Medio online escrito por el crítico Pablo Bardin, acerca de la actividad musical clásica en Buenos Aires, Argentina.
domingo, julio 28, 2019
FURRER Y HAAS EN EL COLÓN, “UN RE IN ASCOLTO” DE BERIO EN LA USINA
MONTEVERDI Y MOZART EN EL ISATC. LO BUENO Y LO MALO
jueves, julio 18, 2019
Alessio Bax y Alexandre Tharaud. Dos pianistas importantes
En fechas cercanas se presentaron dos pianistas valiosos que en visitas anteriores habían impresionado muy bien: el italiano Alessio Bax y el francés Alexandre Tharaud. El primero ocupó dos lunes en el Colón con el mismo programa: 24 de junio y 1º de julio. El segundo se presentó el 2 de julio en el Coliseo para Nuova Harmonia.
ALESSIO BAX
El Mozarteum invitó a Alessio Bax en 2015 y ahora hizo un bienvenido retorno; lo escuché el 24 de junio. Para mí Bax era sólo el apellido de un notable compositor británico demasiado mal conocido aquí hasta que escuché a este pianista nacido en Bari, sobre la costa italiana del Adriático. Ya tiene una nutrida trayectoria, habiendo sido solista con un centenar de agrupaciones sinfónicas del mundo, ganado varios premios, colaborado con artistas como Joshua Bell o el Emerson Quartet o con su mujer, la pianista Lucille Chung, además de grabar nueve discos. Estudió en Bari, en Francia con François-Joel Thiollier y en la Academia Chigiana con Achúcarro. Ahora nos trajo el programa de su noveno disco, denominado "Italian Inspirations", y fue prueba contundente de su talento e inteligencia.
Todas las obras tienen que ver con Italia o fueron escritas por italianos. Es bien conocido el interés de Johann Sebastian Bach por la música italiana y especial por Vivaldi, de quien transcribió varias obras; en este caso se trata de la versión para teclado del famoso Concierto para oboe en re menor, S D 935, de Alessandro Marcello (1673-1747), hermano del más conocido y prolífico Benedetto Marcello. No voy a negar que la versión original me resulta preferible, ya que es uno de los mejores conciertos barrocos para oboe, y que también me gusta más escuchar la transcripción de Bach (BWV 974) en clave que en piano, pero ello no obsta para reconocer que Bax lo ejecutó con preciso sentido del estilo y un toucher refinado.
Las Variaciones sobre un tema de Corelli, op.42, de Rachmaninov, datan de 1931 y son su última obra para piano solo. En realidad el tema no es "de Corelli"; se trata de la famosa La Folia, originalmente una festiva danza portuguesa del siglo XV de pasos desaforados que algunos asociaron con la locura (folia) pero que luego se convirtió en una danza grave. Según las siempre informativas notas de Claudia Guzmán, fue Lully quien "otorgó al tema sus rasgos exquisitamente estilizados y esa distintiva modulación del modo menor al mayor durante su sector central". Muchos utilizaron el tema y conozco un CD dedicado exclusivamente a versiones de la folia, pero se distingue especialmente el tratamiento que le dio Corelli en su Sonata opus 5 Nº 12, componiendo 23 variaciones sobre ella; está escrita para violín y continuo, y el amigo de Rachmaninov, Fritz Kreisler (con quien grabó discos) hizo un arreglo de la obra de Corelli. Conozco las muy interesantes 20 variaciones de Rachmaninov a través de una valiosa grabación de Jean-Philippe Collard, pero no las había escuchado en vivo (son muy difíciles y se tocan rara vez). Están dedicadas a Kreisler y fueron escritas en Lucerna. Era un momento de revalorización del Barroco y de tendencias neoclásicas. Tanto el tema como las primeras cuatro variaciones son sobrias y elegantes, con livianos staccati o un atisbo de minué; las siguientes tres en cambio son rápidas y exigentes, con ritmos marcados y fortissimi. La Nº 8 es un adagio con modulaciones poco comunes y lentas síncopas y la 9ª prolonga estos climas ensoñados. La 10ª se basa en notas repetidas; las dos siguientes son brillantes y arduas; con la 13ª finaliza el primer bloque mediante frases saltarinas. Un Intermezzo ensoñado es la Nº 14, con rubati y una sensación improvisatoria. Los números 15 y 16 son dos Nocturnos, uno parece un coral y otro una berceuse. De allí en más todas son rápidas y virtuosísticas pero en la última la música va serenándose gradualmente volviendo al espíritu del principio en una Coda Andante. Como deben ser los grandes pianistas, Bax es tanto un pensador como un virtuoso: cada nota es parte integrante de una frase y ésta de la variación entera; coherencia y sensibilidad, conocimiento profundo del estilo y técnica completa. Igualmente interesante en los pasajes lentos y poéticos y en aquellos rápidos de ardua ejecución. En el intervalo Hugo Beccacece, ese ejemplo de iluminada erudición que leo con tanto placer desde hace décadas, nos decía a Carlos Singer y a mí que con Bax las notas adquieren su pleno sentido, comunican y llegan al espíritu del que lo escucha.
Fue audaz y admirable iniciar la Segunda Parte con el "Quaderno musicale di Annalibera" de Luigi Dallapiccola (1904-75). Quizá porque nació en Istria, una zona austríaca hasta 1917, luego italiana y a partir de 1947 yugoslava (y ahora esloveno-croata), tuvo una conexión fuerte con culturas no itálicas; pero también estudió la música de los siglos XVI, XVII y XVIII en el Conservatorio de Florencia y luego conoció el mundo dodecafónico en la preguerra. En lo personal se casó con una judía, Laura Coen Luzzatto, y en palabras de Guzmán, "habían sobrevivido los dos últimos años de la Segunda Guerra Mundial en condiciones de extrema dificultad y temor…escondiéndose en departamentos de Florencia con la ayuda de numerosos colegas y amigos. Tan sólo un par de meses después de la tan ansiada liberación de la ciudad, acaecida el 11 de agosto de 1944, llegaba al mundo la única hija del matrimonio. Nacida el 1 de diciembre, los padres decidieron llamarla Annalibera, celebrando así el retorno de la libertad". El "Quaderno" fue escrito como homenaje a Bach pensando en los "Cuadernos de Anna Magdalena Bach". Fue estrenado por el compositor y pianista norteamericano Vincent Persichetti en el Festival de Música Contemporánea de Pittsburgh de 1952. Dallapiccola utiliza una "escritura dodecafónica heredada de su profundo estudio de las obras de Berg y Webern". Antes de seguir conviene recordar dos obras que revelan la reacción del compositor contra el nazismo; ambas son muy valiosas y se han conocido aquí: la ópera "Il Prigionero" y los "Canti di prigionia". También deberían conocerse los "Canti di liberazione". Por otra parte el compositor era buen pianista y tuve ocasión de escucharlo cuando estrenó varias obras vocales acompañando a Frederick Fuller en el Auditorio de la Library of Congress de Washington, D.C. Lamentablemente se interpreta muy poco Dallapiccola aquí en años recientes, pero entre 1950 y 1970 yo presencié 12 obras suyas con directores como Martinon, Markevitch, J.J. y Washington Castro, Fuchs, Kinsky y Gracis, y cantantes como De Rosa, De Lupka, Landi. Y dos veces el Quaderno que me ocupa tocado por Gerardo Gandini en 1964 y 1969; pero no tengo grabación y desde entonces no lo escuché. Las piezas del Quaderno son breves y numerosas: 11 en 13 minutos. "Simbolo" es la primera y rinde homenaje al gran barroco: Si-La-Do-Sib en notación germana es B-A-C-H. Música lenta y noble. "Accenti" es rítmica. Siguiendo al "Arte de la fuga"bachiano, "Contrapunctus Primus". "Linee" es melódica. "Contrapunctus secundus" curiosamente indica "alla serenata" y el piano imita a una mandolina. "Fregi" ("Frisos") es un título difícil de convertir en música; dice Dallapiccola: interpretarla "con espressione parlante". La siguiente variación es doble: empieza con un "Andantino amoroso" que sin solución de continuidad se une al Contrapunctus tertius, en "canon cancrizans": "del final al principio o de atrás hacia delante, como un cangrejo desplazándose". Luego, una poderosa "Ritmi" seguida de "Colori", con influencia debussyana (muy admirado por Dallapiccola). "Ombre" tiene un clima misterioso, y la obra concluye con "Quartina", serena y muy técnica: "cada frase explora una de las variaciones posibles de la serie dodecafónica inicial invirtiéndola, retrogradándola, realizando estas dos últimas acciones al mismo tiempo y finalmente exponiéndola en su versión original". Obra a la vez abstracta, poética y resultado de un intelecto privilegiado, no es para principiantes (como no lo es "El arte de la fuga") pero en las manos de Bax me renovó la revelación de las versiones de Gandini: "música para escuchar con la cabeza entre las manos", decía él. Sin partitura para seguirla, tuve la convicción de que Bax dio una inmaculada imagen sonora.
