Resulta esencial la visita de orquestas extranjeras de calidad y el Mozarteum Argentino ha sido la principal fuente durante seis largas décadas. Si bien ahora el Colón también aporta, y ocasionalmente también el CC ex Correo y Nuova Harmonia, la brillante historia del Mozarteum no tiene parangón. Año tras año, y pese a las grandes dificultades de toda índole, las autoridades de esta institución siempre logran concretar visitas de gran valor; este año, la Filarmónica de Luxembourg (Luxemburgo) y la Sinfónica de Montreal. En estas semanas el CC exCorreo aportó la Sinfónica Nacional de Chile y la Nacional de Auvergne.
ORQUESTA FILARMÓNICA DE LUXEMBURGO
Luxemburgo es el país más pequeño del Benelux; Be por Bélgica y ne por Netherlands (Holanda). Es poco habitual que los turistas lo visiten, pero sí aquellas personas interesadas en las ventajas bancarias que suelen dar los países de poca superficie. Hará unos 40 años conocí la ciudad capital, que tiene el mismo nombre que el país, para informarme técnicamente sobre las condiciones de un fondo de fideicomiso que le interesaba a mi padre conocer; si bien no cuajó, me permitió pasar un día en esa bella ciudad a cuyo centro antiguo se llega después de cruzar un viaducto sobre una profunda hondonada. Pero ya entonces sabía de la existencia de su Filarmónica porque había llegado a Buenos Aires Louis de Froment, su director, para ofrecer conciertos con una orquesta argentina dentro de un ciclo que organizaba Pía Sebastiani. Fue fundada en 1933 como parte de Radio Luxembourg (las orquestas de radios son muy importantes en Europa) y desde 1996 fue administrada públicamente; a partir de 2005 su sede está en la sala Philharmonie Luxembourg. Colabora con el Grand Théâtre de Luxembourg, hace giras y grabaciones. Sus principales directores han sido Carl Melles, Leopold Hager, de Froment, Emmanuel Krivine, y desde hace 5 temporadas, Gustavo Gimeno. La Filarmónica está subsidiada por el Ministerio de Cultura del Gran Ducado de Luxemburgo, y sostenida por la Ciudad capital, la empresa Cargolux y otros aportes. La Filarmónica tiene 96 miembros y provienen de 20 países.
El Gran Ducado apenas tiene 2.600 km cuadrados y algo más de 400.000 habitantes; su capital, unos 110.000. Su standard de vida es muy alto y la actividad cultural considerable. Sus fronteras son con Alemania, Bélgica y Francia. Un curioso dato es que Bélgica a su vez tiene una provincia también llamada Luxemburgo, que quiere decir "pequeña fortaleza".
Gimeno es un joven director español nacido en Valencia; fue asistente de muy grandes maestros: Mariss Jansons en la Orquesta del Concertgebouw, pero también fue asistente de Haitink y de Claudio Abbado. Una formación óptima que lo ha llevado a tener una meteórica carrera en años recientes; desde 2015 es director de la Filarmónica de Luxemburgo y desde septiembre del año pasado también es Director Principal de la notable Sinfónica de Toronto. La Filarmónica de Luxemburgo también es orquesta de ópera en el mencionado Grand Théâtre. Ësta es la primera gira a Sudamérica; los conciertos tuvieron lugar en Buenos Aires los lunes 23 y 30 de septiembre, ya que no le dieron al Mozarteum fechas lógicas (23 y 24 ó 25), gran molestia que altera los costos gravemente.
Por otra parte, mala suerte en cuanto a la violinista Janine Jansen, un gran talento que hubiera debutado: una tromboflebitis afectó su brazo izquierdo. Menos mal que pudo obtenerse un buen reemplazo, el violinista lituano Julian Rachlin, que hace dos décadas dio recitales para el Mozarteum con el pianista Itamar Golan, dejando un grato recuerdo de su talento.
Los programas de Gimeno tuvieron el defecto de ser trillados, aunque eligió partituras de primer nivel. El 23 se inició con la obertura "Coriolano" de Beethoven, música contundente que requiere dos cualidades: el tempo adecuado para que los dos elementos básicos se contrasten, el brusco y el expresivo y suave, y los acordes fortissimo exactos seguidos de silencios. Las dos circunstancias se dieron en los gestos por un lado enérgicos y por otro amplios, de melodía cantábile, con los que Gimeno logró una versión convincente y la Filarmónica mostró su calidad.
