oscar Strasnoy, aquí muy elogiado por colegas y promovido por el Colón y en particular Martín Bauer. El compositor nació en 1970 en esta ciudad; estudió piano y composición con Antognazzi y Scarabino, y composición en el Conservatorio de París con Levinas, Reibel y Grisey, y en la Escuela Superior de Música en Frankfurt con H. Zender. Esto le dio un sólido conocimiento de tendencias contemporáneas. La ópera le interesó tanto que escribió nada menos que 13; con "El Baile" ("Le Bal") Buenos Aires conoció 4. Dos me resultaron detestables, ésta y "Cachafaz" con un mugriento libreto de Copi; una (cuyo título no recuerdo), tolerable pero trivial; sólo "Requiem", encargada por el Colón y estrenada en 2014, me resultó válida, porque al menos tenía un libreto basado en un gran autor, William Faulkner, y esto pareció inspirarlo a poner lo mejor de sí mismo.

            Dice el propio Strasnoy: "Como ´Geschichte´, ´Cachafaz´ y "Requiem´, ´El Baile´ es el retrato de una familia disfuncional"; no conozco la primera, pero la segunda es meramente la relación entre dos homosexuales. "´El Baile´ es una historia banal y universal: nuevos ricos intentan sellar su integración a la alta sociedad a la que quieren pertenecer. Pero no conocen los códigos". "La parodia, más que el drama y el realismo, se presta perfectamente al género cantado porque la ópera, desde nuestro desalmado siglo XXI, es un género eminentemente ridículo"; por eso hace Strasnoy el ridículo, tomándolo al pie de la letra. También tiene muy buena opinión de los seres humanos ya que "la comedia desnuda la básica estupidez de nuestra especie", salvo privilegiados como él…"Es también" (en este caso)  "un homenaje a Hermenegildo Sábat, un genio del aforismo mudo, quien aceptó colaborar con la versión de concierto que hicimos para el teatro del Chàtelet de París" (y que es la que se vio en el Colón). "El día del estreno Menchi me susurró: ´siempre odié la ópera, pero cómo nos divertimos´"; Strasnoy también la odia aunque las escribe; total, mientras los teatros europeos estén dispuestos a presentarlas y pagar bien, no hay problema.

            "Le Bal" se basa en una novela corta de Irène Némirovsky de 1928 adaptada como libreto por Mathew Jocelyn. La familia disfuncional es judía y consta de Rosine (la madre), Alfred (el padre), Antoinette (la hija), Isabelle (la tía, profesora de piano), Miss Betty (la institutriz) y Georges (el mayordomo). Strasnoy describe así su música (y en cuanto a habilidad técnica, es correcto lo que dice): "Es una música muy ágil que juega todo el tiempo con el contraste, con el subrayado de la acción, con la demencia de los personajes, con la implosión de un mundo en equilibrio muy inestable". Y agrega: "¿Cómo hacer en 50 minutos para sugerir el pasado oscuro de la madre?" "La madre y la hija se detestan", ella desprecia al hombre con el que tuvo que casarse y que cree que la engaña, el mayordomo tiene un affaire con la institutriz y extorsiona a la familia. Son cinco escenas que se suceden ; en la primera Rosine cuenta a Antoinette y Betty que quiere hacer un gran baile; en la segunda la familia escribe las invitaciones y Rosine prohíbe a Antoinette que asista; en la tercera Antoinette, sola, maldice a los padres y además descubre el romance de Betty y Georges; Betty delega en Antoinette la tarea de llevar las invitaciones al correo, pero ésta luego las tira al río; en la cuarta Rosine coordina los preparativos para el baile; pero luego al quedarse sola se compadece por su infelicidad; en la quinta sólo llega Isabelle, y a medida que pasa el tiempo Rosine se pone histérica, echa a los músicos; Isabelle se despide, Rosine se pelea con Alfred, que se va; y Antoinette consuela a la madre…De paso la familia se apellida Kampf, que significa "lucha".

            Hay dos aclaraciones en la página del reparto: a) "el director de escena Matías Feldman generó un video con su celular para esta presentación en el que registra el proceso de ideación, el backstage y los ensayos de una puesta en escena que, como el baile de los Kampf, no llegará a concretarse"; b) A modo de homenaje incluye algunas de las ilustraciones que Sábat creó; ¿por qué no todas? El editor de la ópera es Gérard Billaudot y aquí lo representa Barry.

