martes, julio 31, 2018

“Tristan Und Isolde”, Segunda Parte



LA VERSIÓN
            Como mencioné en el anterior artículo, este "Tristan und Isolde" fue  programado en 2016 por consenso entre Daniel Barenboim y Darío Lopérfido y aceptado por la gestión actual. Se sabe que resultó muy costoso pero no se divulgaron las cifras y hubo polémica en cuanto a si era apropiado ofrecerlo en un momento de crisis. La razón artística para presentarlo se defiende sola: Barenboim es mundialmente reconocido como el más notable intérprete de la obra y la Staatskapelle Berlin (que es la Orquesta de la Opera unter den Linden) es una extraordinaria orquesta. El elenco no fue tan bueno como podría ser  pero trajo a dos admirables Isolde. Si estuviéramos en tiempos de Valenti Ferro o aún más atrás en la historia del Colón nos encontraríamos con elencos y puestas mejores, pero hoy cambiaron las cosas en el mundo wagneriano y el elenco perfecto no existe; y la calidad de las puestas se ha derrumbado. De modo que tener tres factores básicos de gran primera línea (director, orquesta e Isolde) es suficiente para considerar a este "Tristan" lo mejor del año. Y también porque, como lo analicé en otros artículos, la temporada lírica de este año vista globalmente es de las peores en décadas. Y es obvio que en todos los otros títulos se gastó o gastará mucho menos de lo que requieren presentaciones memorables. De modo que alegrémosnos por los magníficos momentos que se vivieron, son la excepción. Y más bien pensemos porqué hay tanto gasto inútil en el Colón y porqué no existe una auditoría independiente que analice lo que está pasando.
            De todos los directores del mundo nadie está tan consubstanciado con "Tristan und Isolde" como Barenboim. El tamaño de las biografías del programa de mano impide abarcar la increíble carrera que ha tenido, ya que p.ej. no cita que dirigió durante un largo período en el Festival de Bayreuth varias obras wagnerianas, pero especialmente "Tristan und Isolde": temporadas con Caterina Ligendza entre otras. Existen los DVD de la notable versión de Bayreuth con Johanna Meier y René Kollo y la puesta de Ponnelle. Y en CD la de Waltrud Meier con Siegfried Jerusalem, el Coro de la Staatsoper Berlin y la Filarmónica de Berlín. Y además están las muchas noches en la que dirigió "Tristan" en su teatro: es desde 1992 Director Musical General de la Staatsoper Unter den Linden y desde 2.000 la Staatskapelle Berlin lo designó Director Principal Vitalicio. Como Director de la Staatsoper se propuso un plan asombroso y lo logró: tener en repertorio a las diez grandes óperas wagnerianas: año a año lo fue formando, y luego las presentó en varias semanas: extraordinario esfuerzo del director y la orquesta y de la producción escénica, así como del cuantioso elenco requerido. No conozco otro director que haya hecho algo semejante. Eligió a Harry Kupfer como director de escena y si tengo que juzgar por "Tristan" se equivocó, pero quizá sea más positiva su labor en otros títulos wagnerianos. Sólo conozco de Kupfer el DVD de "Die Soldaten" de Zimmermann y allí sí acertó con el estilo adecuado. En la Staatsoper hubo después otras dos puestas de "Tristan" de Stefan Bachmann y de Dimitri Tchernikov, y las dos son peores. Supongo además que la de Kupfer sería la más fácil de trasladar.
            No tuve el gusto de ver a Barenboim en Berlín en su teatro. Cuando estuve en 2009  Philippe Jordan (que ahora dirige la Ópera de París) hizo un espléndido trabajo con "El rapto en el serrallo" y "El caballero de la rosa"  y la orquesta me pareció magnífica, pero la calidad es muy alta en Berlín, y la Orquesta de la Deutsche Oper con Donald Runnicles también hizo una gran labor en "Tannhäuser" y "La mujer sin sombra". Pude apreciar las dos orquestas en plena Cortina de Hierro, cuando pasé el Checkpoint Charlie para ver un "Don Pasquale" en alemán bastante bueno en Unter den Linden. Y al otro lado, un magnífico "Bodas de Fígaro" dirigido por Böhm. Claro está que ya en 2009  (y seguramente en 2018) el cambio político ha significado un trabajo menos trabado  y una eficiencia mayor, pero la tradición musical berlinesa es admirable; y lo que más me sorprendió en 2009 (más allá de mis considerables divergencias estéticas con las puestas) fue el ajuste y exactitud al poner óperas distintas casi cada día de la semana; como en el Met, todo funciona como en un buen reloj. Y la Staatskapelle está acostumbrada al trabajo duro y lo asume con total autocontrol, como se apreció en la maratón bonaerense: cuatro "Tristanes" y seis conciertos en doce días sin perder su alto nivel ni ellos ni el director. Es toda una lección.