En ambas ocasiones se escuchó el Concierto para violín y orquesta en mi menor, op.64, de Mendelssohn, el segundo esencial del repertorio alemán, después del de Beethoven y antes del de Brahms. Es una obra perfecta y con la característica de unir los movimientos; lo que en música se llama attacca. Y así como Brahms le pidió consejo al gran Joachim para que su escritura violinística fuera afín al instrumento, Mendelssohn lo hizo con el igualmente talentoso Ferdinand David; en ambos casos los requerimientos son sin duda virtuosísticos, pero no en el sentido paganiniano sino profundamente imbricados a la construcción formal lógica e imaginativa. Y con una orquesta que dista de ser de mero acompañamiento.
Rachlin también es violista y director; tiene intensa carrera en los tres sentidos y van 30 años de actividad. Algunos ejemplos recientes: como director: Director invitado principal de tres orquestas: Royal Northern Sinfonia (Inglaterra), Filarmónica de Turku (Finlandia); y Sinfónica de Kristiansand (Noruega). Como violinista tocó con Jansons y la Filarmónica de San Petersburgo, Eschenbach y la Sinfónica de Montreal; como violista estrenó con Sarah McElravy y la Royal Northern Sinfonia el Doble concierto para violín y viola de Penderecki, dedicado a Rachlin. También fue Artista en residencia del Festival de Primavera de Praga y tuvo su propio ciclo en el Musikverein de Viena. Lituano, inmigró a Viena , donde se formó en el Conservatorio y privadamente con Zukerman, y a los 14 años fue en 1988 el solista más joven que se haya presentado junto a la Filarmónica de Viena, dirigida por Muti: o sea que tiene actualmente 45 años. También ha tocado música de cámara justamente con Janine Jansen o con Mischa Maisky. Es docente en Viena y ha realizado muchos discos para Sony, Warner y Deutsche Grammophon. Toca en un Stradivarius de 1704. En suma, una gran trayectoria.
Escuchándolo el 23 en fila 15 a la derecha o el 30 en la misma fila a la izquierda, tengo un solo reparo (quizá le tuvo excesiva confianza a la acústica del Colón): su sonido fue siempre bello pero especialmente en el primer movimiento le faltó cuerpo; y eso se notó justo al principio, ya que la magnífica melodía es expresada de inmediato por el violín, no por la orquesta, y tiene carácter intenso y apasionado. La orquestación es considerable pero no tiene una densidad excesiva y Gimeno manejó tempi y dinámica con gran respeto por la partitura. Si bien gradualmente Rachlin ejecutó con más volumen, y en el movimiento lento hay pasajes que pueden tocarse "piano" sin problema, donde realmente impresionó Rachlin fue en el controlado virtuosismo, siempre musical, del último movimiento; la precisión y rapidez de la mano izquierda demostraron su maestría. La pieza extra del 23 fue ideal: la Sonata Nº 3, "Ballade" (dedicada a Jacques Thibaud) de Eugène Ysaÿe, es la mejor de las seis y exige un dominio consumado de los acordes a la manera bachiana. La versión de Rachlin fue admirable en todo momento y eso es mucho decir en esta obra. El 30 el asunto fue muy distinto: él y el concertino chino Haoxing Liang optaron por una divertida parodia de "La cucaracha" (¡), que supongo inventada por ambos, aunque parecía una de las humoradas que solía hacer Kremer.
La Sinfonía Nº 9 en mi menor, op. 95, "Del Nuevo Mundo", de Antonín Dvorák, me fascinó en mi remota infancia, cuando se la numeraba 5 y me la enseñó Stokowski con la Filadelfia en discos de pasta, y todavia más cuando un niño de mi edad, Pierino Gamba, la dirigió (y muy bien) en el Luna Park. Se sucedieron docenas de ejecuciones en vivo, algunas memorables (Smetácek con nuestra Filarmónica), otras inimaginables semifiascos (la Royal Philharmonic con Kempe nada menos que en Praga, con las pifias más abundantes de trompas que yo haya escuchado en concierto; y sin embargo, los mismos la grabaron con gran calidad para un álbum notable dentro de una gran colección de música sinfónica auspiciada por el Reader´s Digest). Y bien, esta Novena va a ser recordada como de aquellas que merecen considerarse como sólidamente dirigidas y ejecutadas, más allá de algún casi imperceptible furcio. Momentos a destacar: en el primer movimiento: la exactitud y naturalidad de los arduos ritmos rápidos; en el segundo, la belleza de timbre del solo de corno inglés y la poesía de ese episodio de violines solistas donde la música casi se detiene; en el 3º y el 4º, el impulso y la garra de una música visceral y sincera como pocas expresada con autenticidad por director y orquesta. La Filarmónica de Luxemburgo es sin duda muy buena y está en manos de un director de genuino talento.