            Tras ese curioso video, muy a lo Kagel, empezó la ópera. La orquesta fue la Filarmónica, que raramente hace ópera, y la dirigió Wolfgang Wengenroth, de amplia experiencia como director en Alemania y como asistente en ópera; aquí había dirigido en 2016 para Colón Contemporáneo "Coptic Light" de Morton Feldman, que no presencié ya que tengo profunda alergia por ese compositor. La "biografía" del programa tiene varias erratas; ¿qué querrán decir con "maestro de capilla" en un teatro de ópera? En esta ocasión Wengenroth salió muy bien de la ardua tarea, ya que se lo notó conocedor del áspero transcurso musical y obtuvo un sólido resultado de una Filarmónica sin duda enfrentada a un gran desafío; figuraron como invitados Cecilia Fracchia en piano y celesta, Diego Sánchez en banjo y Gabriel Abramovici en acordeón. Y por supuesto estuvieron en escena, no en el foso.

            Feldman está íntimamente ligado al teatro experimental como actor, director y dramaturgo. Su puesta fue violenta y dislocada hasta la saturación en los videos acompañantes, donde en particular el personaje de Rosine quedó cruelmente expuesto; o sea que los cantantes no sólo cantaron en escena sino que de a ratos fueron acompañados por videos de ingrata digestión para artistas y público. En cuanto a actuar, poco podían hacer ya que leían la partitura y sólo algún gesto o un cambio de ubicación sirvió para que la acción se hiciera comprensible, aunque fue ayudada por los buenos subtítulos de Mónica Zaionz. Sí tuvo impacto la visión de los sarcásticos dibujos de Sábat, que crearon un clima expresionista. Figuró como maestra preparadora Cecilia Fracchia. Fue un estreno americano.

            De los cantantes Sabina Cirera, tan lejana de los roles operísticos tradicionales por las que se la conoce, se enfrentó a una escritura terrible; salvo los minutos en los que se queda sola y hay algún lirismo todo es histeria; qué ingrata tarea la suya. Laura Pisani como Antoinette fue mostrando su carácter con cada vez mayor vehemencia y gran control de una escritura difícil pero que le dio fragmentos lucidos; es una cantante con notable dominio de las notas muy agudas, que abundaron. Carlos Ullán pareció incómodo con su personaje del Padre, aunque salvó la parte con profesionalismo. Marisú Pavón canta bastante al final como Isabelle; estuvo correcta. Alejandra Malvino tuvo al principio una melodía para cantar, cosa rara de encontrar en esta ópera, y luego hizo bien su parte; la experiencia de décadas ayuda. Eso también se aplica al Georges de Víctor Torres, que sacó adelante (como otras veces) un mediocre material. La ópera es en francés y salvo Torres nadie estuvo fluido en la pronunciación.   

            La ópera fue recibida fríamente por el público. Tengo la esperanza de que no se insistirá con las óperas de Strasnoy en años venideros. Hay tanto de bueno para conocer que por qué atragantar al público con óperas como ésta; no es porque trata un tema desagradable: "Elektra" es una maravilla; sino porque fracasa en comunicarlo con calidad.

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"EL PRINCIPITO" DE RACHEL PORTMAN

 

            La ópera para niños es todo un tema. Yo no creo en las adaptaciones para niños de las óperas para grandes, como suele hacerse aquí. Y además creo que los niños han cambiado y mucho de generación en generación; típicamente lo que escucha el niño es lo que escuchan sus compañeros de colegio, que en un 99 % no conocen música clásica. Sí, hay unos pocos chicos que paran la oreja cuando los padres ponen música clásica en CD (y no son muchos). Hay cada vez menos pianos en las casas o departamentos; a veces hay guitarras normales y los padres cantan algo melódico. ¿Pero óperas cuándo escuchan? Los chicos tienen escasa paciencia y concentración. Además no es lo mismo un austríaco que un argentino de seis años, incluso ahora que el rock o cosas lamentables como el rap dominan.