            De modo que es a ellos y a Barenboim a quienes les doy el premio del año. He podido gozar de al menos dos trabajos orquestales muy buenos: la Orquesta de la Ópera de Viena con Böhm y la Estable del Colón con Horst Stein, más el muy honorable de Leitner con la Estable, pero lo de Barenboim con su orquesta es otro mundo. La pasmosa concentración del director pasó como por vasos comunicantes no sólo a la orquesta sino también a los cantantes y ello fue así en las dos funciones a las que asistí: la del 14 de julio con Kampe y la del 22 con Iréne Theorin. La primera duró cuatro horas cinco minutos (no cuatro horas  y media como leí en La Nación) y la segunda tres horas cincuenta y cinco minutos, pero no porque los tempi hubieran cambiado sino porque en la del 22 hubo un corte en el Segundo Acto (volveré sobre el tema). Una de las cosas más respetables en Barenboim y que explican por qué es quien es está en su instintivo encuentro con artistas que lo influyeron desde niño: Furtwängler y Klemperer en la dirección, Rubinstein en el piano: gigantes que él supo apreciar como nadie de su generación (y ellos a él). Por eso él dirigió a Rubinstein en los conciertos de Beethoven y Klemperer lo dirigió a Barenboim en esas mismas obras. Y en cuanto a la muy temprana madurez de una inteligencia privilegiada: a los 18 años tocaba las 32 sonatas de Beethoven en exactamente el mismo orden que mantuvo durante las siguientes décadas, incluso en Buenos Aires. No implica esto que su experiencia en una obra  no cambie su interpretación: el magnífico "Tristan" grabado por Furtwängler probablemente tuvo que ver con las declaraciones de Barenboim en cuanto a los tempi, al mencionar que tuvo conversaciones con Boulez, que dirigía "Tristan" muy rápido, y con el tiempo Barenboim aceleró los tempi y Boulez los disminuyó. Para mí los tempi actuales de Barenboim son los que deben ser y siguen con extremada fidelidad lo que marca la partitura. Pero nada de esto es rígido, porque Wagner quiere que la música siga las intenciones del texto y en muchos pasajes pide flexibilidad. Y no sólo esto, sino que hay una enormidad de marcaciones dinámicas, y jamás he escuchado antes un tan instantáneo cambio de piano a forte, ni un impulso tan intenso y sostenido; y a ello se agrega la belleza de timbre de los instrumentos solistas y su total musicalidad; la excepción, la mencioné en el primer artículo: la trompetita de la melodía alegre en el Tercer Acto, quizás el único error de criterio de Barenboim en lo instrumental; el otro error, creo, fue ubicar al coro en la araña; Wagner especifica que estén al fondo del escenario; en cambio, ése es buen lugar para las trompetas de caza al principio del Segundo Acto.  Detalles nimios en una soberbia  interpretación. Barenboim dirigió sentado (pero creo que en un asiento alto) y de memoria. Me llegó, pero no puedo corroborarlo, que cuando hizo las diez óperas fueron todas de memoria.