El programa concluyó con dos obras de ese húngaro cosmopolita que en Hungría llaman Ferenz Liszt pero él hablaba ante todo alemán y es como Franz Liszt que recorrió los dos países de sus Años de Peregrinaje, Suiza e Italia. Dentro del inmenso, inagotable venero de su producción pianística hay dos Leyendas dedicadas a santos italianos: San Francisco de Asís y San Antonio de Padua. La personalidad del compositor había cambiado después de su etapa de virtuoso de inmenso éxito y de continuas innovaciones técnicas; "a dos años de estar residiendo en Roma se retiró a un monasterio y en abril de 1865 recibió las órdenes menores de los frailes franciscanos". Fue dos años después de crear las leyendas. Extrañamente les puso título en francés; Bax eligió "St. François d´Assise: La prédication aux oiseaux » (oiseaux : pájaros), S. 175/1 (S : catálogo de Humphrey Searle). En esta obra, como en "Los Juegos de agua en la Villa d´Este" (de "Años de Peregrinaje": Italia"), parece adelantarse al impresionismo. Obra de asombrosa sutileza durante la mayor parte de su transcurso, sus cuatro partes están unidas; al principio el gorjeo de las aves ocupa el registro más agudo del piano con ágiles diseños en pianissimo; luego un clima serio como si fuera el Santo predicando; la tercera parte es poderosa, mezclando la predicación con múltiples cantos de pájaros (¿qué pensaría Messiaen escuchando esta obra?) y la cuarta es contemplativa y los pájaros, ahora calmados, gorjean suavemente. Se volvió a escuchar el exquisito toucher colorístico del pianista. Y luego hizo algo inesperado: sin pausa inició una obra que no pudo ser más contrastante: publicada en Weimar en 1856, cerrando el segundo libro de "Años de peregrinaje" dedicado a Italia (después de Suiza) la Fantasia quasi sonata "Après une lecture de Dante" ("Después de una lectura de Dante"), basada en el "Fragmento sobre Dante", S701e, compuesto en 1837, cuando visitó Italia por primera vez, toma su título del poema homónimo de Victor Hugo, escrito en 1836. Confieso no gustar del exceso de dificultades terribles de ejecución que convierten a la Fantasía en un tour de force y también de las repeticiones de elementos y a un desarrollo poco convincente; la encuentro muy lejos de su gran Sonata. En sus 17 minutos hay una profusión de cambios de tempo y de fragmentos casi intocables, como el Presto agitato assai en semicorcheas; luego largo rato de staccati en acordes de corcheas y cascadas de octavas "precipitato"; y el recurrente tema inicial de descenso al infierno. Y así sigue la música, salvo un breve episodio más lento que parece referirse al desdichado amor de Paolo y Francesca. Una ejecución prodigiosa de Bax, pero ojalá el concierto hubiera tenido otro final.
Con las piezas fuera de programa sentí algo similar. Una fina ejecución del breve Preludio para la mano izquierda de Scriabin, obra romántica de juventud, precedió a la Danza húngara Nº5 de Brahms en un arreglo de indescriptible dificultad de György Cziffra con agregados de Bax: otra ejecución espectacular de música sin sustancia. Mi amigo Singer me dijo que había tocado esas mismas piezas fuera de programa en su visita anterior. Creo que un artista de su exaltado nivel no debería descender al mero lucimiento.
ALEXANDRE THARAUD
Tengo excelente recuerdo de la visita anterior del pianista francés Alexandre Tharaud hace ya largos años y de su refinado entendimiento de Ravel. Sin embargo esta visita me deja decepcionado, y no porque sus medios se hayan resentido, lejos de eso, sino porque aceptó un proyecto absurdo y es responsable en la misma medida que los otros dos: el que lo imaginó y el que lo filmó. Y hay una cuarta responsable: Elisabetta Riva, la múltiple Directora General y Artística del Teatro Coliseo, Directora General de Nuova Harmonia y Directora General y curadora de Italia XXI. Dice en su habitual Editorial de cada concierto de Nuova Harmonia: "Seguimos esta noche nuestra búsqueda de nuevos caminos en el vasto territorio de la música clásica". Hay maneras positivas y negativas de entender esta frase; lo positivo sería conocer obras valiosas de cualquier época con intérpretes de primera línea; lo negativo es creer que sea bueno presentar crossover tipo Bollani, que toca muy bien pero es para otro público, lo suyo es crossover. O bastante más grave, imaginar que las tres últimas sonatas de Beethoven, sublimes ejemplos de música abstracta, se benefician mezclándose con imágenes, incluso las mejores: es música purísima y no quiero nada que me distraiga. Pero por cierto, es Tharaud el principal culpable: tocar esas sonatas para el público en cualquier lugar que tenga una sala adecuada y un piano razonablemente bueno es el mínimo exigible; o sino escucharlas en un CD muy bien grabado. Quien tuvo la malhadada idea de filmarlo no en una sala de concierto (lo cual es aceptable) sino en ambientes elegidos por Mariano Nante fue el productor Pierre-Martin Juban, que había visto "La calle de los pianistas" y le había gustado. Esa obra tenía sus más y sus menos pero había aspectos rescatables. No los hay esta vez: lo que eligió el cineasta no pudo ser más chocante: dos viejos palacios completamente degradados y hasta asquerosos por momentos filmados durante una música trascendente son un insulto y a Tharaud le pareció bien. Es verdad que buena parte de las dos sonatas que vimos (la 31 y la 32) fue filmada mostrándolo a Tharaud, pero hubo demasiado énfasis en su rostro y menos en las manos, además de ser Nante musicalmente poco sensitivo al no dejar ver momentos cruciales de cada sonata. Y para colmo, hubo un serio desfasaje entre la música y la filmación: se escuchaba un acorde un segundo antes de que las manos tocaran el teclado; un defecto técnico que no pudieron arreglar y por el cual luego se disculparon. Llegó un momento en donde dejé de mirar la pantalla para sólo escuchar y bajar mi irritación. Y la paradoja fue que la versión de Tharaud era de alto rango, incluso rodeada de desastres. De paso, en las cuatro columnas dedicadas a su carrera a nadie se le ocurrió agregar los datos de cuando nos visitó: a los agentes que lo mandan no les interesa nuestro país, pero es obligación de Nuova Harmonia informarse y agregarlo. Y una última queja: toda la información previa no dijo la verdad de lo que íbamos a ver y escuchar: recién cuando abrí el programa me enteré.
El alivio vino después del intervalo. Y eso pese a que el piano que le dieron a Tharaud tiene un registro agudo deteriorado y suena vibrateado y poco natural. Pero la Sonata Nº 29 fluyó con verdadero sentido del estilo y una técnica sin fallas; así, el primer movimiento sonó espontáneo y calidad; el Scherzo con garra beethoveniana; y el gran finale alternó sus dos aspectos, el lento y melancólico y el fugado, hasta la excitante página final. Y de inmediato lamenté profundamente no haber podido escuchar las otras dos sonatas como debía ser, en el escenario. Algo muy extraño (también en la película): a diferencia de casi todos los pianistas que nos visitan, Tharaud toca siempre con partitura aunque no parece pendiente de ella.
