Un gran teatro lírico es por naturaleza un ambiente conflictivo en el que se logra con ardua labor conciliar temperamentos artísticos complejos con las restricciones presupuestarias. El Colón ha pasado por múltiples enfrentamientos a través de las décadas, siempre determinados por el carácter contestatario de los gremios ante la ignorancia, escasa sensibilidad y frecuente cinismo de las autoridades. También ha importado el grado de debilidad o fortaleza política del gobierno de turno.
El actual conflicto tuvo su inmediato caldo de cultivo el año pasado y llegó a un primer hito cuando en marzo se declaró el estado de asamblea de los trabajadores del Colón. El Secretario de Cultura, Dr. Gustavo López, no hizo caso de las fuertes señales que le estaban indicando la necesidad de negociar, y así se llegó a la huelga que paralizó al teatro durante diez días. Sólo terminó porque se dictó la conciliación obligatoria, seguida del llamado a paritarias, las primeras en diez años. Lector, fíjese en la fecha en la que este artículo se escribió , ya que para cuando esta revista esté en sus manos las cosas pueden haber cambiado; yo hago un análisis de acuerdo a la mencionada fecha.
En recientes semanas hubo hechos públicos que testimonian el desagrado de los trabajadores con el desarrollo de las paritarias: conciertos precedidos por la lectura de quejas y desarrollados en ropa de calle, u óperas con ejecución previa del himno nacional (objetable uso de un símbolo patrio en pos de una reivindicación gremial) , pancartas con protestas y allí también ropa de calle. Pero en estos días hay asambleas internas discutiendo la actitud a asumir ante paritarias que no avanzan; ellos dicen que presentan propuestas y no son contestadas. Podría llegarse a otra huelga y quizás al cierre del Colón, reacción de impotencia cuando las autoridades no saben cómo resolver el problema (o, peor, no quieren). Así lo hicieron en los años 80 durante la intendencia de Suárez Lastra. López acusa a las dos entidades gremiales rivales, SUTECBA y ATE, de competir entre sí para obtener más y más beneficios, y considera imposible negociar de esta manera.
Después de la renuncia ( o huída) de Tito Capobianco, López insistió en la necesidad de un cambio de modelo y optó por armar un equipo de trabajo sin ninguna autoridad unificatoria y presuntamente autoritaria. Cree él que esto puede funcionar. Confirmó a algunos en sus puestos, sustituyó a otros e inventó nuevos cargos. He aquí el panorama.
Director General Administrativo: Leandro Iglesias, que era de la Secretaría de Cultura y tiene amistad con Pablo Batalla, su controvertido predecesor, que conserva influencia desde la Secretaría de Hacienda. Hago notar que es Director General sólo en lo Administrativo; teóricamente una vez establecida la pauta presupuestaria no tiene derecho a injerencia en el proceso artístico.
Director de ópera y coordinador artístico: Marcelo Lombardero, cuyo nombre sonaba desde hace varias semanas. El cargo es novedoso, ya que la ópera siempre dependió del Director Artístico, pero es parte de la reforma de López no hacer nombramiento en ese cargo. El matiz es importante: siendo la ópera lo más importante en el Colón, quien está a su cargo es un “primus inter pares”, lo cual se avala con la designación agregada de Coordinador artístico. Pero hay un matiz: si bien lo ejercía con suavidad, teóricamente el Director Artístico tenía al menos derecho de veto sobre otros estamentos como el Ballet o la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. En cambio, aunque Lombardero dará primacía a la ópera, deberá dar sus espacios naturales al Ballet y a la Filarmónica, pero los respectivos responsables manejarán ellos mismos el presupuesto asignado , o sea que programarán con cierta independencia. Esto al menos es la teoría que se desprende del significado de los cargos. Es curioso que algunos medios de prensa llamaron a Lombardero Director Artístico, cuando claramente su designación tiene otro sentido, pero quedó claro para todos sin embargo que el puesto artístico más influyente se había llenado. No es necesario abundar sobre el prestigio que el nuevo funcionario tiene , especialmente como régisseur, ni el hecho de que se ha formado en el Colón (Coro de niños, Instituto Superior de Arte). Sobre sus ideas escribiré más abajo.
Director principal de la Orquesta Filarmónica: Enrique Diemecke. Reemplaza al renunciado y resistido Theo Alcántara. El estilo fuertemente histriónico del mexicano Diemecke no es para todos los gustos pero tiene un amplio repertorio, buena relación con la Filarmónica y solvencia profesional. Deberá abocarse de inmediato a rearmar casi toda la temporada, ya que varios conciertos estaban asignados a Alcántara.
Director del Ballet: Oscar Araiz. Reemplaza a Michael Uthoff, que había sido un buen nombramiento de Capobianco. No hubiera debido irse pero fue protestado su “cachet” en dólares y no había buen entendimiento del Ballet con él (Uthoff está acostumbrado en Estados Unidos a un grado de disciplina que aquí no es fácil de obtener). Es una lástima, porque tenía buenos contactos y nos aportaba repertorio valioso. Araiz por supuesto tiene una amplia trayectoria y está entre las mejores opciones locales, pero no creo que el Ballet haya ganado con el cambio. Ya sustituyó el “Romeo y Julieta” (Prokofiev) de Uthoff con el suyo propio.