            Voy a cambiar mi orden acostumbrado y escribir sobre la puesta antes de sobre los cantantes, porque creo que éstos fueron afectados por aquélla. Los porteños hemos tenido la suerte de asistir a "Tristanes" bellos, de la mano de Pöttgen y Oswald (1963, 1966, 1971 y 1977) y de Oswald, Prego y Aníbal y Nidia Lápiz (2.000, el último completo aquí). No es que no tuvieran fallas, sobre todo de Pöttgen, y a veces los cambios (porque no fueron idénticas las primeras cuatro) no estuvieron logrados; pero se intentó mostrar algo que fuera respetuoso con el texto.  Un amigo me envió fotos de las de 2.000, y qué diferencia con lo que ahora vimos; allí había clima, trabajo y misterio. Y además el de Lombardero en el Teatro Argentino pocos años atrás, muy distinto, pero evocador del mar y poético como los del Colón.  Kupfer es ahora octogenario y ha tenido una exitosa carrera ligada a la vanguardia, pero así como por lo que ví en "Los Soldados" tiene afinidad con esos mundos extremos del siglo XX, no la encontré en la visión puramente conceptual de este "Tristan" basado en una sola escenografía, un Ángel de la Muerte muy grande (coincido con la interpretación del Dr. Fustinoni en Ayache) que puede girar y al cual se encaraman los cantantes con mucho cuidado y evidente incomodidad (también coincido con el Sr. Bokstein en Ayache al respecto). Kupfer es cuidadoso y vino a supervisar la instalación, y en La Nación elogió a los técnicos del Colón por su buena tarea. Por supuesto impresiona saber que ha realizado más de 220 puestas en su vida desde su debut en 1958 en muchas ciudades alemanas y austríacas  pero también en Amsterdam, Londres, Cardiff, Copenhague, Zurich y Moscú en Europa (aunque no figuran en su biografía del programa Francia, Italia y España), más Sydney y San Francisco (pero no el Met). En 1972 "asumió la dirección artística de la Ópera de Dresden hasta que en 1981 fue nombrado director principal de la Komische Oper de Berlín" (no se aclara si todavía lo es); tener en cuenta que en ambos casos esto ocurrió  cuando todavía existían Alemania Oriental y por ende Berlín Oriental. Por otra parte Barenboim sólo asumió en la Staatsoper después de la unificación alemana. Desde hace unos 15 años se discute en Berlín si tiene lógica mantener tres casas de ópera; la Staatsoper es de lejos la más antigua, tiene una tradición de 275 años (o sea que nació en 1743, en pleno período rococó) y desde entonces que la Staatskapelle forma parte de ella; pero ésta a su vez nació hace casi 450 años como Orquesta de la Corte Real Prusiana, y esto nos lleva al tardío Renacimiento, cuando los instrumentos eran muy otros que los del período barroco y clásico; la orquesta sinfónica como la conocemos es básicamente de principios del siglo XIX aunque luego se acrecentó hasta la gigantesca orquesta de Mahler  y Strauss en el concierto y de Wagner en la ópera. Conviene entender que las casas de ópera tienen en Alemania y Austria dos líderes: el Intendant (que el programa tradujo como Director Artístico y suele ser un régisseur) y el Director Musical; aquí no conocemos al Intendant de la Staatsoper, Matthias Schulz, pero sin su anuencia no hubiéramos tenido este "Tristan" en el Colón. Volvamos a la trilogía berlinesa: la Komische Oper sucedió a la Kroll Oper que dirigió Klemperer en el período de entreguerras y fue en ese momento un teatro muy innovador hasta que Klemperer se fue debido al nazismo; y durante la posguerra tuvo durante varios años a un gran régisseur, Walter Felsenstein, que vivía en Berlín Occidental y trabajaba en el Oriental, señal de la estima que le tuvieron; los elencos no tenían  grandes nombres pero aquellos que podían (los de Berlín Oriental, los extranjeros y muy pocos con permiso de Berlín Occidental) iban para conocer las ideas teatrales de Felsenstein. Pero tras su partida empezó a germinar la fatal idea de lo que allá llaman Regie-Theater e incorporaron todas las casas de ópera a alguien que llaman Dramaturg, funcionario cultural que parece ser el ladero de una nueva generación de régisseurs que se creen con el derecho de traicionar los libretos, así sean de grandes libretistas como Wagner o Da Ponte; y surge la idea de que todo debe ser por un lado afín a las maneras de ser del momento en que vivimos y que no importa si escuchando música del clasicismo se transporta la acción a 2018 e incluso a lugares o épocas completamente ridículos. Y apoyados por críticos que deberían ser acusados de cohecho por aceptar y promover disparates y por artistas que se convierten en cómplices de esta distorsión de fondo, han arruinado la puesta operística de treinta años a esta parte; como también sucede con el teatro a secas: todo está versionado, no tenemos derecho no sólo a ver Molière o Shakespeare puro, ahora ni siquiera podemos ver Chejov o Shaw puro.  