La Deutsche Oper (DO, Ópera Alemana) fue durante décadas el bastión de Berlín Occidental, como contrapartida de la Staatsoper unter den Linden y la Komische Oper en Berlín Este. Puesto que, aparte de ciertas famosas producciones de Felsenstein en la Komische, poco del trabajo de la Staatsoper se comentaba en Occidente, la DO dominó hasta la caída del Muro. Ahora, sin embargo, en la Berlín integrada el gran prestigio de Barenboim ha logrado que la Staatsoper compita con la DO por los recursos presupuestarios, ambas tratando de obtener el máximo de su proveedor, el Senado de Berlín.
Comparten tres características: gran eficiencia operativa (pueden poner cuatro óperas difíciles en cuatro días consecutivos); tienen espléndidas orquestas e importantes solistas estables; y adhieren a la actual ola desastrosa de producción operística. Resumiendo: ataque a la tradición; arbitrariedad; falta de respeto por los libretos; el "concepto" vence al sentido común; y vale la fealdad por sí misma. Me pregunto: si un régisseur quiere presentar una puesta "tradicional" (que para mí significa una imagen visual razonable basada sobre las indicaciones de compositor y libretista), ¿sería condenado y se le impediría llegar a ponerla en escena?
Dos óperas grandes y arduas confirman la primera característica: en términos puramente prácticos la DO es capaz de representar en dos días sucesivos "Tannhäuser" de Wagner y "Die Frau ohne Schatten" ("La mujer sin sombra") de R. Strauss con precisión bien aceitada. En Alemania las casas de ópera están regidas por un "Intendant" (Director General) que suele ser régisseur; es el caso de la DO: Kirsten Harms, nacida en Hamburgo en 1956, produjo ambas óperas, las dos con Bernd Dambovsky como escenógrafo y vestuarista. El otro puesto principal es el Generalmusikdirector (Director General Musical), en la DO el británico Donald Runnicles, y él dirigió "Tannhäuser".
"Tannhäuser y el Concurso de Canto en el Wartburg" tiene dos versiones: la original de Dresden (1845) y la revisión de París de 1861, que expande mucho la música del Venusberg (incluyendo el ballet) y añade grandes dosis de cromatismo. En la DO eligieron la de Dresden, lo cual es perfectamente legítimo y más fácil. La ópera oscila entre el mundo sensual de Venus y la corte de Wartburg, casta y caballeresca; esa fortaleza medieval maravillosa todavía existe (domina a Eisenach) y la visité días más tarde, emocionándome al estar en la sala del concurso. "Sängerkrieg" es "Concurso de canto" en alemán, y a Harms aparentemente le interesó el otro sentido de "Krieg" (guerra) como inspiración, ya que estos "Minnesänger" (cantantes del amor, el equivalente alemán de trovadores y troveros) son guerreros siempre y sus armaduras o las llevan puestas o están encima de ellos con presencia aplastante. Ni señales del Wartburg. No hubo afortunadamente nada pornográfico en el Venusberg aunque fue bastante anodino (sin duda la versión de Dresden es menos orgiástica que la de París).
En esta producción Venus y Elisabeth son consideradas dos lados de la misma mujer, de modo que Petra Maria Schnitzer cantó las dos partes. Luce y canta bien dentro de un carácter tradicional wagneriano, aunque sin ningún rasgo especialmente intenso. Su marido en la vida real, Peter Seiffert, que ha pasado los 50 años, todavía es un tenor sólido con la resistencia y la seguridad que demanda el extenso y pesado personaje, con apenas breves fisuras durante la larga velada. Reinhard Hagen demostró tener una atractiva y profunda voz de bajo como el Landgraf Hermann. Markus Brück fue un correcto Wolfram, aunque sin la calidad de timbre de, p.ej., el espléndido Wolfram que tenía la DO hace cuarenta años, Barry McDaniel. Los coros bajo la conducción de William Spaulding sonaron espléndidos, resonantes, plenos y bien entonados. La Orquesta dirigida por Runnicles dio gran placer; el director es un verdadero wagneriano y logró un timbre noble y broncíneo de sus muy profesionales ejecutantes.
"Die Frau ohne Schatten" es uno de los grandes desafíos del repertorio, la ópera de Strauss más larga y compleja, sobre un libreto de Von Hoffmannsthal muy ambicioso pero parcialmente fallado. La idea básica es la sombra como símbolo de maternidad, y el conflicto moral de la Emperatriz, hija de Keikobad, Señor de los Espíritus; ella es transparente y si no adquiere una sombra seguirá estéril y el Emperador se petrificará.
Las fantásticas dificultades de la orquestación y las demandas wagnerianas que se les hace a los cantantes la hacen una ópera ardua y admirable. Me gustaron mucho las escenografías de Oswald para tres diferentes régisseurs en el Colón en 1965, 1970 y 1979, con directores como Leitner y Janowski y cantantes como Nilsson, Bjoner, McIntyre, Hoffman, Thomas y Marton. No puedo decir que el team de Harms y Dambovski me haya convencido en ese grado, ya que hubo momentos confusos sin adecuados instintos narrativos, faltó ambiente oriental y belleza; pero hubo algunas imágenes notables, como la entrada al mundo de Keikobad o el enorme halcón.
La mejor interpretación fue la de Doris Soffel como la Amme (Nodriza), siempre intensa y musical. Me gustó el Barak de Johan Reutter, cantado con buen timbre y adecuada línea. Eva Johansson es una wagneriana madurada de amplia voz, pero su enfoque fue demasiado áspero. Manuela Uhl llegó bien a los exigentes agudos de la Emperatriz, aunque no tiene la radiante expresión que la parte necesita. Stephen Bronk fue insuficiente en la expuesta parte del Emperador. Los héroes de la noche fueron la Orquesta y el director Ulf Schirmer, siempre dominando esta partitura enormemente rica.