Tengo debilidad por las Danzas eslavas de Dvorák; como escribí meses atrás cuando una de ellas fue elegida como pieza extra por Rattle (con la Sinfónica de Londres), las creo las mejores danzas sinfónicas de la historia. Y agradezco y admiro a Gimeno y su orquesta por el inmenso placer que me dio escuchar la tan variada Danza eslava op. 46 Nº 2, una pequeña obra maestra que nos lleva en caleidoscópicos 5 minutos por varios ritmos y melodías irresistibles, orquestadas con ingenio siempre renovado, en una versión de alma checa y perfecta.
Y bueno, otra vez Piazzolla, pero al menos "Libertango" es breve, intensa, y está muy bien orquestada; director y orquesta la estudiaron a fondo y la ofrecieron como segundo extra; hubiera preferido quedarme con sólo Dvorák pero ya sabemos que los extranjeros siempre eligen Piazzolla si quieren hacer un gesto argentino, y la versión fue realmente buena.
El 30 se inició con la Obertura de "Die Zauberharfe" ("El arpa encantada") de Franz Schubert, escrita como parte de la música incidental para un melodrama (o sea música para teatro hablado) comisionada por el Theater an der Wien, ubicado entonces justo afuera de las murallas vienesas (el Ring no wagneriano); sigue estando en el mismo lugar hoy en día, ya caídas las murallas, y el Ring ahora lo recorren tranvías muy cómodos además de coches. "La partitura constaba de 13 números musicales para tenor, coro mixto y orquesta junto a sendas oberturas para el primer y el tercer acto. El compositor vienés rescató 3 años más tarde la Obertura al Primer acto situándola en ese mismo rol inaugural de un nuevo proyecto escénico: ´Rosamunda, Princesa de Chipre´" (Claudia Guzmán). Aunque provenga de otra obra, es una pieza deliciosa que ha quedado incorporada a los números puramente sinfónicos de "Rosamunda" en una suite que ha sido tocada con alguna frecuencia aquí, ya que es el Schubert más melódico. Fue tocada y fraseada con gran elegancia y buen gusto.
La obra fundamental de repertorio esta vez fue la Primera sinfonía, en do menor, op. 68, de Johannes Brahms, sin duda la mejor de las cuatro, exaequo con la Cuarta. Cantidad enorme de grabaciones, muchas de ellas de primer rango, y a través de las décadas docenas y más docenas de versiones en vivo, pero la obra sigue llegándole al melómano por esa mezcla tan propia de férrea lógica y profunda emocionalidad. Mi impresión siguiendo a estos intérpretes con partitura fue doble: profundo conocimiento y estudio muy detallado combinados con la sensación, sobre todo en el cuarto movimiento, de un empuje creacional irrevocable que nos va a llevar a la única meta posible: la de una culminación noble y poderosa. Ni por un momento sentí algo excéntrico o desubicado: pura ortodoxia pero de la mejor. El estilo de Gimeno es tratar de ser lo más fiel posible a las ideas y los designios del autor: ser un comunicador del genio y lograr que lo ortodoxo no implique rutina. La orquesta tocó realmente muy bien en todos los departamentos,
Esta vez en las piezas extras Gimeno recurrió a la tan conocida Danza húngara Nº 5 de Brahms orquestada por Dvorák en una versión muy brillante y exacta, y nuevamente "Libertango" de Piazzolla. Quién sabe si la próxima visita de Gimeno no nos traerá la primera visita a nuestro país de la Sinfónica de Toronto; es una buena perspectiva. O un retorno con la Luxemburgo pero con programas más jugados.
ORQUESTA SINFÓNICA DE MONTREAL
Por tercera vez el Mozarteum Argentino nos trae a una de las mejores orquestas del mundo, la Sinfónica de Montreal. La primera fue con Charles Dutoit, cuyos discos de repertorio impresionista con la Montreal fueron laureados; en particular la versión integral de "Dafnis y Cloe" de Ravel. Dutoit era bien conocido aquí por dirigir notables conciertos con la Sinfónica Nacional; sus conciertos con la Montreal fueron sin duda de jerarquía poco común. Luego la orquesta vino en 2013 con Kent Nagano, un artista muy distinto, que nos hizo conocer otras facetas de la gran orquesta del Canadá francófono. Para aquellos que conocíamos a Nagano por grabaciones o por informaciones varias fue la confirmación de estar ante unos de los conductores más lúcidos y personales de la actualidad. Años después vino con su otra orquesta, la Filarmónica de Hamburgo, y nuevamente tuvimos la evidencia de una personalidad completa y noble, donde cada interpretación era el resultado de un director para quien absorber una partitura es sólo el primer paso de la interpretación, ya que todo cuanto hace proviene de una experiencia cabal de la historia de la música y del relacionamiento que cualquier autor hace de la herencia recibida con su propia inspiración, si es de aquellos que no imitan pero es consciente de que innovar siempre tiene raíces. Interpretar también y Nagano lo sabe. De allí la expectativa ante sus conciertos de despedida como titular de la Montreal. Las obras de fondo fueron en efecto inolvidables y confirman que Nagano es uno de los mejores directores de la actualidad.