Nadie en los diarios protesta por esta situación. Y ahora hasta el Met se contagia y muestra un "Rigoletto" en Las Vegas. Y como a las generaciones jóvenes les lavaron el cerebro no se dan cuenta de lo insultante de lo que están viendo. Y bien, en Berlín los tres teatros están contagiados, pero ninguno como la Komische (baste nombrar la versión de Bieito de "El rapto en el serrallo" pornográfica y plagada de torturas) y los elencos siguen siendo muy inferiores a los de la Staatsoper y de la que no mencioné, la Deutsche Oper, que nació en la posguerra porque Berlín Occidental necesitaba tener su propia ópera. Y fue, durante la Cortina, la rival exitosa de la Staatsoper con mejores elencos y directores, y ahora está pareja con ella. Barenboim, cuya influencia es muy grande, sin embargo no logró aunque protestó que la profunda refacción de la Staatsoper se hiciera en un plazo más razonable; y así, sus cuerpos estables tuvieron que exiliarse al Teatro Schiller, más chico y en principio no operístico, durante siete largos años (aquí nos quejamos y con razón cuando la del Colón tomó cuatro años en vez de dos). Entretanto, Berlín es ahora capital de Alemania unificada y Bonn vuelve a ser una grata ciudad al borde del Rhin pero no capital. Y Alemania con Merkel es el país más próspero de Europa, de modo que el Parlamento de Berlín (de quien depende la decisión con respecto a las tres óperas y que también controló la refacción de la Staatsoper) por el momento no innova, y siguen las tres óperas. Berlín, que durante décadas tuvo una imagen gris y angustiosa, es ahora una de las ciudades turísticas y culturales más importantes. 

            Vuelvo a la puesta de este "Tristan". Ya se sabe que Barenboim es muy batallador, pero nunca leí que defendiera las puestas que por contraste llamamos tradicionales, término peyorativo para muchos cuando no lo es: hay muchas maneras de hacer bien o mal las cosas. O sea en este caso de ser fiel o infiel a Wagner; claro está que cuando la institución que debería mantener la calidad de las puestas, el Festival de Bayreuth, hace más barbaridades que cualquier otro teatro, se diría que allí la apuesta se perdió desde que Wieland Wagner murió. Y aunque no me gusta lo que hizo Kupfer, quizá sea el límite de distorsión que acepta Barenboim, ya que van dos décadas que no vuelve a Bayreuth. Sea como fuere, voy a hacer una pequeña lista de lo que para mí son errores graves de Kupfer.
a)     La monotonía de esa única escenografía para tres ambientaciones muy distintas.
b)     Para Wagner la naturaleza era muy importante y la evoca con frecuencia. Y aquí no hay ni mar ni buque ni jardín ni castillo derruido.
c)      Como Kupfer es cabeza de un equipo de larga data, él es tan responsable como los miembros de ese equipo por las falencias. Seguramente este ángel de Hans Chavernoch es así porque Kupfer lo pidió, y la absurda luz fuerte que hay cuando dicen estar sumergidos en la noche no es sólo responsabilidad del jefe de iluminación Bernd Zeise (que no aparece en la misma categoría que el escenógrafo y la vestuarista sino como parte de un equipo de producción de nada menos que 17 personas). El vestuario femenino de Buki Shiff es defendible y hasta atrayente, pero no el aburrimiento gris de todos los hombres, incluso del Rey Marke, que no parece un rey; tampoco el propio Tristan tiene una vestimenta atrayente como se supone debe tenerla un héroe. A los marineros y cortesanos casi no se los ve.  Curiosamente sólo Melot está vestido como un guerrero  de calidad, Kurwenal no.
d)     Obligando a los cantantes principales a hacer acrobacias mientras cantan música de gran dificultad es poco inteligente y ciertamente  afecta el resultado. Incluso es grotesco tanto en el Dúo de amor como en la escena de la muerte de Tristan.
e)     La marcación de cantantes es muy pobre; puede aceptarse que Tristan e Isolde, ensimismados en su amor, no reaccionen ante la llegada de Marke, pero no que Kurwenal o Brangäne no hagan nada. Los duelos están mediocremente realizados. En el Primer Acto no hay la menor lógica en la ubicación de Tristan tan cerca de Isolde cuando ella cuenta la verdad a Brangäne; es imposible que no la oiga.   Cuando toman el filtro nada indica que sientan algo durante casi dos minutos. Y en el Segundo Acto en vez de abrazarse en cuanto se ven como pide Wagner, Tristan repta lentamente sobre el ángel centímetro a centímetro cantando frases rápidas.
f)       En suma, sólo el símbolo de muerte le importa a Kupfer, o sea que es una puesta unilateral y aburrida. La tensión la ponen los intérpretes, en escena o en el foso.  Si tuviera que poner algo en su favor, es que resulta menos desastrosa que la del polaco que presentó el Met el año pasado a principios de temporada, toda una muestra de decadencia para el gran Met.
