El 10º Festival Buenos Aires Danza Contemporánea es gigantesco y va del 9 al 17 de Octubre. Completamente inabarcable (como el BAFICI), revela que hay un mundo off de la danza realmente enorme. Roxana Grinstein es la Directora y el comité de selección estuvo conformado por Gerardo Litvak, Soledad Pérez Tranmar y Carlos Trunsky. Toda la programación es gratuita y está esparcida por numerosos lugares de la CABA. No sólo hay espectáculos, también residencias, talleres y seminarios. Para dar una idea de la intensidad de este Festival, el Domingo 14 hubo 23 actividades de todo tipo. El Festival presentó 63 obras seleccionadas independientes argentinas y además 10 de invitados institucionales: Teatro de la Ribera, Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, Compañía de Danza de la UNA (Universidad Nacional de las Artes), Compañía NacionaL de Danza Contemporánea, Instituto Nacional del Teatro y Taller de Danza Contemporánea del Teatro San Martín. Curiosamente, también se añaden dos coreografías argentinas, una en Francia y España y la otra en Hamburgo. Y también tres producciones internacionales que se vieron aquí: "Gustavia", con La Ribot y Mathilde Monnier; "Endo" (Francia) de David Wampach- Association Achle; y dentro del Ciclo Italia XXI y en el Coliseo, "I am beautiful" por la Compagnia Zappalâ Danza, el Domingo 14, que es lo único que pude ver.
El único programa que se entregó es el del Festival y hay apenas 11 líneas sobre este espectáculo. La compañía es siciliana y la lidera Roberto Zappalà. "I am beautiful" es la cuarta etapa del proyecto Transiti Humanitatis. Está inspirada en una escultura de Rodin. "Zappalà hace que los cuerpos de los bailarines construyan la belleza con simplicidad, rigor, visceralidad e incertidumbre". La dirección y coreografía es de Zappalà y la idea es suya y de Nello Calabró. Los intérpretes colaboraron en la construcción y son nueve: Maud de la Purification (extraño nombre o seudónimo), Filippo Domini, Sonia Mingo, Gaetano Montecasino, Adriano Popolo Rubbio, Fernando Roldan Ferrer, Claudia Rossi Valli, Alberto Gnola y Valeria Zampardi. Músicos en vivo: Puccio Castrogiovanni, Salvo Farruggio, Marco Corbino, Gionni Allegra y Salvatore Assenza. Duración: 65 minutos.
Hay dos cosas que no están mencionadas: el concepto escenográfico y las luces; y ambas cuestiones tuvieron importancia. Un anfiteatro formado por un sinnúmero de cintas muy largas que van del tope al suelo es penetrable y muchas veces los bailarines van a pasar por ellas; y lo harán desde la total penumbra hasta la luz plena. Y detrás de esa barrera, los cinco instrumentistas estarán ubicados a varios metros del suelo, uno al centro y dos en cada lateral. Estas ideas funcionan muy bien y están integradas a la acción de los bailarines. Y ellos/ellas están todos descalzos y con atuendos blancos bastante transparentes, que dejan bastante en evidencia pechos y colas aunque no los genitales.
Tanto mujeres como hombres están muy exigidos y responden con gran solvencia. Dos de los hombres son muy altos y fornidos, otros son medianos y delgados, pero todos rinden como gimnastas avezados. Y las mujeres pueden repetir las mismas arduas evoluciones que los hombres y con la misma fiereza, pero también hacen gala de talentos de su sexo, como la flexibilidad extrema cuando una de ellas pasa de hombre a hombre por el aire o cuando van a la carrera hacia un bailarín y saltan prendiéndose de su torso. Ellas también tienen diversos físicos y alturas.
Los instrumentistas son sobre todo percusionistas, pero también están otros sonidos, como un clarinetista de neta vanguardia, una guitarra eléctrica. Y además cantan con primitiva violencia. ¿Cómo definir la música que se escuchó? Un minimalismo crudo y de muchos decibeles, fuertemente rítmico, casi sin melodía, alterna con largos pasajes nirvanescos y saturantes. A veces, grabado, se escucha una voz en francés, poco inteligible. Lo que hacen está fielmente reflejado en las coreografías y es evidente que los ejecutantes han creado los climas que Zappalà les pidió (y quizá los bailarines).
Trataré de describir lo que vi. Los primeros doce minutos son potentes y arduos y da la sensación visceral y agotadora que se experimentaba viendo "La consagración de la Primavera" por el Ballet del siglo XX de Béjart. Algún bailarín se separaba del grupo y hacía movimientos distorsionados de muñeco sin rumbo. Pero luego la penumbra dominaba, las voces gritaban y los bailarines desaparecían; gradualmente se los vislumbraba como sombras en el fondo de la escena, y luego se iban colando a través de las cintas y pasaban al escenario como fantasmas, mientras la música totalmente estática parecía acompañar una cuasi-catalepsia colectiva. Lentamente parecíeron volver a la vida mientras la música añadía elementos; todos unidos horizontalmente como si los brazos fueran cuerdas; luego empezaron a separarse y formar distintas figuras con otra dinámica. En un largo crescendo marcado por las disonancias audaces de clarinete se llegó a un paroxismo con voces y fuertes luces en el último tramo, mientras los bailarines danzaban con frenesí cada vez mayor. Y un fuerte aplauso al final de un público joven acostumbrado a la danza contemporánea. Zappalà, hombre maduro, apareció y se unió a bailarines e instrumentistas. En suma, una interesante experiencia de danza muy física y colectiva.
Pablo Bardin
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