No siento compatibles a estas sonatas con Ravel, pero debo admitir que Tharaud ofreció una versión admirable de la Sonatina en sus tres movimientos, el sonido aireado y el fraseo fino. Finalizó el programa con su propia transcripción de "La Valse", virtuosística y con un exceso de glissandi; gran dominio técnico y variedad de matices, pero cuánto mejor es la versión original orquestal.
Ofreció fuera de programa dos piezas. La primera fue una elegante versión del Vals op.póstumo en la menor de Chopin. La segunda, una impresionante ejecución de la Sonata en re menor, K. (Kirkpatrick) 141, de Domenico Scarlatti, fue evidencia de la enorme facilidad técnica de Tharaud, con sus notas repetidas tocadas a una velocidad que parece imposible aunque con detalles violentos de dudoso gusto. Ojalá vuelva en condiciones normales y con un programa lógico.
Pablo Bardin
EL MET EN BUENOS AIRES: DONIZETTI Y WAGNER
Muy demorado, puedo al fin ocuparme de dos óperas vistas en el Teatro El Nacional de la temporada del Metropolitan de New York presentada por la Fundación Beethoven en ciertos sábados, HD Live, que nos permite verlas por satélite. Dos obras completamente distintas en todo sentido se pudieron ver: "La fille du Régiment" de Gaetano Donizetti y "Die Walküre" ("La Walkiria") de Richard Wagner.
DONIZETTI. "LA FILLE DU RÉGIMENT"
Tanto durante la vida de Donizetti como en la de Verdi, dos ciudades fueron los centros de la lírica: Milán y París. Por eso ambos autores escribieron algunas de sus óperas no sólo en italiano sino también en francés; o primero en italiano y luego en francés o viceversa. Sólo así alcanzaban la plena gloria cuando sus carreras llegaban a su madurez. Y ese es el caso de "La fille du Régiment" ("La hija del Regimiento") de Donizetti. Data de 1840 y es su ópera Nº 56. Para entonces ya había creado "Anna Bolena", "L´elisir d´amore", "Lucrezia Borgia" y "Lucia di Lammermoor" (de la cual hubo luego traducción francesa). La primera versión de la ópera que me ocupa fue en francés, pero luego la tradujo y cambió varios pasajes en "La figlia del Regimento". "Les Martyrs" fue luego "Poliuto". "La Favorite", "La Favorita". "Dom Sébastien, Roi de Portugal" sólo la conozco en francés. Y "Rita, ou le Mari battu" aquí se ha dado en italiano.
Conocí la ópera a través de la grabación de "La figlia del Reggimento" con Lina Pagliughi, Cesare Valletti y Sesto Bruscantini, dirigidos por Mario Rossi, en viejos vinilos de Cetra, y me gustó mucho. La versión italiana es una traducción de Calisto Bassi y las partes habladas son ahora "recitativo secco", o sea con clave o piano. Décadas más tarde compré los espléndidos CD de la versión francesa con Sutherland, Pavarotti y Spiro Malas, dirigido por Richard Bonynge; mucho de lo hablado se cortó y lo celebro; la versión posterior con Nathalie Dessay dura 2 hs. 10 minutos en vez de 1 h 46'30" y es demasiado. Además ese Pavarotti joven era todavía "el Rey de los do de pecho"· ("The king of High Cs", como era promovido"); no es lo que escuchamos en sus visitas a Buenos Aires. Pude verla en escena una sola vez, durante la positiva gestión de Suárez Marzal en el Teatro Argentino, que nos aportó exhumaciones de títulos importantes que el Colón despreció en este último medio siglo, tales como "Lakmé" de Delibes, "Alceste" de Gluck y "Luisa Miller" de Verdi. Hubo una buena María, Natasha Tupin, y un tenor aceptable sin más. Hace unos años conocí el DVD con Dessay y Flórez y la puesta de Laurent Pelly, que es la que tomó el Met. Lo notable es que el DVD que vi tenía a Le Roux de Sulpice pero investigando no la encuentro; sí la Dessay, Flórez y Corbelli del Covent Garden, director Campanella (Virgin).Hay otro DVD con June Anderson, Kraus y Trempont, director Campanella (Ópera de París). La versión Pelly ya se vio en 2008 en el Met, y en 2012 con Damrau o Nina Machaidze con el Tonio de Lawrence Brownlee y ya entonces con Muraro. Lo interesante es que figura Agathe Mélinande agregando diálogo y Räth como director de escena. Increíblemente el Colón nunca la dio; ignoro si algún otro teatro la hizo, ya sea en el siglo XX o en el XIX.
Estamos en 1805, la época napoleónica y el Primer Acto transcurre en la versión francesa en el Tirol (Austria); en un absurdo cambio, la italiana coloca la acción en Suiza (no hay Tirol suizo); hay que aclarar que hasta 1815 Suiza estuvo ocupada por los franceses; recién entonces se declaró la neutralidad de Suiza. Tras una obertura más bien larga y muy grata, con varios de los temas principales de la ópera, hay un coro en el que los hombres anuncian que los franceses están por llegar y habrá que defenderse y las mujeres oran pidiendo la protección a la Virgen María. Pero también está la Marquesa de Berkenfield y su asistente Hortensius; ella está muy asustada; sin embargo los franceses se alejan. La Marquesa asegura que todos los franceses son bandidos; los paisanos piden la paz y la alegría. Pero aparece Sulpice, viejo sargento francés, y todos huyen; enseguida vemos a "la hija del Regimiento", Marie, joven, bella y de fuerte carácter, afirma que "sólo el Regimiento me ha sido padre, familia y parientes". Ella se siente soldado y busca la gloria para su patria; Sulpice la encontró, beba, abandonada en el campo. Ella los acompaña siempre, les canta y fue nombrada "vivandière", proveedora de comida, y está dispuesta a ir al campo de batalla. Es un largo dúo muy vivaz y alegre. Pero luego, hablando, Sulpice se entera que Marie ha estado viendo a un tirolés que le salvó la vida cuando casi se cae a un precipicio; y hete aquí que los soldados lo traen a Tonio y lo creen un espía traidor y quieren matarlo, pero Marie les cuenta que fue salvada por él y de inmediato los soldados cambian de actitud y lo consideran amigo. Luego ella entona junto con el coro el canto del regimiento, alabando sus combates y sus conquistas amorosas; pieza brillante y divertida. Llaman a combate y los soldados admiten que en tiempo de guerra no saben si tendrán vida al día siguiente; Marie quiere cuidar al prisionero pero los soldados se llevan a Tonio. Sin embargo él se escapa y vuelve a Marie; se declaran mutuamente su amor en un inspirado dúo y se abrazan; retorna Sulpice y los ve. Crucial diálogo hablado en el que la Marquesa se entera que Sulpice conoció al Capitán Robert (sabremos luego que fue su amante); ella disimula y dice que su hermana tuvo una hija con él, pero el Capitán murió aunque antes le confió la niña a la Marquesa; ella a su vez la puso en manos de un viejo sirviente que a su vez murió, y así quedó la niña desvalida y quizá muerta…pero Sulpice le declara que él la salvó. Aparece Marie, le presentan a su "tía", que le cuenta que su padre murió y que Marie debe irse con ella y abandonar a los soldados; es necesario, y Sulpice lo admite. Llegan los soldados y hacen una apología de la guerra si es para defender la patria; es el rataplan de Donizetti y me resulta tan chocante como el de Verdi en "La forza del destino", ya que Preciosilla también es una vivandière del ejército, aunque en ese caso español. Y llega Tonio como soldado "francés"; cantará el fragmento más famoso, el de los numerosos do de pecho; "Ah mes amis" es el prolegómeno. Luego les dice que él ya es miembro del regimiento y que lo ha hecho para poderse casar con Marie, ya que sabe que ella sólo puede casarse con un soldado; y que ella lo ama. Es entonces cuando canta ese famoso pasaje tras dialogar con los soldados y que ellos lo acepten a regañadientes. Pero Sulpice le cuenta la triste noticia, y Marie, en una acongojada aria, "Il faut partir", les confiesa que debe dejarlos: "en vez de un verdadero bienestar me ofrecen la opulencia". Y cuando Tonio quiere seguirla Sulpice lo impide: ahora es soldado; Marie, que no lo sabía, se lamenta. Aparece la Marquesa que indica a Marie de seguirla, ya está lista la diligencia; todos despiden a Marie enojados con la Marquesa y los dos enamorados sienten el gran dolor de separarse; Tonio desesperado da a entender que desertará e irá a buscarla.