La Sinfónica de Montreal fue fundada en 1934; su primer director fue el canadiense Wilfrid Pelletier. Lo sucedieron grandes nombres: Igor Markevich, Zubin Mehta, Franz-Paul Decker y Rafael Frühbeck de Burgos; luego Dutoit, y finalmente Nagano durante el largo período de 16 años. A los periodistas nos dio el representante de la orquesta dos folletos que explican cabalmente la gran labor y renovación que logró Nagano, a quien se lo considera tanto un humanista como un admirable director. El propio Nagano llena dos páginas con sus reflexiones; como otros años, tratará de ofrecer experiencias que lleven a conocer profundamente a compositores que considera clave: el ciclo completo de las sinfonías de Schubert complementado con algunos de sus Lieder; o un homenaje a Messiaen, de quien es uno de los más admirados intérpretes. Como lo hicieron la orquesta y él con Johann Sebastian Bach, Haydn, Mozart, Beethoven, Brahms, Bruckner, Mahler y otros, tratarán de seguir estimulando la apreciación de la riqueza de nuestro repertorio clásico, ya que estos creadores tuvieron la capacidad de establecer una tradición. Cita luego que la OSM ha llenado varias salas, incluso la nueva sala Maison symphonique (el folleto reproduce la planta de la sala y da una excelente impresión de amplitud y grato diseño). Luego elogia la calidad del público, joven, integrado y sofisticado, y se alegra de haber contribuido a la seguridad financiera de la OSM y a la imagen de Montreal como ciudad de gran civismo y calidad cultural. Además agradece con su familia la calidez con la cual les dieron inspiración y camaradería.
La Orquesta ofrece cien conciertos anuales con variado repertorio y notables otros directores y solistas de primer rango; algunos datos: obras: Sinfonía Nº 13, "Babi Yar", de Shostakovich (dir. Nagano); Suite de danzas de Bartók (dir. Sir András Schiff!); la Cuarta sinfonía de Lutoslawski (dir. Hannu Lintu); "Die Seejungfrau" ("La Sirena") de Zemlinsky (dir. Lorenzo Viotti); la Novena de Bruckner (dir. Gergiev); "La tragédie de Salomé" de Schmitt (dir. Lionel Bringuier); "Pelleas und Melisande" de Schönberg (dir. Louis Langrée); Concierto para violín de Britten (Augustin Hadelich con dir. David Zinman). La Orquesta también auspicia conciertos de cámara de sus integrantes o recitales de grandes solistas (Buchbinder, Trifonov, Matsuev).
También hay una reseña de los años de Nagano con la Orquesta; algunos momentos especiales: Mayo 2006, París, Théâtre du Châtelet; 2008, 8 conciertos en Corea del Sur y Japón (ya es el noveno viaje a Asia de la OSM); 2012, primera edición de la anual Classical Spree, el más amplio festival de música clásica en Canadá; 2015, graban para Decca las óperas "L´aiglon" de Honegger e Ibert, y "A quiet place" de Bernstein; 2016: gran tour por Estados Unidos, incluyendo el Carnegie Hall; 2018: por primera vez una orquesta canadiense inaugura el festival de Salzburgo, y con nada menos que "La Pasión según San Lucas" de Penderecki. Y la Tournée des Amériques de este año: del 1º al 15 de Octubre, Sao Paulo, Rio de Janeiro, Santiago, Buenos Aires, Guanajuato, México DF, Guadalajara y Chicago; si tenemos en cuenta que Sao Paulo, Buenos Aires, México DF y Chicago son grandes ciudades donde (como Buenos Aires) parece razonable que ofrezcan dos conciertos, en sólo 15 días habrán dado 12 conciertos; abrumador, considerando los viajes en avión y la necesidad de algún breve ensayo para acostumbrarse a la acústica de cada sala.