            Para mí existe una sola ópera para niños de gran calidad: "Hänsel y Gretel" de Humperdinck; hará unos cuarenta años hubo una espléndida puesta de Oswald, aunque por supuesto en castellano y con buenos artistas locales, y me consta que gustó, pero incluso allí hay pasajes de excelente música que a los chicos no les llega; recién se divierten cuando llega la casita de dulce y está la bruja. Obviamente la versión en alemán tuvo magníficas grabaciones con muy grandes artistas: baste mencionar la combinación Grümmer-Schwarzkopf con Karajan, grabación que atesoro y escuché muchísimo. Creo que hay que volver a esta ópera con una versión de gran nivel y darla como título de abono en alemán más funciones para chicos en castellano.

            Me enamoré de "Le petit prince" de Saint-Exupéry a los 11 años cuando mi madre me regaló un libraco de mil páginas de Gallimard con una estupenda encuadernación con la obra completa del autor en francés, que fue mi primer idioma; era junio de 1950. Luego fui leyendo sus obras sobre la odisea del "Correo Sud" y "Vuelo de noche", cuando ya era adolescente, tema que me tocó de cerca ya que Mermoz era amigo de mi madre y su mujer Gilberte fue mi madrina; pero volví reiteradas veces a "Le petit prince". Tuve durante un tiempo una joya: un LP breve con el diálogo del piloto (Gérard Philipe) con el principito (Georges Poujouly, el niño de "Juegos prohibidos"). El libro no sólo entusiasmó a los franceses sino que fue traducido a múltiples lenguas; hasta hubo una película de Stanley Donen no muy buena tipo "musical".  

Era lógico que tarde o temprano alguien iba a hacer una ópera sobre el tema, y ocurrió pero en inglés. Y claro está, nada de vanguardia: la música debe ser tonal, más allá de algún toque de orquestación en ciertos pasajes ya sea con timbres más jugados o incluso electrónicos, puesto que va de asteroide en asteroide en un tramo del libro.  Es importante que el libro fue escrito en plena guerra, en 1943; su autor murió pocos meses después. La ópera en dos actos tiene texto de Nicholas Wright; la música es de Rachel Portman y fue escrita en 2014. La tradujeron al español Mariana Ciolfi e Iván Rutkauskas y la música fue arreglada por Jeff Atmajian.  Fue un estreno sudamericano cuando se dio en vacaciones de invierno; yo la vi el 29 de septiembre a las 14 horas, buen horario para niños. Sobretitulado como de costumbre por Mónica Zaionz. El director musical fue Ezequiel Silberstein, Ciolfi hizo la Dirección de escena; vestuario de Stella Maris Müller; iluminación de Fabricio Ballarati; escenografía de Matías Otálora. Hicieron un lindo programa con simpáticos dibujos (autor no identificado). La Orquesta tuvo 33 integrantes y fue armada para la ocasión; tuvo buen nivel y la dirección de Silberstein resultó muy adecuada al espíritu de la obra. En el reparto pongo entre paréntesis al que no escuché ya que hubo más de un cantante en las tres versiones realizadas en sólo dos días. La compositora es americana y no conozco otras obras suyas. Nada hay sobre ella en el programa. El libreto de Wright sigue bastante bien el diseño general del libro, con algunas digresiones para corresponderse con la manera americana de hacer show.

El problema es que "El principito" es un cuento para niños mucho mejor comprendido por los adultos, y lo sé por experiencia propia en varias lecturas a través del tiempo. No tiene sentido llevar chicos de 3 o 4 años a ver esta ópera, y mucho menos los bebes. Entre 6 y 12 años es la buena edad. Por supuesto fue un público de padres con niños y el teatro estuvo lleno. No hubo tanto lío, quizá los padres aleccionaron a sus hijos aunque unos cuantos se retiraron por los llantos de su hijo o hija. Y al final los artistas fueron muy aplaudidos, de modo que puede considerarse un éxito. Sin embargo, eso no significa que la obra sea de alto nivel; no, es simpática, se deja ver, tiene algunas fallas, hay significados que se diluyen. En suma es pasable, no está mal que se dé, pero Portman es una compositora sólo correcta. Me quedé pensando cómo hubiera sido si Poulenc la hubiera escrito.

