Elegí naturalmente los grandes nombres de la ópera alemana en esta visita a Berlín: Mozart, Wagner y Strauss. En todos los casos me dio gran placer la parte musical y casi total revulsión el sacrificio de la tradición escénica, que siento está hecho con completa convicción por esta nueva generación de régisseurs y , me temo, está ampliamente respaldado por los públicos y los críticos. Yo me niego a dar a los régisseurs el status de cocreadores; para mí son intérpretes, como lo son los directores de orquesta, y simplemente deben respetar el espíritu de texto y música.
La Staatsoper unter den Linden está regida artísticamente por Daniel Barenboim. A mí me pareció que la bella sala histórica se encuentra en razonable estado, pero me han dic ho que dentro de poco entrará en un largo período de restauración y reforma durante el cual el Gobierno gastará unas tres veces lo que se está gastando en el Colón. No tengo detalles, pero el lado operacional pareció bastante aceptable en las dos óperas que vi en noches sucesivas: "El Rapto en el Serrallo" de Mozart y "El Caballero de la Rosa" de Strauss.
"EL Rapto..." se dio hace poco en Buenos Aires. Es una "ópera rescate" situada en Turquía, como lo prueba la música "Jenízara". Me gusta ver un pseudo-Topkapi en la escena, pero si esto no está disponible, sí debe haber un ambiente turco; es lo que Mozart quería y creó. No en este caso. El régisseur Michael Thalheimer y el escenógrafo Olaf Altmann nos dieron una severa escena en blanco y negro dividida en dos niveles de muy diferente altura. Además Thalheimer decidió dar la ópera (en tres actos) como un solo acto continuo de 2h l5 minutos, lo cual fue pesado para todos, público e intérpretes. La pareja noble, Konstanze y Belmonte, estaba pasablemente bien vestida (por Katrin Lea Tag) pero Blonde y Pedrillo fueron profundamente ridiculizados. Osmin y el Bajá Selim tenían algún aspecto turco pero los jenízaros eran muy prusianos. Algunas situaciones escénicas estuvieron bien manejadas,aunque la caracterización hitleriana del Bajá fue pésima; éste es un líder generoso que perdona a su enemigo, no un bruto áspero.
El lado musical, sin embargo, compensó. Philippe Jordan es un brillante joven director; aunque algunos de sus tempi fueron demasiado rápidos, la ejecución de la excelente orquesta fue matizada y estilística. Daniel Behle como Belmonte es un verdadero hallazgo, una voz tipo Wunderlich, lo cual es alta alabanza, y una comunicación de texto y música de mucho encanto. Maria Bengtsson como Konstanze resolvió las agudas frases floridas y dio la intensidad dramática requerida en varias escenas; la voz es bella y también su apariencia. Aunque se la anunció enferma, encontré a Anna Prohaska admirable como Blonde en todo sentido. Florian Hoffmann como Pedrillo cantó con alguna aridez y no fue ayudado por el régisseur. Reinhard Dorn fue un Osmin profesional, con canto bastante preciso aunque impersonal en toda su vasta tesitura; no puedo atacarlo por la excesiva quietud de su actuación.
Tengo un gran cariño por "El Caballero de la Rosa", para mí una de las óperas más bellas. El régisseur Nicolas Brieger respetó buena parte de ella y en términos generales la disfruté, pero algunas cosas me molestaron: la absurda sustitución del niño moro( Mohammed) por un enano blanco, además omnipresente cuando no se lo requiere (hasta en el Trio), o hacer del Cantante Italiano un inválido en la escena de la "levée". El planteo escénico (de Raimund Bauer), basado en un amplio semicírculo con numerosas puertas, funcionó bastante bien. Bauer adaptó bien su esquema básico a las tres diferentes ambientaciones (la habitación de la Mariscala, la recepción del nuevo rico, la taberna decadente). Los trajes (Joachim Herzog) no siempre fueron de buen gusto.
El régisseur movió bien a sus cantantes y respondieron con alto profesionalismo. Anne Schwanewilms (la Mariscala) no impresiona con la fuerte personalidad de Jurinac o Crespin, pero tiene una muy buena voz y la usa bien. Me gustó la frescura y el ímpetu de Katherine Kammerloher como Octavio: una voz poderosa muy bien entrenada siempre al servicio de instintos dramáticos verdaderos y una buena actriz en esos pasajes de doble travestismo (una mezzo hace de muchacho adolescente que se disfraza de paisana). Sylvia Schwartz como Sophie cantó muy agradablemente pero sin el sentido radiante de los mejores exponentes del personaje (Rothenberger, Popp). El veterano Alfred Muff es todavía un notable Ochs, dominando la amplia tesitura y actuando con aplomo (aunque aquí también sin la fuerte impronta de Boehme o Moll). Otros cantantes hicieron buenos trabajos: Martin Gantner (Faninal), Irmgard Vilsmeier (Marianne), Andrea Bönig (Annina), Peter Menzel (Valzacchi), Stephen Rügamer (Cantante Italiano). La brillante Staatskapelle Berlin respondió con seguridad a la intensa dirección de Jordan, que atravesó con soltura todas las dificultades de esta partitura tan ardua.
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