Por otra parte, el Mozarteum volvió a tener mala suerte; así como Jansen se enfermó con la Filarmónica de Luxemburgo, también tuvo un problema de salud Veronika Eberle, que el Mozarteum había hecho conocer en otra temporada con buen éxito; teniendo en cuenta que Nagano hace el mismo repertorio en cada ciudad, se tuvo el gran problema de encontrar una violinista (o un violinista) que pudiera sustituirla; finalmente lograron conseguir a dos violinistas mujeres, una para el concierto de Brahms y otra para el Tercer concierto de Mozart.
Pero antes de referirme a los conciertos creo útil dar una semblanza de la vida artÍstica de Nagano, que ahora está en plena madurez (68 años). Nació en 1947 en una familia japonesa en San Francisco y debutó a los 20 años dirigiendo la Orquesta de la Universidad de California en Berkeley, ciudad cercana a San Francisco. Un dato extraordinario teniendo en cuenta su gran carrera: mantuvo contacto con esta orquesta durante los siguientes 30 años, lo que indica su arraigo pese a ser un artista internacional; también el hecho de que hubo fuertes protestas estudiantiles en Berkeley justo en esos años de los 60 ("Free Speech": libertad para emitir opiniones) y que esto no pudo menos que impactar en la tendencia al humanismo del músico. No está de más mencionar que Berkeley tiene más de 30.00 estudiantes, unos 1600 profesores, un notable museo, y que sus profesores obtuvieron el Premio Nobel en no menos de 12 oportunidades. En una buena entrevista de Helena Brillembourg en La Nación hay una síntesis de la evolución de Nagano que vale la pena reproducir: "asistente de Seiji Ozawa en Boston, director de la Ópera de Lyon, de la Ópera de París, de la Orquesta Hallé de Manchester, de la Orquesta Sinfónica Alemana de Berlín, de la Ópera del Estado de Baviera en Munich, de la Ópera de Los Angeles y su más reciente nombramiento al frente de la Ópera del Estado de Hamburgo y de la Filarmónica de Hamburgo" (ya lo era de la Filarmónica, se agrega la Ópera). Vale citar algunas declaraciones del artista: a) "Nuestras audiencias ahora son bastante jóvenes, con un promedio de edad de 30 años"; b) "la orquesta ha ido realizando un proceso de recambio generacional y el resultado es una combinación perfecta entre músicos jóvenes que tienen una técnica y una preparación del más alto nivel junto con la madurez y el conocimiento de los miembros que han estado allí por una cantidad importante de años"; y asevera audazmente: "eso la convierte en líder entre las orquestas de este siglo"; c) en Quebec "se encuentra la más antigua representación de la cultura europea en Norteamérica; esto le da un carácter de universalidad"; d) "si algo nos distingue es jamás comprometer la calidad de lo que hacemos"; d) considera a Buenos Aires una interesante combinación entre la estética europea y el Nuevo Mundo y siempre la considera uno de los platos fuertes de sus giras.
Vamos ahora al primer concierto, que se inició con el monumental Concierto para violín de Brahms; Nagano quiso combinarlo con el Concierto para orquesta de Bartók porque en ambos casos "se nota de manera muy clara la influencia de las danzas y el folklore húngaro". Se pudo obtener la presencia de la violinista holandesa Simone Lamsma; resultó un buen ejemplo de lo poco informados que estamos aquí con respecto a las figuras jóvenes europeas que ya han hecho buena carrera. Estudió violín desde los 5 años, siguió formándose a los 11 en la Menuhin School en el Reino Unido, debutó a los 14 con nada menos que el Primer concierto de Paganini, pasó a la Royal Academy of Music de Londres donde se graduó con honores a los 19. Debutó con las grandes orquestas: Filarmónica de New York, Sinfónica de Chicago, Orquesta de Cleveland, Filarmónica de la BBC, Sinfónica de San Francisco, Filarmónica Real de Estocolmo, Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam, Sinfónica de Viena y este año la Sinfónica de Montreal. Alta, rubia, bella, tiene una presencia indudable, y su ejecución del enorme Concierto fue de muy buen nivel, con un sonido firme y sólido, intensidad, resistencia y fraseo muy musical. Toca un Stradivarius de 1718. Por cierto Nagano fue mucho más que un acompañante; jamás tapó a la violinista, cuidó el equilibrio y el justo fraseo en todo momento, sus tempi siempre fueron los marcados por el compositor y dio a toda la obra una coherencia total, tanto en los pasajes líricos bien cantabile como en aquellos que necesitan cierta fiereza húngara. Fue una colaboración impecable por ambas partes. Fuera de programa Austria-Hungría quedó muy lejos: las divertidas y virtuosísticas Variaciones sobre el Carnaval de Venecia de Paganini tuvieron una deslumbrante interpretación en manos de esta talentosa violinista, muy bienvenida.