El argumento en el programa está contado salteándose algunas partes de la narración. Lo cuentan como un Prólogo y seis partes. Ese Prólogo es el relato inicial  del aviador cuando tenía seis años: le contaron que una boa se había tragado una fiera y pasó seis meses en el mismo lugar digiriéndola; el chico dibujó algo que los adultos creían que era un sombrero y no, era la boa que se había tragado un elefante; lo vieron cuando hizo un segundo dibujo que mostró al elefante en la panza de la boa y demostraba que los adultos no entienden nada…Por eso luego piloteó aviones para volar por sobre el mundo, alejado de los adultos. Saint-Exupéry se inspiró en una aventura que le pasó cuando su avión cayó en el desierto del Sahara y se vio en serio peligro no sólo por la dificultad de arreglar el avión sin las herramientas adecuadas sino por la falta de agua y alimentos. En el primer episodio se asombró cuando apareció un niño que le pedía que dibujara una oveja. Gradualmente el aviador se dio cuenta que venía del asteroide B612, apenas más grande que una casa. La puesta colocó al avión sobre una tarima en el lado izquierdo del foso y con acceso a la escena. Es importante recalcar que el libro original tiene muy bellos dibujos del propio Saint-Exupéry, en particular el del Principito, con su pelo color oro y un traje de príncipe. Probablemente hay copyright y no se pueden imitar o reproducir para el teatro esos dibujos del libro.

En ciertos roles hubo dos cantantes ya que el 28 se sucedieron dos funciones, una a las 11 h y otra a las 14. Yo vi a Mariano Fernández Bustinza como el Aviador, que hizo dos funciones (28 y 29); Alejandro Spies intervino en la otra. La música para el Aviador es casi siempre recitativo en diálogo con el Principito, no muy interesante musicalmente, aunque sí para delinear el personaje; Fernández Bustinza actuó bien, con empatía y gradual comprensión de lo que estaba pasando, pero su timbre sonó duro en los agudos. Entiendo por qué el Principito fue corporizado en una mujer, ya que encontrar a un niño soprano capaz de cantar y actuar el personaje es muy difícil; no sé si la autora da la opción o no. Rocío Fernández hizo la función que yo vi y la del 29, María Virginia Savastano la de las 11 del 28. Fernández es una voz nueva para mí y me resultó sumamente grato su timbre y su musicalidad, además de una presencia desenvuelta y de cierto encanto infantil. Su vestimenta no me resultó ideal pero tampoco me molestó.

El relato del Principito nos llevó al asteroide donde vivía; con una escenografía escueta pero bien lograda, cuenta que había semillas que producían baobabs gigantes y malos pero también una semilla produjo una rosa, y el Principito la cuida con amor; sin embargo la rosa es tan vanidosa y exigente que el Principito decidió conocer otros asteroides a ver si encontraba amigos. La Rosa fue cantada por Elizabeth Guerrero con desplantes de diva como le pedía el personaje y una música correspondiente expansiva y de color bastante caribeño. Pero antes de irse el principito la protege con un globo.

En la tercera sección el principito visita cinco asteroides (en Saint-Exupéry son seis); él vuela, es una fábula, no se explica cómo. Los cinco son tan chicos como el suyo. Pero en ellos hay un solo adulto y ningún niño. Con rapidez los ayudantes colocaron un pequeño cubículo y en rápida sucesión acortando mucho los diálogos del autor los cantantes son sucesivamente un Rey absoluto que no tiene súbditos y al ver al niño le ordena esto o aquello (Felipe Cudina Begovic, bajo altísimo, que había hecho de baobab y luego hará de cazador; el 28 a la mañana, Iván García); un vanidoso encantado de tener a alguien que lo admire (tenor Pablo Urban); un borracho que perfecciona la letra de tango: "Bebo para olvidar que me da vergüenza beber" (tenor Iván Maier, también baobab); el cuarto, un hombre de negocios que cuenta estrellas y al meter un papel en la caja fuerte con el número de la estrella considera que la compró (hay una falla en este caso ya que no se especifica fecha pero hay dos; pudo ser el bajo Juan Pablo Labourdette o el bajo Luis Loaiza Isler; cualquiera de los dos también fue baobab, ya que en aquella escena son tres los baobabs para dar la idea que si crecen cubren todo el asteroide); y el quinto, un farolero que prende y apaga el farol continuamente ya que el sol se pone y sale con toda rapidez (según el programa o lo cantó Maier, que es tenor, o alguno de los dos bajos que recién mencioné; nada claro); en esta adaptación es el farolero el que le sugiere al principito que vaya a la Tierra porque tiene buena reputación y es grande...En Saint-Exupéry es un geógrafo que está en un asteroide 10 veces más grande que los anteriores.

