La relación del
tango con la música académica ya es larga y ha producido muy notables
ejemplos. Por otra parte hay que
distinguir entre las variantes de tango europeo y nuestro tango. Si en el
primer caso tenemos ilustres ejemplos como los producidos por Albéniz y
Stravinsky (además de estilizaciones del tango gitano como la de Jacob Gade),
el tango argentino desde sus principios tuvo ejemplos producidos por músicos
“clásicos”, aunque en ciertos casos son casi indistinguibles de los tempranos
tangos populares, con frecuencia tan bien escritos como los académicos.
Pianistas populares dedicados al tango siempre hubo: Sebastián Piana, Juancito
Díaz, Luis Visca. Y generalmente fueron editados tangos pensados
específicamente para piano, así como arreglos pianísticos de tangos-canción o
reducciones al piano de conjuntos instrumentales. Son muchos centenares y a
veces tienen alta calidad.
El tango académico
tuvo registros ya en la era del vinilo, como cuando Antonio De Raco grabó los
tangos de Juan José Castro. Recientemente fueron muy interesantes las
recopilaciones históricas realizadas por Estela Telerman, que hasta tienen
ejemplos del tardío siglo XIX. Y están esos Postangos de Gerardo Gandini,
improvisaciones a partir del tango de una gran imaginación relacionadas con
técnicas de desarrollo jazzístico.
El notable disco
grabado por el pianista y compositor Juan María Solare es una valiosa
contribución. Primeramente, es un ejecutante de primer orden, límpido en la
articulación, y con un sentido muy desarrollado de algo indispensable en este
caso: las inflexiones tanguísticas, ese particular pulso idiomático que produce
en un porteño (y yo lo soy) una inmediata identificación. Soy un porteño muy
cosmopolita, de origen francés, pero también lo es Solare, que vive en Bremen,
Alemania. El origen no se borra nunca, pese a casos de empatía casi
inexplicable (un judío cuyos padres eran de Odessa creó “la” ópera negra por
excelencia, “Porgy and Bess” de Gershwin).
En segundo lugar,
hay dos tipos de obra en este disco: las compuestas por Solare, y las de
clásicos del tango popular en versiones que sólo podrían ser realizadas por un
compositor de formación académica, ya que tienen una solidez de estructura que
va más allá de la inspiración popular, por auténtica que sea. Hasta los
tangueros más cercanos a la tradición académica (De Caro, Salgán, por mencionar
a dos que no están en el CD) son ante todo tangueros. Pero Solare –como Juan José
Castro- es ante todo un compositor de raíz académica, como lo son Gandini, e
incluso Piazzolla. Un caso especial es el de Pítari, que pese a tener ese tipo
de formación vía UCA, casi siempre ha realizado piezas crossover en su carrera.
¿Cómo es lo arrabalero y canyengue a través de la visión de Solare? Conserva su
intención original pero en fusión con un pulimiento sin “roña”.
Es éste un CD “de
autor”, sin sello. Está muy bien grabado en Bremen y en un piano de bella
sonoridad, un Bösendorfer, y data de 2009. El folleto tiene los textos en
castellano, inglés y alemán e incluye la descripción por Solare de cada una de
las veinte piezas. Todos los arreglos de tangos ajenos son de él. Es un disco
llenísimo: 79´22. Muy bueno el título, “Monólogos del tango”, ya que se tocan
en un solo instrumento y por una sola persona. Contacto: www.JuanMariaSolare.com
Con excepción de
Pítari, todos los tangos fueron escritos por creadores que ya no están más; son
parte de la historia del género. Es gigantesco el repertorio y me parece una
buena cosa que se hayan evitado los más trillados, si bien algunos tienen un
copioso historial grabado. El grupo inicial incluye el brillante “Danzarín” de
Julián Plaza, el bien conocido “Malena” de Lucio Demare (“Malena canta el tango
como ninguna”) y “Bahía Blanca” de Carlos Di Sarli, que tuvo una de las mejores
orquestas con un estilo muy propio.
Siguen cuatro tangos
de Solare, que nació en 1966, demasiado tarde para conocer de primera mano la Guardia Vieja pero con la
sensibilidad que le permite intuirla. Sus tangos son modernos pero la tradición
está en ellos como germen (si por
tradición se entiende incluso la de Piazzolla, que también es historia). Su
temperamento suele ser melancólico y evocativo, sin efectismos, de buen gusto e
introspección. Así define a “Pasaje Seaver”: “es una imagen de la desolación
total y de la ruina”. Como con Piazzolla, y pese a que son muy diferentes entre
sí, me parecería mejor referirme a sus creaciones como “música ciudadana”, más
que tango. Algunos lo son, pero otros tienen el aroma de Buenos Aires, como un
destilado. “Valsarín” evoca al “Danzarín” de Plaza; “Tengo un
tango” es de los más tangueros, valga la redundancia; “Para Lisa” es un
vals que evoca a una amiga de ese nombre y no hay citas de “Für Elise”, “a Dios
gracias”. No está de más decir que para Solare –y tiene razón- el mundo del
tango también incluye al vals criollo y a la milonga.
Los dos siguientes
contrastan fuertemente: uno bien 1928, “Bandoneón arrabalero” de Juan Bautista
Deambroggio, “Bachicha”, que presenta el problema admirablemente resuelto de
sugerir al bandoneón de fuelle en el piano percusivo; y el de Pítari, escrito
para la Orquesta No
Típica de la Universidad
de Bremen (Link: www.tango.uni-bremen.de)
con clara estructura y encadenamientos de
acordes inspirados por procedimientos modulatorios del jazzman
Thelonious Monk.
Siguen cuatro piezas de Solare
experimentales muy variadas: “Milonga fría” (con inserciones electroacústicas),
que reconoce influida por Stockhausen; “Atonalgotán”, obviamente poco habitual
en su planteo: “el tango reconstruido en el sentido de Jacques Derrida”,
claramente experimental, y que forma parte de “Meses de peregrinaje” (título
que refiere a “Años de peregrinaje” de Liszt); “Fragmentango” para 4 pianos con
“overdubbing” (los cuatro tocados por Solare y grabados superpuestos): “sílabas
dispersas se combinan para formar palabras y conceptos…con la forma abierta y
del movimiento Fluxus… un clonaje de mí mismo”; y “Akemilonga”, basada en
escalas por tonos y dedicada a una compositora japonesa.
Viene luego tres
tangos: dos de preguerra y uno de Piazzolla. Un tango triste, “Nieblas del
Riachuelo” de Juan Carlos Cobián, considerado “terrible” por Solare, le inspira
incorporar una cita del Réquiem de Mozart; la milonga tangueada “La puñalada”
de Horacio “Pintín” Castellanos, muy rítmica; y un tango piazzollesco bien
tango, “Calambre” (1961).
Finalmente, cuatro piezas
más de Solare: “Liebergmilonga”, dedicada a Andreas Lieberg, fundador de la Orquesta No Típica antes
mencionada; “si Debussy hubiera escrito una milonga, sería como ésta”;
“Talismán”, simple, “bajo legato y melodía staccato”; “Furor”, para un ballet:
“si la música de Piazzolla sabe que existieron Stravinsky o Bartók, la mía sabe
de Berio y Kagel”; y “Reencuentro”, milonga lenta y melancólica, escrita “tras
visitar el cementerio donde está enterrada mi madre”.
Disco de gran
riqueza para mentes abiertas, refleja como pocos la amplitud de la música que
puede escribirse a partir del tango. El rostro barbado del autor/intérprete
ilustra el folleto y nos da algunas pistas sobre su compleja personalidad.
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