El Segundo Acto es un total cambio; estamos en el castillo de la Marquesa. Una deliciosa Tirolesa que podría provenir de un compositor austríaco aunque es de Donizetti oficia de Entreacto. Hablan la Marquesa y Sulpice, convocado para ayudar a facilitar el matrimonio de Marie (que ha consentido sin entusiasmo) con el Duque de Crakentorp. La Marquesa va al piano y dice que encontró la romanza sobre Venus del maestro Fettuccine; al escuchar esto Marie y Sulpice se ríen, ante el enojo de la Duquesa. Marie empieza a cantar la alambicada romanza mientras Sulpice suavemente le canta "Rataplan es el refrán del Regimiento", para nuevo enojo de la Marquesa. Continúa la farsa mientras Marie canta cada vez con más coloratura, a propósito desconcertando a la Marquesa (y de paso demostrando el virtuosismo de la soprano) hasta que planta bandera y vuelve al canto del regimiento ante el horror de la Marquesa. Esto bien jugado es una verdadera comedia y hace pensar en la lección de música de Rosina en el "Barbero" rossiniano. Salen la Marquesa y Sulpice y ella canta un aria "Par le rang et l´opulence" lamentando su suerte y extrañando a sus amigos. Pero luego escucha y reconoce una marcha militar lejana y vuelve a cantar "Salut à la France"; llega el Regimiento y todo es alegría. Salen los soldados y sigue un Trío muy logrado de Marie, Tonio y Sulpice celebrando el reencuentro. Pero reaparece la Marquesa, y Tonio canta un aria muy expresiva contando que se enroló para estar cerca de su gran amor. Sin embargo, la Marquesa le dice que dentro de una hora Marie firmará el contrato de casamiento con otra persona; Tonio y Marie salen por puertas opuestas. Al quedarse solos, la Marquesa confiesa a Sulpice que Marie es su hija. El casamiento concertado resolverá la situación, ya que no puede confesar públicamente que es la madre y de ese modo asegura el bienestar económico de Marie y ella como tía puede dejarle la herencia. Pide el apoyo de Sulpice y él promete darlo. El notario ya está listo; llega la Duquesa de Crakentorp y se irrita porque Marie no está presente, pero ésta llega y ahora sabe que la Marquesa es su madre y obedecerá. También han llegado los invitados; pero llega el Regimiento guiado por Tonio, para salvar a Marie; ella explica a los invitados que ella fue criada por los soldados y los invitados se emocionan y la consideran encantadora. Su madre también reacciona cuando Marie va a firmar el contrato y expresa que Marie tendrá el marido que ama; la Duquesa se va, despechada. Salen los invitados, y con un nuevo "Salut à la France" termina la ópera. De paso, se trata del 21º Regimiento Francés de Granaderos.
El libreto de Jean-François-Alfred Bayard y J.H. Vernoy de Saint-Georges es típico de esa época, en la que Napoleón pese a su derrota era todavía un gran símbolo patriótico, pese a que en realidad había sido un conquistador en vez de un defensor de su país. En su primera opéra-comique la innata gracia de Donizetti, su liviandad e imaginación tiene tanto de Adam como de Rossini. En verdad los únicos que musicalmente importan son Marie, Tonio y Sulpice (gran rol para un bajo bufo); la Marquesa canta poco, la Duquesa nada, y los otros roles son de flanco, incluso Hortensius y un Caporal.
Hay una grabación histórica en Naxos: Pons, Jobin, Baccaloni, Orq. del Met, G.Papi, 1940, tomada en vivo. Gruberová con Van der Walt y Fourcade, Munich, Panni. Y Freni, Kraus, Ganzarolli, La Fenice, Sanzogno, 1975, aparentemente en francés (hay una de "La figlia" con Freni, Pavarotti, Ganzarolli, Scala, Sanzogno, 1969).
Y vamos a la versión del Met que comento. Se recordará que la puesta de Pelly de "Cendrillon" de Massenet había sido muy bien recibida en el Met, pero esta "Fille" ya era controversial en el DVD con Dessay; en el Met no puedo negar que tiene momentos muy divertidos, pero también que se toma muchas licencias. Ante todo porque es inaceptable cambiarlo de la época napoleónica a la Guerra del 14; las convenciones de la opéra-comique de 1840 no funcionan en una época de guerra de trincheras en el norte de Francia. Y la aristocracia de entonces no era la de 1840. Por otra parte, Pelly (¿o Mélinande?) modificó el libreto en las partes habladas, haciendo de Marie una muchacha que emite una sonora "m…" (el "mot de Cambronne"), cosa que no está en ningún libreto de opéra-comique ni de opereta; es como si quisieran "modernizar" una policial con Bogart agregando los constantes "f…" de Scorsese. Y hace de Marie no una "vivandière" sino una lavandera que trabaja como mula de carga sin parar. En cuanto a Sulpice y los soldados, sólo cambia su vestimenta. Los aristócratas están ridiculizados, pero eso está en el espíritu de la obra: vale el amor con Tonio y el gran cariño hacia y desde los soldados a Marie. Y los "gags" tienen inventiva y gracia.
El argumento en el programa de mano empieza con una confusión: Tyrol suizo durante la Primera Guerra Mundial, para luego negarlo: "un grupo de campesinos observa al ejército napoleónico"; es lo que debería ser pero no lo que vimos. Además en el Met no duró 2h 10´ como la de Dessay sino unas abusivas 2 hs 23´, agregando más intervenciones habladas o juegos escénicos silenciosos. El programa menciona a Pelly como productor (nosotros lo llamamos régisseur) y vestuarista, pero agrega un repositor, Christian Räth, que probablemente aceptó los cambios de Mélinande. El diseño escenográfico de Chantal Thomas sufrió escasos cambios desde París a New York y es funcional a las ideas de Pelly, que no quiso algo colorido sino gris y simple.
Pero claro está, Dessay es francesísima en dicción, gestos y personalidad, y el Met ya no puede traerla porque se ha retirado y se jugó por una talentosa soprano sudafricana de color: Pretty Yende. Por supuesto es un acto de corrección política en la actualidad, pero sigue siendo inverosímil que uno la crea hija de la muy blanca Marquesa y de su amante Robert. Es mucho más arduo para no franceses hablar que cantar en francés y ningún artista en esta versión proviene del país galo, pero en el Met el profesionalismo obliga a exigir buena pronunciación, así sea fonética, en otras lenguas, y en un personaje con tanta letra como Marie es un tour de force lograrlo; Yende merece 9 puntos, sobre todo considerando la rapidez con la que debe hablar y el temperamento ardiente de Marie. No sólo canta admirablemente, con una voz cálida en las arias lentas y espléndida coloratura y sobreagudos en la escena del Segundo Acto cuando canta la romanza de Venus sino que es muy buena actriz, con genuina vis cómica y considerable belleza. Algo exótico: en una escena Marie refunfuña y Dessay producía una extraña jerigonza que suena a francés; Yende hizo casi lo mismo, pero parecía un idioma sudafricano, quizá zulú…
Conocimos al mejicano Javier Camarena en un notable concierto en el Colón hace pocos años, donde demostró su genuino bel canto y facilidad para llegar a los extremos agudos; no tiene la apostura de Alfredo Kraus pero su canto es seguro y firme, de gran musicalidad y buen timbre; francés adecuado y actor mediano; y por supuesto, los famosos Do de pecho impecables. Maurizio Muraro es un avezado bajo bufo que canta y actúa muy de acuerdo con el personaje, pero siempre parece venir de la versión italiana, sin el sentido gálico que le otorga Le Roux con Dessay. Stephanie Blythe es una contralto (más que mezzosoprano) de excelentes medios vocales y escénicos; su muy amplio físico no molesta en este rol como tampoco ocurría en su brillante Madrastra de "Cendrillon". Paul Corona fue un buen Hortensius, actor muy bien marcado por Räth, y Yohan Yi un correcto Caporal. La perla fue la presencia de Kathleen Turner como la Duquesa, de arrogancia extrema, actuada con el gran dominio del rostro que se recuerda de su época de famosa actriz, sobre todo con Michael Douglas.