                  Y ahora sí, a los intérpretes. Como lo expresé en la Primera Parte de este análisis, no hubo ni habrá otro Melchior. No sólo eso, otros grandes artistas que no han llegado a ese nivel casi sobrehumano fueron Max Lorenz y Jon Vickers, y mencioné a Vinay en Bayreuth; y sin tener la auténtica voz de Heldentenor, la sensibilidad y talento de Thomas, Jerusalem o Windgassen merecen el mayor respeto y admiración. Vale mencionar aquí que Domingo lo grabó pero nunca quiso hacerlo en escena; demasiado peligroso para su voz, dijo públicamente. Es que Tristan, aunque no llegue a las notas más agudas (no se le pide un Do), está en las alturas del Sol, La y Si bemol, y a todo trapo, en múltiples escenas de enorme tensión interior. ¿Quiénes lo cantan actualmente? Por lo que sé, quizá sólo uno es de primer nivel (Schager). Por otra parte, cuando vino Peter Seiffert a cantar sólo el Segundo Acto y en versión de concierto, tenía 61 años; ahora llegó a los 64, y esa es una edad casi prohibitiva para un Tristan (creo que ninguno de los nombrados como los mejores lo cantaba todavía a esa edad). En 2015 hizo un muy buen trabajo y pareció más joven; además ahora descuidó el físico y está con sobrepeso, muy distinto a la estampa que le aprecié en 2009 en Tannhäuser y Lohengrin.  La biografía del programa aunque escueta y con pocas fechas indica que Seiffert es un muy respetado artista desde hace décadas en los principales teatros operísticos del mundo: títulos honoríficos en las Óperas de Munich y Viena. Y cantó en temporadas recientes Tristan en esas ciudades, New York y Budapest. Con Barenboim grabó hace pocos años "Tannhäuser". La reacción ante un timbre es muy personal en cada oyente, y para mí ciertamente me gusta menos el suyo que  los de otros famosos wagnerianos a los que escuché. Pero en Buenos Aires le pasó algo que aquí sucede con frecuencia: se resfrió, y como no vino un segundo Tristan y cancelar hubiera arruinado toda la muy costosa visita, hizo lo que pudo en la primera función, donde los diarios indicaron que tuvo accidentes en el Tercer Acto; yo lo escuché en la segunda función, y logró llegar al final gracias a recurrir a una cantimplora en el Tercer Acto, pero los sonidos fueron a veces ingratos aunque siempre se notó que conoce el personaje a fondo (no sólo cantarlo, memorizarlo es una proeza). Me quedé dudando si podría cumplir con la tercera y cuarta función. Sin embargo presencié la cuarta y escuché un resultado muy distinto: una voz poderosa que no cejó durante toda la obra y un sonido auténtico de Heldentenor, aunque no de especial atractivo. Eso sí, se cortaron esos diez minutos sobre el día y la noche en el Dúo de amor y no los extrañé. Ganó la partida y salvó al proyecto. Claro está que la disponibilidad en determinadas fechas es determinante, pero lamento que no haya venido un nuevo Tristan que tiene grandes críticas positivas, Andreas Schager, que trabajó con Barenboim; y hay comentarios encomiásticos sobre Stefan Vinke y Robert Dean Smith; Stephen Gould es aceptable pero no interesante.