Director del Coro: Quedó confirmado el joven italiano Salvatore Caputo, pese a que también pesaba sobre él su honorario en dólares. Quizá se recordó que había pasado lo mismo en épocas pasadas con Boni y Gandolfi y se pensó también la dificultad que los buenos directores locales –y los hay- tienen para que el notoriamente problemático Coro les otorgue el debido respeto y disciplina.
Directores del Centro de Experimentación: fueron confirmados Diana Theocharidis y Martín Bauer, pese a que han abundado los proyectos mediocres demostrativos de poco criterio.
Directora del Instituto Superior de Arte: fue confirmada Ana Massone, que ha logrado sobrevivir a varios regímenes y a mi parecer ha hecho buen trabajo en condiciones presupuestarias de escasez.
Director de estudios: puesto clave, quedó confirmado hasta fin de año Reinaldo Censabella, quien debido al conflicto del Teatro Argentino de La Plata pospuso hasta el año próximo su asunción allí como Director Artístico. En las semanas sin Lombardero tuvo a su cargo la reprogramación que permitió salir adelante después de la huelga.
Directores de la Opera de Cámara: retienen sus cargos Lombardero y Guillermo Brizzio.
Director de producción: José Luis Fiorruccio. Director Técnico: Rolando Zadra. Ambos confirmados.
Administrador Ejecutivo de la Orquesta Filarmónica: Roberto Morales.
Y queda un puesto a confirmar: si acepta Stefan Lano, será Director Musical del Colón. Aparentemente que tendrá control sobre la Orquesta Estable, dirigiendo varias óperas en el año. Será fundamental el trabajo conjunto con Lombardero, quien se declara entusiasmado por la posibilidad. No tendría injerencia en la Filarmónica, donde manda Diemecke. Quizás intervenga Lano en aspectos como los repartos operísticos, pero el puesto debe ser definido en sus exactos límites. Su presencia sería por supuesto bienvenida, dada su demostrada capacidad.
Qué orientación puede esperarse de Lombardero? Si bien esto es elucubración sobre declaraciones suyas y por conocimiento personal de sus ideas, es probable que:
a) Lleve al Colón a un sistema mixto de “stagione” y repertorio, lo cual puede ser negativo si no se aplica con muy elaborado criterio (evitar las “Traviatas” de tercera categoría, mantener suficiente renovación).
b) Trate de lograr un mayor acercamiento a otros públicos, volviendo a abonos para estudiantes o jubilados, por ejemplo.
c) Tenga una tendencia nacionalista con escaso aporte de extranjeros. Puede exagerarse con mal resultado artístico.
d) Intensifique el trabajo en equipo.
e) Estimule las producciones de vanguardia. Habrá quien apruebe y otros como yo que se preocupen, habida cuenta de los horrores (para quien escribe) vistos en años recientes en y fuera del Colón. También hay una buena vanguardia y espero que sea la que prevalezca.
Analizado el equipo, qué debería ocurrir en estos próximos meses para dar una buena orientación a nuestro teatro? Al menos los siguientes puntos:
1) Llegar a un buen final en las paritarias que signifiquen resultados suficientemente satisfactorios como para asegurar una paz sindical por varios años. Fácil decirlo, difícil lograrlo, teniendo en cuenta la pésima situación de arranque no sólo del Colón sino de los empleados de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en general. En efecto, habría que resolver positivamente: un aumento compensatorio de sueldos tras casi 13 años sin aumentos; el blanqueo del casi 50 % que se cobra “oficialmente” en negro, o sea que no se compute parea la jubilación; y una jubilación adecuada que permita ganar al menos un 80 % del sueldo que ganan ahora, en vez de un 40 % (éstos son números globales y aproximados). Pero si todo esto se obtiene, qué harán en el Gobierno con reclamos similares que con la misma justicia les harán muchos otros miles de empleados de la ciudad? Quién cifra el costo del sinceramiento? Por otro lado, sabía usted que hay unos dos mil quinientos millones de pesos de superávit?
2) Como consecuencia de acuerdos extrajudiciales entre Argentores y el GCBA, se firmó hace un año un plan de pagos para eliminar todas las deudas de derechos de autor; felizmente al 30 de junio 2005 ya no las hay. Cualquier otra deuda deberá regularizarse con urgencia . Sólo así tendremos un Colón respetable.
3) Una definición del momento del cierre del Teatro para realizar refacciones. Se supone que será de Septiembre 2006 a Abril 2008, y ya se han realizado las licitaciones pertinentes. Sin una definición clara no se puede programar, y aunque se ha dicho que continuarán las actividades de los cuerpos estables, bien podemos preguntarnos, por ejemplo, dónde se ofrecerá “El Ocaso de los Dioses” en 2007. La definición permitirá también, en función de la disponibilidad de ámbitos alternativos, afinar la puntería en cuanto a la programación.