Párrafo aparte merece la coreografía, por así llamarla, de Laura Scozzi, cuando entran los invitados: semi-inválidos, bailaron muy lentamente la repetición de la Tirolesa en un curioso episodio de humor negro. La iluminación de Joël Adam fue muy correcta, sin nada especial.
Nombre nuevo para mí fue el director de orquesta, Enrique Mazzola. Pues resulta que ya tiene una brillante carrera: español, estudió en el Conservatorio Verdi de Milán y se especializó en bel canto y repertorio francés. Desde 2012 es Director de la Orquesta Nacional de Île de France e invitado principal de la Deutsche Oper, Berlín. Y tiene una lista impresionante de grabaciones, incluyendo estas óperas: de Donizetti, "Don Pasquale" y "Poliuto" en Glyndebourne; e "Il Duca d´Alba" en Montpellier; de Rossini, "Mosè in Egitto" en Bregenz; también grabó "La vedova scaltra" de Wolf-Ferrari. Ya desde la Obertura me pareció un artista muy convincente y de sólida formación, y así fue durante toda la ópera, captando tanto la ruda alegría de los soldados como el refinamiento de la tirolesa y concertando admirablemente; por supuesto, la Orquesta es magnífica. Y también el coro canta y actúa sin fallas, como siempre dirigido por el incansable Donald Palumbo. Gary Halvorson, como lo hace habitualmente, hizo una consumada dirección del HD en vivo. En suma, una muy grata tarde de ópera.
DIE WALKÜRE
En la temporada 2018-19 el Met repuso el ciclo completo de "El anillo del Nibelungo" de Wagner en la puesta en escena de Robert Lepage; la Primera Jornada fue elegida para HD Live: "Die Walküre" ("La Walkiria"), para muchos la preferida de las cuatro partes (aunque en mi caso empata con "El Ocaso de los Dioses"). No soy un entusiasta de esta régie, prefiero y con mucho la de Otto Schenk, grabada hace largo tiempo por Levine (ahora innombrable…) con un gran reparto, ya que responde al libreto plenamente y con verdadero estilo. El Primer Acto es extraordinario y tuvo los mejores cantantes: Stuart Skelton (Siegmund), Eva-Maria Westbroek (Sieglinde) y Günther Groissböck; también fue el acto mejor resuelto por Lepage. El director, uno de los mejores de la actualidad: Philippe Jordan. El Preludio resultó auspicioso: la música urgente y dramática fue complementada por sombras tras una cortina en el fondo del escenario que permitieron sugerir una persecución y así entender porqué sin solución de continuidad penetra Siegmund en la casa que resulta ser de Hunding y Sieglinde: "debo descansar aquí", dice, y se desploma. Entra Sieglinde y se dice: "Un extranjero"; logra que reaccione y él pide algo para beber ("Ein Quell"); ella le trae agua. La música es lenta y expresiva, con solo de violoncelo y parca orquestación. Sieglinde le informa que es la casa de Hunding. Él cuenta sus peripecias: sus enemigos rompieron su lanza. Ella le trae hidromiel, bebida típica alemana de esos lejanos tiempos; repuesto, él quiere irse:"de mi triste suerte tuviste compasión, no quiero traerte problemas"; pero ella angustiada le pide que se quede, ya que ella también vive con amargura. Se miran con creciente interés acompañados por música intensamente romántica; pero suena en las trompas el tema de Hunding, que entra: Sieglinde le cuenta que ayudó al extranjero y Hunding asegura que su casa es sagrada: la hospìtalidad era en esa época primitiva una obligación. Sieglinde les sirve comida y bebida. Hunding los mira y le asombra el parecido que tienen. Marido y mujer le piden quién es: "llamaba a mi padre Lobo y tenía una hermana gemela; la perdí junto a mi madre. Lobo tuvo muchos enemigos; yo lo acompañaba. Un día volvimos a nuestra choza y la encontramos quemada, mi madre muerta y mi hermana ausente. Pasamos años cazando, él y yo, el Wölfing (hijo de lobo). Luchamos contra los Neidinge (tribu con ese nombre) pero un día quedamos separados y buscando a mi padre sólo encontré una piel de lobo. Busqué amigos y mujer, todos me rechazaron; por eso soy Wehwalt: la pena me espera siempre". Sieglinde le pregunta cuál fue su último combate: "Una niña me pidió ayuda: su clan quería entregarla a un hombre; peleé contra sus opresores y los vencí; la niña vio caer a sus hermanos y los lloró sin querer moverse de donde estaban. Una cohorte de amigos de las víctimas me atacó y quebró mi arma; mataron a la niña". Hunding reconoce a su enemigo: "esta noche te recibo, pero encuentra un arma sólida: mañana al alba combatiremos". Echa a Sieglinde; que lo espere en la cama con la copa nocturna. Ella demora su partida llenando el cuerno de bebida y le señala a Siegmund una zona del fresno que está en el medio de la habitación de esa extraña casa, pero Hunding la empuja y vuelve a retar a Siegmund. Se van y Siegmund queda solo: éste es un buen momento para evaluar a los artistas. Conocí a Stuart Skelton cuando cantó Tristán para la inauguración del Met con Nina Stemme como Isolda hace dos temporadas, compromiso que fue un gran desafío, y Skelton me impresionó positivamente: una voz bien timbrada, resistencia, conocimiento seguro de la música y el texto (la memorización de ese personaje es muy ardua, especialmente para quien no es alemán) y una actuación lograda; no un Heldentenor memorable pero sí un cantante a seguir, ya que no sobran los talentos en este rubro. Con bastantes kilos de más, este Siegmund me resultó atrayente en su rendimiento y expresión; lo sentí asentado y capaz. En cuanto a Westbroek, hasta este momento canta poco pero la comprensión del personaje fue evidente y su estado vocal, impecable; semanas antes había cantado una muy relevante Minnie en "La Fanciulla del West" pucciniana; lástima que cuando cantó aquí Tosca estuvo resfriada y no pudo dar todo lo que se esperaba de ella, pero se trata sin duda de una cantante de primer nivel en calidad vocal y como intérprete. Groissböck es un bajo de notable material y me había gustado años atrás cuando aprecié su Ochs; generalmente los bajos alemanes son altos y macizos, él es alto pero flaco. Su interpretación de Hunding fue distinta de las habituales: su rostro largo y anguloso se corría hace un lado o al otro haciendo muecas de villano sin afectar su fraseo musical, siempre firme y cargado de odio.
