Me llamó la atención que los conciertos en el Colón hayan sido en el fin de semana; habitualmente son en jueves o viernes. Este sábado pasado presentó un programa Brahms el primer concierto del ciclo de abono de la Filarmónica de Buenos Aires con la dirección del venezolano Manuel Hernández Silvia, que nos había visitado antes del Covid. Lamentablemente se enfermó el admirable violinista Frank Peter Zimmermann, que nos visitó varias veces y es uno de los grandes maestros. Vino en su lugar Sergei Dogadin. Aquí no se lo conocía pero resultó ser un violinista de calidad, de límpido sonido y buena afinación. Los 45 minutos del amplio Concierto en Re mayor, Op. 77, fueron dirigidos hábilmente, con tempi adecuados y razonable comunicación con el solista, cuyo único problema fue que su volumen es un poco débil. Pero su musicalidad es innegable y se hizo cada vez más grata, especialmente en el movimiento rápido final. Un arduo Paganini le permitió demostrar su seguridad.
Aquí llega muy poca información de artistas del mundo. Busqué cómo fue su vida y me encontré con un impresionante desarrollo. Ganó la Competición Internacional Joachim de Hannover (recordemos que el concierto de violín de Brahms fue dedicado a su amigo Joachim, que le indicó muchos detalles aceptados por Brahms) y la Competición Internacional Tchaikovsky en Moscú (2019). Estudió con Vengerov en la escuela Gstaad de Menuhin y con Kushnir en la Universidad en Viena. Ha tocado en muchísimos lugares importantes: debutó en 2002 en la Filarmónica de San Petersburgo (dir. Vasili Petrenko). La Musikverein en Viena, Berlin Philharmonic Hall y Berlin Symphony, Herkules Saal y Gasteig en Munich, también en esa ciudad la Filarmónica y la Orquesta de Cámara. Salas valiosas en Frankfurt, Baden-Baden, Colonia. En Londres: la Filarmónica, la Filarmónica Real, la English Chamber. En el Norte la Filarmónica de Varsovia, Sala Berwald en Estocolmo, la Kremerata Báltica, orquestas en Estonia y Letonia, en San Petersburgo el Teatro Mariinsky. En Asia conciertos en Singapur, Taipei, Japón y Shanghai. Hizo música de cámara con Leonskaya, Tretyakov y Trifonov. Es profesor en Madrid. Trabajó con Spivakov, Bashmet y Simonov. En suma, una gran carrera.
Por cierto, son varios los famosos conciertos para violín pero hay 3 que dominan: Beethoven, Brahms y Tchaikovsky. Vale la pena mencionar versiones que escuché aquí hace muchos años. David Oistrakh con Kinsky (1954); Christian Ferras con Van Otterloo (1957); Henryk Szeryng con Ansermet (1958) y Gielen (1967). Y por supuesto hubo mucho más desde entonces. La cantidad de grabaciones es gigantesca.
En cuanto a la Primera sinfonía, junto con la Cuarta son las más importantes, aunque por cierto tienen grandes valores los Nos. 2 y 3. Sólo las más admiradas de Beethoven son comparables ya en un período de madurez en el siglo XIX (por cierto Haydn y Mozart dominan su época) y tal era el entusiasmo de Brahms por Beethoven que tardó en animarse a escribir las suyas. En los años 1950-70 vi nada menos que 15 interpretaciones; no conté cuántas eran hasta hoy. Algunas; Markevitch, Boult (en Londres), Horenstein en el Colón, también en el Colón la visita de Böhm con la Filarmónica de Viena. Y bien, el trabajo de Manuel Hernández Silva fue serio y de buen resultado, con sólida preparación en Viena: se graduó en el Conservatorio Superior y ganó el Concurso Forum de la Orquesta de Cámara de Viena, dirigiéndola en la Konzerthaus. En su país estuvo a cargo de la famosa Orquesta Simón Bolívar durante 5 años. Amplio trabajo en orquestas españolas: Córdoba, Málaga, Navarra. Dirigió orquestas alemanas, de la República Checa, la Sinfónica de Israel, en USA las sinfónicas de Hartford y Puerto Rico, en Méjico la Sinfónica Nacional y en el Sur orquestas de Venezuela, Bogotá y Chile. Ha dirigido óperas habituales de Mozart, Beethoven y Puccini. Se escuchó con placer e intensidad la Primera sinfonía brahmsiana, armada con cuidado y calidad (baste mirar sus brazos siempre dando la entrada justa).