                        En cambio tuvimos una de las dos mejores Isoldes de la actualidad, Anja Kampe (la otra es Nina Stemme) y como segunda Isolde una artista de fuste, Irene Théorin. En los dos casos fueron baluartes en la función. Kampe está casada con Kiril Petrenko, Director Musical de la Ópera de Munich, y directamente después de sus Isoldes aquí fue a esa ciudad para cantar Sieglinde en "La Walkiria" con Kaufmann. Kampe lo tiene todo salvo algo que luego mencionaré: firmeza y solidez desde el grave hasta el agudo, presencia (es una bella mujer), intensidad de actriz, musicalidad admirable, total dominio de texto y música. Y concentración (allí donde no se movió fue porque la régie se lo impuso). Sólo una condición le falta para ser memorable: un timbre personal, de esos que se reconocen a los diez segundos de escucharla; o sea lo que tenían dos grandes como Kampe y que por ello están en la historia: Nilsson y Flagstad. Vi  a Nilsson muchas veces: cuando era joven en 1955 y en su plenitud en 1971 cuando tuve la suerte de verla en todas las funciones porque yo tenía a mi cargo las transmisiones de radio y en esa época Radio Municipal cumplía con su propósito original de cuando estaba instalada en el propio Colón (aunque para entonces ya estaba en Sarmiento): transmitían todo lo que el Colón programaba desde un palco de viudas muy cercano al foso. Y además la vi en Viena en 1969. Escuchándola era perfecta en todas las funciones; mirándola actuaba con gran intensidad. No tenía la belleza que Isolde requiere pero sí el carácter y la voz. No pude ver a Flagstad en 1948 porque había cumplido 9 años pero las críticas fueron unánimes, incluso las del colega más difícil, D´Urbano: extraordinaria, la voz wagneriana del siglo; y en la grabación de Furtwängler ello se aprecia en su totalidad: todas las notas (salvo los Do agudos que luego se supo que en un artificio de ingeniería habilísimo eran de Schwarzkopf) tienen una riqueza y calidez magníficas (quizá tenía los Do en 1948). Más atrás en la historia del Colón hay otras tres voces memorables: Helen Traubel en 1943, Anny Konetzni en 1933 y 1938 y Frida Leider en 1931. Realmente en esta ópera la historia del Colón tiene de qué enorgullecer a los porteños, más allá de algunos años malos.
                        Cuando se hizo "Parsifal" en 2016 la Kundry anunciada era Irene Théorin; sin explicaciones, fue sustituida por Nadja Michael, que resultó muy buena. Casi como un paso de opereta, Michael iba a ser Leonore en "Fidelio" al año siguiente y llegó a ensayar; luego adujo "razones personales" y se fue, y Leonore fue Filipcic Holm…Bueno, esta vez Théorin vino y enhorabuena. Luce muy bien pero tiene 55 años, aunque su voz está entera y tiene un volumen impresionante, además de un registro completo. Y es además una actriz intensa y convincente. Sólo hay un problema: un excesivo vibrato que hace que su fraseo pierda foco. Interpreta todos los personajes más arduos y pesados y en los mejores teatros del mundo. Y sigue agregando roles.
                        La partitura Eulenburg de "Tristan" reserva una sorpresa: Brangäne figura como soprano, cuando la tradición (posiblemente buscando un mayor contraste y considerando que su tesitura es bastante cómoda)  es que la canten mezzo sopranos. El propio Barenboim trajo a Gubanova (creo recordar bien) tres años atrás. Yo siempre tuve mezzos en los "Tristanes" que vi (Milinkovic, Hoffman, Töpper, Baldani y Alperyn en el Colón, Hesse en Viena); y en el Colón "antiguo" (así llamo los que no pude ver), artistas ilustres como Ursuleac, Thorborg. Kindermann, Branzell y Olszewska. De modo que me asombró (es la primera vez aquí) que lo cantara una soprano, Angela Denoke (debut en el Colón, como las dos Isolde). Muy apreciada en Alemania y Austria especialmente en roles del siglo XX como Janácek ("Kátya Kabanova", "El caso Makropulos"),  Strauss ("Salome") y Shostakovich ("Lady Macbeth de Mtsensk"), sólo la conocía por DVDs y más que por la voz me interesó su capacidad teatral. Tengo la impresión que vocalmente ya no está en su mejor época, ya que sentí notas duras e incómodas y un timbre sin brillo; quizá también Brangäne no va con un temperamento que por su elección de personajes va hacia figuras fuertes, no sumisas como Brangäne. De buen nivel como promedio, este personaje que por su cambio de filtros cambia todo porque no tolera el suicidio de su ama fue actuado por Denoke como complemento opuesto al extremismo de Isolde y cantado con solvencia más allá de ocasionales dificultades.