Teniendo en cuenta la magnífica calidad de la Sinfónica de Montreal, no dejé de preguntarme si, como la Sinfónica de Londres, no hubiera sido mejor no tener solistas y escuchar a la orquesta solamente; pero luego cavilé: la gira es larga e intensa y con solista se hace menos exigente. El concepto de orquesta sola me parece válido para una gira corta, como fue la de los londinenses; en este otro caso, quizá se justifique la idea de Nagano. Pero más allá de lo razonable, me quedé pensando en cómo hubieran sido los programas de Nagano de sólo orquesta.
Y bien, aunque varias veces he podido escuchar en vivo muy buenas versiones del Concierto para orquesta de Bartók, esta interpretación tuvo un grado de sutileza asombroso. No sólo estuvo técnicamente tocado a la perfección sino que su contenido poético me llegó como nunca. Sí, hasta un trombón o una trompeta sin sordina pueden llegar a extremos de pianissimo y mantener la línea melódica sin desmayo. Sí, hasta los momentos más turbulentos pueden tener claridad. La angustia en la Elegía, el fino humor en el Intermezzo interrotto, estuvieron calibrados al milímetro y sin embargo sonaron espontáneos. Y en el virtuosístico Finale se venció cada valla con esplendor. Un detalle: mi partitura dice en el segundo movimiento "Giuoco delle coppie; ¿por qué el programa dice "Presentando le coppie?
Faltaba una sorpresa: la pieza extra fue "La Valse" de Ravel; no los habituales 5 minutos de estas yapas, sino 15 minutos. Presencié magníficas versiones de esta mezcla única de impresionismo y expresionismo (p.ej., Mehta con la Filarmónica de Israel); la de Nagano también logró estar en el máximo nivel y cerró el concierto de manera inolvidable.
Al día siguiente la obra inicial fue el Concierto Nº 3 en Sol mayor, K.216, para violín y orquesta, de Mozart, y la solista fue Alexandra Soumm (debut, moscovita, 30 años, naturalizada francesa). Los 5 conciertos para violín mozartianos fueron escritos en plena adolescencia y el Tercero marca una evolución con respecto a los primeros dos. Sólo el primero fue escrito en 1773; los restantes dos años después, a los 19 años. El Tercero está escrito para una orquesta liviana: sólo cuerdas, oboes y cornos, aunque con una particularidad: las flautas suplantan a los oboes en el movimiento lento. El segundo movimiento utiliza la melodía del aria de Aminta de "Il re pastore" y las cuerdas con sordina; es del más exquisito rococó. Y el tercero es un Rondeau que intercala una serenata en la que el solista es acompañado por las cuerdas en pizzicato. Obra fina y elegante, Nagano le dio un marco límpido y cuidado. La violinista tuvo buena formación en Viena con Boris Kuschnir y desarrolló una positiva aunque no descollante carrera. Tocó con pianissimi exagerados que hicieron poco escuchables algunas intervenciones suyas, quizá no calibrando el tamaño del Colón; Mozart necesita un sonido claro que permita escuchar siempre a la solista y con razonable intensidad: ésta a veces estuvo y entonces se apreció cabalmente el fraseo pero otras veces se desdibujó. Por eso el resultado final fue desparejo, con fragmentos gratos tocados con dominio y otros sin fuerza vital. Al parecer Mozart no dejó cadenzas escritas; la del primer movimiento que se escuchó es evidentemente posterior y ajena al estilo de la obra, demasiado moderna en armonía e ideas. En cambio la violinista utilizó breves florilegios en calderones que sí congeniaron con la gracia clasicista de la música. Lo curioso de su intervención es que pareció ser una violinista demasiado apocada; y en la pieza extra que eligió demostró ser capaz de un sonido grande y de considerable virtuosismo: una breve Sonata de Ysaÿe que cita al Dies Irae y es francamente dramática estuvo muy bien tocada.