Viene ahora un momento crucial: el monólogo de Siegmund "Mi padre me prometió una espada": al principio preocupado, luego dulce al evocar a Sieglinde, a quien desea, y sus dos exclamaciones "Wälse" (su padre), donde se evalúa el fiato y la potencia de la voz (nadie como Melchior) muy honestamente resueltas por Skelton. Y aparece el tema de la espada cuando una llama ilumina unos momentos el lugar donde está en el tronco del árbol; el wagneriano sabe lo que Siegmund no logra entender, y fantasea que es lo que marcó la mirada de una mujer florecida (Sieglinde); la llama se apaga. Entra Sieglinde; dio una poción a Hunding para que duerma profundamente. Y a partir de su aria "Der Männer sippe" hasta el final del acto escuchamos el mejor Wagner; sólo la despedida de Wotan al final del Tercer Acto se le compara. Ella cuenta que el clan se aprestaba a entregarla a ese marido cuando entró un viejo (la música nos dice que es Wotan); miró al clan con un ojo tan intenso que los asustó pero para ella fue tierno. "Tomó una espada y la hundió en el fresno; muchos intentaron sacarla, nadie pudo; si eres el amigo que esperaba y puedes hacerlo, mis penas serán alegrías". La música llega al colmo de la exaltación en las frases finales en tempo rápido y lleva directamente a la reacción de Siegmund: "Tú, mujer bendita, tienes en mí al amigo que buscabas, y mi corazón late sobre el tuyo", y luego, "La Primavera ríe dentro de la sala" y escuchamos esa magnífica aria melódica de Siegmund, "Winterstürme wichen dem Wonnemond" ("Las tormentas de invierno huyen ante la Primavera vencedora") en la que une la belleza primaveral con el amor humano, y es seguida por otra aria de Sieglinde, "Du bist der Lenz" ("Tú eres la Primavera"), una poética y apasionada declaración de amor y de admiración por la claridad de sus ojos y belleza de sus rasgos. Siguen en dúo alabándose ambos hasta que ella expresa: "este amigo mis ojos lo han visto tiempo atrás" y luego vuelve a recuerdos de infancia y del viejo, cuyos ojos se parecen a los de Siegmund. Y él le dice: "ya que me amas mi vida es la suprema alegría". Y luego aclara que su padre se llamaba realmente Wälse; ella entusiasmada, "si eres un Wälsung la espada te espera en el fresno y te llamo Siegmund". Y él a su vez nombra a la espada "Nothung" y con tremenda energía y música avasallante, logra extraer la espada de la dura madera, y dice a Sieglinde que es su prueba de amor y la sacará de este lugar detestado. "Hermana y esposa seas para tu hermano y que así florezca la sangre de los Wälsung"; se van mientras una orquesta vertiginosa cierra el acto de modo memorable. La enorme energía y coherencia de la música sólo está al alcance de artistas de alto nivel; Skelton y Westbroeck ciertamente lo son. Él no perdió nunca la concentración ni el rendimiento vocal y ella cantó y actuó con un apasionamiento rigurosamente controlado. Y Jordan llevó la orquesta con inteligencia y sensibilidad, siempre dando el apoyo necesario a los cantantes y manteniendo el tempo y los ritmos justos. Estos hermanos incestuosos son semidioses, hijos de Wotan y de una mujer humana. Aclaro que los textos que cito son una selección y a veces uno en un párrafo fragmentos distintos para no hacerlo demasiado largo; y que son traducciones mías. También que sólo cito unos pocos Leitmotiven, los que creo esenciales; hay muchos más.
El Segundo Acto se inicia con un impresionante Preludio rápido y fortissimo que nos anuncia la presencia de Wotan y de Brunilda, su walkiria favorita. Sobre el final aparece el tema de la cabalgata famosa, que abrirá el Tercer Acto. La orquestación es enorme e incluye las tubas wagnerianas, inventadas por él. Se abre el telón y estamos en un salvaje paisaje de montaña. Wagner, siempre exigente, nos presenta a Wotan como Dios de la guerra y a Brunilda (Brünnhilde) como ejecutora de su orden: en el duelo debe morir Hunding y no irá al Walhalla, morada de Dioses y de héroes caídos y luego redivivos. Canto fortissimo y que termina en Fa sostenido, nota límite para un bajo barítono. No conocía a Greer Grimsley, que afronta en mi memoria al gran Hans Hotter. Y en el Met y el Colón, a James Morris. Grimsley, en este primer fragmento, lució bien, con armadura y lanza, alto y de rostro expresivo, pero su voz, aunque firme, sonó algo áspera, aunque con vibrato controlado. No abundan los Wotan en ninguna época; ni es fácil obtener información. Brünnhilde también, sin poder calentar la voz, debe cantar el peligroso canto de guerra "Hojotoho" de forma ABA: A, llegando al si y al do agudos; B, avisa a Wotan que está llegando Fricka y tendrá una dura batalla; A se repite casi idénticamente y Brunilda se va. Es Christine Goerke, a quien no había escuchado antes de esta ocasión. Por supuesto, mi referencia es Nilsson (1962-67) y no hubo nadie como ella en el Colón desde entonces; sí notables artistas como Sieglinde (Altmeyer), Wotan (Stewart, Morris), Siegmund (Jerusalem, King), Hunding (Moll, Salminen) y Fricka (Waltraud Meier, G.Hoffman) pero no como Brunilda en "La Walkiria" (sí Behrens en "El Ocaso de los dioses"). ¿Alternativas? Stemme, Theorin, quizá (no la conozco) Catherine Foster (Bayreuth 2018). Goerke fue demostrando que tiene una voz importante, pero su interpretación me irritó inicialmente, ya que con su pelo suelto y sus ademanes de niña juguetona estuvo lejos de mi imagen de Brunilda.
Conocimos a Fricka, la mujer de Wotan, ya en "El Oro del Rhin", como persona de fuerte carácter que le marcaba los defectos y por cierto Wotan es muy falible. En "La Walkiria" tiene una sola escena pero es larga y al final gana ella. De modo bien directo dice que defiende a Hunding y sus lazos sagrados con Sieglinde y que debe castigarse a quien la raptó. Pero él replica que no le valen los lazos sin amor. Ella ataca el crimen de incesto, él pide que bendiga el amor que los une. La contestación de Fricka es extensa y equivale a un aria; además toca temas fundamentales: "So ist es denn aus". "Entonces terminó el poder eterno desde que engendraste estos salvajes Wälsung. Niegas las leyes que controlaban tu conducta, quiebras los lazos establecidos por tú mismo. ¡Si tú has profanado los lazos conyugales! Sin embargo colocaste a las Walkirias bajo mi mando" (son el resultado del lazo de Wotan con Erda, la diosa Tierra que él decidió seguir cuando ella le avisa que debe entregar el oro; él lo hace pero luego la busca, dice, para que le enseñe su sabiduría…pero el resultado fue más allá: son las doncellas guerreras que llevan los héroes al Walhalla). "¡Y ahora quieres que el hijo de la Loba reine sobre tu esposa!" (o sea que la diosa sabe que Siegfried nacerá de esa unión). Es música intensa que necesita de una artista completa. Los dos tienen parte de razón: nada tiene de santa una unión sin amor y obligada; en un buen matrimonio debe haber respeto mutuo. Pero por otra parte se mezclan las cosas porque Hunding se casó con una semidiosa sin saberlo y la trata como una esclava. Estos dioses nórdicos son tan imaginarios como los griegos y tienen las mismas fallas. En cuanto al incesto es aún peor con la madre, pero el pobre Edipo no lo sabía. Me intriga que los incestos en las cortes europeas generalmente llevaron a deformaciones genéticas, pero jamás leí que ello haya ocurrido en Egipto, donde era plenamente aceptado y habitual; ¿podrá ser que la cara alargada y afeminada de Akenatón haya sido un caso, pese a que las razones aducidas son estéticas, porque el arte de esa época tiene esa característica general? Por otra parte Wotan era tan picaflor como Zeus. Ahora Wotan contesta a Fricka: "Todo tu conocimiento proviene de las costumbres, pero yo quiero lo que nunca se vio: quiero un héroe que libre de ayuda divina también sea libre de las leyes divinas. Él podrá hacer lo que yo no puedo". Pero ella retruca: "Tú le has dado esos poderes, quítale la espada. Siegmund es mío. Que la Walkiria esté en su contra. Y que su espada se quiebre!". Y entonces se escucha el grito de guerra de Brunilda. Fricka: "Todos los Dioses van a su fin si mi derecho no fuera plenamente vengado hoy por tu hija. ¿Me lo promete Wotan?" Él. "Toma mi juramento". Fricka se dirige a Brunilda: "que él te diga lo que decidí"; y se va. Ella siente que los sucesivos errores de su marido están quitando poder a los Dioses y que sólo con comportamientos correctos se recuperarán, pero defiende a matrimonios fallados; si los dioses marcan las leyes, piensa el que analiza, ¿por qué ella acepta lo injusto en vez de corregirlas? Y en una versión pagana del libre albedrío, ¿no podrían dos almas nobles amarse sin ser hermanos y que él pudiera ganarle a Hunding con una espada normal mediante su capacidad guerrera? Fricka es un personaje muy ambiguo pero poderoso; necesita una mezzosoprano de amplio rango y volumen, una artista que actúe y cante con energía dándole todo su valor a las palabras. La Fricka ideal está grabada por Christa Ludwig y ya mencioné dos muy buenas escuchadas en el Colón; la amplia Jamie Barton tiene una sólida voz hábilmente manejada y un adecuado alemán; cumplió positivamente con un personaje pivote, ya que todo cambia a partir de su confrontación con Wotan.