                        Kurwenal es la antítesis de Tristan, complejo y acomplejado; su escudero sólo sabe de lealtad incondicional; todo cuanto dice y hace es directo y simple. Su canto debe ser firme y sin vueltas, como lo es su música, la única con esa característica en la ópera. Es un hombre maduro pero enérgico y sano. Se trata de un barítono, no un bajo barítono, y resulta relativamente corto; apenas se destaca su burla a Isolde en el Primer Acto antes del Tercero, donde todo su rol se basa en reaccionar ante los actos de Tristan y ayudarlo aunque sea insultado. El Colón ha tenido algunos lujos en este personaje (Schipper, Schorr, Janssen, Hotter), pero no en décadas recientes donde sí hubo un buen nivel en Mittelmann y Fox. Tuvimos suerte esta vez: Boaz Daniel (debut) fue notable; artista ligado a la Ópera de Viena desde 1998 en personajes de barítono lírico, tiene sin embargo un buen volumen y cantó con solidez y honestidad, comunicando su afecto por Tristan.
                        Cuando Barenboim dirigió el Segundo Acto hace tres años tuvimos en efecto un lujo, el mejor Marke de la actualidad: René Pape. Ojalá nos retorne en personajes más extensos mientras mantenga su plenitud vocal, ya que tiene una carrera de tres décadas. El coreano Kwangchul Youn fue miembro de la Staatsoper Berlin de 1993 a 2004 y en años recientes recorrió una profusión de grandes teatros en roles alemanes e italianos. Ello parece indicar que Youn es un bajo de relieve, pero su marcado vibrato quizás indique una declinación, ya que pese a su fraseo noble y emocionado no impresionó como un Marke de primer orden; no fue ayudado por ropas poco dignas de un rey ni por una marcación muy parca. Youn vino como Ramfis en 2010 cuando Barenboim trajo a La Scala al Colón y allí su voz me sonó mucho más controlada. Aparte de Pape en año cercano, también en Marke tuvimos lujos antiguos: Alexander Kipnis, Ludwig Weber, Michael Bohnen, Emmanuel List.
                        Único miembro argentino del reparto, Gustavo López Manzitti hizo un contundente Melot, rol baritonal que sin embargo le va ya que es un tenor de muy firme centro y grave y tiene la presencia física necesaria; lo hizo en 2015 y se ve que a Barenboim le gustó. El personaje si bien breve es importante, ya que hiere a Tristan y con su traición lleva a la tragedia final.
                        No me pareció feliz la decisión de traer al tenor Florian Hoffmann a cantar tanto el Marinero que al principio del Primer Acto provoca con su canto sobre la muchacha irlandesa la ira de Isolde como el Pastor que dialoga con Kurwenal en el Tercer Acto y toca (hace que toca) la melodía triste y luego la alegre. Su voz sin cuerpo y de timbre mediocre no ayudó y sólo por ahorro puede traerse a un   tenor para dos roles. Tenemos comprimarios que hubieran podido hacerlo y en mi experiencia recuerdo con gusto a Eugenio Valori, Renato Sassola y Eduardo Sarramida como Marinero y a Valori y Oscar Imhoff como Pastor.  Y fue absurdo que venga Adam Kutny para el Timonel, ¡que canta 20 segundos y tuvo biografía en el programa!
                        Varios detalles musicales: a) el Coro del Colón dirigido por Miguel Martínez hizo un buen trabajo, ajustado y claro, aunque como expresé la araña no era el mejor lugar ya que (pese a que la puesta no lo sugiere) se supone que estén en el barco. b) Fue notable la tarea de las trompas (emulando a las trompas de caza) a principios del Segundo Acto: es muy difícil de tocar. Las páginas con la nómina de ejecutantes caen en una tontería, al listar ocho cornos y luego diez cornos franceses, cuando se trata de los mismos instrumentos; pero la lista de diez trajo una novedad: el 9º y el 10º fueron respectivamente de la Estable (Rodolfo Roson) y de nuestra Filarmónica (Fernando Chiappero). c) El "Einsam wachend" de Brangäne fue colocado con buen efecto en el foso al lado del arpa. d) En la cuarta función la trompetita que hizo la melodía alegre desafinó notoriamente.
            Observaciones finales: a) Si bien para los conciertos fue necesaria la intervención del Estado Nacional, no corresponde poner a "Tristan" como programa conjunto (así figura) ya que forma parte de la temporada lírica del Colón. b) Ahora en el Colón  hacen los anuncios en castellano e inglés; pero quizá porque no llegaron a tiempo los subtítulos ingleses estuvieron sólo en castellano en la segunda función, y los ingleses se agregaron en la cuarta. c) No sé quién es el responsable, pero la innecesaria sinopsis (nunca se pone en los programas) es burda y el argumento está narrado pobremente.
                        Pero son detalles; estas cuatro noches no serán olvidadas.
Pablo Bardin
             

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