La Quinta de Mahler ya es tan de repertorio como la Primera, en parte por el célebre Adagietto, y hemos podido apreciar notables versiones a través de las décadas. Me referí en detalle a ella cuando meses atrás la interpretaron Rattle y la Sinfónica de Londres, magnífica versión. La de Nagano me resultó extraordinaria tanto por la sutileza y exactitud de su enfoque como por la casi prodigiosa calidad de los instrumentistas, en particular algunos solos memorables como el inicial de la trompeta. Fueron 75 minutos de contacto total con la sensibilidad y el cerebro de Gustav Mahler. Cada nota contó y no hubo un segundo de distracción. Ésta es la consecuencia del intenso trabajo conducido por una mente que ha logrado comuniar con el compositor. Ahora en vivo experimenté dos versiones de extrema calidad en un año; sólo la de Haitink con la Concertgebouw compite con este nivel en mi memoria. Claudia Guzmán reproduce al final de su excelente comentario unas frases de Mahler a su esposa Alma que me parecen representar la auténtica sensación del melómano al escuchar la Quinta por primera vez: "¿Qué hará el público ante este caos en el que nuevos mundos son engendrados por siempre, tan sólo para derrumbarse en la ruina el momento siguiente? ¿Qué dirán de esta música primitiva, de este mar de sonido espumoso, rugiente y furioso, de estas estrellas danzantes, de estos pasajes iridiscentes, brillantes y que quitan el aliento?" Deberían decir que Mahler inventó un mundo inolvidable y que más de cien años después nos parece actual y moderno; también que como toda auténtica obra maestra, uno le descubre algo inédito aunque la haya escuchado decenas de veces y que en una versión de calidad uno sale conmocionado del teatro. Y esto me volvió a ocurrir a los 80 años, como lo sentí al descubrirla en la grabación de Scherchen hace más de 60 años. Es curioso, me pasa lo mismo con "La Consagración de la Primavera" de Stravinsky, tan distinta y sin embargo comparable. Por supuesto no hubo nada agregado, es lo que corresponde en este caso. Gracias Nagano y orquesta por entregarnos vitalidad y verdad.
ORQUESTA SINFÓNICA DE CHILE
Por fin, largamente esperada, llegó la Orquesta Sinfónica de Chile a la CABA, y lo hizo en el Auditorio Nacional (Ballena Azul), dirigida por su flamante director estable, el venezolano Rodolfo Saglimbeni, nombramiento sin duda acertado. Se recordará que este año Saglimbeni dirigió un muy buen concierto de nuestra Sinfónica Nacional. Este debut chileno aconteció el 12 de septiembre.
Considerada Patrimonio Nacional, la Sinfónica de Chile fue fundada en 1941. Tuvo numerosos directores estables pero las 9 miserables líneas del programa sólo mencionan al primero, Armando Carvajal. Tengo entendido que el notable Juan Pablo Izquierdo fue titular en una etapa. Me ha llegado que en años recientes hubo altibajos, pero como bien lo sabemos por nuestra Sinfónica Nacional, una etapa complicada no significa necesariamente una carencia artística, y la orquesta que escuchamos es ciertamente de muy buen nivel. Tal como se presentó es una orquesta de razonable tamaño, 82 instrumentistas, suficiente para el repertorio programado pero algo escasa para ciertos Strauss o Mahler o algunos compositores del siglo XX que usan mucha percusión (hay sólo tres ejecutantes). Aunque quizá sea la nómina de los que vinieron a Buenos Aires y en Santiago podrían tener disponibles a otros que se sumarían según lo exija el programa elegido. P.ej., hay sólo 3 oboes, 3 clarinetes y 3 fagotes.
La velada se inició con el Concierto Nº 2, op.102, para piano y orquesta, en Fa mayor, de Dimitri Shostakovich. Fue solista Luis Alberro Latorre, que cumple triple misión en la orquesta: piano, clave y celesta. El compositor la escribió para su hijo Maxim, entonces de 19 años, y es deliberadamente liviano, con toques humorísticos. Cuando programé la temporada de verano de la Filarmónica en 1973, me pareció muy adecuado para ese momento del año y lo estrenó la talentosa Ana María Mucciolo. Me hace pensar en obras divertidas y bien escritas como el Concertino de Honegger o "Le Carnaval d´Aix" de Milhaud. El compositor, también pianista, lo grabó varias veces, y Bernstein grabó los dos conciertos de Shostakovich tocando y dirigiendo la Filarmónica de New York, entre muchas otras grabaciones. Latorre lo ejecutó con habilidad y segura técnica, captando la ironía de la música en los movimientos rápidos y el melodismo grato del Andante. Saglimbeni lo dirigió con el espíritu adecuado y los solos impertinentes de maderas o bronces estuvieron bien logrados.
Profundo cambio: el Adagio de la Décima de Mahler, único movimiento terminado. Es música de despedida, con hacia el final esos acordes atonales tremendos que reflejan el infarto que sufrió el compositor y que él sintió como indicio cierto de un próximo final. El director condujo con calidad este movimiento sutil, camarístico, con refinados aspectos armónicos y una orquestación que, salvo el mencionado, evita los grandes climax: es una reflexión íntima y noble. La orquesta respondió con gran profesionalismo, y aunque al "infarto" le faltó garra, la obra fue expresada con la seriedad que requiere y merece.