Brunilda queda preocupada y se da cuenta que Wotan perdió la batalla; él dice: "Hice las cadenas que me oprimen, ¡yo, el ser menos libre! " Y explota su cólera, en un pasaje difícil que demanda volumen, afinación en agudos y un timbre trágico: "¡Males de los Dioses! ¡Mi pena es mayor que ninguna!" Brunilda: "¡Cuéntame, mi corazón es leal, sólo soy lo que ordenes". Wotan: "Hablo conmigo aunque me escuches". Lo que sigue suele cortarse en el Colón y siempre lo lamenté: es verdad que cuenta lo que el público sabe porque vio "El oro del Rhin", pero su sentido es que Brunilda lo sepa y comprenda los motivos del decaimiento de Wotan. Como corresponde Bayreuth y el Met no hacen cortes. La orquestación es mínima y debe cantarse piano. "Habiendo perdido la alegría del amor joven, quise el Poder y sometí al mundo; sin entenderlo, arreglos mentirosos englobaron lo malo; cedí ante las malicias de Loge. Sin embargo volví a sentir la necesidad del amor. Alberich lo rechazó y conquistó el oro del Rhin; forjó el Anillo, mi astucia lo tomó" (en realidad, la de Loge), "no lo devolvi y con él pagué el Walhalla, donde reiné" (frase errónea, ¡lo pagó con el oro, no con el anillo! Y queda reconocido en la siguiente frase: "Erda me hizo devolver el Anillo y predijo que sino provocaría la ruina eterna"; sin embargo, le fue entregado a los gigantes, no a las hijas del Rhin, y habiendo sido maldecido por Alberich, Fafner mató a su hermano Fasolt y se quedó con el anillo. "Bajé al corazón del mundo y mediante el amor conquisté a Erda, quien me libró sus secretos y te concibió; ocho hermanas te dimos y fueron creciendo: vuestro objetivo es evitar el peligro predicho: han llenado al Walhall de guerreros que lo protegerán". "Si mediante su horda Alberich recuperase el anillo, sólo él puede usar su magia porque renunció al amor e incluso volver a los héroes contra mí. Fafner tiene el Anillo pero no puedo recuperarlo; los tratados me hicieron rey y me inhabilitan. Sólo un héroe a quien yo no controle podrá lograrlo" (Siegfried). "¿Cómo encontrarlo? Yo mismo no lo sé" (y se enfurece). Admite ante Brunilda que Fricka tiene razón, debe destruir a quien ama. Y desesperado, en un momento álgido de la música, admite: "Cae para siempre, reino esplendoroso, gloria divina; sólo quiero la Caída. Comprendo las siniestras palabras de la Wala (Erda): si el sombrío enemigo del Amor crea un hijo por despecho no tardará el Ocaso de los Dioses. Sé que sometió a una mujer con oro; el hijo del odio nacerá de ella. Pero el que yo quiero que nazca no nacerá. ¡Bendito sea tu reino, futuro Nibelungo! ¡Devorarás el esplendor de los Dioses"! Inesperadamente Brunilda se niega a ir contra Siegmund; el Dios se siente humillado y le dice: "¡No excites mi ira, Siegmund debe caer!" Y se va durante un poderoso pasaje orquestal. Grimsley, aunque con timbre un poco ingrato, afrontó toda la larga escena con entereza y comunicó la angustia de Wotan. Brunilda queda entristecida y luego se va.
El incómodo escenario de Carl Fillion, pedido por Lepage, ya causó dificultades en las escenas precedentes, con sus filosas bandejas en varios niveles. Tras un interludio notable, tenso y angustiado, aparecen Siegmund y Sieglinde; ella quiere seguir su rápida marcha pero está exhausta; él hace que se quede. Menciona en una sola frase que han tenido un encuentro sexual ("Dulces éxtasis"), que será el único que tendrán, como veremos luego, pero gracias al cual nacerá Sigfrido. Pero ella luego quiso huir, sin hacerle caso; diríamos que tuvo un ataque de pánico. Y ahora en plena histeria le dice: "vil, profanada, infame es mi carne, ¡huye de este cadáver!" Pero evoca entonces los supremos placeres de su encuentro con Siegmund antes de volver a su angustia:"¡Deja a la maldita!" Él le contesta: "¡Lo venceré, Nothung (la espada) le morderá el corazón y vengará todos los maltratos!" Pero ella cree escuchar que Hunding se ha despertado y está juntando hombres y perros para atacar a quien quebró el lazo conyugal; y pide a Siegmund que la bese antes de volver a su pánico: "¡los perros te desgarrarán, caes, la espada se quiebra en dos partes!" Y se desmaya; Siegmund besa su frente. La total comunicación que logró Westbroek en esta escena demostró sus valores artísticos.
Viene ahora la extensa escena llamada "Todesverkündigung" ("Anuncio de la muerte"). "Siegmund, vengo a buscarte", canta Brunilda; él le pregunta quién es, ella tan bella y grave. Contesta: "Sólo ven mi rostro los que mueren". "Te llevaré al Walhalla; allí encontrarás a Wälse. Las hijas de Wotan te ofrecerán hidromiel, los héroes te recibirán con fasto." ¿Encontraré a Sieglinde?" "No, ella quedará aquí ". Él: "saluda a todos de mi parte; no iré hacia las dulces vírgenes". Ella: "Quien te dio la espada elimina la magia de ella". "Vergüenza a quien me la dio; si muero no iré al Walhalla sino a Hella" (infierno). "¡Qué duro y glacial es tu corazón!" Ella: "Entrégame tu mujer, yo la protegeré". Él: "¡Si debo morir la inmolaré!" Ella: "¡lleva en su seno el testimonio de tu amor!" Pero ni esta revelación convence a Siegmund; entonces ella decide salvarlo en un excitado pasaje y promete que él vivirá. Sale rápido en un magnífico interludio orquestal. Siegmund reflexiona y besa a la dormida Sieglinde antes de partir; se escucha el cuerno de Hunding repetidas veces; ya Siegmund está fuera de escena. Entonces Sieglinde en sueños recuerda el terrible episodio de la muerte de su madre y de su casa quemada y luego grita ¡Siegmund! Rayos y truenos acompañan la inminente lucha. Se escucha la voz de Hunding: "¡Wehwalt! Ven al combate" y Siegmund contestando "¿Acaso te ocultas?" Hunding: ¡Aquí Fricka te golpeará!" Siegmund le cuenta que él logró sacar la espada del fresno. Sieglinde grita que no se ataquen y Brunilda dice: "¡Ataca, Siegmund!" Pero aparece Wotan en una nube y exclama: "¡En pedazos la espada!" Y enseguida Hunding ataca con su espada el pecho de Siegmund, quien cae muerto; alarido de Sieglinde. Brunilda rescata a Sieglinde y sale galopando. Wotan ordena a Hunding: "¡Vete, esclavo! ¡Arrodíllate ante Fricka! Dile que la vengué. ¡Vete!" Y Hunding cae muerto. Wotan furioso expresa: "¡Terrible castigo tendrá Brunilda y será alcanzada en su fuga!" Desaparece entre truenos y relámpagos y cae el telón tras un vertiginoso cierre orquestal.
El último cuarto de hora es de una energía y rapidez cinematográfica, cabal demostración de la maestría wagneriana. Goerke gradualmente deja su estilo aniñado y va contagiándose del drama que vive Skelton, cuya actuación y canto son admirables. La Brunilda de la soprano va adquiriendo mayor densidad, como si fuera madurando y comprendiendo la trágica situación; la voz se afirmó y comunicó. Magnífica tarea de la orquesta y el director.