4) Neutralizar la terrible licitación que promete dar sede definitiva a la Orquesta Filarmónica en la denominada Ciudad de la Música, transformación de una aceitera en el límite de Boca con Puerto Madero. El proyecto debería descartarse: la zona es mala y no cultural, el módulo de capacidad netamente insuficiente para las necesidades de los abonos de la Filarmónica, y además se quita a nuestra orquesta de conciertos el ámbito que tiene bien ganado para ejercer su arte.
5) Un reglamento de trabajo sensato y sin zonas grises que sea acatado por completo, so pena de sanciones que realmente se apliquen.
6) Eliminación del sistema de cuenta única que tantos problemas ha acarreado desde que se implantó en 1998. Teniendo en cuenta que hay una delegación contable permanente de la Ciudad en el Colón, el teatro debería manejarse con un presupuesto razonable fijado con antelación suficiente, y con cierto grado de autarquía, ya que la delegación podría llevar el control que evite desvíos significativos.
7) Gustavo López también mencionó el posible nombramiento de una comisión asesora. Lo creo completamente negativo ya que socava la autoridad de los directores de área y puede llevar a conflictos de mando. Si el director sirve no necesita asesoría; si no sirve hay que cambiarlo.
8) Debe cambiarse el mecanismo de los contratos internacionales, que ahora se hacen con sólo meses de anticipación cuando los artistas de nombre tienen cinco años de calendario cubiertos. A su vez la buena contratación depende de poder programar los títulos con un horizonte de varios años ( no se contrata a cualquier tenor para cualquier ópera: se piensa en artistas específicos para óperas determinadas).
9) Puede mejorarse el presupuesto del Colón, que es muy bajo. El Colón cifra en dólares apenas unos 15 millones por temporadas (11 se van en sueldos, sólo 4 van para producciones y honorarios), irrisorio en términos internacionales. Incluso en la época del 3 a 1, esta Ciudad no es pobre y puede permitirse una mayor inversión. Claro está que si se produjese el sinceramiento de sueldos y jubilaciones antes mencionado, el presupuesto debería aumentar considerablemente.
10) La Fundación del Colón necesita una ley de donaciones que le permita recibir cantidades mayores por parte de los mecenas. Si los donantes no fueran considerados evasores por la AFIP (porque ésa es la mentalidad) quizá se podría obtener una ley que facilite la donación. Así funcionan los apoyos en países desarrollados. Una ciudad como Buenos Aires debería generar fondos suficientes como para, por ejemplo, poder hacer frente a altos honorarios que minan en demasía el presupuesto del Colón. Conjuntamente con las modificaciones propuestas en el punto anterior, permitiría resolver al menos parcialmente la cuestión de los grandes repartos que ahora parecen imposibles. No es, por cierto, necesaria una fundación paralela como la que pretendía Capobianco.
11) Este tema es de la ciudad , más que del Colón, pero está ligado al punto 4): debe construirse el Auditorio de Buenos Aires en buena zona cultural y con un módulo mínimo de 2500 localidades (mejor 3000). En la actualidad si vienen grandes figuras o conjuntos sólo pueden actuar en el Colón, y por ello nada tiene de graciable que se otorguen fechas al Mozarteum, a Festivales Musicales y a Nuova Harmonia (que pagan bien caro el alquiler de la sala). O sea que al calendario del Colón se le pide una flexibilidad a toda prueba, no requerida en otros teatros del mundo.
12) En el Colón debe evitarse la música popular, que no encuentra allí su adecuado ámbito. La amplificación daña la sala. Y en términos estéticos, no se comprende porqué el tango o el folklore o el jazz deben inmiscuirse en un teatro de ópera, ballet y música clásica. Tampoco debe hacer negocios espurios de ningún tipo alejados de los propósitos de la sala, como han abundado en años recientes. Ni congresos o convenciones o actos oficiales y políticos.
13) Es difícil pedir al Colón una moralidad que raramente existe en el resto del país, pero sólo con una concientización profunda en todos sus estamentos de la necesidad de comportamientos éticos se tendrá el Colón que deseamos. Cómo obtenerlo es otro asunto. Claro está, la contraparte indispensable es que haya funcionarios del Gobierno con la misma alta conciencia. Hay mucho prestigio por recuperar, ya que el Colón ha decepcionado con frecuencia, pero parte de su mística persiste.
14) Por último, cuál es el Colón que queremos? Doy mi opinión, que espero coincida con la suya: un gran teatro de ópera, ballet y concierto de categoría internacional, que cumpla su función de principal emblema cultural de la ciudad y de Argentina , que sea previsible, que no cambie fechas ni intérpretes ni títulos, que mantenga un nivel de calidad permanente, que tenga armonía interna, que logre calidad y cantidad, que sea no sólo un gran edificio (convenientemente remozado) sino un lugar del que se sale enriquecido y en el sentido más profundo, feliz. Un teatro en suma que responda a lo mejor de su inmensa tradición y que lo resguarden autoridades inteligentes , generosas y correctas. Que así sea.
20/08/05 para Cantabile, Buenos Aires