Saglimbeni dirigió admirablemente la Segunda sinfonía de Tchaikovsky con nuestra Sinfónica meses atrás. Ahora eligió la celebérrima Quinta sinfonía, de la cual se ha escuchado aquí una miríada de versiones entre las que destaco las varias de Mehta con la Filarmónica de Israel. La de los chilenos quedará como una de las muy buenas. Tempi elegidos con excelente criterio, la partitura ensayada a fondo, solos de calidad (el clarinete al principio, la trompa en el movimiento lento), climax intensos sin estridencia: una Quinta auténtica y un placer auditivo.
En suma, un debut porteño exitoso; que retorne pronto esta orquesta de allende los Andes.
ORQUESTA NACIONAL DE AUVERGNE
También en el Auditorio Nacional debutó el 15 de septiembre la Orquesta Nacional de Auvergne. Con ese título imaginé una orquesta sinfónica, pero lo que vino fue un conjunto de 21 cuerdas. Si bien la palabra "Sinfónica" o "Filarmónica" no está, cuando dice nada más que orquesta, y además nacional, la imagen es la de una sinfónica. Pero el programa cuenta que fue creada en 1981 y que es un conjunto de 21 músicos (aunque no aclara "cuerdas"). ¿Cuántos saben en Argentina exactamente dónde está Auvergne? Se trata de una región del centro francés cuya capital es una gran ciudad industrial, Clermont-Ferrand (presunto lugar de residencia del grupo) y que tiene una zona montañosa atrayente en la que se destaca Le Puy; la información nada dice sobre Auvergne. Confieso no conocer esta orquesta, pero al parecer grabó 50 discos (¡) y tuvo directores invitados de renombre: Ivor Bolton, Dmitry Sitkovetsky, Gilbert Varga, Leopold Hager y Fabio Biondi. Realizó amplias giras y participó de festivales en Japón, Escocia, España, Brasil y Holanda. Fueron sus directores Jean-Jacques Kantorow y Arie Van Beek. ¿Porqué "Nacional" cuando es claramente "Regional"? El concierto en Buenos Aires tuvo el apoyo de Michelin, el Institut Français y la Embajada de Francia en Argentina.
Su director actual es Roberto Forés Veses desde 2012. Valenciano, estudió en Pescara (Italia) y Helsinki. Dirige óperas y conciertos en varios países; dirigió la Filarmónica de Luxemburgo, que comento en este artículo y que está a cargo de otro valenciano, Gimeno. Orquestas que condujo y son importantes: la NHK de Tokio, la Sinfónica Estatal Rusa Svetlanov, la Nacional de Bordeaux, la de Valencia, la Sinfónica de Moscú. Se le dan 35 años y tiene una personalidad comunicativa. Conviene mencionar que también dirigió nuestra Sinfónica de Salta.
El programa fue breve: apenas 58 minutos, y con un corto intervalo; llegó a los más razonables 72 minutos gracias a una pieza extra extensa. Se inició con una grata y romántica pieza de juventud de Franz Schreker: el Intermezzo op. 8, muy bien tocado. Habría que frecuentar más a este interesante compositor, que con más años creó obras importantes: la áspera e impactante ópera "Los estigmatizados" o la Sinfonía de cámara. Luego, la Sinfonía Nº 7 para cuerdas en re menor, del genial adolescente Felix Mendelssohn; a apenas 14 años, su dominio de la forma, el estilo propio y la intensidad de esta sinfonía en 4 movimientos asombra. Nada fácil de tocar, la versión demostró que este conjunto de Auvergne es valioso; los artistas estuvieron concentrados y son de notable capacidad y el director sabe muy bien lo que hace. Cerró el programa la famosa Serenata op. 22 de Dvorák, que se escucha casi todos los años en algún concierto y en una interpretación lograda jamás deja de ser una experiencia placentera; se la escuchó con frecuencia en versiones de calidad y ésta también lo fue.
La pieza extra valió la pena: el Segundo movimiento del Cuarteto Nº 14, "La muerte y la doncella", de Schubert, es un magnífico tema con variaciones muy contrastantes y tolera perfectamente su ejecución por orquesta de cuerdas, ya que los contrabajos meramente duplican a los violoncelos. La versión, noble y fiel, nos sumergió en el mundo schubertiano, a la vez trágico y atrayente y agregó densidad de ideas al concierto. Leyendo la nómina de ejecutantes me llamó la atención que cuatro posiblemente son japoneses y apellidos como Petrlikova, Hernaiz, McLeod y Holweg muestran al conjunto como cosmopolita más que "auvergnat".
Pablo Bardin