Llega a la Tierra el principito pero está en el desierto y no ve a ningún hombre; en cambio hay una serpiente venenosa y hablan; él cree que ella no tiene poder pero la serpiente le explica que puede enviar a cualquier hombre debajo de la tierra; aunque el principito es puro y de otro planeta y si llega a necesitar de sus servicios él lo inoculará pero mágicamente volverá a estar en su asteroide. Urban, con voz poderosa y notables graves para un tenor, dio mucho carácter a esta serpiente que por supuesto tiene mucho más tamaño. En esta escena la luz bajó drásticamente para crear un clima de peligro.  El principito sigue caminando y se encuentra con un jardín de rosas (evidentemente, en un oasis) y se decepciona: él creía que su rosa era única y entonces llora. En la ópera hay dos rosas que cantan con buenas voces: Daniela Prado (Trinidad Goyeneche en la función de las 11) y Ana Sampedro, o sea una mezzo y una soprano, y ambas lo hacen con agradables voces y lo consuelan. El principito sigue caminando y se encuentra con un zorro (en este caso una zorra), que resulta ser Prado, que se cambió con toda celeridad (Goyeneche a la mañana). La zorra teme a los cazadores que pueden matarla cuando ella trata de entrar a un gallinero. Ella puede ser amiga del principito si él "l´apprivoise", palabra que significa amansar o domesticar; en la ópera toma el segundo sentido, bastante parecido. Pero la definición del autor es muy especial: significa "crear lazos", o sea ser amigos. El principito lo acepta pero le dice que se acerca el momento en el que se cumple un año desde que se fue de su asteroide y será el día de su retorno; en el libro van viéndose día a día como amigos y al final se despiden, con estas famosas frases del zorro (o la zorra): "sólo se ve con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos". (Por eso digo que el libro no es para niños de poca edad). En la ópera, y no está mal, hay un episodio de encuentro con los cazadores y la zorra que se escabulle (cazadores: Urban, Maier, Labourdette o Loaiza Isler, Cudina Begovic o García).

Quinta sección: "Al octavo día de estar en el desierto el piloto descubrió un pozo de agua" cuando ya desfallecía. En la ópera el agua canta con la voz de Sampedro y es un lindo momento. En el libro hay un largo episodio en el que el principito acompaña caminando al aviador, que de vuelta necesita agua, y llegan a un magnífico pozo al borde de un acantilado; fue creado por el corazón del principito porque él es amigo del aviador.  El principito admite que al día siguiente él estará en el lugar donde cayó a la Tierra. Y allí estuvo el aviador después y lo encontró sentado en un muro hablando con alguien; y el aviador escucha: "¿Tienes buen veneno? ¿No sufriré?" La serpiente asegura que no le dolerá y se va; volverá de noche. Sigue en el libro un largo diálogo del principito y el aviador, que ya son más que amigos, se quieren; el principito tiene miedo pero sabe que debe hacerlo, y le dice que mirando a las estrellas el aviador sabrá que en una de ellas estará el principito atendiendo a su rosa. En la ópera se pasa a la noche; el aviador insiste en acompañarlo y el niño quisiera que no esté porque va a ponerlo muy triste. Aparece la serpiente y en pocos segundos inocula al principito que cae al suelo.

Sexta sección: "A la mañana siguiente el piloto no encontró el cuerpo del principito y por eso supo que había vuelto al asteroide B612". Y bien, al estilo americano del final feliz, irrumpe el Coro de niños del Colón (dirigido por César Bustamante): son estrellas y pájaros y cantan una música alegre: el principito volvió a su asteroide y a su rosa.

Sé de otras óperas para niños compuestas en recientes décadas en Gran Bretaña o en Checoslovaquia que han tenido éxito y valdría la pena analizarlas para futuros años, ya que está claro que la dirección actual quiere una actividad con niños para cada año en las vacaciones de invierno. Y lo creo una buena idea si se hace bien, como ocurrió esta vez. P. Ej., "Brundibár" ("Abejorro") de Hans Krása, checo, escrita en 1938, ya tenía cuatro grabaciones (tres en checo, una creo que en inglés dirigida por De Cormier) en el año 2000, y actualmente se presenta en alemán en numerosos teatros de ópera y con frecuencia.

Pablo Bardin

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