El Tercer Acto se inicia con la famosa Cabalgata de las Walkirias, que en una adaptación hecha por el autor se escucha a veces en concierto. Es sin duda el fragmento más escuchado suelto de esta ópera y su enorme impacto fue utilizado por Coppola en una escena fundamental de "Apocalypse now". También resulta un prodigio de orquestación y es tanto Preludio como enseguida después la escena de la llegada de las ocho Walkirias hermanas de Brunilda. Ocho trompas, tres trompetas y cuatro trombones intervienen rodeadas de maderas y cuerdas en trinos y cuerdas en rápidos diseños; la pegadiza y rítmica melodía gradualmente domina hasta la llegada de la primera Walkiria, Gerhilde, con su Hojotoho, el habitual grito de guerra de ellas. Luego Helmwige, terminando con un trino coronado por un Si agudo. Se reanuda la cabalgata hasta que Waltraute y Schwertleite se unen a Gerhilde en un Heiaha. Sin Hojotoho Ortlinde dialoga con Waltraute y con otra Walkiria, Helmwige (lleva a un héroe en la silla de su caballo); pocos instrumentos, el tema de la cabalgata en pp. Se activa el tempo y la orquestación con la llegada de Siegrune y luego de Rossweisse junto con Grimgerde, ambas con héroes muertos en la silla; con efusivos Hojotoho las reciben sus hermanas, Helmwige y Ortlinde llegando al do agudo. Luego se ríen porque el padrillo en el que está un héroe ataca a la yegua de otro héroe muerto, extraño contagio ya que los caballos son de las valkirias. Ya están las ocho; hay que llevar a los héroes al Walhalla donde creen que Wotan las espera; y entonces se dan cuenta que falta Brünnhilde. Y aquí paro para referirme a la extraña puesta de Lepage/Fillion: las ocho han debido deslizarse desde el tope de un monte agresivo por un tobogán después de haber llegado con sus caballos, un efecto barato y kitsch; cómo extrañé la segunda puesta de Oswald, con caballos maniquí montados por símil valkirias y volando.
Ven llegar a Brünnhilde viniendo a una velocidad insólita y observan que no lleva a un héroe sino a una mujer en la silla. Su caballo Grane está exhausto. Reciben con Hojotohos a su hermana y le preguntan qué significa lo que ven. "Estoy huyendo de Wotan". Las hermanas ven señales de Wotan en tormentas y sombríos vapores. Ella les cuenta lo que pasó y pide que la ayuden a ella y a Sieglinde. Todas le dicen que cometió un crimen contra Wotan. Ella les pide un caballo, se rehusan. Entonces interviene Sieglinde: "sólo quiero morir, para unirme a Siegmund; mátame con tu espada". Pero Brunilda le dice: "llevas a un Wälsung en tu seno; debes vivir para él": Y entonces Sieglinde se transforma: "¡Les pido que me ayuden a salvar a mi hijo!" Pero no se animan. Brunilda expresa su deseo: "¡Huye sola, yo me quedo a afrontar la ira d Wotan". Siegrune informa: "hacia el Este encontrarás el bosque: en él Fafner convertido en dragón cuida el oro robado a Alberich". Brunilda: "Es peligroso, pero allí no va Wotan, tiene miedo" (¿un Dios le tiene miedo a un dragón? me pregunto). "Debes irte ya y afrontar los peligros: llevas al más sublime héroe en tu seno. Yo conservé las dos mitades de la espada de Siegmund: te nombro a quien unirá las mitades en la forja: Siegfried". Y Sieglinde canta un momento de inspirado lirismo wagneriano: "¡Oh santa maravilla! ¡Que mis gracias un día rían en tu frente! ¡Adiós, bendita"!, y se va corriendo hacia el Este. Espléndida despedida de Westbroek.
Se escucha la voz de Wotan, está llegando. Las hermanas tratan de ocultar a Brunilda. Se agrega en la orquestación la máquina de truenos. Wotan está furibundo, ellas le piden compasión, él les dice que nadie como ella escuchó y cumplió los deseos del Dios, y ahora lo traicionó; "¿oyes, Brunilda? Ven a recibir tu merecido": Y Brunilda aparece: "Ordena, Padre, decide la pena". Wotan le recrimina largamente su desobediencia y le decreta que no es más Walkiria. "Quiebro nuestros lazos. Estarás en esta roca inerte y sin armas; duerme tu sueño, que un hombre dominará a la virgen". Las Walkirias horrorizadas le expresan que esa terrible decisión también las insulta a ellas, pero Wotan es implacable: si alguna se solidariza con Brunilda tendrá la misma suerte. Nunca deben volver a este lugar. Las hermanas se van, desesperadas, en medio de una tormenta, con música angustiosa y tremenda. La total obediencia es obligada por este Dios falible y duro. Antes de seguir, debo hacer notar que el trabajo musical de las ocho hermanas es arduo: sólo voces de buena calidad y artistas muy profesionales pueden resolver conjuntos muy complicados. Como siempre en el Met, las voces están cuidadosamente seleccionadas y el entrenamiento es riguroso; este grupo, además de buenos físicos, fue admirable en su seguridad y espíritu de equipo; sopranos, mezzos y contraltos, todas se lucieron. Vale la pena recordar que una de ellas, Waltraute, intervendrá en una importante escena de "El Ocaso de los Dioses".
De aquí en más sólo estarán en escena Wotan y Brunilda. Tras una introducción lenta y con admirables melodías, Brunilda, cantando una frase que llega al la grave, dará sus razones para actuar como lo hizo: "War es so schmälig was ich verbrach" ("¿Fue tan vergonzosa mi ofensa?"). Hasta la última nota de la obra el nivel de creatividad y belleza es extraordinario. Luego le dice Brunilda: "Cuando Fricka venció tu deseo" (salvar a Siegmund) "fuiste cautivo de su causa y enemigo de ti mismo". Y le explica que vio la desesperación de Siegmund y su inmenso amor y recordó que su Padre lo ama y que al contárselo hizo que ella lo amara y la hiciera hermana del Wälsung (distintos tipos de amor pero reales). Y Wotan le replica que su decisión fue amarga y contraria a sus deseos pero necesaria; ella pudo beber el filtro de amor mientras él bebía hiel. Brunilda: "yo sólo quise amar al que amabas". Le pide que sea un Wälsungo quien la despierte para no caer en manos de un hombre cobarde y le dice que nacerá de Sieglinde, pero el Dios no ceja en su propósito. Ella entonces le pide que la rodee de un fuego que ningún cobarde pueda cruzar, si no lo acepta prefiere que Wotan la mate. Y esta vez el Dios cede y la abraza, primer momento cumbre en la obra (jamás olvidaré la emoción que Mödl y Hotter comunicaron en el Colón) con una inspiración musical única. "Leb´ wohl" ("Adiós"), "¡tú que adoro, te rodeará un fuego nupcial como ninguno", "que un hombre te despierte más libre que yo, Dios". Y tras un extraordinario desarrollo orquestal, el segundo abrazo y momento cumbre, aún más emocionante. Algo importante: ese hombre es hijo de Wotan, o sea un Semidios. O sea que Fricka ganó pero perdió doblemente, ya que Hunding murió. Wotan rememora sus años con Brunilda, la más querida de sus hijas, antes de besar sus ojos y así quitar su divinidad. Ella cierra los ojos, él le pone su casco y armadura. Luego llama a Loge, el Dios del fuego: "¡Loge, hör!" "¡Defiende la roca con fuego!" Y el Leitmotiv de Loge domina las siguientes páginas, de estupenda orquestación. Wotan en sus últimas frases cierra como verdadero Dios responsable esta primera jornada: "¡Quien tema la punta de mi lanza que no cruce este fuego!" Un soberbio postludio orquestal desarrollando al máximo no sólo el Leitmotiv sino otros elementos enriquecedores de la textura cierra esta obra magistral. Tanto Grimsley como Goerke crecieron mucho en los últimos 40 minutos; la voz de Grimsley de mejor timbre y sus fraseos bien logrados; un buen Wotan con la resistencia necesaria. Y Goerke, asumiendo lo trágico y dejando las niñerías, también asentó su voz y su interpretación llegando a un resultado final respetable. Tuvieron el apoyo total del, director, un wagneriano de ley con una orquesta óptima.
Lamento terminar con una seria objeción: la puesta cayó en graves errores en los minutos finales. Resulta esencial que Brunilda quede donde está, pero grotescamente la llevan al tope y al fondo de la extraña escenografía y queda como colgando allá lejos. Por otra parte esperaba más del Met en cuanto al fuego poco sugerente y además desubicado debido al traslado de Brunilda.
Pablo Bardin