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El domingo a las 17 hs se presentó la Orquesta Estable del Colón dirigida por nuestro mejor director, Carlos Vieu. El programa se inició con la simpática "Petite Suite" de Claude Debussy, originariamente escrita para 2 pianos pero bien orquestada por André Caplet. El Concierto para flauta y orquesta en Re mayor, Op. 283, es una obra tardía de Carl Reinecke, probablemente de lo mejor que hizo este compositor de larga vida (1824-1910). La espléndida flautista es argentina y actualmente primera flauta de la Estable: María Cecilia Muñoz. Y tras el intervalo, la indispensable orquestación de Maurice Ravel de "Cuadros de una exposición" de Modest Mussorgsky.
Vieu se graduó en Dirección Orquestal en la Universidad Nacional de la Plata; se perfeccionó en el Sistema de Orquestas Juveniles de Venezuela. Tomó clases magistrales con Gandolfi, Ros Marbá y Masur. Fue titular de la Sinfónica de Mar del Plata, la Orquesta Estable del Colón (justo la que ahora dirigió) y la Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata, donde también fue director musical. Ganó el Premio Konex y ahora enseña Dirección Orquestal en la UCA. Dirigió óperas en Río de Janeiro, Lima, Montevideo y Chile. Nada menos que 7 óperas varias y el Requiem de Verdi en el Colón; otras 7 óperas en el Teatro Argentino de La Plata. Dirigió conciertos en las Filarmónicas de Buenos Aires, del Amazonas y de Montevideo; las Sinfónicas Nacionales de Argentina y el Perú y del Congreso Nacional de Paraguay. Curioso: dirige la Silicon Valley Symphony (el lugar donde inesperadamente han quebrado). Trabajó en la Ópera de Lausanne y de la Ópera Nacional Armenia. Por mi parte creo que deberían haberlo llamado en orquestas de primer orden tanto en Estados Unidos como en Europa.
Las partes de la "Petite Suite" son "En barco", "Cortejo", "Minué" y "Ballet". Apenas dura unos 14 minutos y se escucha con placer, pero es una obra menor de las de Debussy, que apenas tenía 24 y 27 años y no lo orquestó él, aunque Büsser es un buen músico… Agradable versión opacada por gente que aplaudió sin motivo.
Es raro que aquí se escuche Reinecke (de 1950 a 1970 ni una sola obra suya apareció en los conciertos abundantes de entonces), pero la obra fue bien elegida (aunque en mi catálogo 2000 de CDs hay una sola grabación). Pese a que su biografía en el Grove de 1954 es bastante entusiasta (la escribió Franz Gehring) e indica que escribió mucha música de calidad: para piano, conciertos también para piano, un octeto, quintetos, 4 cuartetos, 7 tríos, conciertos para violín y violoncelo, etc. Muy bien recibido como pianista adolescente y luego como profesor sobre todo en Leipzig. Y bien, sin llegar a un gran número mi catálogo incluye 25 obras suyas. La que escuchamos data de 1895, sus 71 años, y me resultó intensa y bien escrita, con interesante orquesta, lucimiento para la flauta y un contenido que me dio ganas de reescucharla. La Estable tocó muy bien, dirigida por Vieu con entusiasmo, y la artista fue un modelo perfecto de cómo se debe tocar la flauta. Muñoz estudió con dos grandes en Suiza: Renggli y Nicolet. Ganó concursos en Beijing, Dinamarca, Finlandia y Alemania; fue solista en Lucerna, Basilea, y en Alemania Düsseldorf, Nürnberg y Leipzig, con grandes directores (Boulez, Holliger y Eötvös). También se presentó en la Filarmónica de Berlín y la Tonhalle de Zürich. Pese a que integra la Estable del Colón desde 2013, colabora en Suiza con diversas orquestas y es miembro de la Lucerne Festival Contemporary Orchestra. En verdad tanto ella como la orquesta dieron una gran versión de esta obra de Reinecke. Ella tocó un famoso extra sólo con la flauta: "Syrinx" de Debussy, una contemplativa visión de una Grecia antigua, admirablemente tocada.
Con razón pidió el director que nadie aplauda como sí habían hecho en las obras anteriores; explicó las características de la estupenda orquestación de Ravel sobre los "Cuadros de una exposición" de Mussorgsky. Si bien pianistas de primer orden lo han grabado (tengo las versiones de Horowitz y Sviatoslav Richter) indudablemente la magistral orquestación raveliana domina, pese a que hay entre las 60 versiones al menos dos de cierto mérito, las de Ashkenazy y Stokowski. Se logró un magnífico resultado, con la orquesta respondiendo al director, que la interpretó con ideal comprensión y sin solución de continuidad.
Pablo Bardin
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